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jueves, 11 de octubre de 2012

8149.- FILIPA LEAL




Filipa Leal
Nació en Oporto, Portugal, en 1979. Se formó en Periodismo en la Universidad de Westminster, en Londres, y es Maestra en Estudios Portugueses y Brasileños por la Facultad de Letras de la Universidad del Puerto, donde presentó la disertación sobre los «Aspectos del humor en la poesía de Alexandre O’Neill, Adília Lopes y Jorge de Sousa Braga». Periodista cultural, fue editora del suplemento literario del periódico El Primero de Enero. Ha participado en varios encuentros internacionales de escritores, expresamente en la Galiza, en Pisa, Zagreb y Bristol, y algunos de sus poemas fueron ya traducidos al español, croata, turco y búlgaro. Tiene colaboraciones dispersas en varias revistas y antologías. Ha publicado diversas reseñas en la revista Mis Libros (Lisboa). Integra, desde 2004, los Seminarios de Traducción Colectiva de Poesía Viva de la Fundación de la Casa de Mateus.


Filipa Leal
Nasceu no Porto, Portugal, em 1979. Formou-se em Jornalismo na Universidade de Westminster, em Londres, e é Mestre em Estudos Portugueses e Brasileiros pela Faculdade de Letras da Universidade do Porto, onde apresentou a dissertação sobre os «Aspectos do cómico na poesia de Alexandre O’Neill, Adília Lopes e Jorge de Sousa Braga». Jornalista cultural, foi editora do suplemento literário do jornal O Primeiro de Janeiro. Tem participado em vários encontros internacionais de escritores, nomeadamente na Galiza, em Pisa, Zagreb e Bristol, e alguns dos seus poemas foram já traduzidos, nomeadamente para espanhol, croata, turco e búlgaro. Tem colaborações dispersas em várias revistas e antologias e tem publicado diversas recensões na revista Os Meus Livros (Lisboa). Integra, desde 2004, os Seminários de Tradução Colectiva de Poesia Viva da Fundação da Casa de Mateus.

Poemas de Filipa Leal


Ocho miradas en el vértice | Oito olhares no vértice

Selección y compilación | Seleçáo e compilaçao
Raquel Molina

Traducción | Tradução
Estrella Gomes




I

En esta brisa casi suave
de plantas ya anochecidas
casi te toco entre los riegos,
y entristezco.
Tu ausencia es tan real
como los vastos campos de girasoles
secos, envejecidos, casi muertos.
Alquilo la voz y la expresión
a la par de todos los espacios
de este lugar que se inicia.
Todo esto es simple:
tengo el corazón desordenado.
Ven.



I


Nesta brisa quase suave
de plantas já anoitecidas
quase te toco entre as regas,
e entristeço.
A tua ausência é tão real
como os vastos campos de girassóis
secos, envelhecidos, quase mortos.
Alugo a voz e a expressão
a par de todos os espaços
deste lugar que se inicia.
Tudo isto é simples:
tenho o coração desarrumado.
Vem.





II


En el fondo de los relojes

Me demoro en este país indeciso
que aún busca el amor
en el fondo de los relojes,
que se abre
como si se abriese los poros solitarios
para que en ellos caigan huesos, vidrios, pan.
Me demoro
en el vientre de esta ciudad
que ningún navío abandonó
porque le faltó el agua para la partida,
como a veces desaparece la carretera
que nos conduce a los lugares
y allí tenemos que quedarnos.



II


No fundo dos relógios

Demoro-me neste país indeciso
que ainda procura o amor
no fundo dos relógios,
que se abre
como se abrisse os poros solitários
para que neles caiam ossos, vidros, pão.
Demoro-me
no ventre desta cidade
que nenhum navio abandonou
porque lhe faltou a água para a partida,
como por vezes desaparece a estrada
que nos conduz aos lugares
e ali temos que ficar.





III


Repartición
Las personas se perdían
a veces en el blanco
a veces en el trazo imperfecto.
Algunas se cortaban en el margen,
rasgaban los días;
otras quemaban archivos
con nostalgias de casa,
olían a moho.
Le garantizo: había centros
de la ciudad sólo para recoger
esos restos de tallo.



III


Repartição
As pessoas perdiam-se
às vezes no branco
às vezes no traço imperfeito.
Algumas cortavam-se na margem,
rasgavam os dias;
outras queimavam arquivos
com saudades de casa,
cheiravam a mofo.
Garanto-lhe: havia centros
da cidade só para recolher
esses restos de caule.





IV


Si al menos la lluvia
Andaba dando vueltas
en el tope de sí mismo
y del monte.
Hubo trepado la cuesta
como de pequeño
trepaba a los árboles:
para ver mejor.
Vivía tan lejos del agua
que tenía la boca seca.
Ahora andaba dando vueltas
lleno de sed
agotándose, sudando.
Porque no paras?
le preguntaría, si pudiese
entrar en este poema.
No había nada en la cima de sí
ni del monte
—sólo el azul y algunas aves
que respiran más alto.
La ciudad quedaba a medio camino
entre el cielo y la tierra
(el cielo allá para cima, aún tras el monte,
la tierra acá para bajo, un poco antes de la sed).
Él andaba a las vueltas con la vida:
le tiraba piedras, gritaba
(si al menos la lluvia! si al menos la lluvia!)
cómo quién no encuentra.
Sólo más tarde entendí lo que buscaba:
un mar.



IV


Se ao menos a chuva
Andava às voltas
no topo de si mesmo
e do monte.
Trepara a encosta
como em pequeno
trepava às árvores:
para ver melhor.
Vivia tão longe da água
que tinha a boca seca.
Agora andava às voltas
cheio de sede
a esgotar-se, a suar.
Porque não paras?,
perguntar-lhe-ia, se pudesse
entrar neste poema.
Não havia nada no cimo de si
nem do monte
—apenas o azul e algumas aves
que respiram mais alto.
A cidade ficava a meio caminho
entre o céu e a terra
(o céu lá para cima, ainda depois do monte,
a terra cá para baixo, um pouco antes da sede).
Ele andava às voltas com a vida:
atirava-lhe pedras, gritava
(se ao menos a chuva! se ao menos a chuva!)
como quem não encontra.
Só mais tarde entendi o que procurava:
um mar.





V



Este es mi nombre

Las ciudades tienen luces en las palabras.

Ofuscan el lenguaje de los hombres. Les dicen: Este es mi nombre.

Y parpadean y revientan el mirar.

Y hay ciudades quebradas, oscurecidas. Sin color: sólo asfalto en la memoria.
De lámparas caídas sobre las calles, de calles caídas bajo los pasos.
Nos dicen: Este es tu nombre.
Y todos cumplimos el vacío.

Los hombres desean la ciudad. La tocan por dentro, en el rojo,
la preparan para el abandono. Le dicen: Este es tu cuerpo. Y parten.

De noche, las ciudades fijan las imágenes de los que se van —restos de esperma

en los árboles más altos. Dicen: Este es mi cuerpo.
Porque todas las ciudades tienen su letrero. Su hombre.



V


Este é o meu nome
As cidades têm luzes nas palavras.

Ofuscam a linguagem dos homens. Dizem-lhes: Este é o meu nome.

E piscam e rebentam o olhar.

E há cidades avariadas, escurecidas. Sem cor: só asfalto na memória.
De lâmpadas caídas sobre as ruas, de ruas caídas sob os passos.
Dizem-nos: Este é o teu nome.
E todos cumprimos o vazio.

Os homens desejam a cidade. Tocam-lhe por dentro, no vermelho,
preparam-na para o abandono. Dizem-lhe: Este é o teu corpo. E partem.

À noite, as cidades afixam as imagens dos que vão —restos de esperma
nas árvores mais altas. Dizem: Este é o meu corpo.
Porque todas as cidades têm o seu letreiro. O seu homem.





VI



La Ciudad olvidada

Para Antonio.

Ella dijo: Soy una ciudad olvidada.
Él dijo: Soy un río.

Se quedaron en silencio en la ventana
cada uno en su ventana
mirando su ciudad, su río.

Ella dijo: No soy exactamente una ciudad.
Una ciudad es diferente de una ciudad
olvidada.

Él dijo: Soy un río exacto.

Ahora en la baranda
Cada uno en su baranda
pidiendo: Un poco de aire entre nosotros.

Ella dijo: Escribo palabras en los muros que piensan en ti.
Él dijo: Yo corro.
De teléfono prendido entre el rostro y el hombro
para que al menos se liberasen las manos
cada uno con sus manos libres.
Ella temió el adiós, dijo: Soy una ciudad olvidada.
Él se rió.



VI



A cidade esquecida

Para o António.

Ela disse: Sou uma cidade esquecida.
Ele disse: Sou um rio.

Ficaram em silêncio à janela
cada um à sua janela
olhando a sua cidade, o seu rio.

Ela disse: Não sou exactamente uma cidade.
Uma cidade é diferente de uma cidade
esquecida.

Ele disse: Sou um rio exacto.

Agora na varanda
cada um na sua varanda
pedindo: Um pouco de ar entre nós.

Ela disse: Escrevo palavras nos muros que pensam em ti.
Ele disse: Eu corro.

De telefone preso entre o rosto e o ombro
para que ao menos se libertassem as mãos
cada um com as suas mãos libertas.
Ela temeu o adeus, disse: Sou uma cidade esquecida.
Ele riu.

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