Angélica TANARRO nació en Madrid. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Ha trabajado para diversos medios informativos, aunque desde el principio se decantó por la prensa escrita y pronto se especializó en información cultural. En 1992 fundó la edición de Segovia de El Norte de Castilla de la que fue co-responsable hasta su incorporación a la redacción central del periódico en Valladolid,
donde ejerce su especialidad. Ha ejercido la crítica de arte y espectáculos, y ha publicado estudios de pintura contemporánea en numerosos catálogos de arte. Actualmente coordina el suplemento literario del periódico, “La sombra del ciprés”. Es profesora
de Redacción Periodística en la Universidad de Valladolid y forma parte de diversos jurados de premios literarios como el de la Crítica de Castilla y León. Ha publicado dos libros de poemas: Serán distancia (Ediciones de la Tertulia de los Martes, Obra Social Caja Segovia) y Memoria del Límite, este último con fotografías de Rafael
Doctor en la editorial vallisoletana El Gato Gris que también publicó su poema ‘Noche’ con serigrafías de José Noriega para el libro Escuela de Comercio. También ha publicado cuentos y poemas en revistas especializadas como ‘Encuentros’ (publicación que codirigió), ‘Caja baja’, ‘El signo del gorrión’ y ‘Cuadernos del Matemático’.
Diario
(I)
Ha llovido toda la tarde.
En el jardín
he enterrado las cartas de los muertos
y he vuelto a rezar.
He rezado por todas las palabras.
(II)
En la casa del silencio
resuenan las miradas de los ausentes
Un puño cerrado
guarda el eco de sus voces
Entre cuatro paredes
un corazón germina
CALLE 58
VI
Sin pasado que te aceche y sin nombre
apenas
Las hojas ennegreciendo sin noche
todavía
La ciudad es nueva
La voz, desconocida
Como si nunca las hubieras usado
ensayas palabras contra la angustia
(Memoria del límite. El Gato Gris Ediciones.
Compactos de poesía. Valladolid, 2002)
(III)
Pregunto a tus cenizas
¿Te acuerdas de mi mano
—minúscula en la tuya—
aquel día de verano?
¿Te acuerdas del sol
sobre los peces
del brillo plateado de mi miedo?
Fue nuestro primer viaje
el primer momento a solas que recuerdo
Tú me decías el nombre de las cosas
y yo no lo he olvidado
—buena chica—
¿Te acuerdas de una noche
de tormenta feroz
de tus brazos salvándome?
Fue nuestra primera aventura
El primer puerto franco de mi vida.
Pregunto a tus cenizas
¿Quién fuiste aquella noche
y aquel día de sol
y todos esos años sin palabras?
¿Dónde estuviste?
¿Y dónde estaba yo
el día en que empezaste
a desprenderte de tu vida?
No sé
adónde habrás llegado
pero sigo buscándote
Album
(I)
Te reconoces en ese gesto del principio
de cuando odiabas las fotografías.
Esa luz que te cegaba,
el desconocido que venía a invadir
tu intimidad, a violentarte
aunque no tenías memoria ni rasguños.
Ahora es lo mismo.
El entrecejo partido,
la escritura del miedo,
los ojos encogidos
para ver y no ver
lo inevitable
El guardián
Con el cuenco de la mano, protege la llama
el que siembra la albahaca en medio del mar.
El que heredó el secreto de los abedules.
El que deja a la puerta su desesperación.
El que nada sabe de la desesperación.
El que talla una diosa en la proa del barco.
El hijo del náufrago.
El guardián de la vida.
Memoria del límite
A quien desplegó las alas desafiando el vértigo.
A la memoria de ese vuelo.
Cayó una sonrisa en la hierba.
¡Irrecuperable!
Sylvia Plath
¡Cuantos viajes hace la tortuga!
Emily Dickinson
El rastro azulado de sus venas
señala el camino de regreso
I
No permití que leyeran las lìneas de mi mano
por temor a las erratas
Era abril y aún no había quemado los mapas
de laberintos previsibles
Buscaba una salida
pero el miedo a los espejos construye los muros màs altos
y ciegos
Sobre el camino
dejé caer las semillas que lavó la lluvia
Estaba escrito
Partir... y poner curvas al destino
II
A esta ciudad un rìo
le parte el corazón
que no alcanzan las sirenas
El amanecer tiene la faz llorosa
y hace llorar a las estatuas
La bruma deshace
la geometría matinal
y aun las rosas
han de esperar por sus colores
Los pájaros sólo cantan de noche
Busco al extranjero que añora
la playa
Unas huellas de arena
donde apoyar los pies
-al límite del agua-
ahora que no sé
si aquel sol invernal
sobre las agujas de piedra
- la nieve en el canal-
es mi mayor tesoro
o la prueba irrefutable de lo que no fui
III
Como si despertaras en medio de una pesadilla
compruebas que no llevas el vestido adecuado
La tempestad abate el vuelo de tu falda
Rompe los hilos de tus brazos
Pasaron de largo los caballos nocturnos
Te hubiera gustado abrazarte al unicornio
apagarle la sed en el cuenco de la mano
pero la ciudad está fuera de temporada
Hace años que nadie retira los carteles
Reconoces el rostro de la sala en penumbra
la voz que espera un eco más propicio
agazapada en tu sueño
Los pasos del viajero se ahogan en el río
incluso en el verano
No permitas que nadie cruce el puente de la orilla amputada
pues la desolaciòn también precisa de sus claves
Renuncia a las brújulas que señalan un destino
No cuentes las estrellas
Recoge los pedazos de tu destierro.
IV
Lo has intentado otras veces
Controlar su latido
Detener el torrente con las manos
ignorando su desprecio de los bordes
Ensayas pequeñas argucias
Finges no conocer su escalofrío
De los sabios consejos en los muros
anhelas su constancia
Una y otra vez
anudas con paciencia los propósitos
-qué áspero su tacto-
sacudes la ceniza de su argumento frágil
Deja una sombra gris en tus pupilas
Si pudieras
Lanzar un guante contra el miedo
Imaginar una tregua
Mirar para otro lado
Como si fuera
un asunto banal, el de la sangre
un motivo aplazable, el de la lluvia
V
Ni en la distancia azul de los gorriones
Ni en el secreto del musgo
Ni en la ansiedad de los peces
Ni en las lágrimas de la mano
Aún
VI
Sin pasado que te aceche y sin nombre
apenas
Las hojas ennegreciendo sin noche
todavía
La ciudad es nueva
La voz , desconocida
Como si nunca las hubieras usado
ensayas palabras contra la angustia
EPILOGO
El tiempo es más lento
cuando las estaciones se deslizan sobre el agua
Tus ojos quietos
contemplan la superficie del lago
Este apagado rumor de las hojas
es tu elección
Este esquivo brillo plateado
tu patrimonio
Desde el fondo
puedes medir las alas al cometa
Tus mejores deseos duermen aún bajo las aguas
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