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viernes, 4 de mayo de 2012

6843.- CARLOS CALERO



Carlos Calero: Poeta costarricense-nicaragüense. Nace en Nicaragua, Masaya, Monimbó, en 1953. Publicó El Humano Oficio (poesía) en el año 2000, por el Centro Nicaragüense de Escritores;  La Costumbre del Reflejo (2006) Ediciones Andrómeda, en Costa Rica; Paradojas de la mandíbula (2007); Arquitecturas de la sospecha (2008) y Cornisas del asombro (2009). Pertenece a la generación literaria de los ochentas. Su poesía fue seleccionada entre 200 poetas hispanoamericanos en la Antología Poetas hispanoamericanos para el Tercer Milenio. Además ha sido incluido en antologías de Nicaragua y Costa Rica. También en Suplementos Literarios como El Nuevo Amanecer Cultural y La Prensa Literaria de Nicaragua, revista Andrómeda de Costa Rica, Imágenes de la Universidad Nacional de Heredia, como en diversos sitios de internet. Su obra se ha publicada en México, Cuba, Francia, Italia, Estados Unidos y otros países. Ha publicado cuentos y ensayos. Recientemente se hizo un estudio acerca de su poesía (Del exteriorismo al erotismo en la poesía de Carlos Calero) con grado de maestría en la Universidad de Costa Rica. Es docente de secundaria y universitario.


POEMAS



Historia del mundo en una servilleta de bar capitalino


“No sé bien de qué hablo.
¿Quiénes son, rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?”
Jaime Gil de Biedma

I

No sé dónde anclaré con esta latente huida; dónde dejaré saludos de pegajosos ecos, emprendidos con presentimiento de que algo huele mal, terriblemente mal, como huracán que apaga la geografía mientras nos sumergimos en el hueso, para recordar caminatas que dejaron paisajes en el sótano de las soledades, con calles y copiosos gritos de carretones míticos, glorietas desvencijadas, o ladridos desflorándose en persecuciones similares a las de nosotros; y de pronto la mujer en el todo, fatuidad y el miedo:

II

no sé si preguntarán, de dónde este presentimiento y si podré precisar el caos reconstruido con palabras que amarran, sostienen, viven; nos llevan al  caldo y origen, y todo en el todo para verificar la nada.

III

No sé si dejaré un nombre con el corazón y ventana de la computadora, o pretextos carnales para tocar la pelvis de una mujer jugosa, desnuda a lo largo de un final en la noche olvidada. Acaso ella, y no plural,  no parte del caos, o célula erotica de la existencia.

IV

Entonces, ella seguirá __igual que la vida__  palpada para que besemos su pubis, y otros oficios propios de la lengua: esto con porción de felicidad o la madrugada.

V

No provocamos al demonio, pues somos algo más que deseos; no arriesgamos el falo con nombrarla, ni punzamos la carne con alfileres en los talones ni ritos del derviche, ni cuervos azufrados que picotean la carne. El mundo nos azota la mirada.

VI

Esto es vivir, esto es descifrar el enigma que defiende proféticas geometrías y el muslo. Una mujer es la ciudad que no conocemos cuando la hemos desandado o, por lo menos, acostumbrado. Es la llave, enigma, ver con menos vacuidad la duda.

VII

Y ya, en éxtasis, levantamos teorías del coito, o rebeldía válvica, con origen de la guerra y las cosas, mientras trituramos, con pretensión de náufrago, la orilla pública; el peso del caos en anfetaminas, desoladas celebraciones y suicidios;

VIII

entonces, mezquinos los recuerdos y anteponemos historias del mundo en una servilleta de bar capitalino, donde son cofradía las pasiones  y nuestra memoria con cervezas, mariachis y lunas en las camas. ¿Y por qué  ocurren tiempo y existencia de esta manera, al unísono, mujer, dolor, deseo, y esta aparente disolución de ideas? La servilleta, en este bar, todo lo desdice y relee como ocurre cuando sufrimos por la culpa de quien nos lee.



Certifico que he soñado con vos

I

Certifico que he soñado con vos; mi cama fue rota por los jalones con furia de caballos, o mano que busca el eje nervioso de tu ombligo;

II

certifico que he soñado con vos: mi boca es la palabra que recuerda el oleaje de la carne, y bebe sudores en las fauces hambrientas de tu vagina.





Senos más vivos que la nieve

I

Cuánto ganará de posesión esta mujer como de cal, arena, piedra blanca o mármol vivo;

II

cuánto sentirá de eternidad en el gesto de valetista sentada con brazo en ángulo de noventa grados, y punta de los dedos hundidos en el cráneo, íntimamente, en soliloquio, que traspasa el orden lineal del talle perfecto y fijo, en la imagen del cuerpo cubierto por lácteos misterios y rojo de cortina vertical sujetado por la penumbra que empuja la imagen de maja, sentada hasta la perplejidad de los ojos;

III

es la bailarina del deseo en posición inmóvil que seguirá en quien la admire, para concluir la danza del corazón de los que se han enamorado de esta materia inerte que se mueve tras las capas de la carne, y nos lleva a besar sus senos más vivos que la nieve.





Cuando no se aprende de Odiseo



I

Qué hacer cuando no hemos aprendido de Odiseo. En la sábana la pasión embruja con enjambre de pubis, o la oscura iluminación de los ojos. El oído cedió al abismo. No fue amarrarse a los mástiles de la cama, ni evitar el hambre abismada de las olas pectorales, ni el violento murmullo y embrujos del falo.

II

Ella me besó los ojos, y no supe si mentía.

III

No conocí los tatuajes antiguos, o simplemente no me deseaba.

IV

No soportó mi voz, mi pretensión de convertir su cuerpo en carne para la memoria. Ya no es mi mundo ella. Pero algo sobrevivió de agosto y la voz de los inviernos. Un secreto pasadizo, el tragaluz para el orgullo. Tal vez el misterio de la razón que nos hace leer los sueños con la matemática del eros.





Despedida



El placer y el dolor andan cada día violentos y más vivos; el placer y el dolor, cuando ninguno de los dos hacemos nada para evitarlos, por abren la puerta y pronuncian el zarpazo de la despedida.





Sobresalto del rostro



“y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene”

Eliseo Diego

I

Debía precisar el rostro, la iluminación de abismo entre el brazo y la cintura; los ojos del poeta que con certeza tiemblan, crispan en ceguedad, premura y lengua con urbano incendio y el beso;

II

pero ese rostro me interroga, da el sobresalto deseado, siente la carne, encima al deseo con olor a entrepierna; y para hablar de lo amado procuro desatar un ojo, darle vuelta a la noche como flamenco excitado, palpar el límite y sangre en los cálidos rincones de la cama;

III

era verdad la intención de lo amado, lo creído y punto de la fe; era alcanzable el paraíso y la saliva;

IV

entonces amar es totalizar el temor, ir a más en la pasión con orfebrería del susurro; y de pronto lo ido, lo lejano, como fotografía de la sombra en tus ojos.

V

Y me quedé sin mundo y sin nombre, con una historia muda que no oculta la inocencia de mis dudas.

Alegato de un poeta para justificar su desazón, al oler un pedito de su mujer antes de dormirse, por culpa de un poema en ciernes

I

Los dioses prometen algo, y afilan nuestra garra con su intromisión en la cama, y rasgan el frontispicio de la noche con guerras de palabras para zambullirse en el agua voluptuosa de la memoria;

II

sería con la luz de una ventana, la pura y permanente consternación como liebre del fuego en la almohada para soñar con vírgenes y desfloración del pudor, y recuerdo sin traicionar la ternura de la carne.

III

Habrá previsión de dioses en esta historia, cuando nos metemos con sigilo bajo la sábana, para invocar que la vida aletea en el silencio de los ojos.

IV

Y el poeta,

V

consternado por tanta envidia, su naturaleza no soporta equivocarse y tarda horas, meses, coitos, para que destiña calendarios al descarrilar sus apetencias carnales.

VI

Y, ya animal, escribe slogans para adularnos con muslos, pubis y lunas, mientras los demonios exudan metáforas de pezuña y sierpes embramadas en las ingles;

VII

los dioses, entonces, pierden su épica lasciva y nos envidian, codician la palabra con retumbos mitológicos; entonces, ella entra y sale de mis brazos.

VIII

Y dice: permitime un pedito, ahora que estás por dormirte con ese tu próximo poema, el que me ha robado el fuego de tu deseo, y ni te has enterado de que me acostumbraste a no vaciar estos intestinos desesperados, porque te vas por la ventana con ese tu recurso imbécil de soñar con las palabras.





Teorema de la nostalgia



I

Para no arriesgar el espíritu y la nostalgia hay que meterles un poco más de nostalgia;

II

no podremos evadirla porque nadie vive sin ella.

III

Por esta razón, a más nostalgia más alegría de que seamos nostálgicos.

IV

Acaso la memoria existe sin el combustible de la nostalgia, si cuando la llamamos a cuentas nos deja felizmente por lo que éramos antes de que existiera el pre-universo de la cabanga.





Vaso con vino a solas



I

Un vaso con vino a solas es la historia de las grandes batallas, cuando no se ha dado la orden para que avancen los ejércitos sobre los harapos de la victoria;

II

un vaso con vino a solas es la historia de los abismos antes de saltar afiebrados

III

con dirección al cielo donde hay otros abismos que le dicen al viajero ser únicamente el reflejo de lo etéreo;

IV

un vaso con vino a solas es la historia porque basta la imaginación y el mundo vibra, se sacude, parece pezón enrojecido que llega a la boca y regresa sabio al seno;

V

un vaso con vino a solas es la historia de quien no espera porque vuelve los ojos y no hay fantasmas; tampoco ciudades inermes en torrenciales aguaceros que yacen sin caer sobre la tierra;

VI

un vaso con vino a solas es simplemente algo más que un vaso con vino a solas






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