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jueves, 5 de enero de 2012

5749.- MARÍA MALUSARDI



María Malusardi nació en Buenos Aires, en 1966. Es escritora, periodista cultural y docente. Publicó los libros de poesía Payaso Rojo (Ed. La lámpara errante, 1989), El accidente (Ed. Mascaró, 2001), la carta de vermeer (Ed. Alción, 2002), variaciones en la niebla (Ed. Alción, 2005), diálogo con pescadores (Ed. Alción, 2007) y museo de postales (Ed. El Suri Porfiado, 2008). Publicó poemas en diversos medios del país y del exterior. Y su obra poética figura en varias antologías, como la reciente Animales distintos (2008), editada en México.
Ha escrito y publicado cuentos, algunos de ellos premiados y publicados en antologías (Trío Suspendido, Tinta Roja, Bruno) y otros en revistas del país y de Latinoamérica. Otros permanecen inéditos.
Como periodista trabajó y colaboró en varios medios gráficos de su país, como Clarín, Revista Nueva, Revista Lugares, La Gaceta Cultural, El Arca, Suplemento literario del Diario Perfil, Revista Debate, Diario El Siglo de Tucumán, entre otros. Actualmente colabora en las revistas culturales Nómada, La Costurerita, 1300 kilómetros y la revista electrónica Teína.
Como docente, dicta la materia Técnicas de la Información (géneros del periodismo gráfico) en la escuela de periodismo TEA. Y da talleres de lectura y escritura en forma privada.







Selección de “museo de postales”
(Ed. El Suri Porfiado, 2008)






descanso de nadadores


si quito el polvo de la postal la ropa mojada me
salpica ni mujer ni hombre se intranquilizan el
mar ocupa un pequeño fragmento de mi
tragedia las ventanas tiemblan si estuve allí he
dejado el rostro entre las piedras aquella
resignada belleza me lastima de paz








violín del aire


salgo no del cirio siempre del incendio y en la
seda de un vestido blanco me regenero hay allí
maternidad colosal y mundo una aldea de casas
arracimadas como hongos de pino en la mujer
la vaca el ángel soy violín del aire alguien me
hizo música a cambio el estallido de mis partes
hace parecer al mundo etéreo el juego es:
invierto los sentidos para seguir








primera edad


se humedecen barquitos de papel en la tinaja
circo roto o la danza última en la arena no hay
violinista ni andén ni vaca al viento no hay
cierres ni regresos en la infancia sino una triste
continuidad en los trapos del muñeco sin
escena todo lo que flota es un juguete
desamparado: dónde ha quedado la niña?






Para Gastón Malusardi






amor


qué haremos mal si el amor es una trampa
ineludible para morir un poco menos? beso
enfermo de rapto de camilla dos cabezas al
revés en una caja presiona lápiz enredo
póstumo de piernas el fin en el abrazo se
empecina no hay palabras para combatir el
desencuentro sólo cenizas qué pena oscura
desquicia el amor en este rincón manos que se
buscan






Para M. R.




Selección de “el descenso de jacquelin du pre”
(del libro “museo de postales”, Ed. El Suri Porfiado, 2008)


“He llegado a la meta de mi corazón.
No hay ningún rayo que vaya más allá.
Dejo detrás de mí el mundo…”


Else Lasker–Schüler






preludio la ceniza de mi infancia: mi madre
arañaba los ojos del incendio y me dormía así
los cuentos de la noche encallaban el árbol en
su sombra el agua ardía en el devenir de los
infiernos allí donde la música esparce sus
caballos y me deja






no puedo quejarme de los huesos: la música se
ha enfermado en mí he roto la cuerda un acto
de confusión y de olvido miles de manos entre
sábanas riéndose intentaron elevarme
sostenerme en la gloria me he dormido sobre la
escena no hubo tiempo para el desarraigo estoy
aquí: los dedos tiemblan cuando amanecen
sobre la madera intacta del silencio








las flores se amontonan sobre un libro es la
escena papel de los rosales se borran al
nombrarme al estallar se enredan el aire de mi
pelo se desgarra estropea mis pies la flor que
me despide rozo el invierno de los rostros
intentan retenerme forzarme alguien me
desnuda y trae a dvorák despacito calma los
dolores sabe: nadie como yo lo ha comprendido
nadie como yo le ha sacado idioma a las heridas








no puedo pensar que los huesos se remiendan
con el agua la música ha tramado mis jerarquías
y mis sombras escribo apuntes nunca serán la
voz: ni dvorák ni elgar escribo con el límite de
mis huesos soy la ruina de los que me escuchan
y lloran el sol me olvida recoge sus telares mi
violonchelo indaga el azoro en mi cuerpo
recoge el ritmo de su condena








añoro de la orquesta mi trama compleja no
encuentro mis ojos en la partitura estoy vigente
en el peligro confiada en su dulzura ha
instigado del hijo su muerte ha alentado con
paciencia mi desesperación: el mundo es de los
otros cuando mis huesos callan








Selección de “variaciones en la niebla”
(Editorial Alción, 2005)






debajo de la cama caballos destripan el polvo
desnudan la niebla






en la niebla no nos perdíamos estábamos
simplemente abiertos al roce de la montaña
desesperaba la ropa en la caída








un día el dolor no pasó no había cama no había
dónde saberse horizontal era algodón en el
dibujo de la infancia rulo de oveja para
descansar los dedos humo: no era un matiz
apenas era beberse a sorbos la mirada








sólo avanzo hacia mí dejándome animal
tendido sobre la palabra








en el fondo de la niebla donde es el crujir del
barro y la liviandad ha perdido su pureza la
niña pregunta cómo es que vamos a morir
nosotros si nos vemos nos queremos jugamos al
ciempiés pregunta: es el fin? como nadie hay
para inquirirme quedo allí suspendida en la
poesía








no hay tiempos en la niebla oprime el verso
libre o la elegía acongoja el desencuentro
incomoda la serenidad de nuestras llagas





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