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lunes, 7 de noviembre de 2011

5267.- VICTORIANO VICARIO


Victoriano Vicario, 1911-1966. Poeta Chileno. Autor de: “El lamparero alucinado” (prólogo de Jacobo Danke e ilustraciones de Pedro Olmos), Imprenta Gutenberg, Santiago de Chile, 1937, y “Fabula de Prometeo”, Ed Nascimento, Santiago de Chile, 1942.





UN POEMA O UNA OLA

Un poema o una ola, qué más da, si es el ritmo
del corazón poblado de ciudades y pájaros
el que hace andar con buen paso los vidrios
del sueño por los largos hospitales anchados.
Tú sabes como el tiempo nos aprisiona dentro
de un margen de desidia o abandonado espanto.
Pero si nos arrastra la luna, ¿ es que moriremos?
Flecha pura en la alcoba de un guerrero apagado.

Buen tiempo, entonces, para morir, si nos prepara
la soledad un lecho de archipiélagos náufragos,
y una botella donde el mensaje se oxida
como las grandes hélices de los barcos anclados.
La noche. Pero ruedan por la casa los peces,
y por las escaleras se fuga el sueño anciano,
y tú te deshabitas de sugerencias puras,
y caes como un muerto antiguo y desolado.

¡Recordar cómo caen los héroes! ¡ Y qué héroes!
Preparándose el féretro de tierra y rosas.Cuando
la luz sobre los ojos les dibujaba una puerta
y una casa mecida entre juncos esclavos.
No es de un corazón la discordia, es del fino
carillón que te empuja hacia la selva clásica,
donde duerme enterrada la llave entre las hojas
y el sol pega su efigie de oro sobre las parras.









LA SOLEDAD Y EL HUMO

Tú no has sabido nada, pero la luz tan vieja me persigue
Y apenas hay alguna puerta, apenas,
Si tú me has dicho: el sol ha muerto.
Hay que encender linternas.
Nadie ha tenido tanto oro hoy día
Y tanta muerte. Llenas
Las manos de jazmines, me has besado
Y te has dormido entre mi voz, apenas.

Si supieras como el mar me llama
Con sus cóleras grises y sus negras
Historias de naufragios, estarías
Modificando el sol, por una hebra
De soledad te arrimas a mi sombra
Y es un sollozo de ámbar tu melena.

Había tantos días para amarse
Y tantos soles rotos en la arena
Que te perdiste bajo un rubio esmalte
De caracoles musicales. Era
Mi antiguo amor la soledad, y estabas
Con un ángel y un ancla en la diestra.

Porque si el regresar hubiera sido para morir,
¿Qué río de aguas lentas me llevaría ahora?
Si tus manos no han conocido el lino ni la rueca
Mi corazón insomne te diría
Que se muere en el mar. Y muere apenas.

en Fabula de Prometeo, 1942








AFILADAS SOMBRAS

¿Te has dado cuenta de mis ojos?
Disparados en revoluciones increíbles
entre las ramas torvas y crueles
que de ellos brotan y brotan
movidas al viento con su carga
sabor a miel negra.

Son pájaros torpes que no divisan luz
dan vueltas como muñecas inútiles
hasta que se queman o chocan
con las puntas afiladas de las sombras
desangrándose de melancolías.

Desconocidos ya, ciegos, veo pasar la indiferente,
esas, las encuclilladas alrededor del latido,
cautelosas, miran sin mirar,
habiéndose penetrado hasta los innúmeros
espacios y células por dónde bajan
las bandadas de olvido.









DESTELLOS Y ESPEJISMOS

Todo el desierto huele caliente
de incontable arena, restallante hembra,
mi signo me fascina, como un vergel de piedras,
los pies, llagados de fatigas y sal,
deambulando de brillo y brillo
colosal de la roquedad metálica.
Canteada sus aristas con el cincel
de la soledad macabra y pestilente.

Interminablemente la pálida morenez
de mis años, opaca el cáliz fresco
y plácido que eres.
Copa plena de cristal celeste que
suelta la palabra precisa,
haciendo estallar el alma
en multiples pedazos
que no pueden ya ser unidos.








GOTAS DE INCIENSO AZUL

Te respiro lirio celeste
abrigando el aroma de estas piedras
que son montículo solitario
amparando las primaveras atrapadas
como mariposas lánguidas de nostalgias

un mar teñido bermellón
salta en un mundo sin equilibrio
camina entre olas que gotean
incienso de frío azul fácil y dulce
canturreando de estrellas que se estampan
congeladas en el amplio tejido oscuro que
se extiende

hirviendo amor esas ramas
que sólo son llamas
de infierno en el averno de los recuerdos






Del libro: ” Fábula de Prometeo”.
Selección de Rodrigo Verdugo.


CANTO PROFUNDO PARA ANGELES ABIENZO

Yo pienso en ti, yo pienso en ti,
¿qué hora de soledad me cubre de mareas?
Qué soledad, qué hora, qué soledad, pregunto,
Me ha llenado de otoño los ojos y las venas.
Tú eres mi sombra, tú, mi sombra iluminada,
Presente aquí, presente y sin consuelo.
Canta en la lejanía tu voz, y una sonata
De sonoras marimbas me sube por el pelo.

Y es necesario ahora vivir de tu presencia,
De tu presencia azul de isla perdida.
De tesoro que nunca me llenará las manos
De corazón nevado, de oleaje y de mirra.
¡Oh! tiempo de la buena virtud, oh, tiempo tuyo
Donde el primer sollozo encontró un pecho abierto.
Y la casa inclinada donde el amor perdido
Camina con la muerte sobre los muebles viejos.

Yo tengo aquí tu especie, tu material caído,
Y es preciso el sonido de una campana pura.
Porque sé que en tu traje de ángel que no muere
Vive mi corazón lleno de extrañas músicas.
Yo he sentido crecer tu muerte, Madre mía,
Y he sentido caer tus párpados de seda.
Qué más da ahora el afán del corazón sin eco
Cuando en la casa giran los espejos sin huellas.

¡Ah! Querida y llorosa sumisión, sí, llorosa
Conjugación de mirto y oro pulido apenas.
Hacia tu muerte voy como ola vencida
Para besar tu sombra pura de madreselvas.
Hoy el día profundo gira en torno el vino,
Gira en torno del vino la soledad amarga.

Y no estás, y no estás tras de los claros vidrios
Llenando con tu voz la casa abandonada.
Yo no quiero creer en tu lluvioso viaje,
Ni en tu traje de niebla, ni en tu origen deshecho.
Como en un sueño vives sumergida y distante
Con un clavel de sombra amarrado en el pecho.





ODISEA

Aquí la luna es sólo una paloma,
Un lirio apenas de metal o piedra.
Crece la soledad y crece el vino,
Y la noche es un río de aguas lentas.
Para morir un dulce sol de abejas
Apenas conocido por el sueño,.
Apenas muerte azul, apenas lluvia,
Amor apenas vivo, apenas muerto.

Yo no podría en tu ciudad morirme
Entre tanta paloma cenicienta,
Entre tantos corceles moribundos
Y un solo ángel de arena.
Qué dorado orfeón arrastraría
La tarde antigua y las estatuas llenas
De tanto olvido y tanto mar de azufre?
¡Oh! dorado castigo de agua muerta.

Pero, violín perdido, dulce lirio
Quebrado en una euforia de ceniza.
Perdido afán del corazón sin eco
Entre violentos soles. La escondida
Tristeza asoma su linterna sorda.
Y es un ángel de nieve tu sonrisa.




LA SOLEDAD Y EL HUMO

Tú no has sabido nada, pero la luz tan vieja me persigue
Y apenas hay alguna puerta, apenas,
Si tú me has dicho: el sol ha muerto.
Hay que encender linternas.
Nadie ha tenido tanto oro hoy día
Y tanta muerte. Llenas
Las manos de jazmines, me has besado
Y te has dormido entre mi voz, apenas

Si supieras como el mar me llama
Con sus cóleras grises y sus negras
Historias de naufragios, estarías
Modificando el sol, por una hebra
De soledad te arrimas a mi sombra
Y es un sollozo de ámbar tu melena.

Había tantos días para amarse
Y tantos soles rotos en la arena
Que te perdiste bajo un rubio esmalte
De caracoles musicales. Era
Mi antiguo amor la soledad, y estabas
Con un ángel y un ancla en la diestra.

Porque si el regresar hubiera sido para morir,
¿Qué río de aguas lentas me llevaría ahora?
Si tus manos no han conocido el lino ni la rueca
Mi corazón insomne te diría
Que se muere en el mar. Y muere apenas.






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