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lunes, 5 de septiembre de 2011

4819.- HERBERTO HÉLDER


Herberto Hélder de Oliveira (n. en Funchal, Madeira, Portugal, 23 de noviembre de 1930). Escritor portugués.
Frecuentó la Facultad de Letras de Lisboa, habiendo trabajado en Lisboa como periodista, bibliotecario, traductor y presentador de programas de radio.
Es uno de los poetas más originales en lengua portuguesa. Es una figura algo misteriosa porque se abstiene de dar entrevistas y recibir premios. En 1994 recibió el Premio Pessoa, que rechazó.
Su producción escrita comenzó por situarse en el ámbito de un pos-surrealismo y en la década de 1960 acompañó el movimiento del concretismo. Escribió Os passos em Volta, Photomaton e Vox y Poesia Toda. Este último título es una antología personal de sus libros de poesía que ha sido depurada a lo largo de los años. En cada edición esta antología se vuelve más reducida.
Su lenguaje poético tiene que ver con la alquimia.
Obras

Poesía
Poesia – O Amor em Visita (1958)
A Colher na Boca (1961)
Poemacto (1961)
Retrato em Movimento (1967)
O Bebedor Nocturno (1968)
Vocação Animal (1971)
Cobra (1977)
O Corpo o Luxo a Obra (1978)
Photomaton & Vox (1979)
Flash (1980)
A Cabeça entre as Mãos (1982)
As Magias (1987)
Última Ciência (1988)
Do Mundo (1994)
Poesia Toda (1º vol. de 1953 a 1966; 2º vol. de 1963 a 1971) (1973)
Poesia Toda (1ª ed. en 1981)
Ou o Poema Contínuo(2001)
(O el poema continuo. Traducción de Jesús Munárriz. Edición bilingüe. Madrid, Hiperión, 2006. ISBN: 978-84-7517-852-3)

Ficción
Os Passos em Volta (1963)
(Los pasos en torno. Traducción española de Ana Márquez. Madrid, Ediciones Hiperión, 2004. ISBN: 978-84-7517-779-3)
Apresentação do Rosto (1968)





La veo crisparse con mi imagen
insertada. Y escribo:
“Cuando yo muera” –irguiendo ese espejo
en tamaño de espuma.
Como si fuera la belleza, la transfusión amarga,
el soplo boca a boca




Vejo-a crispar-se com a minha imagen
inserida. E escrevo:
“Quando eu morrer” –erguendo esse espelho
em tamanho de espuma.
Como se fosse a beleza, a transfusão amarga,
o sopro boca a boca







Tras atravesar altas piedras preciosas,
salía a arder.
Aparecía en llaga de cuerpo entero.
Era ahora una estrella carbonizada, una aterradora estrella
de grandeza principal,
vista desde la tierra.




Depois de atravesar altas pedras preciosas,
saía a arder.
Aparecía em chaga de corpo inteiro.
Era agora uma estrela carbonizada, uma aterradora estrela
de grandeza principal,
quando se olhava da terra.

de Última Ciência, Poesia Toda

(TRADUCCIÓN: León Félix Batista)







[PRIMERAS INCISIONES]

… una vez el discurso fue la mano
se partía siempre de un entusiasmo arbitrario
era ése el "espíritu" el "destino" del lenguaje
ahora estamos viendo las palabras como posibilidades
de respiración digestión dilatación movición
experimentamos la pequeña posibilidad de una inflexión caliente
"ellas están andando por sí mismas" exclama alguien
hablando andando unas con otras
hablando unas con otras
están lanzadas por ahí para guiñar el ojo y tener inteligencia
por todas partes
surgiriendo oblicuamente que se reportan
a un nuevo universo al cual es posible asistir
"ver"
como se ve lo que comporta una cierta inflexión
de voz
es una especie de cine de las palabras
o una forma de vida espantosamente juvenil
puede que vayan a destruirnos bajo el título
"los autómatas invaden" pero invaden el qué?

(Versos citados en ‘Cortar y pegar’, de GONZALO ABRIL)






No sé como decirte

No sé como decirte que mi voz te busca
Y la atención comienza a florecer, cuando sucede una noche
Espléndida y colosal.
No sé que decir, cuando lejanamente tus muñecas
Se llenan de un brillo luminoso
Y te estremeces como un pensamiento íntimo. Cuando,
Iniciado en el campo, el centeno inmaduro se ondula tocado
Por el presentir de un tiempo distante,
Y en la tierra crecida los hombres entonan una vendimia
- yo no se como decirte que cientos de ideas,
Dentro de mí, te buscan.

Cuando las hojas de la melancolía arremeten contra los astros
Al lado del espacio
Y el corazón es una semilla inventada
En su fondo oscuro y en su huracán diario,
Tú arrebatas los caminos de mi soledad
Como si toda la casa ardiese descansando en la noche.
- Y entonces no sé que decir
Junto a la taza de piedra de tu silencio tan joven.
Cuando los niños despiertan sobrecogidos en la luna
De donde caen a veces en medio del tiempo
- no se como decirte que la pureza,
Dentro de mí, te busca.

Durante la primavera entera aprendo
Los tréboles, el agua sobrenatural, el leve y abstracto
Correr del espacio -
Y pienso que voy a decir algo con sentido,
Pero cuando la sombra cae de la ávida curva
De mis labios, siento que me faltan
Un girasol, una piedra, un ave - cualquier cosa extraordinaria.

Porque no se como decirte sin milagros
Que dentro de mí está el sol, el fruto,
El niño, el agua, el dios, la leche, la madre,
El amor,

Que te buscan.











Historia

El señor del monóculo
Usaba una boca desdeñosa
Y en la botonera, la insolencia
De una rosa.

Era el poeta.

Cuando pasaba
-figura sutil y correcta,
toda la gente decía
que era el poeta.

-Era, por tanto, el poeta…

Mas un día
El señor del monóculo
Quebró el monóculo,
Guardó la boca desdeñosa
Y olvidó en la mesa de cabecera
La flor que puso en la botonera,
La insolente rosa…

Entró en las tabernas y bebió,
Ciñó el cuerpo de las prostitutas
Jugó a los dados y perdió,
Dio la mano a los operarios,
Besó todos los calvarios
-y aprendió.

Y el mundo,
Que lo llamaba poeta,
Olvidó;
Y cuando lo veía pasar
Se limitaba a exclamar:
-el vagabundo!

Mas el señor del antiguo monóculo,
De la antigua figura sutil y correcta,
Sentía voces dentro de sí,
Voces de júbilo que decían:
-es el poeta! Es el poeta!...

[Herberto Helder (entre 1948 y 1952)]










Yo no duermo, apenas respiro como la raíz sombría
de los astros: raya la laceración sangrienta,
estancada entre el sexo
y la garganta. Yo nunca
duermo,
con la herida de mi propio sueño.
A veces muevo las manos para sostener la luz que salta
de la boca. O la vena negra que irrumpe de esa estrella
salvaje implantada
en medio de la carne, como en el fondo de la noche
el agujero fuerte
de la sangre. La vena que me corta de punta a punta,
que arrastra todo lo oscuro del mundo
hacia la cabeza. A veces muevo los dedos como si las uñas
se iluminasen.
Pero nunca duermo entre mis brazos
palpitantes
como grandes carótidas
que alimenten la belleza y rapidez del rostro sobre
músculos cerrados.
Mientras el sol rompe las membranas
de los espejos: no bailo, no
duermo, no respiro más que la tierra cuarteada por las llamas
lunares.
No trabajo tanto como el verano de la sangre
bajo el pelo
bajo
de los animales, su elegancia violenta,
el alimento.
Hay días en que las manos se mueven por sí mismas,
mal tocando en las grietas
el temblor hirsuto de una cometa clavado desde la espalda
a las sábanas. Nunca sé
dónde está la noche: una sala como un párpado negro
separa
la presa de la luz que soporta la tierra.
- Ahora, la hondura de un
laboreo aéreo, el aliento, una piedra con mi tamaño
cubierto
de poros, o tendones ligando
archipiélagos límpidos
en la penumbra. Estos,
los oscuros fulcros de la locura.
Alguien debería tocarme para sentir que estoy vivo,
que soy
una estaca atravesada por la sangre, y de ella revientan
por ejemplo: ascuas. Esto es una fábrica de demencia:
palabras
donde se maniobra la púrpura, donde
el aroma que mata asciende de jardines construidos
levemente
en la oscuridad. Y una imagen cierra
todo lo que se cierra: cuartos,
días sobre sí mismos, las frutas redondas por virtud
de su dulzura interna. Cuando las voces
feroces se desencovan, la tierra
se mueve como un músculo encharcado entre la boca
y el corazón que no duerme
nunca. - Y todas mis vísceras son
inocentes.

[ de O el poema continuo, 2001]
Traducido por Raúl Quinto








Quería tocar la cabeza de un leopardo loco, su lujo
mandibular. Sentir que los dedos se volvían
de granito. Sentir que la deslumbrante
resaca de pelo
bajo me arrebataba furiosamente los cinco dedos.
Como cinco balas de granito.
Una estrella voltaica.
Y tragarla. Y que de pronto toda aquella púrpura nocturna
entrara dentro de mí, de la mano a la cara.
O una herida que me cogiera de pierna a pierna.
Que entrara en mí
la fábula de la demencia y de la animal
elegancia. Sé que la sangre me puntúa, y me estremezco
de poro a poro
con tanto oro sudado que me envenena.

Sé que toco.
Que hay una combustión en las partes sexuales
de mi muerte. Y si miro ese espejo exhalado
de mí mismo, veo
perlas, la anestesia de las perlas. Pero
el fósforo se precipita donde
se enfría la carne, y se vuelve ligera. Y un dolor
instrumental, mi propia música
descubierta, me atrapa como el sonido atrapa
los tubos de un órgano.

Y entonces ninguna razón me oscurece más allá del crimen,
de la metáfora directa
de un leopardo alunado como una joya. Y él levanta
su constelación craneal. Su boca avanza, límpida
llaga
hasta mi rostro. Y en este espejo de las cosas de repente
unidas todas, me besa por dentro hasta
el corazón.
En el centro.
Donde se muere el silencio central
de la tierra.


[de Última ciencia, 1988]
Traducido por Raúl Quinto

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