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jueves, 28 de abril de 2011

3965.- ISABEL DE RUEDA


ISABEL DE RUEDA nació en Jerez de la Frontera, en 1962). Cursó estudios de Filosofía y de Filología Hispánica en la Uned.
Ha publicado Al viento (Carmona, 2001), De la memoria encajada (Madrid, Vitruvio, 2004), Tocada por la arcilla y Tu silencio en voces (Madrid, Vitruvio, 2006). Ha colaborado además en diferentes revistas como Mnemosines, Fuentevieja, La mirada íntima, El síndrome felino, Luces y sombras, etc.
Premiada en diversos certámenes (Manuel Barbadillo, 2001; Isabel Ovín, 2002; y Rincón de la Victoria, 2003; y finalista en el Victoria Kent (2000), Voces del Chamamé (2003) y Pilar Paz Pasamar (2004), ha participado en numerosos eventos, organizados por varios organismos, públicos y privados (Fundación Caballero Bonald, Centro Andaluz de las Letras, Centro Andaluz de Flamenco, Tertulia El Arenal, Tertulia El Ermitaño , Consejo Regulador del Vino etc.), ofreciendo lecturas poéticas y otras actividades de su especialidad.



Inspiración

La mañana, a veces, muestra su tibieza,
te toca suavemente, penetra el ángel.

Y ves
las flores nuevamente sorprendidas
con un himno o un canto.
Te sientas, abres las manos, todo
a ti te llega:
la eclipsante fuente, la exhausta
sonrisa que nos lleva a pacer desnudos,
blancos y susurrantes en un destello
de luz inamovible






La entrega

Viene
la blanca sacudida de las flores,
la suave transparencia, la colmena
de un cuerpo hermoso que se ofrece como un agua.
Pétalos de rosas que quisieran
la palabra ungida.
Sí, es mi piel, el río,
la llama que responde, el sonrojo
errante de las alas desplegadas,
el ciervo que quisiera penetrar montañas.
Sí, es mi piel y quiero
trascender en ti,
tocarte con mi cuerpo, desmecer
el mundo.







A veces un poema

Y ya no sé si crezco,
o bien, descrezco con los años.
Me alimento de sueños que me borran
la triste realidad que hoy nos comprime.
Es por eso, que a veces, un poema
es un pan horneado; milagroso
y bíblico alimento que me arrastra
por otras simetrías donde el verbo
es un dios. También un barco
y un mar donde las aguas
tornan al quieto azul de una ventana
donde pego mis ojos y respiro.







Calle vacía

Dibujé con mis manos la figura
de una calle vacía;
los balcones cerrados de las casas,
ningún coche,
ninguna leve estrofa, ningún signo
arrojado en el lienzo.

Sea así,
igual que un cementerio la tristeza,
igual que un frío esquema las palabras,
igual que un ganglio abierto
en la esfera perfecta de la rosa.

Sea así, el dolor…
faroles apagados,
algún árbol sesgado junto al muro,
unos ojos de rejas y portales.

¡Sea así!
tan triste e injusto este dolor.








Desnudo

Venir desnudo al mundo
para luego vestirnos
con retales de hilachas.

Ser araña nacer,
escalar la sonrisa,
atrapar
esa cosa que desprende el fulgor.

Venir desnudo al mundo, ataviarse
con pedazos de abrazos o de heridas
que te miran fijamente a los ojos.

Y enfundarnos en la ropa, y alejarnos
de ese imán
que te arrastra a la tierra.

Abrazarte a tu yo;
tu sola circunstancia, ya lo dijo
Gasset,
en esta cruenta nave, en este extraño barco
a donde has arribado.







Abismo

Porque también los dioses le fallaron
y una sola quietud en lo más alto
de su ser, le advertía
de ese hermoso jardín, aún intocable,
donde nada perece sino el frío.

Y dispuso morir y resignarse
y volverse al abismo y ser un astro
y abrazar la quietud,
ser la noche junto a todos los días.

Ser tan sólo
la pirámide quieta,
la penumbra dormida, la callada
longitud de una sombra.
Luna, árbol, sol


Caían una a una las naranjas y la calle
reflejaba ese mar tiznado en las aceras.







Luna, árbol, sol,

formaban un libro entre nosotros,
cuyas hojas,
espejo de aquel beso, nos mostraban
el valor de ese monstruo incorrupto,
vagando por las aguas de aquel pozo
purísimo del sueño.







Aquí me tienes

Aquí me tienes amor
adornada de sándalo, fragancia
que ahoga mi recato.
A tus pies de nuevo,
tendida sobre el lecho,
oscilando
si tomar de la luna tus labios
o dejarme llevar por el surco
que remarca tu espalda.

Tan inquieto el deseo se bifurca.








Yo quería

Yo quería
un secreto de estrella,
un latido,
un soplo de anémonas en mi falda.

Yo quería
conquistar ese cielo,
enhebrar un cometa, disuadirlo
con mi único amor,
tentarlo, como hembra primera.

Yo quería ese cielo,
sus blancos hombros como nieve,
y sus viriles muslos,
esa esfera de plata circundando.

Yo quería
ese anillo de cielo entre mis dedos.








No la toques

Un puñado de pétalos sangrando,
una espada en el vientre,
un dolor eclipsado, un vino
tomado a destiempo.

Todo ese nacer ya desgajado;
tronchada está la rosa, no la toques.
Ahora donde un labio allí se posa
y el beso de la muerte es su refugio.







Poesía

Fuera el verso la sombra;
inmensas alas
que algún dios nos cediera
una mañana

cuando no estaba enfermo
de la desidia
arrojándole al verbo
toda su alquimia.

Y era un cíclope el verso,
una gran orbe,
una música extraña,
era un galope,

un harén de palabras
todas fluyendo
por el linde secreto
del pensamiento.

Coronada de musas
para el poema
las palabras se agrupan
quieren ser gema,

alimento de un bravo
decir sonoro,
ligadura de un canto,
bello abandono.

¿Es así el poema?
yo así lo siento,
es así como fluye
mi pensamiento.

Es acaso romántico
¡cualquiera sabe!
transitar por las rimas
de lo inefable

ha marcado mi ritmo
sobremanera
la conciencia del arte;
sagrada Meca
y…

deambulando en los brazos
de los fonemas
tras ocultas palabras
que dentro suenan

voy hallando las perlas
y el hemistiquio
me guarece, me eleva,
me da subsidio.

La tres Gracias, jardines
en los grafemas,
es tu esencia poesía
para el poema








Soneto

Sin ropa yo lo quiero, sin careta,
desnudo de abalorio innecesario,
en un hilar de solo abecedario,
artesano y leal, así el poeta

que a rango tal aspire. Una libreta
en blanco sea su alma, un sicario
su voz de la injusticia , que un ovario
de cálamo perviva en la gaceta

de su diario batir. Mas no lo veo:
en vano busco perlas, sólo hallo
palabras huecas, sólo la sutura,

el vacío de mente, la espesura
arcana de la nada. Todo gallo:
la sola vanidad como trofeo.








Soneto

A Domingo F. Faílde

Un soneto me manda hacer Domingo
donde el vino regara con su ciencia
la palabra. Un soneto y la exigencia
de una loa al dios Baco va consigo.

Un soneto obligado, y yo me digo
si, sujeta mi pluma a una venencia,
un buen mosto me diera la cadencia,
fermentara la voz que va conmigo,

si una bota de roble germinara
y en este presto hacer yo me saciara
en un poema sentido para dentro.

¡Amigo, qué grato es irse al centro
y escarbar las raíces de tu casa;
ver tu sangre en la loa que me abrasa!









Voz de la musa

Temblando
bajo el marco de un fondo inescrutable
bajo el pecho monstruoso
de un dios en la sabana
temblando
con el solo tejado de su boca
decidió caer.

Caerse en la llamada, voz de la musa
golpearse
perecer como esclava y entre sus brazos
encontrar el ungüento en la palabra,
en el logos
la noble sinrazón de la poesía.

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