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sábado, 16 de abril de 2011

3905.- BLANCA DE LOS RÍOS NOSTENCH


Blanca de los Ríos Nostench
Nació en Sevilla en el año 1862. Hija del arquitecto Demetrio de los Ríos y
sobrina del escritor José Amador de los Ríos, fue criada en un ambiente
familiar muy amante de las letras, y esto le facilita su dedicación al estudio y
a la literatura, donde no sólo puede crear su obra sin ningún impedimento,
sino que recibe toda la ayuda he información necesaria, lo que la convierte
en una de las pocas mujeres eruditas que se pueden encontrar en su tiempo.
A los 16 años publica su primera novela "Margarita" A los 17 años escribe
un Romancero de “Don Jaime el Conquistador”, La novia del marinero,
Esperanzas y recuerdos, novelas como “Melita palma” (1901), “Sangre
española” (1902) o “La niña Sanabria” (1907). Cultivó poesía, entre ellos:
“Funerales del Cesar”, novela, cuentos, periodismo, narrativa cómo:
“Madrid Gollesco”, Teatro; sus obras tienen traducciones al francés, italiano
alemán y danes, creó una revista llamada "Raza Española", y se casó con el
Arquitecto Vicente Lampérez muy vinculado a círculos literarios.
Sevilla le tiene dedicada una calle a esta mujer que se destacó por su intenso
trabajo como poeta y escritora, el estudio sobre grandes autores como Teresa
de Jesús, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, o Cervantes; conferenciante
y erudita. Recibió no sólo las alabanzas de la crítica sino también numerosas
condecoraciones, entre ellas la Cruz de Alfonso XII, en un homenaje
presidido por la Reina Victoria Eugenia, la Medalla de Oro del Trabajo y la
Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, Blanca de los Ríos escribió la edición
crítica de sus Obras completas. Esta labor le valió el reconocimiento por
parte de la Real Academia Española, de la que no llegó a formar parte pese a
que fue presentada su candidatura.
Falleció en Madrid en el 1956







Tu nombre

Soñé contigo en dulce desvarío,
y despierta a los rayos matinales,
escribí con el dedo en los cristales
tu nombre sobre gotas de rocío;
y al desgarrar el congelado velo
a la lumbre del sol, vi, cielo mío,
que era tu nombre azul el mismo cielo.











Tú y yo

Yo soy la pobre flor que en el estío
sobre el ardiente polvo se consume:
sé tu la blanca perla de rocío,
y yo te daré a cambio mi perfume.
Si es mar de llanto la existencia mía,
tú eres rayo de sol; mírate en ella,
y en tanto que amanece eterno día,
si yo la noche soy, sé tú mi estrella.











Rima I

Todo respira amor: la mariposa
se sacia de perfumes y de luz;
ebrio de aromas los insectos vuelan
vacilantes, temblando en el árbol,
Las ramas de los árboles se besan...
¡Qué mas himno, Señor, que el mes de Abril!
¡Hasta en la charca resplandece el cielo
y hasta en el fango inmundo ama el reptil!
Cuando los cielos y la tierra brillan
rebosando de música y amor,
siento un dolor tan grande como el mundo:
¡Tengo celos de toda la creación.











Rima V

Realidad terrible azote
del alma que mundos crea
con ese eterno Don Quijote
que sueña su Dulcinea
soñar... ¡Donosa locura!,
soñar que un ángel se encierra
en la pobre vestidura
que ha de pudrirse en la tierra.
Despertemos...
-¿Qué es la vida?-
-Festín de cuervos hambrientos-
-¿Y el alma?-. -Hambrienta rendida
que devora sentimientos-.
-¿Y el cielo-. -El espacio..., nada-.
¡Quiero volver a soñar!











Rima XII

Ya mi madre dormía
su postrer sueño,
símbolo de pureza,
sagrado sello.
Llevaba yo en mis labios
su último beso;
mi vida de la suya
sólo era un eco.
Yo era el último rayo
de un sol ya muerto;
la estela de un espíritu
que cruzó el cielo.
Mi vida era suave
como un reflejo
serena cual la lámpara
que arde en el templo;
triste como las luces
del cementerio.
¡Perdona, madre mía,
si tu recuerdo
troqué por esperanzas
que ya se han muerto.









CANTOS DE OFELIA

La dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.
(Bécquer.)


I

La triste Ofelia soy; me llaman loca
porque mi angustia a la razón invoca,
y al fin pierde la clama;
porque he sentido la acerada punta
del desencanto desgarrarme el alma;
¡porque no hay quien responda a mi pregunta!

Siendo el amor la fuente de la vida,
¿no será un crimen extinguir la fuente?...
Si el que asesina a un hijo es filicida,
el que mata un amor ¿no es delincuente?

Si una mujer ardiente, apasionada,
cual lo son los querubes,
encuentra al fin la realidad soñada;
si encuentra al ser que imaginó en las nubes;
si bebe la demencia en su mirada,
y aquel amor, por su fatal estrella,
no es del ser adorado comprendido...
¿Qué aguardáis para ella?
¿Qué le aconseja la razón?... ¿Olvido?...

¿No habéis medido nunca esta palabra?
Cuantas divinas esperanzas labra
dentro del corazón el sentimiento,
todo un mundo de sueños realizado...
¿Puede arrojarse al viento,
sin arrojar con él todo el pasado?...

Olvido es negación, abismo, nada,
y un alma que despierta apasionada,
con idólatra anhelo,
pone en el ser dulcísimo que adora cuanto ve,
cuanto siente, cuanto ignora,
su fe, su porvenir, ¡hasta su cielo!
¡Amor, para ella, es Dios! ¡Borrad ahora!

Borrad, borrad de un alma inmaculada
los sueños, el amor, el idealismo,
que borráis a Dios mismo...,
y en aquélla existencia destrozada
veréis surgir la realidad desnuda...
Lo que queda es más negro que la nada...
¡Lo que queda es la duda!




II

Si el pensamiento, cuando en sí no cabe,
confunde en lo insondable su albedrío,
¿culpáis al Océano, siendo el río?
¿Qué es la humana razón... ni quien lo sabe?

¿Y árbitros sois de la razón ajena,
porque sois infinitos, los pequeños?...
¡Los que tenéis la fuerza de la arena,
sufrid las olas y el simún por dueños?...

La razón..., la razón..., ¡gentil palabra!
¿Jamás ha de salvar el pensamiento
la corrompida atmósfera que labra
la humanidad dormida con su aliento?...

Mefítico vapor, órbita impura
del pensamiento..., ¡inmensa nebulosa!...
Si el genio hace la luz, ¿no es la locura
la que enciende la chispa fulgurosa?...




III

¿No veis cuál brota rayos mi dolorida frente?...
Mi faz esparce llamas, mi cráneo es transparente...
¡Cómo su disco ensancha la inmensa claridad!...
¿No veis?, yo tengo un nimbo, yo tengo una aureola,
mirad..., mirad cuál crece... ¿Por qué me dejáis sola?
¿Y ese tropel de sombras será la humanidad?

¿No veis? Ya soy un rayo, que vuela y se desprende;
mirad, ya soy el disco de un astro que se enciende;
ya he roto de las sombras el fúnebre capuz;
¡ya para mí no hay noches, mis ojos las alumbran!
¿Qué tienen mis miradas? ¿Os hieren, os deslumbran?
¿Sabéis por qué no duermo?... ¡Porque yo soy la luz!

Las cuerdas de mi lira se vuelven rayos de oro;
mis notas son de perlas raudal claro y sonoro;
mis labios son de fuego, mis besos de arrebol...;
mis sienes son dos alas..., ¡se escapa mi cabeza!...
La tierra entre las sombras a sepultarse empieza.
No..., no; es que yo me elevo...¡Como que soy el sol!

¿Por qué, mientras más subo, más descender deseo?
Soy sol, pero estoy ciega; soy luz, pero no veo...;
soy luminar que encierra la noche en su interior.
¡Tal vez cuando era cuerpo los astros me envidiaban!
¡Dentro de aquella sombra los soler se filtraban!...
¡Memoria! ¿Qué fue aquello? ¿Fue por ventura amor?







Fuentes de consulta:
“Cuatro poetas sevillanas del siglo XIX" (de Manuel Jurado
López) y
http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/75


Este documento forma parte de la publicación
Antología de Poetas andaluzas
http://www.andalucia.cc/viva/mujer/antologia/
que se halla alojada en
Biografía de mujeres andaluzas
http://www.andalucia.cc/viva/mujer/




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