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martes, 22 de marzo de 2011

3760.- LARA CANTIZANI


Manuel Lara Cantizani
Lara Cantizani (Lucena, Córdoba, 1969) es poeta, editor y atleta familiar (la familia es un deporte de riesgo.) Licenciado en Filología Hispánica, es profesor de Literatura en el IES Clara Campoamor de Lucena. Director de la colección de poesía 4 estaciones (19 números editados), es asesor de la colección de poesía Puerta del Mar de la Diputación de Málaga, asesor de la revista de literatura Angélica y subdirector de la revista de poesía Señales de humo.
Poemarios individuales
Yo maté al cisne (Lucena, Ayuntamiento, 1994)
Poemas adúlteros (Premio de Poesía Mario López; Fernán Núñez, Cuadernos de Ulía, 1996).
Todo lo que sé de ti y otras mentiras (Lucena, Juan de Mairena, 1999).
Incultura clásica (Montilla, Ayuntamiento, 2002). Plaquette.
Versos (Lleida, Universidad, 2002).
Los 4 elementos (Béjar, Cuadernos del Desconsuelo-El Sornabique, 2004)Traducción al italiano, I 4 elementi, 2005.
El invernadero de nieve (XXXIII Premio Ciudad de Burgos; Barcelona, DVD, 2007)
Antologías poéticas
Isla desierta (Lucena, Ayuntamiento, 2001). 120 páginas, ISBN 84-89903-31-X.




ELLA ES LA MALA O CÓMO EL POBRE IFIS SE AHORCA
DESPRECIADO POR LA NOBLE ANAJÁRETE, QUE SUFRE
LA DURA METAMORFOSIS DE CARNE A PIEDRA


El museo de Salamita
guarda un desamor
y su castigo.
Es la estatua de Anajárete,
es Anajárete por dentro
rechazando a Ifis,
unas guirnaldas funestas
-regadas con agonía oceánica-
matando un cuello varonil,
el arte condenado a ser mujer,
la mujer de alma dura
condenada a ser arte.
Y sobrevolando tanta misoginia
la estética manchada por la moral,
el fraude masculino
de los días creativos.







CARTA DE PENÉLOPE A CIRCE

Agua. Me separa de Ulises
tu cuerpo y el suyo sudando amor desnudo
sin orillas.
Demasiada agua.

Su insípido recuerdo vadea seco
por las playas de la memoria.

El porqué de este poema es el mensajero, Telémaco.
Él y tu cariñoso huésped
—fiero engañado—
se creen padre e hijo.
No los desilusiones, no seas bruja.
Además, los labios anónimos que besé a escondidas
se han empapado de olvido
y, te seré sincera, amiga,
no sé bien quién lo engendró.

Mi nuevo amante
—él ha escrito estos versos,
no es héroe, es poeta—
admira al tuyo.
Yo, ya no.

Recuerdos a los cerdos.
(de Incultura clásica, Casa del Inca, Montilla, 2002).







EL POETA NO ADELANTA, EN BICICLETA, A OTRO DUATLETA

Voy deprisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
MANUEL MACHADO

Yo, sin dejar el lado erótico de la vida,
en lo último que pienso ahora
es en las mujeres.

A 15 kilómetros del clímax
mi meta no es la meta.

Mi meta es la caricia
de esos dos suaves pechos
de tercera categoría.
La redonda metáfora de sus pezones
me regala
un
descenso irreversible.

Y después, el placer
del vientre liso de una carretera amiga,
la curva insinuando
un túnel
—no virgen—
de paredes lubricadas
por el sudor de otros hombres
más rápidos.
Lo penetro firme.
Y salgo de él y vuelvo a entrar
porque se me ha caído
el bote isotónico, derramando así
toda mi fuerza.

En esta batalla de amor
propio
no busco la meta
—ya lo he dicho.
Corro porque se hace camino
al correr.
Y no estoy solo.
En el horizonte cansado,
el enemigo.
Me acerco, a traición, a otro cuerpo duro
que jadea junto al mío,
que no conozco,
que podría gozar
adelantándolo,
pero que prefiero admirar desde atrás,
sin saber nada de la imagen de su cara,
sin ayudarla a quedar
—con relevos cortos
como besos inexpertos de adolescentes—
primera
en la clasificación femenina.

(de Los 4 elementos, Libros del Consuelo, Béjar, 2004)






AGUAFIESTAS

Atardecen
cándidos lilios gongorinos.
Los arreboles adivinan
su ineludible elegía
y las farolas, exageradas,
escupen ilustración.
El dinamismo de la Naturaleza
invita a tomar
un avión hacia el infinito
del crepúsculo
y yo, jugando a horizonte,
te bajo las bragas
y estropeo
la pureza del idilio.

(de Poemas adúlteros, Cuadernos de Ulía, Fernán-Núñez, 1996)








VERDE

Tus brazos se han abierto,
son bosques y tus senos son bosques.
Tus muslos se han abierto,
son bosques y tu sexo es un bosque.
Estarías desnuda sin ese vestido verde.

(de Yo maté al cisne, Escritores y temas lucentinos, Lucena, 1994)









LA REINA DE LOS MARES


A PABLO GARCÍA BAENA

Un nombre, sólo un nombre. Sálvalo de la niebla
y ponlo en la balanza de las postrimerías:
quizá su peso sea el de tu vida.
En un mapa sin carreteras ni fronteras,
en un mar,
ahogué con lágrimas
tu nombre.

En un mar,
hoy,
tú,
-la que ayer
buceaba, apátrida,
perdida en un mar sin costas,
en un mar empapado
con otros nombres
que tampoco me quisieron-,
lloras arrepentida.

Más
triste
mar.







CENIZAS MOJADAS DEL LAUREL DE APOLO

Un cuerpo ardiente que quema los bosques
con su pasión antinatural
es condenado por Eros
a, en definitiva,
enamorarse de un arbusto quieto
antes huidizo.
Éste se le crece
con el estiércol crepuscular
de animal arrepentido
que derrama su mirada,
con el oxímoron de un charco
de lágrimas secas,
con el barro quemado
por el fulgor de una brasa de amor viva.

En la vida y en la literatura,
lo que buscamos siempre se escapa
de una manera o de otra.

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