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viernes, 18 de marzo de 2011

3659.- VICENTE VELASCO



VICENTE VELASCO
(Cartagena, España, 1976)
Licenciado en Historia y Antropología Social, fue director de la publicación literaria Amalgama y miembro del desaparecido Colectivo de Jóvenes Autores (1994-1997). Ha colaborado en revistas como La excusa, La Galera, La puerta falsa, Antaria, Hache y Poe+. Ha sido incluido en trabajos colectivos como Antología del Mediterráneo (Nausícaä-Escarabajal, 2004), Las Letras (Patronato Carmen Conde, 2006) y en el homenaje a Serrat Con diez cañones por banda (Huerga & Fierro, 2008). Mantiene un blog literario desde 2009: Ningún lugar.



ACCIDENTE

El jefe de máquinas siempre negó
la posibilidad de toda inundación.

Aquel tren había encallado en el océano.

Todo ocurrió como un milagro
sin razón aparente.
Sólo sentimos un golpe sordo
y un mudo quebrar de raíles.
Al otro lado de la ventanilla
todo era distinto y desconocido,
todo un desierto de azul
prepotente e inesperado.

Aquel cielo y aquel oleaje nunca invitados
y aquella sensación de que la existencia
no albergaba sentido alguno.

Pareciamos navegar
pero la situación se asemejaba a un naufragio.

No habíamos descarrilado
y aquel no era nuestro destino.

Parecíamos un poema dadaista
pero allí, líquidos,
nadie nos iba a recitar

Sólo restaba aguardar la leve inmersión
y el jefe de máquinas seguía obstinado.
No había posibilidad de inundación
porque nunca debiéramos haber estado allí.
Su rostro era un espejo de lo absurdo.
El nuestro se preparaba para la sal.

Quizás nos acordásemos de nadar.
Quizás un bote salvavidas.
Quizás los raíles estaban en el fondo
de este mar, quizás muy lejos,quizás
nunca y nos embarcamos en el desastre
engañados y sin tomar suficiente aliento.








Poema dedicatoria

Mantengamos el brindis
como un horror vacui a la tragedia.

Pronto quedaremos abandonados en la proa
cuando este Potemkin se adueñe de la inclinación necesaria
para iniciar, como pluma, la escritura de sus últimos versos.

Mantengamos el brindis y que nos dedique la última palabra.









Concierto para violonchelo

Un violonchelo herido, yacente en el mar
con una lanza de aire en su cuerpo.
Un opus magnífico a todos los naufragios.
Un violonchelo frío, cuerdas heladas,
frío de silencio,
sonata de la marejada
in crescendo la noche,
el aplauso tenue del oleaje

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