JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ. (Murcia, casi Lorca, 1973). Licenciado en Filología Hispánica. Autor de los poemarios Nuevos dioses (Finalista del Premio Voces del Chamamé, Asturias, 2001 / Los cuadernos portátiles, Murcia, 2002) y Agujeros (Editora Regional, Murcia, 2002).
Ha publicado diversos relatos en antologías (El corazón delator, Nausícaa, Murcia, 1999, Murcia Joven –dos veces finalista-, 1999 y 2003), revistas (Gaudeamus, Universidad de México, El coloquio de los perros, en internet) y fanzines (Casa Subterránea), así como ensayos (revistas Agua de Cartagena, Postdata de Murcia) y poemas (II Antología poética, Universidad de Murcia, 1999, III Antología poética, ídem, 2000, fanzines como Oh Poetry! y revistas como Hache de Murcia o Entrelíneas de Tel Aviv).
Colaboró durante dos años como articulista de opinión en el periódico La Opinión de Murcia y actualmente en la tertulia radiofónica La radio se mueve de Onda Regional de Murcia, donde participa en la creación y puesta en escena radiada de una antología apócrifa de poetas murcianos. Mantiene la bitácora http://www.joseoscarlopez.blogspot.com/
ESTACIÓN TERMINI
Todos los trenes que parten de esta estación a cada hora y
que no llevan a ninguna parte,
la loca que vende flores y que mea detrás de los andenes
cuando cree que nadie la mira,
la gente que entra y sale a diario de esta ciudad, y que
entra y sale y no dejan nunca de entrar y de salir,
será por eso que la llaman la Ciudad Eterna.
Es inevitable sentirse vivo enfrentados a aquello a lo que
odiamos: los domingos por la tarde en las estaciones.
Pero estamos en Roma y nuestra admiración hacia esta ciudad
siempre sorprendente y caótica, ruidosa, atenúa el odio,
y estamos cansados también, es cierto, y el cansancio, hora
es de confesarlo, atenúa, qué duda cabe, la vida.
Mi amor recuesta su cabecita que es una guirnalda en mi
hombro mullida cesta, mi amor que se muestra esquiva
cuando pretendo darle un beso
y me dice: “Estoy cansada, muy cansada, quiero llegar a
Florencia, quiero llegar ya mismo a casa”.
Es extraño decir Florencia, nuestra casa, pero así será por
algún tiempo, Florencia, agua caliente para ducharnos
juntos, en silencio, y después una cena reparadora
antes de dormir, nuestro hogar, Florencia, extraño,
hermoso,
“Pronto estaremos en casa”, le digo, vuelvo a intentar un
beso que ella esquiva otra vez, y luego me abraza y
es ella quien me besa.
El tren arranca y parece que lleva al fin hacia alguna
parte, Roma quedará de repente atrás por mucho tiempo,
nos vamos a casa
tan cansados
como si todo este caos y todas estas ruinas hubieran tenido
que ver de veras con nosotros.
(De Nuevos dioses)
NEUKÖLN
Quien está maldito muerde el cielo
Georges Bataille
Las anfetas golpean en nuestra lengua,
en la cabeza, Daniel conduce como un demonio
borracho por entre las calles del barrio turco.
Todos andan buscándole para su exposición.
A mí puede que no me busque nadie.
Nadie sabe que Daniel prendió fuego a sus cuadros.
Quizás con suerte ardamos juntos en unas horas
en cualquier habitación de un hotel de este barrio.
Conduce como un loco, como si la ciudad
ardiera a nuestra espalda. Las anfetas golpean
en nuestra cabeza, los corazones en nuestro
pecho. Los tenderos salen a vernos pasar
fulgurantes como un rayo como fiebre,
un rayo que no va a destruir nada
salvo su propia trayectoria, a sí mismo allí
donde pasó. Siempre adelante. Ojalá ardamos
cuanto antes.
(De Agujeros)
SEPTIEMBRE
Las ruedas desinfladas en la verja,
unos niños jugando a la pelota,
un viaje que no haremos,
promesas de septiembre.
La bolsa preparada, las maletas
en la puerta del patio
esperando que llames,
que deshagas tu cola
e inundes el pasillo con olor a champú.
Que brilles, pelirroja.
Busqué señales en el cielo,
la tarde detenida
y un reloj.
Dormir a pierna suelta junto al agua.
(Inédito)
Me gustaba verla mear, acuclillada, entre los coches.
En verano hacíamos autostop, de playa en playa,
mi hermana nos pasaba la hierba
y nos miraba querernos mucho.
No nos despegábamos.
Pero lo que mejor recuerdo de aquel tiempo
era cuando ella decía: tápame, voy a mear,
y yo le decía: pero déjame, quiero verte meando.
Ponía cara de esfuerzo, de niña buena, de bueno,
ésta soy yo, meando,
y yo la miraba,
acuclillada, meando.
Cine negro
Todo empieza con un chisporrotazo,
así empieza el final;
pronto la policía tirará
la puerta
abajo. Vinimos aquí, señor,
en busca
de esperanzas nuevas para una vida
semejante a aquel borracho viscoso
que te impide ver en paz la película,
buscamos sólamente el agujero
de esta bañera sucia, el sumidero
para vaciar por siempre estas botellas
de ajenjo y gasolina.
La locura
de mi madre, la tuya es una santa,
ciertas caras marcadas
en el anverso de nuestra desdicha
y un chisporrotazo final: el flexo
que se cae, los sonidos de disparos,
alguien corre hacia aquí.
Muy deprisa.
La gorda que conduce el camión de la basura,
allá fuera, se relame y piensa
en el próximo final de su jornada
y en la televisión alguien cuenta alguna historia
demasiado parecida a la nuestra.
Estoy herido. Véte tú.
Otro
chisporrotazo más
pero esta vez de sentimiento, estoy
bien jodido esta vez.
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