DIANA BELLESSI
Nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1946.
Ha publicado los siguientes libros de poemas: Crucero ecuatorial (1981); Tributo del mudo (1982); Danzante de doble máscara (1985); Eroica (1988); Buena travesía, buena ventura pequeña Uli (l991); El jardín (l993); Sur (1998); Mate cocido (2002); La edad dorada (2003); La rebelión del instante (2005); Tener lo que se tiene (poesía reunida, 2009).
Publicó ensayos: Lo propio y lo ajeno (1996, 2006) y traducciones: Contéstame, baila mi danza (10 poetas norteamericanas, 1984) y Desnuda y aguda la dulzura de la vida (poemas de Sophia de Mello Breyner, 2003).
En 1993 le fue otorgada la beca Guggenheim en poesía, en 1996 la beca Trayectoria en las artes de la Fundación Antorchas, en 2004 el Diploma al mérito del premio Konex, y en 2007 el premio Trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes.
Sus poemas y otras referencias sobre su obra pueden encontrarse en: www.vendavalsur.com.ar/d_bellessi
El jardín
He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero
El fin del día
Bienvenido silencio amigo mío
en la oscura noche que apacigua
el rumor del viento como un guerrero
cuya furia baila entre los árboles
y sin verlo yo lo veo limpiar
el ruido de la mente cacatúa
ensimismada en su graznido brutal
monocorde y vos silencio mío
daga trueno del monte que rasga
la mugre acumulada las costras
sobre el instinto fino muriéndose
de pura sed por esa atención
donde yo desaparezco salvo
en la función de tensar el sentido
hacia lo visible y su fortuna
inagotable cercana a dios
silencio traicionado amigo nuestro
en el vendaval oscuro del día
dispuesto vaya a saberse a qué
donde el alma se pierde como un piojo
en la cabellera turbia del mundo
Día del perdón
De todas las cosas que me han pasado en esta vida
son las inocentes las que recuerdo con hondura
y más mientras los años a disparada como potros
en una estela de polvo también pasan y pasan,
pero el vicio nunca acaba de andar así ensuciando
esa claridad solita que viene por encanto
y por gualicho bruto se va de andar pensando fiero
o pensando mal de esto o de aquello y sobre todo
de la siempre linda inocencia franca para darle
a los demás y más aún de la que tienen los otros
o ganas de tenerlas de seguro como yo,
dar y recibir así de ida y vuelta y natural
si miramos bien las cosas qué fácil es perderse
en belleza inocente que no calcula porque ve
solamente hondura o ese espesor de la vida único
al hacer las cuentas donde es llamado el instante
que no nos dio cosa ninguna más que el alma entera
y sabionda de saber nada se lleva y sólo fue
ganar fue seguir en la montura sutil del viento
( Los siguientes poemas pertenecen al libro en los álamos veo)
Retrato de unas damas
Qué bien, esas señoras
inglesas desnudándose
para hacer almanaques
Cincuentonas dispuestas
a diversión y riesgo
con objetivos altos:
juntar plata. Tarea
de beneficencia que hasta
Evita aplaudiría,
sí, guiñando un ojo
y el otro, clavado
en la bailanta más
cercana recordando
esto sí que es la vida
Pero no llevarían
por delante los títulos
de diarios ni ningún
pastor bautista a darles
presto la absolución
Porque el trato señores
es obra, caridad
y no la diversión
de la negrada alegre
por quien estas señoras
que aplaudo tanto y tanto
en un pueblito inglés
se desnudaron. Ellas
dicen, se inspiraron
en aquella película
de streapers donde todos
eran desocupados
Qué bien, qué divertidos
somos cómo aprendemos
la lección. Es la cuna
del feminismo y Engels
aplaudiría igual
que yo, clap, clap el mono
aunque nunca quizás
se fundiría en esa
noche de bailanta, arde
y lo que arde quema
y no entra en almanaques,
caderas, sudor, tetas
se gastan en el aire
para nada, ninguna
capelina inglesa
las cubre, ¿pudor?, no,
un borrón, aquí no hay
teletipos ni diarios
ni pastor metodista
-perdón, no era bautista-
sutil diciendo: veo
más que eso asomándome
a esta cerca. ¿Acaso
se desnudaría usted?
musitó el periodista,
me pagan por andar
vestido, respondió
y clap, clap cómo aplaude
esta mona que nunca
conseguirá la gracia
plena y áspera de otra
cuartetera bailanta
Trajecito inglés y
capelina pálida
Sudorosos en el porche
Se ha bañado en la hora caliente
del mediodía y ahora, posado
entre las ramas de la hortensia
se despulga y se peina con su pico
batiendo grácil las alas. A sólo
un metro de distancia. Estoy quieta
mientras leo y no soy de presa, un árbol
más que no le da miedo. Qué regalo
esta secreta cercanía nuestra,
yo en la veranda y él en la rama
tan despiertos y tan en calma somos
vecinos el zorzalito y yo
Gracias, no se moleste
Se va de madre, Señora,
de verdes y de gamas
como sólo usted lo sabe,
y es tan pronto, locos
los pajaritos y yo
también un poco un santo
deleite turbulento
me hace olvidar las horas
destinadas, ¿a qué? Ah
no sé. Tánto ovillar
los días y perderlos
para hacer ¿la vida?
Solita en usted se hace,
tardía en mi mirada
y temprana para todo
lo que vive, abierto
ya el portal de setiembre
Gracias, no se moleste,
si pudiera, algo en rojo
o blanco o fuccia, sólo
el lila tenue o ese ámbar
de las rosas, no pido
un amarillo intenso,
no, Señora, algún
matiz que le sobre, una
coronita de novia
desplumándose en la brisa,
polen, penachito
de la suerte en mi cabeza
para ser otra más,
yuyito de su hierba
y rogar, que él nos vuelva
El ángel del jardín
con sus enormes alas
agostándose, no quiera
mi Señora, llevárselo
Bolivia
Tan sutil
airecito de sikus
el sabor
de esta chicha dorada
viene y va
en totuma tan fina
pesa menos
que si fuera cristal
Dan un giro
avanzando livianas
y otro giro
ahora al revés. Polleras
que en círculos
como anillos de astros
hacen cielo
y al son graves trompetas
Vienen diablos,
los morenos y un ángel
vencedor
Belleza de dos mundos
con aritos
y larga cabellera,
los charangos
los piecitos desnudos
de las niñas
bailando el asfalto
Tan sutil
porque saben qué hacen
Virgencita
de la Copacabana,
Bajo Flores:
presente! Laferrere:
sí, presente!
Villa Celina: cómo
no: presente!...
Y así cincuenta cuadros
de bailantes
pasan por la enramada
La Patria es
Grande, y muy sabrosa
en la calle
esta chicha dorada
Ya lo sabe:
por Pompeya en octubre
miles de almas,
no lo dicen los diarios
sotto voce
chicharrón y picante
gente amable
los Bolitas le muestran
otra estética
Tan lejos y tan cerca
casa nuestra
si yo no lo supiera
ellos saben
donde está la grandeza
Trébol de 4 hojas
La mano barre y el ojo
busca en cuclillas. ¿Ha
perdido la paciencia? o
ya no se encuentran tréboles
de la suerte. Cuatro hojas,
tributo del diferente
o error de naturaleza
Tan deseado y tan temido
otro, la niñez lo daba
fácil
¿Cuánto hace que encontré
el último? Mucho. Baila
la frase en el ocho, duplo
de las cuatro hojitas de oro
pero el monstruo no aparece
¿Será la tierra o acaso
la ingeniería genética?
Si mandara al no buscar
vendría pronto la suerte,
ágil
como un gamito o una pulga
que viene sin ser llamada,
la infancia, más acto y menos
pensamiento, ¡mirá eso!:
verla correr sí que es
un obsequio de la tarde,
allí va Talita Kumi,
salta y brinca entre los tréboles
que acaricio con la mano,
más
abstractos son ahora los
designios porque todo
lo viviente es una magia
¡gracias!, sea tonta o sea
sabia. Quién, si la muerte
no estuviera a pocos pasos
vería esta belleza
sabiendo es toda suerte
de los días luminosos,
trébol
aún de tres yo te consagro
La canción resuena siempre
El destino común
es aquello que vuelve,
a veces es la fe
quien va adelante o es
filo de la razón
que hiere pero otorga
un soberbio estado
de claridad que aquieta,
controla horror y sueño
mas su destino es caer
tocada por su propio
filo y el desorden
que nunca es presa, es
trampa el orden, su ingenua
intención de encerrar
en un vaso el oceáno
Si se dieran lugar
cediendo como la voz
a la lengua y ésta
al misterio aunque alce
ladrillitos, casa o
nido de intimidad
donde se entienden, uno
a otro así debidos
lo pequeño y lo infinito
La balanza siempre está
a la vista, allí,
en la risa de un niño
o en el llanto o trino
de lo que muere y nace
y sobre todo ¡buen
día! aquí, en la mano
tendida. Intentamos
con la ley poner coto,
afán desmesurado
de ser donde perdemos
nuestro ser por jerarquía
Está bien, si inmantada
por la fe nos uniera
la vara de esta ley
que separa y ordena,
sostenidos por otro
nos ponemos de pie,
no es la propia boca
aquello que queremos,
sino la intuición
de que lo propio vuelve
sólo desde lo ajeno
La mañana de invierno
acuna, la palabra
saciada en el silencio
habla, pero no si antes
no pasa por el trueque:
¡lindo el día!, ¿un mate?,
hasta la vuelta, siempre
Alondras
Juan y la joven amiga
de una amiga de Ramón
Son putas dijo la gente
pero yo los ví quererse
como pocas veces ví
Irradiaban esos dos
aquella luz, y a su paso
el verano les abría
su puerta dulcemente
Recostados sobre el muelle,
la cabeza en el regazo
acunándolo al Juancito
en un capullo dorado
Los amo, murmuró el día,
y yo con él para siempre
Así fue. Pero llegó
la ley. Menor, paraguayo
y la madre apareció
buscándolo. Esas lágrimas
nunca las olvidaré
Dos años después volvió
Juancito, tuvo mujer
y también hijos, y tuvo
esa sombra detrás. Dulce
y cruel herida es haber
sentido. Nos vuelve amargos
o compasivos. Por él,
tan bello y triste, existe
Shakespeare. Por ella,
a quien más no vi. Así
las historias acompañan
y nos salvan. Cuando voy
de vos, hondo estoy en mí
El rehén escapa
Veranito de julio si las plantas
se extravían y yo también. Mis pies
caminan como raíces y adelante
está esa lámina que mi madre
recuerda, la escuela, sus nueve años:
Lámina de la vaca pastando
Y ella dice que decía: "qué digo,
qué escribo, he ahí una vaca, ahora qué"
Angustia frente al objeto rotundo
que en su descripción no se despliega
"Cómo celebro o discurro frente a esta
vaca que ocupa todo el lugar".
Hasta que alguien le dijo: "mirá detrás"
Y mi madre: "¡claro! me dije: leche,
queso... para que sirve y lo demás"
Mis ojos brillan ante la anécdota
oída mil veces, ahora plena
Y sigo con ella: "sí, le salen alas
y por la noche vuela tu vaca
pastando nubes y el trébol brilla
en sus ojos de rocío y pampa...
la vaca ah tu vaca". "No tanto"
me dice ella, y se ríe viendo
que nos vamos lejos por la ventana
de la escuelita, aquella lámina
que aún recuerdo y agrega: "seguro
que allí está, en la pared colgada"
bajo tortura o galopando magia
sin permiso la vaca, la preciosa
complicidad de verte madrecita
como yo a veces un tanto extraviada
Esto es aquello que en el otoño
la vida te regala
Robin Hood
¿Lleva cerrojo la boca del sueño?
Seguir es fatigoso, voluntad
vuelta deseo no es lo mismo, creo,
que el aire incandescente donde ver
vuelve al deseo anhelo, compromiso
solamente de no caer, grosera
gravedad del pensamiento que empuja
a tierra la manzana, ¿la ves allí?,
en la punta de su rama, cintila
la sustancia plena y modelada
en su peso justo orlada del brillo
que le da la pertenencia. Decir:
copa del manzano, brazos donde ir
sin transición del sueño a la página,
abolida intemperie de la imagen
que reclama, siempre, una coherencia
como precio del peaje, soñar
en vigilia es tejer el hilo roto,
ver la boca del hambre, el mordisco,
la manzana y trasladar el abrazo
a nuestro brazos, compromiso en
despertar temprano. Pertenencia
Love story
Estábamos
tomando mate en su rancho
bajo un mediodía de oro
en las riberas, San Pedro
era y ella
doña Aurorita López
Iban y venían tramos
de vida con el amargo
Los vecinos,
la miseria, el que está
en el río come, dijo,
Dios y Evita y qué ojos tiene
m'hijita
hasta que el relato ancló
en su hombre escuchando manso
mientras hacía el estofado
Supe ser
buenamoza dijo y aquí
amarró su barco un hijo
del gringo Ford. Me propuso
matrimonio
Consulté a mi padre y él
que sabía yo esperaba
al que hoy es mi marido
sirviendo
de soldado allá en el sur,
me miró de frente y dijo:
"Sepa usted y para siempre,
el corazón es una achura
que no se vende"
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