Carlos Alberto Esquivel Guerra
(Elia, Las Tunas, CUBA, 7.08.1968)
Poeta, narrador y ensayista.
Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Asociación Hermanos Saíz de Jóvenes Creadores (AHS).
Entre sus libros publicados aparecen:
Perros ladrándole a Dios (poesía, 1999).
Fuera del círculo (poesía, 2002).
Balada de los perros oscuros (poesía, 2001).
Tren de Oriente (poesía, 2001).
Los animales del cuerpo (cuento, 2001).
Los epigramas malditos (poesía, 2001).
Una ventana al cielo (cuento, 2002).
La Isla imposible y otras mujeres (cuento, 2002).
El boulevard de los Capuchinos (poesía, 2003).
La segunda isla (poesía, 2004).
Zona negra (poesía, 2005).
Bala de cañón (poesía, 2006).
Toque de queda (poesía, 2006).
Matando a los pieles rojas (poesía, 2008).
Los hijos del kamikaze (poesía, 2008).
Sus textos, además, son recogidos en diversas revistas nacionales e hispanoamericanas; así como en varias antologías de poesía y narrativa breve, entre ellas: Poesía cubana hoy (España, 1995), Aguas del ciervo que canta (Cuba, 1996), Cuentos eróticos (Cuba, 2001), Palabras de sombra difícil (Cuba, 2001), Los parques (Cuba, 2002), Poesía Cósmica Cubana (Tercer tomo, México, 2002), Que caí bajo la noche (Cuba, 2003), Cien poemas cubanos del Siglo XX (Puerto Rico, 2005), Habana en negro (Italia, 2006), Maneras de narrar (Cuba, 2006), Los que cuentan (Cuba, 2007), Premio Jara Carrillo (España, 2007), Entre los poros y las estrellas (Cuba, 2008), Árbol de la esperanza, antología de décimas hispanoamericanas (Cuba, 2008), Aedas en el estadio (Cuba, 2009).
Por su obra ha sido distinguido con varios premios nacionales e internacionales, de ellos:
Emilio Ballagas (poesía, 1995).
25 Aniversario del Periódico Trabajadores (poesía, 1995).
Iberoamericano Cucalambé de la Décima Escrita (poesía, 1998).
Raúl Gómez García (poesía, 1998).
Raúl Gómez García (ensayo, 1998).
Rubén Martínez Villena (ensayo, 1998).
Rubén Martínez Villena (poesía, 1998).
Cuentos eróticos (cuento, 1998).
Mejor Ópera Prima del año (poesía, 1999, con el libro “Perros ladrándole a Dios”).
Regino Botti (cuento, 2000).
Oriente (cuento, 2000).
Manuel Cofiño (cuento, 2001).
Beca El Caballo de Coral (cuento, 2001).
Beca de La Gaceta de Cuba (cuento, 2001).
Hermanos Loynaz (poesía, 2003).
Beca de La Gaceta de Cuba (cuento, 2003).
José María Heredia (poesía, 2004).
Iberoamericano Cucalambé de la Décima Escrita (poesía, 2005).
La llama doble (poesía, 2006).
Jara Carrillo (poesía, España, 2006).
Segundo lugar Premio Iberoamericano de la Décima Escrita "Cucalambé" (poesía, 2009), por el cuaderno "El libro de los cobardes".
Primer lugar del Premio Iberoamericano de la Décima Escrita "Cucalambé" (poesía, 2010), por el cuaderno "El libro de los Desterrados", en co-autoría con Diusmel Machado.
( Dirección de correo electrónico: carlosesquivel@tunet.cult.cu )
del libro Los hijos del kamikaze (Letras Cubanas, 2008)
INSTALACIONES ALREDEDOR
Cartas de Gauguin a Monfreid, los retratos son la caña de pescar, quizás no pensé en la canasta, era la extensión de un domingo con Mallarmé, yo ignoraba que hubiese más que el oído constante, estoy en un lugar en cualquier lugar, no es Tahití, es el reconocimiento, la noche de Daniel describo, habrá luna, quizás estuve resplandecido por un poco de óxido, quizás tú dormías allá, los mares de muralistas, el aire, yo estaba predispuesto y sin hacer señas, era algo complicado, perdurar con la manipulación de la tierra desconocida, lo demás es inconcluso, me obliga a desconocer.
Cartas de Gauguin a Van Gogh, la envoltura del perro que admiro sin pelea y equivale a su descomposición/
no regreses
/no concuerdes.
Yo iba a esperarlo, tenía patas duras, no besaba a nadie, pensaba que el mundo era eficaz, o que no era. Su refugio fue temblar al ver a otro, en la clemencia de una hierba amarilla, ocasión en que me habías conocido. Era Arles; yo, que no soy un puntillista, puedo exasperar. Mi defecto es que me encuentre descansado con relación a uno mismo. Los de arriba no saben más de lo que intentan decir. Llego a Hivavoa, en Hivavoa unas gambas rosadas, naturaleza muerta, doce francos. Mejor no regreses/
no concuerdes.
Cartas de Gauguin a Emile Bernard, mi abstracción es por unos niños cerca del río, llegan con un piano para encajar en la imagen/ impresiona que no estén rajados, como los vi en Marsella. Si uno los devolviera a San Jorge y la princesa, son rectangulares, del tipo previo y opuesto, color granizo, con alguna intensidad, un mesón de santos, lámparas para Catalina que aún así fuera hermosa.
Cartas de Gauguin a Mallarmé, una vez estuve feroz, nunca inocente, no más
porque mis huellas dactilares eran las de Sarpi. Como un criminal común abro los ojos. Una vez me estremecía con un gato húngaro que mamá crió para ti. Debajo de la infección necesito caer, como si la cara de Miguel Ángel fuera. Como si fuera entre los dos, entre el menos europeo. Pero para mí mismo, que me he divorciado y no tengo una latitud.
Cartas de Gauguin a Cézanne, cansado de hervir la misma carne, he mezclado con las parihuelas. En mi cerebro no sé los que inventan vida al rey, tampoco es un crimen parecer de perfil / la gran pesca del atún alcanza, es irrepetible, todo si vas en el barquito de Bhikeu, puedes curarte de pie, y si no puedes. Eso significa que comprendemos juntos/ cansado de hervir la misma carne, demasiada flexión ya, una lengua turania, o maorí, como un indígena. Cansado de hervir, he ido a una subsistencia gigante. No dormiré descoronado por la zanahoria, o quizás como Rembrand. Cansado de hervir, puesto en una carne.
del libro Matando a los pieles rojas (Ediciones Unión, 2008)
PREGUNTA POR LOS MUERTOS EN KANSAS CITY
En Kansas es donde no hay densidad, como una fuerza ondulatoria y una fila de dunas del detrito, en Kansas estuvo mi abuelo para asuntos de arroz.
En Kansas Stan Musial bebió una tarde en
que Kansas estuvo dispuesta.
Había una ladera melancólica,
era
llegar a una costa con Melampo,
hijo de las tierras letárgicas que rodean a Kansas.
Ashburm, que bateaba casi trescientos cuarenta,
invitó a William Mays que impulsaba más,
siendo negro y de New York,
a apearse en un pabellón cerca de un casino de brujas, no
escrutaron mucho,
el alma de Kansas era alegre como la de
los marinos
hollados por un río invernal.
Una vez Babe Ruth le diría a Crowder
(el delgaducho curveador de Saint Louis):
me gusta Kansas porque el olor de la arena me hace enmudecer.
Al arribo de otros viajeros que solían buscar
en los teléfonos de Kansas
el sitio de un tal Boby Auker, cerrador del Detroit,
que en 1939
se bajó en la ciudad y no subió al ómnibus.
Me aparece oportuno recordar que en Kansas el sonido del aire
era menor que la impresión,
quizás porque la acústica de la Doble AA fuera
preferible
para los Reales.
Allí se busca el fly de Clemente
en un cielo protegido por la transformación
del
hombre en hierro.
Kansas no era más que unos indios temporales
y unos islotes a su alrededor.
O la victoria ante el Washington en veinte
innings que costó
algo así
como seis muertos, diecinueve
heridos y un hombre que me lo recuerda cada noche.
Es en Kansas donde no hay una densidad, donde mi abuelo no se conoce ni a sí mismo, aunque estuviera con el mar allí, con un techo de piedra en el olvido humano.
del libro Bala de cañón (Ediciones Caserón, 2006)
HIJO DE MARIANA
No me mandes madre a la guerra que no quiero
partir el espíritu yo quiero el conocimiento, la ruta
a los cíclopes, no me mandes a morir
contra Unamuno.
Que no escape la piel, si elige un bosque adentro,
una cadena al dominio superior.
La patria es la adolescencia, la Alejandría
de La Habana, el ejército de obreros
con años monacales que quieren perfume
de Aliatar, novelas rusas.
No me mandes a la manigua, madre,
que, a veces, morir por la patria
es morir.
del libro Toque de queda (Editorial Sanlope, 2006)
ÚLTIMOS DÍAS DE UNA CASA.
Dulce María Loynaz
a Diusmel Machado
La casa es como un país
abarrotado de ausencia.
La casa me diferencia
de la nieve cuando es gris.
La casa es mi cicatriz
desde algún barco remoto.
La casa es el puente roto,
y es el vino, y es el pan.
Es los muertos que no están
pero viven en la foto.
La casa es como un cuchillo
que despedaza por dentro,
es mi madre sobre un centro
de pesadumbre, es el trillo
hacia el pobre molinillo
donde mi padre invisible
teje un himno, es la creíble
caída de toda nieve,
es la libertad tan breve,
es otro viaje imposible.
La madre, el padre, el arroz,
ellos son también la casa,
y humedecen una masa
para el invierno de Dios.
La casa tiene mi voz,
mi silencio y mi visaje
hasta un país sin paisaje.
Acaso queda en el rezo
carcomido como un hueso.
O en el pesebre del viaje.
El perro que no murió,
la nube por ese hermano
si no supo desde el piano
la casa que lo inventó.
Mi padre siempre partió
en busca de un acertijo.
Ya era casa, ya era el hijo
sobre la ausencia fingida.
Casa: dolor y partida,
todo en el mismo amasijo.
Casa: lugar de la ausencia
que fluye y jamás me nombra.
Siempre habitas una sombra
que el extravío sentencia.
Los nombres de mi existencia
ya no van a detenerte.
Existe una casa inerte,
una lámpara, una nube:
son cosas que siempre tuve
y las llevará la muerte.
Y qué dejé sin olvido
en el Dios que balbuceaba:
¿un mar? Pero el mar se acaba.
¿Acaso quedó el sonido
de una isla que ha dormido?
Todo es un viaje otra vez.
Todo es ser casa y después
ser casa para ese olvido.
Como el hombre que ha fingido
ser su casa en la vejez.
Casa: ante ti sólo queda
polvo del sueño lejano
y una foto sobre el piano
perdido entre la humareda.
Casa sin mí, qué nos queda:
una cruz, el cuerpo fijo,
un tiempo que nos maldijo,
y lo que di al universo:
mi única forma del verso,
la casa, un árbol, y el hijo.
del cuaderno inédito El libro de los cíclopes
YO EN MI OJO, YO PARECIDO A UN POLACO
DISFRAZADO DE MÍ
Las famélicas bocas enormes
parece que llaman, imploran, esperan...
parece que llaman, imploran, esperan...
[Evaristo Carriego]
Sin alegrías,
como un esquimal que tiene el agua
en la cerradura de una galaxia elegida antes,
o después, de él.
Serlo es caminar como un perro
buscando buenas óperas.
Toda conciencia es póstuma,
todo lo que sucede es miedo, o umbral del miedo.
Lo que menos puede ser es que abra,
o como dice Derrida,
entre el intolerante y quien tiene una familia,
si abres eres un hombre raro.
Que mi privilegio sea callar
es un privilegio que enmohece.
Los asesinos brillan más que antes.
Poseen espantapájaros perdularios,
fingen envainar la desolación como arma.
No quiero que me defrauden los asesinos.
No quiero que me defrauden los condenados.
Exceptúo pequeños mamíferos
que no vieron la mañana muerta detrás de un barco.
Ser penitenciario es detenerse de casa en casa,
merodeando con las fotos de la conquista,
con unas tarjetas de agresión.
Sin alegrías como el esquimal.
Sin alegrías,
como un esquimal que tiene el agua
en la cerradura de una galaxia elegida antes,
o después, de él.
Serlo es caminar como un perro
buscando buenas óperas.
Toda conciencia es póstuma,
todo lo que sucede es miedo, o umbral del miedo.
Lo que menos puede ser es que abra,
o como dice Derrida,
entre el intolerante y quien tiene una familia,
si abres eres un hombre raro.
Que mi privilegio sea callar
es un privilegio que enmohece.
Los asesinos brillan más que antes.
Poseen espantapájaros perdularios,
fingen envainar la desolación como arma.
No quiero que me defrauden los asesinos.
No quiero que me defrauden los condenados.
Exceptúo pequeños mamíferos
que no vieron la mañana muerta detrás de un barco.
Ser penitenciario es detenerse de casa en casa,
merodeando con las fotos de la conquista,
con unas tarjetas de agresión.
Sin alegrías como el esquimal.
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