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lunes, 14 de marzo de 2011

3560.- JOHN FULLER

John Fuller. Poeta, novelista y crítico inglés, John Fuller nació el 1 de enero de 1937 en Ashford, Kent. Su padre fue el poeta Roy Fuller. John Fuller se educó en Nueva College, Oxford, y ganó el Premio Newdigate en 1960 por su poema "Un diálogo entre Ariel y Caliban". Después del Servicio Nacional de la Real Fuerza Aérea, comenzó una carrera académica en 1962 como profesor visitante en Inglés en la Universidad Estatal de Nueva York. Fue profesor en la Universidad de Manchester entre 1963 y 1966 y se convirtió en becario y el tutor en Magdalen College de Oxford en 1966. Su obra publicada incluye las colecciones de poesía Epístolas a varias personas (1973), que ganó el Geoffrey Faber Memorial Prize en 1974, El Illusionists (1980), ganador del sur de Artes Literatura Premio, Stones y los incendios (1996), que ganó la Adelante Premio Poesía (Mejor Colección de Poesía del Año), y la poesía reunida: Ahora y durante un tiempo (2002). El espacio de Joy fue publicada en 2006. Canción y Danza, su último libro de poemas, se publicó en 2008. John Fuller es también un respetado novelista y dramaturgo.



NADANDO POR LA NOCHE

Los nadadores pretenden volver a nacer. Sus risas
y su determinación denotan una criatura de la conciencia

incluso al descender con rumbo insensato hacia el mar nocturno,
tropezando con una húmeda cortina de aire negro

cuando la misma negrura muestra secretos matices del negro:
bolsa negra, espacio negro, lo negro sobre el hombro.

Los ojos que no necesitan ver no miran a parte alguna,
pero las manos se extienden en busca de los confines del tacto

cuya intención es una suerte de compromiso con los elementos,
enlazados y cautos en la pendiente delirante,

elementos que escenifican sus nupcias como un gran drama
que resulta ser un expresivo vínculo de opuestos:

nubes grávidas con el lastre de una tormenta a punto
despiden su energía desde la fundida bóveda de aire.

El trueno en un revoltillo trémulo de luz sobre las colinas
exhibe el confuso peligro y fascinación del mar

y la humedad se percibe como una lluvia sutil e insistente
que une cielo y marea en rimeros de olvido.

Es éste un ritual en el que nada se sabía de antemano,
impelido por el preámbulo meteorológico.

Los placeres deben ser insignificantes al lado de la atención
de igual a igual, sangre salada, agua salada.

Las ropas precipitadamente se resguardan de la llovizna, un cabo
de vela parpadeante sobre el casco extraído por la draga,

un buque muerto varado en la arena invisible
que decrece, aun cuando protegida y firme como un fanal,

diminuto a lo largo de la playa mientras la negrura adopta de nuevo
carne de gallina cual si fuera un vestido.

Y ahora las manos rompen el mar mientras el trueno resuena otra vez,
y el zambullir provoca la respuesta de las profundidades conmovidas:

turbias de plancton encendido cual radios y relojes,
las galaxias salobres cobran vida al magullarlas nuestros cuerpos.

Pequeñas almenaras vacilantes de luz acuosa y mortecina
aguzando lo oscuro mientras litros y litros borbotean a nuestro alrededor

y el aire se divide y resquebraja y la lluvia cae
viva sobre la ciega superficie del mar.

No es lo que nos propusimos. No es nosotros.
Es algo diferente. Es la primera cosa.

Esta singular luz submarina es una dispersión atesorada
como las simientes más añejas, como el tacto de besos.

Son estrellas dañadas, cual relámpagos emborronados,
cual puntos que habrían de unirse para dotarnos de alas.

Nacer es boquear y humedecerse.
Es frío y limpio como el núcleo muerto de la noche.

No albergamos intenciones de regreso,
la conciencia se desconectó allá en su origen.

Indiferentes a la gravedad, la vela perdida,
partimos en luz y oscuridad desde la orilla.

(Traducción de José Antonio Álvarez Amorós)








EVÍTESE EL CONTACTO CON LOS OJOS

Estás a salvo aquí, en un envoltorio protector
que encorseta la forma de tu cuerpo, más cálido que la sangre,
un cubículo horizontal con una puerta de agua
que levita, un sarcófago inundado
para que resucites en su interior, ungido. Si cortas el cordón
la vida escapará de nuevo. Si cantas,
alguien entrará precipitadamente, fingiendo sobresalto,
para contemplar durante un momento empañado de vapor dos grandes ojos
y un pelo de merengue. Saldrá corriendo otra vez
por temor a complicarse en tu inviolable
travesía y en sus emocionantes aunque inocentes islas,
puesto que, aun cuando yazgas en ese divertido instante
tan quieto como el arte o la geología, allí, en el borde
verá la peligrosa poción en súbito primer plano.
Y las instrucciones están muy claras en la botella.

(Traducción de José Antonio Álvarez Amorós)


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