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martes, 8 de marzo de 2011
3469.- NIEVES CHILLÓN GÁZQUEZ
Nieves Chillón Gázquez
Nació en Orce (Granada) en 1981. Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada y actualmente es profesora de educación secundaria de Lengua Castellana y Literatura, además de alumna de Doctorado en el departamento de Literatura de la UGR. Ha publicado la plaquette de poemas La verdad revelada junto a Daniel Rodríguez Moya (Asociación Cultural La Tertulia). Ha participado en diversas obras poéticas conjuntas como Tardes de abril (Cuadernos del Vigía), Agua; Granada VerSos Lisboa; Palabras sobre palabras, homenaje a Ángel González; Poesía en la Tertulia 1999-2003 (Asociación Cultural La Tertulia) y El grito, poemas contra la tortura (Ed. Romper el Cerco), entre otras. Ha publicado artículos y poemas en revistas literarias como Extramuros, Elvira, Letra Clara, Caleidoscopio, Jizo y Contra Tiempo, de cuyo consejo de redacción ha sido miembro,y colaboraciones de crítica literaria en el suplemento El Jueves Literario de La Opinión de Granada. En 2004 edita su primer libro, La hora violeta (Ayuntamiento de Granada) y en 2006 Morning Blues en la editorial Cuadernos del Vigía. Ambos se presentan en la Feria del Libro de Granada, en la XXIII edición (2004) y XXV edición (2006) respectivamente. Por último, ha dado recitales poéticos en diversos lugares y ocasiones. Los más recientes con el patrocinio del Centro Andaluz de las Letras en el ciclo Tardes con las Letras, también con motivo de la presentación de la plaquette de la autora Azul de las aceras (Asociación Diente de Oro), y en el FeXX (Festival de Música y Danza de Granada), entre otras.
En la noche cuadrada
a la hora violeta del reencuentro
Penélope se suelta los cabellos, los lazos de la blusa
y desteje despacio una canción azul.
Sus largas hebras dictan un nombre sobre el lecho
mientras ella se mece bajo el árbol talámico
con una extraña fruta entre los labios
y una gota en sus pechos de virgen primigenia.
Penélope del mar del algodón,
noche a noche deshilas tu tristeza
a la luz de las velas, tienes
el corazón desmadejado y la voz de café.
El propósito falso de tu día
es un blues deshilvanado cuando llega la tarde
y tu voz es redonda y negra como el hueco
de la trompeta dorada del viejo Webster Baker.
Penélope, ¿hasta cuándo el inmenso telar de tu desvelo
si nunca más llegaron noticias de los barcos?
Mientras cantan los pájaros
sostienes dos agujas en señal de derrota.
Tomó las suaves plumas
y se elevó tan alto como el aire,
mas no cayó, al contrario,
el sol lo dibujó en el horizonte
y nunca más supieron los océanos
de su desnudo pie rasgando el agua.
Fui yo quien inventó su muerte,
porque la espera es sed,
un cántaro quebrado;
un rumor de miradas
urgentes de la última canción
-en mitad del silencio Nora Williams
estira eternamente el cable del micrófono-.
No queda más opción,
a veces, que marcharse
o escribir un final
para la sinfonía inacabada,
para el blues triste y solitario,
la subjetiva crónica
de nuestra rendición.
De Morning Blues
Cae un pájaro
como una constelación
desprendida del cóncavo
navío de la noche.
Un contorno de luz
se dibuja en la mano
del que protege:
incandescente mapa,
estigma luminoso,
deja a los barcos sin estela
y a las aves sin guía.
Y no amanece
porque la Aurora aún duerme
un sueño de ginebra en las esferas
bajo la mano protectora.
De Morning Blues
Tomó las suaves plumas
y se elevó tan alto como el aire,
mas no cayó, al contrario,
el sol lo dibujó en el horizonte
y nunca más supieron los océanos
de su desnudo pie rasgando el agua.
Fui yo quien inventó su muerte,
porque la espera es sed,
un cántaro quebrado;
un rumor de miradas
urgentes de la última canción
-en mitad del silencio Nora Williams
estira eternamente el cable del micrófono-.
No queda más opción,
a veces, que marcharse
o escribir un final
para la sinfonía inacabada,
para el blues triste y solitario,
la subjetiva crónica
de nuestra rendición.
De Morning Blues
Le aguardas, sonriente,
su aliento por tu cuello,
el juego que te excita
de su tacto, su gesto inquisitivo.
Mientras, la claridad
sorprende los rincones de las dudas
y deja al descubierto
lugares ya olvidados,
hitos del caminante que recorrió tu cuerpo.
De La hora violeta
Por sus múltiples poros de cal y de ladrillo
derraman el calor estas paredes
y quedan las palabras
como pequeñas nubes huérfanas,
lloviéndose.
El frío los sorprende debajo de las sábanas
y escapan con los ojos cortados y las bocas
más rápido que el miedo;
para que ahora venga yo a mojarme
de algunas cosas que olvidaron,
─esta pequeña niebla─,
y a resbalar en este río
oscuro como el hongo de la piedra.
De La hora violeta
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