Daniel Muxica (1950-2009) poeta y narrador argentino, nacido en Valentín Alsina, provincia de Buenos Aires. Sus textos poéticos han sido traducidos al inglés, francés, alemán y portugués.
En poesía y narrativa poética: publicó Hermanecer, 1976, Schapire; El poder de la música,1983, Stephane y Bloom Asociados y en 1987 El perro del alquimista, Stephane y Bloom Asociados.
En 1988 editó Contra dicción, De la Pluma; en 1989 Ex Libris o el elogio de la dispersión, Editorial Xul y Siete textos premortales,1991, El Caldero.
En 1993 El libro de las traducciones, El Caldero. En 1998 Nihil Obstat (cd-libro con las voces de Ingrid Pelicori, Horacio Peña y Juan Carlos Puppo).
En 2004 Bailarina Privada, La Bohemia, (cd-libro con Ingrid Pelícori, Horacio Peña, Juan Palomino y Nora Sarmopria) y textos suyos son publicados en Colombia integrando la antología Poesía Perversa, Común Presencia.
En 2005 editó La conversación, La Bohemia; ese mismo año se reedita en México, Nihil Obstat, Tinta nueva.
En teatro: en 1988 estrenó Los ángeles organizados.
En 1995 publicó La erótica argentina, antología poética 1600/1990, co edición Catálogos-El Caldero.
En el 2002 publicó La huella sobre la arena, La Bohemia, una antología con selección y estudio sobre la obre del poeta Antón Arrufat.
En 2003 Esto se cae, La Bohemia, selección y estudio sobre textos del poeta argentino radicado y muerto en París Edmundo E. Eichelbaum. En 2003 una nueva edición corregida y aumentada de La erótica argentina 1600/200, Manantial.
En 2005, sale su primera novela El vientre convexo, Sudamericana. Y en 2009 Las maravillas del doctor Tulp, Mondadori.
Participó, además, de varias publicaciones en revistas y secciones culturales de Argentina y Latinoamérica como Crisis, (Bs. As.); La opinión; (Bs As); Clarín, (Bs. As); La Prensa, (Bs. As.); Diario de Poesía, (Bs. As.); Hablar de Poesía (Bs. As.); Crítica (Universidad de Puebla, México) Fornix (Perú); Aerea (Chile); Babel (Brasil) y varios sitios y revistas web argentinas del extranjero.
En 2001 fundó la revista de textos poéticos Los rollos del mal muerto.
Nihil obstat
DEL BUEN AMOR
A mi querido Arcipreste.
¿Acaso no entré por tu vagina de tutelares labios
a esta historia de templos y seculares movimientos
arriba abajo y los costados... ? Es la fábula
de cierta promesa la que arrastra mi torpe caballo de madera
hasta tus rojas puertas, la troya; mi heroico rocín
jamelgo de ridículo penacho, cosquilleando el viejo sentido
del afuera hacia adentro,
sacudiendo ese antiguo miedo fálico a la sabiduría.
Y me dices que lo hago bien. Hubo
una mística panadería en Betsaida para seguidores hambrientos,
merendaron a rabiar, se saciaron a la intemperie
con harinas eficaces y comibles y otros ingredientes sanos;
y sea fue
tu horno carnoso dispuesta a la vulva del milagro
donde mi Cristo de arrebatados panes, a secas calentadas masculinas
cocinó para todas las épocas. Y me pides
que te apriete más. Todo eso
después del primer diluvio menstrual, del primer despojo crudo;
abierto fragor de una era ya perdida, florecida y secreta
en que tu cráter se permitía las erupciones más inseguras
y más violentas. Y me pides
que te bese superiores inferiores labios buceando corales. Que
sea bueno. De mucho o de poco ha servido
el maloqueo de mi lanza para herir, vencer el cerco estrecho,
el orificio oracular de tu alzado vientre; pese
al estaqueo y las piernas abiertas también el infiel obstinado
ablanda sus armas. Y me pides que siga, que sea tierno.
Has compartido
el lecho con todo el zodíaco, Oriente hemisferio Occidente
en tu pecho y magos y apóstoles o infelices animales de corazonada.
Clavo erecto, seguramente a todos concediste
esa tumba templada donde descansarían durante tres días;
todos en el hueco suspensivo en que la vida y la muerte
son una promesa gemela.
Y me pides a los gritos que apure mis entradas salidas sufra goce
llore ría contigo apure por favor y amor de Dios y acabe y termine
con tanta historia...
Me pides
más o menos dolor como si me fueras a parir.
TZVI MIGDALL
“syempre está la luxuria adoquier que tu seas:
adulterio y fornicio todavía deseas”,
Arcipreste de Hita.
I
Todas las vírgenes polacas se desbarrancan sin gorro frigio
judías magdalenas agredidas desconsagrada carne
cópula copada doliente paradero del endiablo a cintura
alguien toma se encamina hacia la puerta gruñendo
lava larvas muertas ¡que duro negocio Betty! ¡que nene negó!
esta media hora de tráfico semental minutos gritos gemidos
mentidos idos sin vengo por favor
indelicadeza amarga saboreada sin goce a goznes abiertos
amuecado virgo escuchan huelen detrás de la puerta resquicio
desquicio espían lo que se cuadrupea en cuartos lacia lluvia lasciva
hay mancha hay tacha hay todavía.
II
Todavía. Todo había. ¿Juan?, ¿estás ahí?. Ahí dentro
mío, digo: ¡ay!. Dolor de haber. Aún no sé
cuantos entraron salieron flojos este ruido de flejes
y me comes en mi cama a repetidos sobornos
cavidad habida sabida llenada por tu apremio: inundación.
Ahogos. Ahí dentro tengo un altar. Tengo un adentro.
Me entraste, me estás saliendo, ¡salí saliva!, me escupís,
te escurro entre mis piernas. Te pago tu paga. Oblame,
doblame, clavame. Ahí está la clave. Ahí, ¡ay!.
III
Espejo labio rima rimmel sombra cara triste lápiz
es posible que ese jadeo judío Cristo me deseara más que a otra mujer.
PUEBLO DESNUDO
a Julio Troxler
a Jorge Dipasquale.
El pueblo teme hablar del pueblo
como si conociera esa primavera desde antes.
Es tan antiguo de anterior
que no está parido por madre sino por abuela
de sopas a discreción y otras desleídas
maneras de amamantar las bocas del mañana.
Las fábulas son el mérito de su pasado
comadres agitan el mediodía
llamando a comer cenar en nombre
de los que no han nacido.
Engendrar carne y huesos
sabiendo que el tiempo salta sobre el tiempo.
El pueblo usa mortajas duras
y no hace hijos sino testigos diferentes
de su propio alimento
primitivas cebollas gigantes de tanto llorar
su dolor acá.
PENTESILEA
a Maricarmen Arnó.
“... que este texto sea terminado sin pecado”.
Catulo.
¿Qué minúsculo, ocioso cuerpo escapa desde tus nervios? ¿Qué
mítico, sacudido espesor sin vestimenta escapa desde tus muslos;
y es batalla aceite en la pelvis,
y soy dedo y eres oscuro pezón de inclinada espera? Locos
están quienes se jactan de dormir siesta contigo,
hacer del corazón rojo maquillaje en suspenso de diástole;
el sexo siempre es emocionante, el sexo no siempre es emotivo;
marcar enérgicos, obscenos, perversos peritajes
en la estría sin piel, lograda como alimento; poner
la mañana debajo adentro de la noche debajo adentro de la tarde.
Y me abres la alzada. Nobles
brutos y buenos salvajes dieron esto por lujo suficiente
cuando elásticas, caderas acomodabas a los cambios de táctica;
tu íntima sabiduría sensual, tu secuela pornográfica; pulsivas, menudas,
convincentes maneras de dejar un miembro lacio.
Y arqueas la lengua. Sugieres un despacio. En esta lucha
la sangre falta y es dudosamente probable; ida
regreso la trabajada hectárea que es sábana, el sudor de muchos,
rotaciones eficaces de los vientres abandonados a su sitio.
Escribir en el periódico menstrual, anoticiarse; amar
en tus tres bocas preciosas la carne oscura del lenguaje.
Y exiges el ahora más. Forzudos
de músculo, caras pasajeras, zafios adiposos desmesurados,
pródigos pecadores y voluntarios visitaron el cráter mater,
el pesebre, la luna perdida
ensayaron cena y sin dar gracias se vistieron; ingenua,
innumerable maravilla la cuenta de los peces y los panes.
Y planeas despacio el así. Eva,
dices buscar cachorros comidos y saciados: imprudentes
ciegos nostálgicos de la gruta que habitaron,
en el aullido final los delata el incesto.
La historia es la memoria de un gemido,
la memoria un disparo sobre los cuerpos que envejecen.
Lilith, dices buscar algo más inasible que una erección.
Y perfeccionas fríamente el todavía. ¿Hay
piedad alguna en el instinto?. Ecos
debe tu vacío a esas bestias dulcemente heridas,
valientes miedosos enardecidos dispuestos a devorar, acariciar,
penetrar más allá del vestíbulo, del patíbulo;
ir aún más lejos en la ausencia.
Animales de la virgen no hicieron ayuno
y por arte o por violencia,
buscaron otra manera de andar entre la muerte.
Me pides una profundidad a la que nunca llegaron.
Me abrazas aprietas a todos, uno a uno, en el último espasmo.
MONTURAS
Sobre el lomo del escritorio se tiende a confundir la tinta con sangre, el sudor con rocío, la letra con una extensión de la voz, el signo con el cuerpo, lo casual con lo causal, la poesía con una mujer, la soledad con uno mismo.
Sobre este animal desbocado se tiende a confundir el artículo con él, la palabra paz con la paz, el silencio con la mudez, el dolor con la ventaja, el delirio con la consagración, el amor con una mujer, la poesía con otra mujer y la palabra muerte vaya a saber uno con que lejano enemigo.
Mi caballo no se llama Rocinante.
SIN MUERTE
La muerte se me ha escapado
del cuerpo sigilosamente.
Me dejó tan solo,
que es imposible mirar al cielo
sin ninguna creencia.
Peligroso es el abandono,
peligroso es ser extranjero
cuando el que se va es el otro.
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