Héctor Yánover fue un escritor, librero y funcionario público argentino, nacido en Alta Gracia (Córdoba, Argentina) el 3 de diciembre de 1929 y fallecido el 8 de octubre de 2003.
Fue autor de los libros de poesía "Hacia principios del hombre" (1951), "Elegía y gloria" (1958, con el que obtuvo la Faja de Honor de la SADE), "Arras para otra boda", "Las iniciales del amor", "Sigo andando" y "Otros poemas". Publicó también una novela de carácter autobiográfico: "Las estaciones de Antonio" y el libro "Raúl González Tuñón". Su obra más popular fue "Memorias de un librero".
Desde la porteña librería "Norte" fue un faro para sus clientes ya que poseía una asombrosa memoria bibliográfica. El local ubicado en la Av. Las Heras y Azcuénaga (desde 1967 a la actualidad) siempre fue un punto de encuentro para lectores y escritores.
En 1967, junto a Jorge Aráoz Badi y Samuel Grabois, creó el sello discográfico AMB que editó una importante colección de discos de vinilo con lecturas de escritores (entre ellos Borges y Cortázar, leyendo sus textos). En el año 2002 algunas de estas grabaciones fueron reeditadas.
Se desempeñó como director de Bibliotecas Municipales (desde 1989 a 1990), del Fondo Nacional de las Artes y de la Biblioteca Nacional (1994 a 1997).
En 1999 creó y condujo un programa de televisión por cable, llamado "La librería en casa".
Falleció en Buenos Aires, en octubre de 2003 y fue velado en la Biblioteca Nacional.
Poemas con gato /
Para Horacio Salas
Todos los gatos estarán muertos
y yo seré el único gato vivo.
Volveré por la medianoche
arrasando los cultivos.
Vendrás a verme bajo la tierra
hecho un finísimo maullido.
Sólo tu mano me extrañará.
Todos los gatos estarán muertos,
será la paz.
II
Gato del cuento, gato del cuento,
gato que sólo vivió un momento
y se quedó en la eternidad.
Gato sin botas y sin sombrero,
de ti, gato que quiero, ¿qué será?
¿Andarás por el aire verde
y te enredarás de setiembre
y volverás y volarás?
Gato aniñado del poeta
salúdalo desde su carpeta
y ayúdalo a soñar.
III
Ayúdalo gato al poeta,
dale el sueño de comerse el gallo de la veleta,
dale caminos a sus pies.
Y siete vidas llenas de hoces y probetas,
para que sufra las proezas del vivir y del conocer.
Oh gato sin botas, no le abandones,
maúllale desde los rincones, córrelo otra vez.
Quiero verle atareado yendo de uno a otro lado
impaciente y fantástico como le vi ayer.
Gato, te pido, si eres un sueño del camino
vuelve a aparecer.
Dale maullidos, resoplidos, erízale sus sentidos
y hazle creer.
IV
Gato que maúllas, gato que eres bueno
gato que no tienes pluma en el sombrero
gato que me sigues por el mundo entero
qué quieres de mí?
Me sigues de cerca como a una rata,
no llevas espada, ni vaina, ni lata,
mas todo lo que hago lo pruebas, lo catas,
Por qué eres así?
Hay en tu mirada reproche y consuelo,
lo que hago y te gusta lo cazas al vuelo,
lo demás me cuesta cientos de pañuelos,
¿no te irás de aquí?
Gato te prometo que seré muy bueno,
ondeará la risa siempre en tu sombrero,
andaremos juntos por el mundo entero,
quién eres ya sé.
Cazaremos juntos millones de ratas,
llevaremos verbos, creencias, patatas,
haremos un mundo dichoso y si tratas
verás que es así.
Al que se traicione daremos consuelo,
al que tenga sueños le daremos vuelo,
cuando nos vayamos miles de pañuelos
nos despedirán.
Adiós nos dirán.
Adiós sin adiós.
Adiós que es amor.
V
Adiós que es amor para el gato y su acompañante
para el molino distante y para el ver y el creer.
Adiós para los lagrimones que arrancan las emociones
de sentirse solo y querer ser.
Adiós para los templos con ventanas de otros tiempos
donde se siegan los trigos y brilla el sol.
Adiós para los senderos donde anduvieron los guerreros
el buen Sancho y su señor.
Adiós para los cementerios donde descansan los salterios
y los ruegos del corazón.
Adiós para los mortales transitorios y fatales
que creyeron ser eternos y lo son.
Adiós a todos les dicen el gato y su acompañante,
adiós molinos distantes, adiós ver y conocer.
UN TIEMPO FRATERNAL, HUMANAMENTE
Un tiempo fraternal, humanamente,
sin hongo, sin jaquet y sin cadena,
vendrá tras estos llantos y estas penas.
Y un aire conocido y hermanado
a otro aire que presienten estas venas,
del aire le hablará.
Mondo y lirondo, acicalado espíritu,
imperturbable el ceño.
Silbando llegará despreocupado,
raído el pantalón en desaliño,
el saco sin botones
cubriendo un corazón de armiño,
el tiempo que yo aguardo en mi escollera
cansado de espera,
ronco de pena,
pero firme, apostólico y seguro.
ESTOY LEJOS DE MÍ. CAE LA LLUVIA
Estoy lejos de mí. Cae la lluvia.
El rayo enciende un paisaje de tibieza
y arrulla la tormenta.
Crece sordo el rumor
y sobre el techo de mi pieza
tres mil tambores baten
fantasmas, en mi ausencia.
Pienso en la lluvia
en mi padre que no creía en ella
y se burlaba en su presencia,
en el día que llegue cuando muera
y sin mí, como ahora, llueva y llueva.
QUIERO LLORAR
Por los poetas que nadie ha conocido,
por los que derramaron sus canciones al azar,
por los que un día zarparon para el nunca jamás.
Por quienes bajo los cuatro soles
esperaron lo que espero,
por aquellos que mañana esperarán,
por los que ahuyentaron sus cuerpos del combate,
y por los que aún luchan, quiero llorar.
Por mi estatura de hombre a todo trance,
por el desdoblamiento de mi dolor,
por mi rostro llorando,
por la injusticia de haber nacido antes
del siglo sin dolor;
hoy,
y en este tamaño de mi poema:
quiero llorar.
PARA VINCENT VAN GOGH
I
¿Qué puede Vincent contra nosotros la vida,
y qué puede la muerte que burlamos
hasta desconsolarla?
Mas cuando ella llora,
y por no verla llorar,
nos pegamos un tiro ese momento.
Tan sólo que luego tu dormitorio en Arles, Vincent,
que es mi coraza,
quedará solo como un cuadro,
como una foto,
como un recuerdo.
Yo lo amo más que a la noche estrellada
y aún más que a las barquitas de Saintes-Maries.
En esta pieza se inventa el sueño de la noche
y se enlaza la huida de las barcas por los cuernos
hasta que derraman estrellas como tizones
y flores como heridas.
La manta roja y la almohada de plumas.
¿Oyes, Vincent, cómo trabajo tu nombre
lentamente en este insomnio
cuando aún mis 23 años
no tienen ni una noche?
Yo, tú sabes, pondría mis libros bajo la mesa
y usaría tu valija que está bajo la cama;
en la pared del árbol colgaría el retrato de mi padre,
y a su izquierda, tu dormitorio en Arles.
Pintaría tu nombre en las esquinas
y un poema escrito a lápiz.
Yo te diría cosas,
y tú pondrías en la tela lo que el pudor me calla.
Asomados a la ventana nos veníamos hacia mí
en este cuarto que comparto en Buenos Aires,
y soñábamos con Córdoba,
con el poema como un soplo de mundo que alimento,
y con el dormitorio de Vincent Van Gogh en Arles.
II
A la boca del jardín público alguien lee el diario.
Los que caminan por los paseos nos aman sin saberlo.
El parroquiano del café nos ignora porque no lo miramos.
Luego vuelvo a la pieza.
A veces me canso de mirarme y pienso en Théo.
Pero vuelvo a la pieza.
A la izquierda pondría el dormitorio de Vincent Van Gogh
en Arles,
y en él, a la izquierda,
el dormitorio de Vincent Van Gogh en Arles;
correría el espejo a la derecha,
y tendría otra vez el dormitorio de Vincen Van Gogh en Arles.
A ti te contaría cuentos,
impúdicamente te hablaría de caperucita roja,
de la cenicienta,
y de los siete enanos que bailan en mis ojos.
Te diría mis versos minuto a minuto y sangre a sangre.
Te diría: ¿entiendes?
y tomaríamos un café con leche.
Allí te daría este poema,
y tú me regalarías
el dormitorio de Vincent Van Gogh en Arles.
Luego, del brazo,
visitaríamos la tumba donde descanso yo
y tú leerías:
ICI REPOSE
VINCENT VAN GOGH
1853-1890
Pondrías un cielo azul sobre la lápida
y nos iríamos a fotografiar juntos
a la cascada del zoológico.
Yo te pedía mi retrato
y tú pintabas “el poeta”,
y cuando aún mis 23 años
no tenían ni una noche,
de puro triste,
te hacía este poema.
XIII
Venga a mí el poder de decir lo que siento
Venga a mí el poder de atrapar la palabra
—dilecta hija de la magia y de los sufrimientos—
la que anduvo por mesas de borrachos
y se demoró de noche junto a los barcos del puerto.
Cuando callan los perros y se oculta la luna,
cuando mueren los hombres en los sueños profundos,
cuando huyen las ciudades y los árboles, todo,
la palabra se arrastra sobre el mundo
y persigue sus ecos silenciosos,
sus lamentos fatales.
Es la palabra todo lo que existe en la tierra,
más allá está el silencio, la locura, la muerte.
Yo soy pura palabra,
cruel amor con que espero
defenderá mi carne cuando sueñe en la nada.
POR MÁS QUE TRATE
Por más que trate de dar a mi verso otras resonancias
siempre caeré en él con mi torpeza de pensar, intacta.
Me propongo rimar alguna idea que en la cabeza baila,
pero el poema es pobre, ¡sólo mi corazón canta!
Y cuando él dice su palabra, se expresa la total verdad del alma.
Y es como si licuaran todo el cuerpo para obtener esa cosecha magra.
El hombre es su poesía. Desde el profundo abismo donde cala,
fingir es imposible. La palabra termina y lo delata.
SIGO ANDANDO
Sigo andando,
pasan carros, plazuelas,
niños de tez ligera
y yo atravieso vientos,
ramas contra el cielo nublado,
faroles contra la luna llena.
Tengo el rostro en espera
como si a cada instante
me fueran a dar la buena nueva.
Tengo el cuerpo dispuesto para todo trabajo
y pronto estoy para partir y regresar
hacer y deshacer, morir y continuar.
Pasan días iguales, alegrías de a peso
y de pronto me paro frente a mí en el espejo,
me contemplo un instante y trato de olvidar.
ESTOY SOLO EN UN CAFÉ
Estoy solo en un café,
en un planeta desierto.
De mi corazón salen dos brazos,
pero regresan a mi cuerpo.
Estoy metido dentro de mí,
como el enano dentro del cuento.
La gente pasa, mira y sigue,
nadie me encuentra tan adentro.
Nadie me busca por otra parte,
y yo me siento muy enfermo.
¿Curaré o vendrá la muerte
para marcharse con mi cuerpo?
¿Quién sabe qué pasará?
Pero esta apatía mía,
estoy seguro me perderá
1977
La noche es larga y yo camino.
Soy un hombre entre los tantos.
Pero en mi pecho,
sobre mi cuerpo allá en lo alto,
el viento mece sombras de ahorcados.
Trae gritos desde el río.
Pesan muertos oscuros,
niños claros quemados.
¿Soy un poeta si en esta hora callo?
¿Soy un hombre si me escapo?
¿Pero a quién decir salve?
¿Acaso a Dios?
¿Al congreso de sabios?
¿Al poeta que vive masticando su premio literario?
En silencio camino,
los relojes golpean su milagro.
Somos islas,
las palabras tendrían que ser garfios.
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