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sábado, 12 de febrero de 2011

3184.- LUIS CARLOS MUSSÓ


Luis Carlos Mussó
Nació en Guayaquil, Ecuador en 1970. Se licenció en Letras en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Ha publicado El libro del sosiego (1997), Y el sol no es nombrado (2000), Propagación de la noche (2000) y Tiniebla de esplendor (2006). Su trabajo está en varios libros colectivos, como Aldea Poética (Madrid, 1997), Porque nuestro es el exilio (Quito, 2006) y 18 poetas latinoamericanos (Lima, 2006) y también en revistas como Letras del Ecuador y Alhucema, de Granada. Ha sido en tres oportunidades Premio Nacional de Poesía (Bienal de Cuenca, 1999; César Dávila Andrade, 2000; y Jorge Carrera Andrade, 2006) y finalista en el Premio Adonais (Editorial Rialp, Madrid, 2000). Consta en antologías de Latinoamérica y España (en castellano) e Israel (en hebreo) y en publicaciones virtuales varias. Se dedica a la cátedra y colabora en publicaciones con artículos y comentarios bibliográficos (destaca Entre el silencio amenazado y una luz por labrar, sobre la obra de Paco Tobar García, 2005).






Cuatro prosas
De Cuadernos de Indiana (inédito)
Luis Carlos Mussó
Para Juan Luis Trescastro, asesino de Lorca
(Poema con variante)




Versión Nº 1
Tu brazo desplegado muestra mi cabeza en alto. Y pájaros emplumados de metal muerden mis ojos (de la picota de tus labios cuelgan mis partes: la horda de amigos ha elegido traicionarme).

He pensado mi cuerpo solo cuando lo tocaba el poema y no ahora, que has sembrado la noche sobre él.






Versión Nº 2
Tu brazo desplegado muestra mi cabeza en alto. Y mi luna -¿Dónde se esconderá a estas alturas?- deja una estela como si fuera una barca en edad de merecer. Porque un horamen conduce al otro, mis heridas son metáfora de esta fosa común.







Versión Nº 3
Tu brazo desplegado muestra mi cabeza en alto. Limpio trabajo, buen hombre. A esto puedo llamar belleza. Aprecio los esmeros con que fundas la leyenda.






Indiana erige una persona
(Drama en gente)
En escuetas calles de Lisboa una aleve sombra se amuralla en voces distintas; suelda fragmentos de la máscara que había sido cercenada del rostro del hombre.

A mucho de la letra sabe esa máscara, a mucho de una vida desplegada entre charcos donde amarillea el silencio y la sombra es la suma de todas las sombras.

Anuncia la fiesta un fragmento, oculto tras la humareda de una cachimba recién comprada en la tabaquería; otro evoca versos de cristal en los que se oculta un nombre antiguo de mujer; el de más allá persigue a niños con la mirada, se agazapa aguardando a que las fuerzas de esos tiernos miembros pasen a los suyos.

Porque detrás de la sombra no está la sombra: está la floración de la arcilla lasciva, mustia y en el preciso instante de nacer. Están la ausencia y el simulacro, la máscara, su sombra, sus fragmentos extraviados en la nada.








Laberinto Kane
(Rosebud)

1
Aquí el viento es un visitante más del palacio. Recorre las habitaciones. Evade al monstruo en la durmición del muerto. Busca, como quien sueña, un capullo de rosa entre nombres y fantasmas.

2
Aquí el forcejeo de la larva por salir del capullo es un crujido de innumerable sombra. Y el escondrijo que excede la curvatura de la hebra; que en su cavidad ligera ensaya un candelabro e ilumina en oleadas la llenura de la muerte.

3
Cuando el rumor repasa los muros del palacio y las antorchas entintadas se acoplan al sudor de nuestros miembros, nos damos cuenta de que no hallamos, aún, el canto de los pájaros. De que el hilo de Ariadna no nos devuelve a los orígenes.







Comarca de arena
1
Este himno de arena no será más un canto marchito. Ni como las manos que acogen los asfódelos. Ni como una noche a la deriva que se pronuncia en lengua extraña. Porque un pubis, fragante como lana de ceibo por noviembre, avanza.

2
Este himno de arena secuestra las calendas que han reptado nuestros altos muros. Obliga a tañer a la madrugada nuevas canciones de maldición. Porque los negocios se cumplieron y el elogio peregrino ya no es loable. Pues un pubis generoso nos hace caer en la cuenta de que sentimos amor como quien siente hambre, sueño o frío. De que en nuestro inicio estará nuestro deceso.

3
Este himno de arena es un vínculo de servidumbre. Urde la decisión de morir de manera diferente, de matar de forma diferente. Y nos es extraña la oración proferida en favor de nuestros hijos. Extraña como un barco, también de arena, que se yergue en la playa a la espera de la ceremonia de botamiento. Ya que un pubis, firme como esa orilla que enarbola un sable de bruma, ha compensado la catástrofe que atribuimos al hueso agazapado en los estruendos.

4
Y el mar está lejano como una caricia. Y la caracola se renueva con apego al dialecto que purifica la sangre danzante. Es el lugar de los gemidos devueltos a través de voces bien trenzadas. De los escarceos que se oyen como un coro de lujuria y bisbiseo. Es el lugar donde la vergüenza ejerce un adusto río que expira en orines de nostalgia. Debido a que un pubis, fragante como lana de ceibo por las fechas de noviembre, no se detiene.



Cita bibliográfica:
Mussó, Luis Carlos: «Cuatro prosas. De Cuadernos de Indiana. Poesía.» , en Ciberayllu , 2 de junio del 2007.
[http://www.ciberayllu.org/Literatura/LCM_CuatroProsas.html]


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DEL OFICIO

Rastreando la sombra del manglar sosbre el estero y negando la maldita solemnidad con la que escriben, los escribas reinventan sus églogas para el futuro canon perfecto.

Rastrean los escribas la sombra pura para alimentar su oficio; tallan los diques oscuros que florecen al vacío; reinventan la fatalidad para alcanzar la huella.


VISIÓN LEJANA

Estamos el uno frente al otro. Y alguien aguard con paciência a que se pueble de ceibos tu mirada. Alguien se decide a comprobar la redondez de la tierra desde los palafitos de su confín. Alguien perpetúa el aroma blanquísimo de las fronteras, empapadas en arrogância y ejecuciones.

Henos el uno frente al outro, cuando alguien nos há hallado yaciendo bajo túmulos de un recinto em el litoral.

Alguien que nos há dado por muertos, y estrenando en cada jornada una rasgadura, como estaba previsto.


DEL ESTIGMA

¿Por qué há de herir dos veces el frío del viento
si al arte de la guerra impone la mediación?
(la estocada eficaz es la planeada,
que no hay dos tiempos para el mismo movimiento)
¿Por qué han de herir mil veces las agujas
de una voz que rechaza a otra voz?
Las agujas del viento fijan en la noche
sílabas alojadas en piedra. Y en la garganta.



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