ALFONSO CHÁVEZ JARA, Ecuador.
(Villa La Unión provincia de Chimborazo 1956 - Riobamba 1991)
A finales de los setenta integró el Taller Joaquín Gallegos Lara, junto con Rafael Larrea y Alfonso Murriagui, hermanos de poesía y de convicciones. Alfonso Chávez, fue el promotor del Taller de Literatura Sacapuntas de Riobamba, en la década del ochenta y de la revista del mismo nombre. Una nueva generación de poetas de Chimborazo surgieron con este impulso. La poesía de Alfonso Chávez intenta fustigar a la conciencia, a la función del poeta y a la situación social de su época. Pero hubo además en el poeta, una incansable acción para democratizar los procesos culturales.
Bibliografía: El cucho de la tierra (Época colegial sin fecha); Canto de Vuelo Firme, 1979; Inquilina Noche, 1983; La Medianoche Sacude la Memoria, 1990; Instantes, 1999. (Libro póstumo).
K-Oz Editorial en el año 2002, publicó la antología poética Tanta vida y jamás…Como un homenaje a su obra, injustamente anónima y casi desconocida en su propio país.
De Canto de Vuelo Firme, 1979
Mi Viejo Huésped
Va un corcel desnudo entre las pajas,
su trote es lento,
sus pupilas negras,
lleva en su trote el recuerdo vago
de cien batallas
que inútilmente dio a su propio tiempo;
sus cascos pisaron ilusiones,
enredaron flores,
hicieron alambradas
que pusieron triste su morada;
los minutos pasan
y a su ritmo-
trote-
lento
se pierde el corcel oscuro entre las pajas.
El astro que anuncia su retorno,
pinta su cielo semioscuro
y el corcel aparece desnudo,
sacude su piel roja,
bota el sueño,
y,
a la luz del cielo se prevé
que todavía le queda hilo en su carrete,
su trote es menos lento,
más marcado.
Trota,
trota,
páramo arriba,
la caballada no lo espera,
de súbito,
-como al llegar invierno
retornan golondrinas-
se ve en la llanura
la mirada de la caballada
dando la bienvenida al viejo huésped;
sin vacilar,
se acerca
busca el olvido de las cien batallas.
Viene el ejército vestido de pajas,
nuestro corcel comanda las escuadras,
confiado va delante,
sabe el triunfo,
sus cascos van pisando firme,
luego de esta batalla,
a lo mejor quede bella su morada,
Sino,
llamará a todos
a reencontrar la vida.
De Inquilina Noche, 1983
Contracurva o Teoría para saber
La mutabilidad de los instantes
no quiso decir su nombre
no quiso que mi voz desafíe
a la Sinfónica de Viena
con una melodía
calibre 22
se escurrió por aquel bosque de hambres de la avenida
se alejó la imposible sin remendar
con su sola insolencia
las siempre averiadas computadoras del solsticio
era de ver su paso
como envolver
en papel celofán todos los rayos láser
en un cuarto
de pliego
era
como que poseía
en los pezones
los interruptores
para apagar
el día
era como una tromba
versátil su sonrisa
compuesta de jardines infernales
para el arrebato de los instintos
sus ojos
sin mirada
objeto de titánicas
hazañas de levantamientos armados y asonadas
reverberaron los segundos
de cualquier pendular pudor
era una pelirroja
admonitiva que no quiso
ni decir su nombre.
Late la Muerte en los rincones
más insólitos
los ríos tosen semanas agrias
acosa el aserrín en los corredores
de los hospitales
-sus partículas son el único objeto
para el estudio de la Ética-
las nubes menstrúan bólidos verdes
por la autopista de Indianápolis
las piedras ladran lombrices cúbicas
cuyo sitio perfecto es la ventana
los perros copulan sólidas ampollas de mi asma
para el desconsuelo de los decanos
las calles nos acarician
con sobrias culebras de aluminio
-el momento más dulce
nos abrirán los pechos-
los ríos tosen semanas agrias.
Del libro póstumo Instantes, 1999
Amantes
Trizar nuestros espejos
Romper las copas con los labios
de mármol que aparecen
cada ocasión amarga
Agarrarnos por dentro
creándonos edades ante la ficción
que desafía desde la realidad
Envenenar los ojos
Ensangrentar el aire
Ensayar con palabras de ácido
una pena de culpa hasta gotear espeso
un río por el rostro
Fumarnos la pipa de la guerra
asistir al azote impune
de nuestros corazones
Danzar salina, quedamente
alrededor de los cadáveres
Ser pilotos de una nave
sin brújula y destino
Aladear la tristeza
aferrados a un retazo de vida
que pretenden dejarnos
Estallar el aire
con voltajes que nos sacuden
desde nuestras penas
Tachar un nombre querido
de nuestras libretas porque sí
porque ha muerto.
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