BUSCAR POETAS (A LA IZQUIERDA):
[1] POR ORDEN ALFABÉTICO NOMBRE
[2] ARCHIVOS 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª 6ª 7ª 8ª 9ª 10ª 11ª 12ª 13ª 14ª 15ª 16ª 17ª 18ª 19ª 20ª y 21ª BLOQUES
[3] POR PAÍSES (POETAS DE 178 PAÍSES)

SUGERENCIA: Buscar poetas antologados fácilmente:
Escribir en Google: "Nombre del poeta" + Fernando Sabido
Si está antologado, aparecerá en las primeras referencias de Google
________________________________

lunes, 3 de enero de 2011

2936.- LUIS ALBERTO CRESPO


LUIS ALBERTO CRESPO. Venezolano, nacido en Carora (Lara, Venezuela, 1941) una región desértica. Estudió derecho y periodismo cultural en París.

Ha escrito dieciséis libros de poesía, entre ellos Costumbre de sequía, Resolana, Entreabierto, Mediodía o nunca, Señores de la distancia, Solamente, Lado, La íntima desmesura, Duro. Es autor de dos libros de ensayos literarios, otro de crónicas periodística. Como periodista dirigió por 16 años el suplemento literario del diario El Nacional –Papel Literario- y el semanario Feriado del mismo periódico. Mantuvo en dicho periódico una columna de crítica literaria y de crónicas culturales.

Fue coordinador de información cultural en la agencia de noticias Venpres. Es autor de una docena de guiones sobre su país, su paisaje, sus tradiciones, su imaginario colectivo, escritos para la empresa petrolera Pdvsa. Obtuvo el Premio Conac y el Premio Municipal de Poesía. Ha sido merecedor del Premio Nacional de Periodismo Cultural. Ha participado en congresos, ferias y congresos de poesía en Canadá, España, Holanda, Alemania, México, Colombia, Brasil, Italia y Rumanía. Ha sido traducido al inglés, al italiano, al francés, al portugués, al húngaro, al ruso, al chino. Su obra poética figuran en antologías de España, Brasil, Colombia, Alemania y Estados Unidos. Es traductor de René Char y de Guillevic.

Escribió con los auspicios de la Embajada de Francia en Venezuela un libro de vida, Los soñadores del sur, sobre los antropólogos franceses contemporáneos que han decidido compartir la vida con los pueblos indígenas de la amazonia venezolana. Actualmente es el Presidente de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, una fundación del estado venezolano. Forma parte de la directiva de la Fundación A Tempo. Ha recibido distintas condecoraciones, la Orden Andrés Bello, la Orden Sol de Carabobo, la Orden Pedro León Torres, la Orden Falcón.





OBRA POÉTICA


VIENTO
Ayer salíamos lejos

Con bestias llevadas en uno
pasando lo mismo

Salimos a o poder irnos,
a estar en tantos afueras
a la vez








SOPLO

Su brasa
con que llegaba a verte

La estilla
que atravesaba el laurel
con que llegaba a hablarte,
el verde en la boca,
su humo.






Las cinco

Nunca se acabará en nosotros
la tierra seca.
Cuando comiencen los rezos
será para morirse.
Todo termina en aquellos playones,
aquellas tierras largas, largas,
y eso que sopla,
que viene silbando por los postes,
y nosotros suspendidos en los declives
como vejigas.
Los portones,
tesoros de familia, no nos salvarán
de los arenales,
la tierra que pisas.
Por más que haya el verde de los fundos
resistiendo,
la calle del agua,
seremos bandoleros
llevados por el menor paso de aire.








Siempre

A Alcides

Tantas veces tú y yo,
tantas veces,
mascando semillas de acacia
Cargamos cal, un techo de chillidos
para sostener nuestra casa seca

La suciedad de aquí
nos joroba

Como hormigas
comemos esas semillas de cosa triste

*

Vi a José Ignacio Artaona
alzarle la mano
tutearlo frente a los ruciomoros de ojos sucios
secretos que se protegen con el olvido
y a los castaños del otro mundo que nos observan con desaire

Tenía la marca del hierro en el anca como un epitafio
y su orina fue el único resplandor en el quemado
Artaona le amarró la falseta más espinosa en el pescuezo
le enloqueció la mirada con un trapo
y lo obligó a salir a lo más fiero de la Trinidad de Arauca
Le lanzó la silla encima como un animal sin entrañas
La boca de la cincha le mordía al lado del espíritu

Cuando Artaona subió al caballo
y lo golpeó duro para que fuera
se puso viejo y murió y volvió a nacer
Estuvo arriba noches y noches
estrellado
y estuvo aquí en sus huesos
calcinándose

Era un caballo para jinetearlo de perfil
darle por tierra la desmesura
donde el sur da la vuelta
y comienza el destino
Vi después a Artaona bajarse del caballo

Venía sobre sí mismo
destruido desollado místico









Confesión

Nada tengo que ver con la ceniza
no soy de los suyos
ni de su justicia

Si uso su nombre
es para ocultar que viví

Me gusta sí recorrer su camino
que sabe adónde vamos
pero no el color de su viaje
no su polvo
que es de corazón afuera

Y amo su jardín
-su flor suelta imaginaria-
porque queda lejos.




Chaparrón

Adelgazo como rabo de lagartija en el barranco
donde agua de chaparrones bajan, son piedras
golpeando el cuero de las calles
y ya no puedo decirme cosas
con la cabeza metida en los cerros.
Se cae el monte, anda en quebradas.
Yo no sé quién hace tanta buyaranga en los cables del teléfono.
Yo aquí soy igual al hombre de las mercancías:
una mano en la cara
para que los ojos no se vayan
en el sol del horror.
Y esos bichos en la ropa
y el capuchón de mosquitos que no me abandona,
que es como de loco.
Ando viejo, dándole a las latas con medio cuerpo en cardones,
con un poco de viento con tierra en la boca, con tierra roja.





Costumbres

Bajo el cielorraso cargado de lluvias
están los comerciantes y sus arreos de burro,
los de mercancías que hacen dormir.
Dejan una vejez en mis servicios,
y el polvero en los puentes
llevándole a uno las lejanías.
Trajeron una guitarra. La vi quemándose en el patio.
Y caminar, caminar,
hasta el río terminado en una piedra.
El agua me tiró lejos. Más allá
se borraban colinas y colinas.
Así toda la noche:
el cuerpo envuelto en aceite,
en sábana blanca
un tiempo llevado por las tejas,
a los quince años de vivir
creyendo estar en todas partes,
de querer ropas para volar
y la luna me pasaba silbando por la cara.






Decías

Dime no me fui como te dije
para que no me vieran por dentro
Dime que fue así,
ahora que no puedo oírte desde bien distante
Que no se supo nada por el mal tiempo,
los truenos
Lo que decía yéndome
Dile eso, que yo no vivo aquí,
que me mudé unas casas más abajo.





Herencias

De cuidar su hundido en la hamaca,
el tizne, el carbón de mi tía
Los ojos picados de culebra
de mi hermano Alcides
Tenso en el patio
cuando suena la iglesia
La llave en el balcón
como un cuchillo
Si hay chirrido de puerta
trago saliva para no decir tu nombre.





Pesadilla

Me despertó en la noche
tremenda pesadilla
qué es lo que tengo, me dije,
¿ya no le quiero?
Susurraba una lechuza
se columpiaba una rama
habían dos pescados
y una manzana.
La noche era callada
los pescados no hablaban
la noche era estrellada
eran las seis moradas.
Me despertó un susurro
de un paladar muy rosa
la piedra en el camino
el llanto en su garganta.
La noche era temprana
y me soplaba el alba
me di vuelta en la cama
y le encontré callado
Le besé con el alma
me miró con sonrojo
me dormí enamorada
y desperté galana.
Había en el estero
un pato, un aljibe,
una ventana entera
para saltar afuera.
Había en esas pampas
consuelo de otros cielos
y en mi corazón de niña
vivía una esperanza.
Tenía brío, tenía caballos
saltaba con las trenzas
al viento despeinadas
con mi oculta delicia entre las manos.
Bailábamos las lluvias
poemas recitábamos
revisábamos lindos
vivíamos la esperanza.
Las tardes eran densas
el porvenir patraña
los libros eran
caminos en el agua.
Las noches eran largas
siempre hechas de esperas
de cuentos disfrazados
de cristal y de cera.
Los días eran cortos
poblados de acechanzas
despedazando hadas
desangrando rosarios.
La vida era verde y rosa
con fuertes tintes naranjas
el lino batía las hojas
y el girasol giraba, giraba
Mientras bajo del árbol
en mi caballo alado
recogía de cuatro pétalos
el final de mi infancia.
Susurraban los pastos
los trinos se dormían
y a lo lejos se oía
a un tren que se marchaba.
La noche era silencio
los días estrellados
cuando mi vida aun
era una pagina en blanco.






No hay comentarios: