José María Hinojosa Lasarte
(Campillos, 1904 - Málaga, 22 de agosto de 1936) fue un poeta español de la Generación del 27, introductor en España de la poesía surrealista. Fue codirector, con Manuel Altolaguirre, de la celebérrima revista Litoral. Murió asesinado al comienzo de la Guerra Civil Española en la puerta del cementerio de San Rafael, de Málaga, víctima de la represión republicana.
Perteneciente a una rica familia de hacendados, mostró desde muy temprano su inclinación por las letras y la política, cursando con brillantez sus estudios de Derecho en la ciudad de Granada donde se licenció años más tarde. Empieza a escribir poesía en 1923, y sus primeros libros, Poema del campo (Madrid, 1925) y Poesía de perfil (París, 1926) poseen una índole arcádica y simbolista, influida por Juan Ramón Jiménez, en arte menor. Atraído por las vanguardias, pero también para estudiar francés en la Sorbona, viajó a Francia en 1925, trabando amistad con la joven generación de pintores (entre los españoles, los de la Escuela de París: Joaquín Peinado, Bores, Ángeles Ortiz, Benjamín Palencia...) y escritores de su época (el escritor cubano José María Chacón, el hispanista francés Jean Cassou) y asimilando las estéticas de vanguardia, entre ellas el Surrealismo. A su regreso a España Emilio Prados le presenta al grupo del 27 activo en la Residencia de Estudiantes (Salvador Dalí, Luis Buñuel, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda) y del Novecentismo (Juan Ramón Jiménez, José Bergamín) colaborando activamente en revistas en el grupo formado por los poetas del 27 de Málaga, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre; su primera aventura literaria fueron los cuatro números publicados de la revista malagueña Ambos (1923), realizada junto a Manuel Altolaguirre, José María Souvirón y Emilio Prados, resultando algo así como un ensayo precursor de la gran revista literaria del 27 en Málaga, Litoral. Publica su libro poético La rosa de los vientos (Málaga, 1927), donde es patente la huella del creacionismo y el ultraísmo. Los libros de Hinojosa aparecieron en bellas ediciones de autor con ilustraciones de Dalí, Bores, Benjamín Palencia o Moreno Villa. En 1928, tras una breve estancia en Londres, se traslada a la Unión Soviética con José Bergamín y vuelve desilusionado de los logros de la revolución. Él protegió a Dalí y a Gala cuando pasaron unas vacaciones en Torremolinos (1928) tras escaparse de Paul Éluard. Publica un libro de poesía surrealista, La flor de Californía (sic) (Madrid, abril de 1928). En el libro hay reminiscencias de Los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse, conde de Lautréamont, y chispazos poéticos humorísticos inspirados por Ramón Gómez de la Serna. En su segudna parte, "Textos oníricos", desaparece ahora la leve trama argumental de los capítulos iniciales y el relato se convierte en poema en prosa, en un ejercicio de escritura automática plenamente surrealista.
Poco a poco se distancia de sus compañeros del 27. Tras la publicación de su último libro, La sangre en libertad, en 1931, también surrealista, abandona la literatura. Un año antes había comenzado su relación, con muchas fluctuaciones sentimentales, con Ana Freüller Valls. En 1932 inicia una intensa actividad política en partidos conservadores. Esto motiva que sea encarcelado por las autoridades republicanas en julio de 1936; el 22 de agosto, tras un bombardeo de los sublevados, es asaltada la cárcel por un grupo de milicianos anarquistas y medio centenar de presos –el poeta, su padre y su hermano, también un hermano de Manuel Altolaguirre– serán fusilados como represalia ante las tapias del cementerio ese mismo día.
Obras
Poema del campo (Madrid, 1925)
Poesía de perfil (París, 1926)
La rosa de los vientos (Málaga, 1927).
Orillas de la luz (Málaga, 1928).
La flor de Californía (sic) (Madrid, 1928)
La sangre en libertad, (Málaga, 1931).
Poesías completas Málaga: Litoral, 1983.
Seis poemas inéditos. Málaga: Diputación Provincial, 1988.
Obra completa de José María Hinojosa (1923-1931), edición de Alfonso Sánchez. Fundación Genesian, 2004.
Calma
A Luis Buñuel
¿Dónde se acaba el mar?
¿Dónde comienza el cielo?
Los barcos van flotando.
o remontan el vuelo?
Se perdió el horizonte,
en el juego mimético
del cielo y de las aguas.
Se fundió el movimiento,
en un solo color
azul, el azul quieto.
Se funden los colores;
se apaga el movimiento.
Un solo color queda;
no existe barlovento.
¿Dónde se acaba el mar?
¿Dónde comienza el cielo?
Campo-estelas
Almendros en flor.
La primavera
se acerca.
Cerezos en flor.
La primavera
está plena.
Granados en flor.
Ya se aleja
la primavera.
Canción final
A Rafael Alberti
Y qué se me importa a mí,
que la helada se deshiele.
Y qué se me importa a mí,
que los pájaros no vuelen.
Y que los barcos mas barcos,
solo por la mar naveguen.
Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve.
Cuando nos miramos
Mi cabeza inclinada sobre el aire
miraba su cabeza hecha amor por mis ojos
cuando de sus cabellos
saltaban las abejas para dejar su miel
en los labios resecos y sin esperanzas
en los labios hundidos bajo las palabras
llenas de amor y sangre.
Nuestras cabezas acaban por perderse
envueltas en las nubes
la mía inclinada sobre el aire
la suya hecha amor por mis ojos.
El fuego calcina nuestras carnes
Este brazo de fuego
quemaba mi costado
recubierto de brotes
plenos de savia verde
cuando tu cabellera
fue de piedra en el viento
y mis sueños se abrían
en pétalos de carne.
Estos aires de fuego
derretirán la nieve
lejana de los polos
al cuajar en el árbol
nuestros dos corazones.
Erótica imprevista
Hundido entre juncales,
eludí la pasión
de la mujer sin carne.
Eludí la pasión,
dentro de mi ramaje
y sin quererlo yo.
Perdida entre arenales
la mujer, ya voló
mi carne con su carne.
Herido siempre, desangrado a veces...
Herido siempre, desangrado a veces
y ocultando mi sangre sin riberas
llevo mis pasos presos entre nieblas
y mis miradas van sobre cipreses.
Aún conservo en las uñas esta sangre
que me dejó la carne de un momento
empapado de lágrimas y miedo
cuando vino a perderse entre mi carne.
Era sólo mi sangre quien llamaba
en medio de aquel valle, de aquel bosque,
y era sólo mi sangre, eran mis voces
las que oían la lluvia sobre el agua.
Huyendo del destino
En medio de este hueco redondo y transparente
que me persigue siempre a través de la tierra
retumban los hachazos que separan las ramas
brotadas en el tronco de mármol patinado
por el humo de pólvora y la luz de la luna
filtrada entre los dedos de tus manos de nieve.
Tus brazos recogían en sus siete colores
la lluvia de mi frente y la espuma del agua
perdiéndose en las aguas tu cabellera rubia
mientras que tu cabeza flotaba entre las olas
verde entre verdes algas con los labios abiertos
por la caricia última de mis labios de fuego.
La rosa de los vientos
Para picotear sobre mi fría palma
bajan aleteando las estrellas
y la Osa Mayor no será nunca blanca
porque ha olvidado su pasión mimética.
Han puesto colgaduras encaladas
para borrar los huecos de mis huellas,
mujeres negras que habitan mi casa.
Sólo han brotado de mi barco velas.
Mientras oteo curvos horizontes
en el balcón de escarcha tempranera,
veo llegar el humo desde Londres,
que amarillo nació en las chimeneas
y, cano ya, me llama a grandes voces
y pregunta con gesto anacoreta
por la senda que lleva al Polo Norte.
Encogiendo mis hombros hechos niebla
yo le regalo un alfabeto Morse.
Mi alegría
Vino a mí en espiral,
con vuelo de mañana,
su voz hecha sonrisa
de lucero del alba.
Mi sangre baña el río
en aleteo de agallas;
queda el cuerpo sin sangre
y oye la voz del alba.
Está mi cuerpo frío
ya tendido en la playa,
y huyendo de la luz
desaparece el alba.
Su voz hecha sonrisa
vino a mí en espiral;
mi gesto sin aristas
fue a ella en espiral.
Mi cabeza inclinada sobre el aire...
Mi cabeza inclinada sobre el aire
miraba su cabeza hecha amor por mis ojos
cuando de sus cabellos
saltaban las abejas para dejar su miel
en los labios resecos y sin esperanzas
en los labios hundidos bajo las palabras
llenas de amor y sangre.
Nuestras cabezas acaban por perderse
envueltas en las nubes
la mía inclinada sobre el aire
la suya hecha amor por mis ojos.
Mi corazón perdido
En su cuerpo de espuma nacían las espigas
que en ráfagas de viento llenan con sus rumores
mi corazón perdido en el mar de su lengua
mi corazón hallado en medio del desierto
por cadenas de voces en oasis de sangre.
Mi corazón perdido busca entre sus encajes
la llama que devore las ansias de su sombra
y las nieves que bajen de las altas montañas.
Nuestro amor
Nuestros cabellos flotan en la curva del aire
y en la curva del agua flota un barco pirata
que lleva en su cubierta entre cercos de brea
tus miradas de ámbar y el ámbar de tus manos.
Nuestros cabellos flotan en aire enrojecido
mientras su cuerpo pende hecha color su carne
de los siete colores tendidos en un arco
sobre el cielo de hule herido por sus ojos.
¿Por qué siempre rehuyes el encerrar tu carne
en mi carne cuajada de flores y de heridas
abiertas con puñales en madrugadas blancas
llegadas del desierto entre nubes de polvo?
Nuestros cabellos flotan en la curva del aire
envueltos entre ráfagas de crímenes violentos
y manos inocentes quieren lavar la sangre
derramada en la tierra por el primer amor.
Pasión sin límites
Vuela mi corazón
unido con los pájaros
y deja entre los árboles
un invisible rastro
de alegría y de sangre.
Las gotas de rocío
se helaron en las manos
abiertas y floridas
de los enamorados
perdidos en la brisa.
Vuela mi corazón,
mi corazón atado
con cadenas de estrellas
a la sombra de un árbol
atado con cadenas
y con cantos de pájaros.
¿Por qué no?
Bañábase en la playa
sin corazón
y sin el velo de la desposada.
Y tenía su cuerpo,
sin corazón,
por la arena salada recubierto.
Tendida sobre el aire,
sin corazón,
comenzó a despojarse de su carne.
¿Y el corazón?
Los peces lo llevaban,
mar adentro, colgado de sus alas.
Sencillez
Los dedos de la nieve
repiquetearon
en el tamboril
del espacio.
Parábolas de nubes
forman un halo
de cristal,
sobre el monte nevado.
Una línea
y un plano.
Quiero poner mi vista
sólo en el espacio,
que es sencillo
y a la vez complicado.
Siempre bella
Precisamente porque estaba sola
tendida en una rama de la noche
no quise vadear el arco iris
para unir en un beso nuestras voces.
Ella guardaba dentro de sus ojos
una pareja de palomas blancas,
ella tenía dentro de sus párpados
la nieve derretida de sus lágrimas.
Esta noche de seda, cómo cruje
y se hace toda ecos, a mi paso,
ocultando en sus pliegues las palabras
que escapan sin querer de nuestros labios.
Precisamente porque estaba sola
yo me había disuelto con el aire,
dejó volar aquel par de palomas.
De "Orillas de la Luz"
Sueños
Embadúrnate el cuerpo,
de oscuridad
y de silencio,
y podrás levantar
la copa de los sueños.
Pasaron superpuestas
ráfagas de recuerdos,
y los nuevos clisés
sólo quedan impresos,
mientras hay luz de menta
dentro del pensamiento.
Una astilla de luz,
agujerea
los tulipanes negros.
Unidos por la luz
Bajo una misma luz
están nuestras cabezas.
Tu corazón y el mío
cantan sobre las piedras
cuando la noche oculta
los rugidos de fieras.
¿Tu corazón y el mío eran sólo de arena?
Por el desierto arrastran los camellos sus penas
y llevan en sus ojos oasis de palmeras.
¿Tú corazón y el mío
eran sólo de arena?
Por el desierto arrastran
los camellos sus penas
y llevan en sus ojos
oasis de palmeras.
¿Tu corazón y el mío
eran sólo de arena?
Nuestras sombras unidas
florecen en la tierra.
Ya no me besas
Un viento inesperado hizo vibrar las puertas
y nuestros labios eran de cristal en la noche
empapados en sangre dejada por los besos
de las bocas perdidas en medio de los bosques.
El fuego calcinaba nuestros labios de piedra
y su ceniza roja cegaba nuestros ojos
llenos de indiferencia entre cuatro murallas
amasadas con cráneos y arena de los trópicos.
Aquella fue la última vez que nos encontramos,
llevabas la cabeza de pájaros florida
y de flores de almendro las sienes recubiertas
entre lenguas de fuego y voces doloridas.
El rumbo de los barcos era desconocido
y el de las caravanas que van por el desierto
dejando sólo un rastro sobre el agua y la arena
de mástiles heridos y de huesos sangrientos.
Aquella fue la última noche que nuestros labios
de cristal y de sangre unieron nuestro aliento,
mientras la libertad desplegaba sus alas
de nuestra nuca herida por el último beso.
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