Eduardo Langagne.
Escritor mexicano. Nació en 1952. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas y Profesor de portugués. Poeta y traductor. Obtuvo en 1980 el Premio Casa de las Américas de Cuba, y en 1994 el Premio de Poesía Aguascalientes. Su obra aparece en numerosas Antologías poéticas de México y otros países.
Entre sus títulos podemos mencionar: XXX Sonetos, Ediciones Monte Carmelo 1998; Romances anónimos (con ilustraciones de José Luis Cuevas), México, La Mano de Dios, 1999; y La manzana en la cabeza, México, 2000.
La actividad profesional de Eduardo Langagne incluye la creación literaria y la traducción. Es relevante, además, su intensa labor como editor de libros y revistas, gestor de coediciones e impulsor de autores de todo el país.
Con su libro de poesía Donde habita el Cangrejo, en 1980 fue el primer autor mexicano en obtener el Premio Casa de las Américas, de Cuba, en ese género.
En 1994 su libro Cantos para una exposición lo hizo merecedor al Premio de Poesía Aguascalientes, el más importante concurso de poesía del país, que han obtenido autores como José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde y Elías Nandino, entre otros.
Atención
Entre la multitud
puedes reconocerme, amor:
yo soy el que va cantando.
Breve historia
Yo venía de otros bullicios
ella traía también en sus silencios
algunos rastros que la vida deja.
A veces me miraba y sonreía
y yo quería tejerle una canción
que anduviera con ella para siempre.
Era febrero
y la dicha existía junto con ella
que no había conocido mis defectos
que ignoraba mis dudas y mis miedos
que creía que por fin había encontrado
un amor irrepetible
y no había sentido nunca
que el amor
alguna vez igual que un cántaro
podía resquebrajarse
y dejar escapar toda su agua cristalina
¿cuánto tiempo puede un corazón vivir sin agua?
Casi tres lustros han pasado
No hablo como quien lo ha perdido todo
tampoco como el que todo lo ha ganado.
Esa mujer está conmigo todavía me
conoce dudoso y decidido fuerte y
cobarde me conoce.
Ha pernoctado en todos los oscuros huecos de mi pecho
ha visitado mis íntimas heridas
sabe de casi todos mis insomnios
juntos tenemos los sueños que pueden compartirse.
Escribo estas palabras mientras duerme
ambos estamos en el mismo lecho
respirando al unísono desnudos
y no sabemos cuál
será el final de este
poema.
Búsquedas
si un hombre busca su corazón
en una calle
donde todos pasan
y se camina como si el mundo fuera otro
es que lo habrá perdido ahí o no recuerda
si fue en un terremoto o en aquella mujer
que volvió negro el corazón del hombre
si un hombre busca su corazón en la batalla
es que lo trae consigo
y piensa que aquel ruido aquel dolor
aquel golpe en su pecho
es una multitud o una mujer
pero lo trae consigo
como una furia o alegría
inseparables
Canto por el hombre que bebía música
Ebrio viene el hombre nuestro
En sus piernas arrastra el secreto de Dios
Tropieza con el aire como un pájaro ciego
Las palabras de su lento alcohol
las entienden los niños y los árboles
Agoniza entre muros de la ciudad ajena
bajo el cielo plomizo de un amor extraviado
No tiene más dolores que su solo alcohol
y en sus brazos la fuerza de una bestia herida
Su pecho se agota finalmente
y su puño se crispa como un nido apedreado
donde agoniza el trino de un gorrión de viento.
La mesa del escribano
“No soy un escritor,
soy un escritorio”,
habría trazado Pessoa
con un íntimo ritmo marítimo
en el papel amarillento como un mapa
sobre la mesa hostil
donde escribía
las cartas comerciales
de su supervivencia.
Y Álvaro de Campos habría pensado:
“no soy una persona,
soy un personaje”,
mientras Fernando escribía
en su escritorio múltiple
las voces más expresivas del convulso Siglo.
“No soy un viaje,
soy un viajero”,
habría dicho Ricardo Reis
cuando marchábase al Brasil
con su Fernando Pessoa en el corazón
para perderse
en un continente de rostros misteriosos,
aparentes y vagos.
Y Caeiro, el maestro,
habría reflexionado:
“no soy auténtico,
soy idéntico”,
en su afán de diluirse
en la naturaleza
mientras Fernando abría los sobres mercantiles
y preparaba respuestas lógicas, triviales.
Pero en la mesa comercial del escribano,
mientras un barco de carga sorteando la tormenta
traía su salario
para el oporto y la tinta,
aparecían más nombres de hombres verdaderos.
“No soy este instante”, habría escrito
Pessoa,
“soy el tiempo”.
Percusiones
(canto grave para tambor solo)
madre
madre muerta
mi tambor sobre tu tumba madre muerta
suena el cuero del tambor sobre tu tumba
y mis manos sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
las uñas de mis manos
golpeando sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
madre muerta
la sangre de las uñas de mis manos
sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
la sangre de tu cuello está en las uñas de mis manos
que golpean sobre el cuero del tambor
sobre tu tumba tumba madre muerta
De: Donde habita el cangrejo
Piedras
no tenemos la casa todavía.
tenemos piedras; algunas.
trozos de pan, algo de vino tenemos
pero la casa no;
sin embargo tenemos oscuridad,
porque luz no tenemos todavía;
tenemos algunas lágrimas y besos.
otras cosas igualmente ridículas tenemos,
pero la casa no. quizá
paredes que se levantan muy despacio,
mas no tenemos casa todavía
donde encontrar el frío, la soledad,
la lluvia,
pero arriba,
un cielo como sábana tenemos
y abajo un infierno delicioso
por donde deambulamos
recogiendo piedras.
"hoy no me llevas, muerte, calavera,
no me voy, no quiero ir.
hoy no voy ni entrego mi barco de papel,
mi brazo, mi guitarra, hoy no,
hoy solamente tiro piedras,
poemas,
muchas piedras contra tu rostro
—no niego, dulce rostro—
tiro piedras,
me arranco el corazón y te lo arrojo.
hoy no, muerte, hoy no voy, no quiero,
necesito hacer la casa."
y estoy vivo
cuando arrojo palabras, muchas palabras.
fuego.
Aquel Tren
Yo era un niño
En el tren a Chihuahua
el paisaje era un frágil futuro
arenoso y sin gente
La paciencia
rodaba en el alma
con ruido de hierro
Un túnel oscuro veía mis temores
marcaba las líneas ocultas
del agrio destino
En una estación de madera
una niña desértica puso
sus ojos brillantes en mí
Yo supe al momento
que nunca podría
encontrarlos de nuevo
Yo era un niño
Miraba las vías
corriendo ligeras
hasta un sitio llamado horizonte
donde interrumpían su destino
Cuando niño
la tierra era plana
había trenes y sueños
y yo nunca había
perdido un amor
por no descender
en aquella estación
oportuno y puntual
Carta A Gelman Fechada El Tres De Mayo
En este día bebíme tres cervezas por usted,
por Juan y juan, indistintamente hombre o poeta;
conspiré por la poesía toda,
escribí un poema de amor
sobre la lápida donde escarbo mi sueldo semanal,
leí a Tuñón, hermoso,
y aun sin haber encontrado una ranura
donde echar veinte centavos, miré el mundo,
el verdadero, el otro,
por el que conspiramos y escribimos,
por el que amamos aunque a veces
la mujer sea parecida a una seca negación.
El sexto whisky, que no había confesado,
se derramó por Dylan Thomas y su burra,
por un sorbo y el último hielo
que en su garganta se detuvo
para que el mundo generara temblores.
Y si el mundo tiembla
es una forma también de celebrar su cumpleaños,
juan poeta.
Qué carajo, Juan Gelman:
que usted la pase bien.
Dispersiones
I
ella tiene el pelo corto y su cara toma los más
despiadados amarillos, tensa las cuerdas pensando
en los guerreros que limpiaban su lanza en la
entraña enemiga.
luego canta con la seguridad de un pirata que ha
encontrado en su mapa el sitio exacto del tesoro.
II
en tus pesadillas soy un extranjero que mira madurar
tu cuerpo, el mar es un fruto verde que no podemos morder
porque la lengua reconoce la traición y la desdeña, el tigre
corre, a pesar de la bala en sus costillas, la poesía
no se crea ni se destruye, sólo se transforma, escribo ahora
que la inmóvil terquedad de la tortuga me aviva el rencor.
III
con la guitarra desgarramos nuestros odios, nuestros más
amorosos rencores; al cantar elegimos la manera de morir,
permanecemos en la muerte.
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