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sábado, 1 de enero de 2011

2913.- JOSÉ MORENO VILLA


José Moreno Villa (Málaga, España, 16 de febrero de 1887 - Ciudad de México, México, 25 de abril de 1955) fue un archivero, bibliotecario, poeta, articulista, crítico, historiador de arte, documentalista, dibujante y pintor español. Fue una figura importante de la Generación del 27. Durante la Segunda República española fue director del Archivo del Palacio Nacional de España. Con la Guerra Civil española se exilió primero en Estados Unidos y posteriormente en México.

Nació en una familia malagueña acomodada dedicada al comercio de viñedos, por lo que su padre le envió a estudiar química en Alemania (1904-1908). A su vuelta fundó en su ciudad natal la revista Gibralfaro, única animadora del panorama cultural de la ciudad durante muchos años hasta la llegada de Litoral, editada por Manuel Altolaguirre. En Madrid tuvo una intensa participación en las actividades de la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes. Aunque es más conocido por su faceta literaria, participó en las Exposiciones de Artistas Ibéricos, y fue uno de los introductores en España de la Vanguardia artística, especialmente del Surrealismo.
Conocedor del alemán, tradujo un libro capital de Heinrich Wölfflin, Conceptos fundamentales en la Historia del Arte (Calpe, 1924), contribuyendo decisivamente a la historiografía artística.
Su compromiso con la República le llevará al exilio, primero en Estados Unidos y luego en México donde, como él mismo admite, su producción se mexicaniza. Sobre este país escribió su Cornucopia mexicana. Habitualmente, se le considera un "poeta de transición", ya que puede ser considerado en cierto sentido un precursor de la generación de 1927. Pero su obra de madurez pertenece de lleno a la poética del grupo. En cuanto a su obra artística, el Museo de Málaga conserva cuarenta y nueve de sus obras, realizadas en técnicas diferentes y que abarcan distintos estilos.
En 1944 publicó su importante autobiografía Vida en claro y publicada en México en El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica, reeditada en 1976 en España y México por dicho Fondo, y hoy recuperada en 2006 por Visor Libros. Es reconocido hijo de la provincia de Málaga desde el 15 de junio de 1998. Es uno de los personajes reales de la última novela del escritor Antonio Muñoz Molina, La noche de los tiempos, éste le otorga un gran protagonismo, caracterizándolo como uno de los amigos del protagonista principal, Ignacio Abel, y reivindica su figura, dejando entrever que fue el precursor de ideas que no supo o no pudo rentabilizar y que otros las utilizaron como propias.
Juan Ramón Jiménez dejó dos retratos irónicos de él, en Españoles de tres mundos: "No sé qué tiene ese amigo que siempre que viene siempre viene bien", "es de madera escogida, desnuda, natural a trechos, o raramente estofada aquí y allá con sobriedad y rigor".

Poesía
Garba (1913)
El pasajero, prólogo de José Ortega y Gasset (1914)
Luchas de Pena y Alegría y su transfiguración (1915)
Evoluciones. Cuentos, Caprichos, Bestiario, Epitafios y Obras paralelas (1918)
Colección. Poesías (1924)
Jacinta la Pelirroja. Poema en poemas y dibujos (1929). Editorial Castalia, 2000 ISBN 978-84-7039-867-4
Carambas (1931), Ediciones Norba 10004, 1989 ISBN 978-84-87324-00-0
Puentes que no acaban. Poemas (1933)
Salón sin muros (1936)
Puerta severa (1941)
La noche del Verbo (1942)
Voz en vuelo a su cuna (Avance de ese libro inédito) Edición Ángel Caffarena Such (1961)
Voz en vuelo a su cuna prólogo León Felipe, epílogo Juan Rejano (1961)







Romance de la guerra civil, 1937

Botas fuertes, monta recia,
fusil, pistola: es el hombre.
Barba hirsuta, barbo intonsa,
salivas e imprecaciones;
pisar duro, mirar fijo,
dormir vestido: es el hombre.
Es el hombre de la hora .
No se ve más que este hombre
en calles, trenes, portales,
bajo lluvias, bajo soles,
entre sillas derrumbadas
y fenecidos faroles,
entre papeles mugrientos
que el cierzo invernizo corre.
Toda lo ciudad es suya
y nada le importa dónde
reclinará su cabeza
con fatiga de diez noches.
Parece que no ha tenido
ni piaras ni labores
ni familia que lo cuide
ni mujeres en que goce.
Bebe, canta, riñe y cae,
porque caer es de hombres.
No sabe de casi nada
(pero es casi es de hombres).
Sin embargo, quiere cosas
(que este querer es de hombres).
Quiere verse libre, sano
(como deben ser los hombres).
Quiere verse dueño y uno
con todos los demás hombres.
Quiere libro, pan, respeto,
coma, labor, diversiones
y todas las cosas buenas
que hace el hombre para el hombre,
o da la Naturaleza
para que el hombre las tome.
Bajo la lluvia inverniza
y entre los graves cañones,
le veo por la ciudad
devastada, serio y noble,
como un vástago que busca
su raíz. Este es el hombre.






YO DETESTO

Yo detesto las rosas;
una rosa me encanta.
Yo detesto los árboles;
pero un álamo, un chopo,
un níspero, un olivo
son como gente mía.

Yo detesto las piedras,
pero el agua-marina,
la esmeralda, el topacio
y el profundo zafiro
son almas misteriosas
que agrada sondear.

Yo detesto la música,
pero este cante jondo…
esta copla que es mía
desde todos los tiempos,
esta copla que llora
cantando y que se canta
gimiendo, es de mi sangre:
se llama Soledad.





COLOQUIO PATERNAL

La luna reina como pocas noches.
Camináis lentamente.
Llevas a tu mujer como si fuera
un ánfora sutil que el tacto rompe.
¿Cómo será?… ¿Será niñito el hijo?
¿Sus ojos serán grandes y expresivos?
¿Lo quieres ya sin verle?
Lo quiero ya porque eres tú conmigo;
porque no puede oler sino a nosotros;
porque tiene el color de nuestra carne,
por ser carne de entrambos.

En idilio paterno
camináis bajo el sueño de la luna
con otro amor que la pareja novia;
con un amor que pesa en las entrañas,
no aquel que vuela sin dejar prenderse.

Ya no es anhelo Amor, es fruta hecha.
Y os queréis como quiere
el escultor sus manos.
Hay gratitud en este nuevo amor.
¿Gracias a Dios? ¿decís?, pero pensáis
gracias a ti, además.
Y luego con inmensa y muda voz:
gracias a todo, a todo,
a la luz, al momento, a los jardines,
al cielo, a los volcanes, a los ríos,
al aire que mecía tus cabellos
y a la estrella que vimos en el aire?.
Luego, tú, el padre,
en un silencio breve, pero lleno,
dijiste para ti:
¿Viene del viejo mar, soy como un mito;
acaricié la vida
como un alma pagana;
pero viví también la oscura selva
que tortura a las almas religiosas;
y, al fin, cuando mi edad
es luna, tiempo y muerte,
hago esta flor sencilla
en un vaso muy joven. Soy un loco.?

La pareja siguió pensando al hijo.





DESPUÉS DE TODO ERAS TÚ LO QUE YO BUSCABA

En las letras de un cantoral,
entre la retama y el jacinto serrano,
en el ancho mar, en la taberna inquieta,
en el fondo de la copa verde,
después de todo eras tú lo que yo buscaba.
Preguné muchas veces a las guías turísticas
dónde suspira el lugarejo ignorado por la epopeya;
pregunté a los filósofos por la llave del secreto;
fuí devorando pregunta a pregunta mi vida,
y después de todo resultas tú lo que yo buscaba.
Pude leerlo en mil detalles:
verte y enmudecer,
verte y olvidarme del mundo,
verte y hablar luego por las calles solitarias,
verte y sentir el cuerpo,
verte y huir hacia los confines de mí mismo.
Desmadejado y alma en pena,
emaginé que lo mejor era llorar en los ocasos,
ler los libros místicos
y contribuir a la redención de los débiles.
Y, en todo, en todo, en absolutamente todo,
no había más qu ela busca de tu persona.
Sí, después de todo eras tú la búsqueda.
Y aquí declino ya todo examen y toda crítica.
Tú, con tus faltas y tus sobras;
tú, con tu maravilloso complemento rubio a mi color de bronce.






Vivo Y Sueño

Hunde la rama del sauce
en la alberca su fatiga;
levanta el ciprés su lanza
infatigable a los cielos.

Con el sauce, vivo.
Con el ciprés, sueño.

Lánguida rama de sauce
me cuelga entenebrecida.
Lanza de ciprés emerge
de mi piel hasta el misterio

Con el sauce, vivo.
Con el ciprés, sueño.

Un cansancio secular
baja, baja, baja a tierra.
Sube, sube, sube altivo
el secular pensamiento.

Con el sauce, vivo.
Con el ciprés, sueño.

Todo me cansa y me rinde
si no es mío, si es del mundo.
Todo me embelesa y lanza
si lo miro y lo penetro.

Nada vivo
si no lo sueño.






La Verdad

Un renglón hay en el cielo para mí. Lo veo,
lo estoy mirando;
no lo puedo traducir,
es cifrado.
Lo entiendo con todo el cuerpo;
no sé hablarlo.






Separación (I)

Ya no tocan los ángeles sus clarines
y los demonios de la carne se acurrucan medrosos.
Una gran sordera
recorre las galerías de mi alma sin ti.
Vanidosamente, pienso que mis gemidos alcanzan alturas bíblicas,
y que mis brazos llenan en aspa el cielo azul, hoy turbio.

No gimo, no hablo. En el silencio sin fondo
se propaga mi angustia.
Mis ojos persiguen tu aroma
y mi olfato se ciega en tu desaparición.
¿Qué destino dar a estas manos que sostuvieron
la bengala de la felicidad?
¿Cómo volver a los asuntos vulgares
este pensar que vivía de tu presencia?
Desencajado y roto voy, miserable carrito,
al paso del asno de la melancolía,
por una cuesta sin vértice,
devorando las hojas del calendario vivido.
Hay un sábado rojo y un domingo de luz
que ya son carne y médula de mis días futuros.
Con ellos, y con la aurora de tus dientes inmaculados,
y con el secreto alentador de tus ojos,
seguirán mis pies más seguros hacia el oriente.
¿Por qué, por quién fué quitada la escalera de mi departamento?

¿Por qué, por quién fueron tapiadas sus ventanas?
¿Por qué, por quién se ordenó mi soledad?
Sólo vosotros, los que camináis indefensos
y desnudos por la selva sin éxito,
comprenderéis este desgarrón inefable
que hace querer la vida por encima de todo.
El miserable carrito sin estabilidad
fué carroza y tren poderoso.
Bendita, vendita tú, ¡ay de mí!
¡Bendita tú por haberme querido!
Por haberme conducido a través de la felicidad,
camino de la desventura.





Separación (II)

Esta felicidad fugitiva,
esto que se me va de las manos,
esto que me devora los días
esto que se llama boca, ojos, pecho, piernas amadas,
corazón alígero, mente como la brisa del amanecer,
pretendo loca y tercamente
fijar de modo
que a tientas en la noche, si despierto,
lo encuentre vivo, intacto, invariable.
No dormir ni perderse en la neblina
podrán estas inmensas realidades,
lanzas del corazón, fuegos de humanidad
que levantaron la existencia de nuestras almas
a donde sólo hay música, sin tiempo ni medida.
Recordarás lanoche suprema
en la ciudad de la roca en pie:
faroles agónicos,
crucificados en las paredes,
bajo campanarios de muda escenografía,
nos esperaban siglos y siglos.
Nos aguardaban las piedras duras del suelo,
los recatados bancos de las plazuelas vacías,
los árboles que cobijaron a los moris y a las cristianas.
Por encima del suelo corrían oraciones y coplas
como en un imposible río de eternidad.
Derramábanse lentas existencias amantes
por los muros fuertes hacia el foso de los amores.
Estaba el cielo tan a la mano y tan desesperadamente lejos,
que nos parecía unas veces boca y, otras, alma.
Supimos entoncens, para nuestra desesperación,
que el cuerpo es algo más que una fruta;
que no basta morder;
que siempre queda lejos algo intacto.
Libres y enlazados por el destino,
subíamos y bajábamos,
sin peso, como pájaros,
rozando, sin herirnos, todo lo triste y agorero de la existencia.

Después, en un olvido presente,
sin otra luz que la embriaguez de la aridad,
vimos venir el nuevo día,
con nuevos montes, árboles, ríos,
caritas humanas, borriquillos de infinita ternura,
torres, caminos, jardines cerrados
en donde hubiéramos querido vivir eternamente.




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