
John Berger nació en Londres en 1926.
Novelista, ensayista, crítico de arte, poeta, guionista de cine y televisión…
Pero es mucho más que un escritor, esencialmente es un inconformista.
Su adolescencia estuvo marcada por la segunda guerra mundial, lo que inevitablemente le marcó.
Su primera novela (1955), fue “Un pintor de nuestro tiempo”, duramente criticada. El libro incluso fue retirado de las librerías y Berger apareció en varias listas negras. Berger decidió marcharse de Inglaterra. La novela en cuestión, relata la historia de un exiliado húngaro en forma de diario, donde se plasma la amargura del exilio, el fascismo y los sucesos ocurridos en Hungría.
Sus obras, quizás, más conocidas, son las pertenecientes a la trilogía “De sus fatigas”, que son: “Puerca tierra” (1989), “Una vez Europa” (1992) y “Lila y Flag” (1995).
“Puerca tierra”, se sitúa entre principios de los años cincuenta y finales de los sesenta, testimonia la destrucción de la vida rural a consecuencia de la economía actual.
“Una vez Europa” abarca desde los sesenta hasta los años noventa, y en “Lila y Flag”, los campesinos abandonan el pueblo y se instalan en la ciudad.
Esta obra es vista como un documento sociológico. El primer volumen incluye un epílogo histórico donde Berger nos muestra su visión sobre el campesinado.
John Berger es autor de una numerosa y variada obra.
Su último libro publicado “El tamaño de una bolsa”. Él mismo presenta así:
"La bolsa en cuestión es una pequeña bolsa de resistentes. Una bolsa se forma cuando dos o más personas se ponen de acuerdo y se unen. Se unen para resistir contra un nuevo orden económico mundial que no puede ser más inhumano. Nos reunimos tú -el lector-, yo y todos aquellos de quienes se habla en los ensayos que contiene este libro. Y este intercambio refuerza inesperadamente nuestra convicción de que lo que está sucediendo hoy en el mundo es perverso y que las explicaciones que se nos suelen ofrecer al respecto son un montón de mentiras. Nunca he escrito un libro con mayor sensación de urgencia".
POEMAS DE EMIGRACIÓN, JOHN BERGER
(…) La emigración no sólo implica dejar atrás, cruzar océanos, vivir entre extranjeros, sino también destruir el significado propio del mundo y, en último término, abandonarse a la irrealidad del absurdo. (…)
1. El pueblo
te digo que
todas las casas
son agujeros en un culo de piedra
devoramos las tapas de los ataúdes
entre la estrella de la tarde
y la leche en el cubo
no hay nada
vacíamos la lechera
dos veces al día
abandonadnos
humeantes
en los prados.
2. La tierra
la cabellera púrpura de la tierra
peinada en otoño
y tiempos de hambruna
los huesos metálicos de la tierra
extraídos a mano
la iglesia sobre la tierra
la iglesia sobre la tierra
los brazos de nuestro reloj crucificados
todo se lo han llevado
3. La partida
el dolor
no puede
durar lo suficiente
las sendas desaparecen
bajo la nieve
el blanco abrazo
de la partida
he intentado escribir la verdad en los trenes
sin un oído
la lengua se asusta
se aferra a una sola palabra
el tren cruza un puente
el hielo negro se acumula
sobre cada letra
S A V A
mi río
4. La metrópoli
el filo de la luna
nítido
como el nivel
del agua en un canal
y los cerrojos de la razón
al amanecer
cuando el nivel de la oscuridad
desciende
al de la luz
aceptad la oscuridad
el negro intenso
zona ceguera
aceptadla ojos
pero aquí a la oscuridad
se la llevaron en un saco
lastrado con piedras
y la ahogaron
ya no existe la oscuridad
5. La fábrica
aquí
es siempre amanecer
hora de despertar
hora de la profecía revolucionaria
hora de las brasas
tiempo muerto de días de trabajo
sin fin
allí construíamos la noche
al encender el fuego
recostados en él
estirábamos la oscuridad como una manta
los prados próximos eran
el aliento de los animales dormidos
callados como la tierra
cálidos como el fuego
el frío es el dolor de creer
que nunca volverá el calor
aquí
la noche es un tiempo olvidado
eterno amanecer
y en el frío sueño
con el pino
quemado
como la lengua de un perro
tras sus dientes
6. El puerto
durante toda la noche
tose el Hudson en su lecho
intento dormir
mi país
es una piel clavada en una madera
se precipita el viento de mi alma
de horizontes
me fabrico una hamaca
en el sueño
mamo pueblo natal
acaricio las curvas de mi río
dos caballas negras
dirigen
el alba
arponéalas cielo arponéalas
7. Ausencia
cuando el sol no era más alto que la hierba
alhajas adornaban los árboles
y los bancales se volvían rosas
entre las luces fluorescentes de la autopista
cuelgan sus vírgenes las torres de pisos
están haciendo patatas fritas
una fábrica despide sus manos con guantes de lana
tengo un agujero en un dedo
las vides no están verdes
aquí no hay vides
lucirán los muertos
las alhajas
aplastadas en los cables de alta tensión
DANGER DE MORT
8. El bosque que conocí
dejadme morir así
las ramas tienen músculos
las colinas se levantan
la nube se vierte
en una taza
en el bosque
han comido los jabalíes
están confortablemente calientes
y soñolientos
cada claro está grabado
en una pantalla que llevo
enrollada como una tela
en la cabeza
una sábana
extendida sobre
los ojos de los muertos
excluye la mirada del mundo
en la tela
desenrollada
sigo su rastro
en el bosque que conocí.
Baudelaire fue uno de los primeros
todo se lo han llevado
3. La partida
el dolor
no puede
durar lo suficiente
las sendas desaparecen
bajo la nieve
el blanco abrazo
de la partida
he intentado escribir la verdad en los trenes
sin un oído
la lengua se asusta
se aferra a una sola palabra
el tren cruza un puente
el hielo negro se acumula
sobre cada letra
S A V A
mi río
4. La metrópoli
el filo de la luna
nítido
como el nivel
del agua en un canal
y los cerrojos de la razón
al amanecer
cuando el nivel de la oscuridad
desciende
al de la luz
aceptad la oscuridad
el negro intenso
zona ceguera
aceptadla ojos
pero aquí a la oscuridad
se la llevaron en un saco
lastrado con piedras
y la ahogaron
ya no existe la oscuridad
5. La fábrica
aquí
es siempre amanecer
hora de despertar
hora de la profecía revolucionaria
hora de las brasas
tiempo muerto de días de trabajo
sin fin
allí construíamos la noche
al encender el fuego
recostados en él
estirábamos la oscuridad como una manta
los prados próximos eran
el aliento de los animales dormidos
callados como la tierra
cálidos como el fuego
el frío es el dolor de creer
que nunca volverá el calor
aquí
la noche es un tiempo olvidado
eterno amanecer
y en el frío sueño
con el pino
quemado
como la lengua de un perro
tras sus dientes
6. El puerto
durante toda la noche
tose el Hudson en su lecho
intento dormir
mi país
es una piel clavada en una madera
se precipita el viento de mi alma
de horizontes
me fabrico una hamaca
en el sueño
mamo pueblo natal
acaricio las curvas de mi río
dos caballas negras
dirigen
el alba
arponéalas cielo arponéalas
7. Ausencia
cuando el sol no era más alto que la hierba
alhajas adornaban los árboles
y los bancales se volvían rosas
entre las luces fluorescentes de la autopista
cuelgan sus vírgenes las torres de pisos
están haciendo patatas fritas
una fábrica despide sus manos con guantes de lana
tengo un agujero en un dedo
las vides no están verdes
aquí no hay vides
lucirán los muertos
las alhajas
aplastadas en los cables de alta tensión
DANGER DE MORT
8. El bosque que conocí
dejadme morir así
las ramas tienen músculos
las colinas se levantan
la nube se vierte
en una taza
en el bosque
han comido los jabalíes
están confortablemente calientes
y soñolientos
cada claro está grabado
en una pantalla que llevo
enrollada como una tela
en la cabeza
una sábana
extendida sobre
los ojos de los muertos
excluye la mirada del mundo
en la tela
desenrollada
sigo su rastro
en el bosque que conocí.
Baudelaire fue uno de los primeros
que dieron un nombre y describieron el desarraigo de las nuevas masas urbanas.
“…como fantasmas errantes sin techo
obstinadamente se lamentan.”
Páginas de la herida, John Berger.
Pañuelo
Por la mañana
doblado con sus flores silvestres
lavado y planchado
apenas ocupa espacio en el cajón.
Ella lo agita en el aire
y se lo ata a la cabeza.
Por la noche se lo quita
y lo deja caer
sin desatar en el suelo.
En un pañuelo de algodón
entre las flores estampadas
un día laborable
ha escrito su sueño.
Páginas
Describo palabra por palabra
tú aceptas cada hecho
y te preguntas
¿qué quiere decir?
Cuartilla tras cuartilla de cielo
cielo salado
cielo de la lágrima plácida
impreso del otro cielo
horadado de estrellas.
Páginas puestas a secar.
Pájaros como letras alzan el vuelo
-Ea, alcemos el vuelo-
se ciernen en círculos y se posan en el agua
junto a la fortaleza de lo ilegible.
Distancia
Has llenado el termo con café
envuelto nuestras huellas
por si tuviéramos que lanzarlas a las fauces
de la indemostrable
nieve eterna.
Juntos, martilleando como carpinteros,
hemos enseñado a la distancia
cómo construir un tejado
con los árboles
que separan nuestra carrera.
En el silencio que dejamos atrás
no oímos ya la lejana
pregunta de la casa del verano:
¿Y adónde iremos
mañana?
Al atardecer temen los perros enjaezados
que el bosque no tenga fin.
Y cada noche en la nieve
los tranquilizamos
con nuestras sorpresivas risas.
La flor en el corazón
Cuando abro la cartera
para mostrar mi documento
para pagar algo
o para consultar el horario de trenes
te miro.
El polen de la flor
es más viejo que las montañas
Aravis es joven
para ser una montaña.
Los óvulos de la flor
seguirán desgranándose
cuando Aravis, ya vieja,
no sea más que una colina.
La flor en el corazón
de la cartera, la fuerza
de lo que vive en nosotros
sobrevive a la montaña.
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Estos poemas pertenecen al libro titulado “Páginas de la herida”
“…como fantasmas errantes sin techo
obstinadamente se lamentan.”
Páginas de la herida, John Berger.
Pañuelo
Por la mañana
doblado con sus flores silvestres
lavado y planchado
apenas ocupa espacio en el cajón.
Ella lo agita en el aire
y se lo ata a la cabeza.
Por la noche se lo quita
y lo deja caer
sin desatar en el suelo.
En un pañuelo de algodón
entre las flores estampadas
un día laborable
ha escrito su sueño.
Páginas
Describo palabra por palabra
tú aceptas cada hecho
y te preguntas
¿qué quiere decir?
Cuartilla tras cuartilla de cielo
cielo salado
cielo de la lágrima plácida
impreso del otro cielo
horadado de estrellas.
Páginas puestas a secar.
Pájaros como letras alzan el vuelo
-Ea, alcemos el vuelo-
se ciernen en círculos y se posan en el agua
junto a la fortaleza de lo ilegible.
Distancia
Has llenado el termo con café
envuelto nuestras huellas
por si tuviéramos que lanzarlas a las fauces
de la indemostrable
nieve eterna.
Juntos, martilleando como carpinteros,
hemos enseñado a la distancia
cómo construir un tejado
con los árboles
que separan nuestra carrera.
En el silencio que dejamos atrás
no oímos ya la lejana
pregunta de la casa del verano:
¿Y adónde iremos
mañana?
Al atardecer temen los perros enjaezados
que el bosque no tenga fin.
Y cada noche en la nieve
los tranquilizamos
con nuestras sorpresivas risas.
La flor en el corazón
Cuando abro la cartera
para mostrar mi documento
para pagar algo
o para consultar el horario de trenes
te miro.
El polen de la flor
es más viejo que las montañas
Aravis es joven
para ser una montaña.
Los óvulos de la flor
seguirán desgranándose
cuando Aravis, ya vieja,
no sea más que una colina.
La flor en el corazón
de la cartera, la fuerza
de lo que vive en nosotros
sobrevive a la montaña.
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Estos poemas pertenecen al libro titulado “Páginas de la herida”
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