La Confesión erótica de María Calcaño (1906-1956)
En "La Confesión erótica de María Calcaño", de Néstor Leal, una reseña publicada hace 40 años en Panorama, se lee: “Fue la primera voz intensamente erótica escuchada en el ámbito de la poesía femenina. No obstante, cierta leyenda escandalosa, a la que contribuyen la mojigatería y la chatura (...) La publicación de Alas fatales fue un acontecimiento singular (...) Dos uruguayas, Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou, probablemente, la habrían enseñado a saborear con fruición —que a veces se convierte en melancolía e incertidumbre, pues en ella subsiste el sentimiento del pecado— el prodigio de la ofrenda amorosa, a asumir el goce de existir, a implorar y asediar la dicha entrevista...”.
Esta sorprendente poeta, nacida en Maracaibo en 1906 y muerta el 23 de Diciembre de 1956 escandalizó a su maestra en 1917 al escribir, a los 11 años, versos como, “...Me bajo el vestido, como si estuviera desnuda o lo llevara levantado por una sed desconocida. Acabando de salir de los brazos de un hombre todo un día vivido hondamente. Horas y horas de amor, de avasallante placer. Pero ésto es muy distinto. Se resume allí, en el sexo. Es algo que debiera estudiar la medicina, pareciera del otro mundo. Está en mí misma, me hace doblar las rodillas de deliciosa posesión, desde los nueve años. Como si me tomara yo misma. Pero sin rozar nada. Todo un crecer interno. Un desfallecer, un gran desfallecer...”.
Por supuesto, la maestra de inmediato solicitó su expulsión de la escuela. Llevaba sus poemas en una especie de Diario, participaba en los círculos intelectuales de su época, se casó a los 14 años y era considerada una poeta subversiva. Es la poeta que inaugura el género erótico escrito por mujeres en Venezuela. Por vivir dos dictaduras, la de Gómez y la Pérez Jiménez, casi nadie la conocía, sus libros eran un escándalo en sociedades tan cerradas.
Se lee y estudia ahora, cuando ya está comenzando a ocurrir el empoderamiento de la palabra femenina. Sus versos llenos de sensualidad y melancolía, puesto que su otro tema recurrente era la muerte (¿la lucha entre eros y thánatos?), son una entrada a lo sublime.
La recopilación de su obra poética completa la hizo María Eugenia Bravo. En el prólogo se dice que María Calcaño fue silenciada por más de medio siglo. "Acorralada y desconocida, además, porque su poesía tocaba fibras sensibles de la moral en uso, en una ciudad que se ha distinguido a lo largo de su historia por alimentar un persistente y aguerrido conservatismo". Yo agregaría que en un "país" de conservatismo y tradiciones patriarcales marcadas a fuego que, gracias a nuestro empeño femenino hemos venido venciendo.
Si la tuviera enfrente le daría un abrazo y la felicitaría por atreverse a romper estructuras arcaicas, por escandalizar a hombres intolerantes que no saben de amores ni de pasiones, y por darle su justo valor a la palabra femenina.
He aquí el "Credo" de María Calcaño:
“MI MAYOR ambición, ser rica; mi adoración perpetua, el hombre; mi debilidad, el amor; mi día favorito, el lunes; mi número, el siete; mi piedra preciosa, el zafiro.
LO QUE CONSIDERO más perfecto de mi cuerpo, los senos; mi deseo constante, viajar; mi color favorito, el azul; mi metal, el bronce; lo que me alegra más, la lluvia; lo que me entristece, los locos.
MI MAYOR defecto, la inconstancia; mi gran virtud, la piedad; mi atracción, el mar; mi animal, el gato; mi gran temor, la víbora; lo más repulsivo, los pantanos; mi flor, el loto; mi oración, el Ave María. El mejor libro, los Cantos de Maldoror. El que me hace dormir, El Quijote. La palabra más hueca, amistad; la más bonita, silencio...”.
Ana María Velázquez
http://anamariavelazquezanderson.blogspot.com/2010/07/la-confesion-erotica-de-maria-calcano.html
Publicó sólo tres libros, el último de los cuales apareció póstumamente: Alas fatales (1935), Canciones que oyeron mis últimas muñecas (1956) y Entre la luna y los hombres (1961).
-
¡Me siento bella como ninguna!
con un aliento de primavera
sobre los labios,
sobre los senos
mal escondidos
bajo la túnica.
Había olvidado las muñecas
por venirme con él.
De puntillas,
conteniendo el aliento
me alejé de mis niñas de trapo
por no despertarlas…
Ya me iba a colgar de su brazo,
a cantar y bailar
y a sentirme ceñida con él:
como si a la vida
le nacieran ensueños!
Yo no llevaba corona,
pero iban mis manos colmadas
de bejucos floridos de campo,
de alegría, de amor, de fragancias.
Muchas noches pasaron encima
de aquella honda pureza sagrada.
Todo el cielo volcado en nosotros!
Había olvidado las muñecas.
Ahora él se ha ido.
Lo mismo.
Despacito, por no despertarme…
Del poemario Canciones que oyeron mis
últimas muñecas, 1956
Por el bello fauno arrebatada
Persiguiendo unas algas
me alejo de la playa.
La mañana se queda pendiente
De mis ojos.
Una alta ola
me alcanza todo el mar.
Y ha invadido el mar mi selva
con su cristal crujiente y deshilvanado.
Arrebatada por el más bello fauno,
que no soñó la tierra,
¡me doy un susto de azul inmenso!
¡Toda abrazos, toda vida,
toda aliento!
Estoy como un mar
como se está con un hombre
Carne
Carne...
difunde el aliento
de tu pecado más hermoso:
tu eres como un jardín
Vacíate
en el que quiebra
el tapiz de oro de tus vellos
dócil
como las criaturas que esperan a Dios
Prende como rosas desnudas
las cien cabelleras desordenadas
Carne...carne mia!
intensamente llama,
intranquila poseedora:
abre!
tu eres como un jardín.
Totalidad
Ya suben tus manos
en mi carne apretada
ya me suben tus manos,
y te siento la venas
tan ardientes y llenas
¡que dan vuelos!
Ya me ahogan los pechos
y se adueñan
de todos los tesoros...
sobre la quemadura de los cuerpos
crujen las ligaduras
de los brazos estrechos
¡Ya tengo tu carne,
ya la tengo completa!
sobre mi vestidura
de finos vellos de oro.
¡Tenerme, tenerme Toda!
Tenerme
es algo más que este clima de noches blancas,
flotando en mi alegre vestidura.
Tener mis brazos cargados de leyendas
de cauces misteriosos, de islas
y de niños errantes que me piden el pecho
Y tener todos mis momentos
los que elevados en gritos
hicieron de mi carne su tejido.
Y esta pincelada de lunas nuevas
que bajo los hombres
tiene el propio sabor de la vida
¡Tenerme, tenerme Toda!
Aún para las dulce siegas
mi vientre está elevado...
¡Ay!, que soy solo esto:
tierra pegada a la tierra,
cielo que me circunda, y me huye, y me alumbra.
escalerilla de niños
Casa de azúcar...
ya no te gustaría otra mujer!
Cómo van a verme buena
si me truena
la vida en las venas.
¡Si toda canción
se me enreda como una llamarada!,
y vengo sin Dios
y sin miedo…
¡Si tengo sangre insubordinada
y no puedo mostrarme
dócil como una criada,
mientras tenga
un recuerdo de horizonte,
un retazo de cielo
y una cresta de monte!
Ni tú ni el cielo
ni nada
podrán con mi grito indomable.
Una gran desnudez:
mi cuerpo
y la noche…
¡Pero sueño en el alba!
Alba:
abertura de sangre
y de alas.
Y el pájaro,
dueño del bosque
con un trino…
¡La vida
es este montón de tierra fértil!
El hombre
y yo
somos la quimera.
Dios
en su grave verdad.
Y sobre nosotros,
como una maldición,
esta sombra monstruosa…
Revélate gigante,
que en mi vida
tú cabes.
A golpes de latido
quítame cien años de codicia.
Ábreme la vena,
abundante…
¡que la tengo estrecha!
Déjame una brecha,
deja que me dure
el goce
del hombre delante.
De un golpe,
a cuerpo desplomado,
dame la delicia…
¡Mujer!,
ábrete el corazón,
que es una flor de llamas,
una sola canción…
¡Da tu vida a cien hombres!
¡Que te duela la herida!
Que seas como un vaso
levantado en un brazo…
Que vientos de placer
te preñen los ojos,
¡mujer!
Ama…
Tuya es la alegría.
¡Con un golpe de hombre
en la honda sangría!
Yo sé que he de morir,
que ha de venirme eso…
Pero no quiero llantos
Ni dobles de campanas
Ni alborotos, ni rezos.
Déjame solamente
el calor de tu pecho
sin estorbo de gente…
Y ahora que nada me dices,
habla de cosas buenas,
Alegres, de mentira.
Bésame intensamente…,
júrame que me quieres
y descíñeme este peso
de angustia.
Después…
¡qué importa!
vendrán otras mujeres
a borrarte mis besos…
Tener que morirme
en esta época
con una muerte
tan desacreditada.
Antes llegaba ella
con su paso natural
y nos desvanecía…
¡Cómo no fui de aquellos tiempos!
Morir era simple:
apagarse tranquilos,
y reposar
sin más ni más.
Sin haberla ahuyentado
con el corte de un seno,
de una garganta…
O con el tropel de alambre
del electrocardiograma
sobre el corazón vencido.
Oyéndola
roer su media presa,
¡qué deseo loco
de ir por fin con ella!
Y tocarme a mí ahora
esta muerte sabihonda,
muerte de clínica y de laboratorio,
metida en cámara
de oxigeno,
entre penicilina
y radioterapia…
Irme con esta muerte
tan antipática
y con tantos siglos encima,
me da pena…
EL GOLPE SORDO
Será mi muerte
Una muerte sin lástima
Y sin esperanza….
¡A flor de pulso
Quiero tenerla encima,
Quiero verla llegar!
¡La iré tentando…
Con los ojos
Comidos hasta dentro
Por el momento negro.
Sin dolor. Sin miseria.
Sin aceites benditos.
¡Sin la ayuda de nadie!
¡Metida de frente
En mí!
Después…
Caeré pesadamente.
Y echada en la sombra,
Sobre su puño de polvo
Se reirá la Muerte
De mi pobre guiñapo,
La zeta miserable
De una mujer hermosa.
¡Mientras la tierra encinta
De esta siembra deforme
Le apaga la boca abierta
Con un golpe de tierra!
CANCIÓN 35
De lejos vine
Para verme con él.
Y ha pasado por mi lado
Sin notarme….
El sol se echaba sobre el mundo
Y nos alumbraba.
Con toda aquella luz,
¿Cómo no vio mi alegría?
Yo había venido con el viento.
Corriendo,
Sofocada,
La blusa abierta…
Fue cuando su mirada
Pasó sobre mi pecho.
¿Tantos siglos llevan encima
Las cosas conocidas?
De lejos vine
Para vernos.
Y él me miró
Sin verme.
¿Para quién entonces
He podido conservarme virgen?
CANCIÓN DE LOS RITMOS ETERNOS
Mirarte la cara
Es como cuando tengo paseo al campo.
Dime. ¿qué tienes tú que así me das de sed?
Sed de sueño, y de vida,
Y hasta de muerte…
¡Cómo yo te quiero!,
Con mi voz de espanto
Quebrada en tus vigilias.
Siempre nuevo y el mismo.
Como este dolor mío
De ancha pubertad,
Como las hojas, como los nidos,
Como el mar.
¡Ah! , mirarte la cara
Es agrupar al mundo
Y volcarlo en mi vida.
Yo no soy más
Que esta grieta de sed que tú me abres.
Su camisa es de tela
corriente
pero cuando se acerca
es como una llama
que se abraza a mi cuello
Porque me olvido de todo.
No sé si grito de amor
o es el trance
de la quemadura
que mi sangre mantiene
como una flor de llama
Y no conozco su nombre.
Ni recuerdo su cara.
Pero pasa a mi lado
y yo vuelvo a morir.
Poetisa marabina entre la luna y los hombres
(1era. Parte)
Ama?
¡Mujer!
ábrete el corazón,
que es una flor en llamas,
una sola canción?
¡Me siento bella como ninguna!
con un aliento de primavera
sobre los labios,
sobre los senos
mal escondidos
bajo la túnica.
Había olvidado las muñecas
por venirme con él.
De puntillas,
conteniendo el aliento
me alejé de mis niñas de trapo
por no despertarlas…
Ya me iba a colgar de su brazo,
a cantar y bailar
y a sentirme ceñida con él:
como si a la vida
le nacieran ensueños!
Yo no llevaba corona,
pero iban mis manos colmadas
de bejucos floridos de campo,
de alegría, de amor, de fragancias.
Muchas noches pasaron encima
de aquella honda pureza sagrada.
Todo el cielo volcado en nosotros!
Había olvidado las muñecas.
Ahora él se ha ido.
Lo mismo.
Despacito, por no despertarme…
Del poemario Canciones que oyeron mis
últimas muñecas, 1956
Por el bello fauno arrebatada
Persiguiendo unas algas
me alejo de la playa.
La mañana se queda pendiente
De mis ojos.
Una alta ola
me alcanza todo el mar.
Y ha invadido el mar mi selva
con su cristal crujiente y deshilvanado.
Arrebatada por el más bello fauno,
que no soñó la tierra,
¡me doy un susto de azul inmenso!
¡Toda abrazos, toda vida,
toda aliento!
Estoy como un mar
como se está con un hombre
Carne
Carne...
difunde el aliento
de tu pecado más hermoso:
tu eres como un jardín
Vacíate
en el que quiebra
el tapiz de oro de tus vellos
dócil
como las criaturas que esperan a Dios
Prende como rosas desnudas
las cien cabelleras desordenadas
Carne...carne mia!
intensamente llama,
intranquila poseedora:
abre!
tu eres como un jardín.
Totalidad
Ya suben tus manos
en mi carne apretada
ya me suben tus manos,
y te siento la venas
tan ardientes y llenas
¡que dan vuelos!
Ya me ahogan los pechos
y se adueñan
de todos los tesoros...
sobre la quemadura de los cuerpos
crujen las ligaduras
de los brazos estrechos
¡Ya tengo tu carne,
ya la tengo completa!
sobre mi vestidura
de finos vellos de oro.
¡Tenerme, tenerme Toda!
Tenerme
es algo más que este clima de noches blancas,
flotando en mi alegre vestidura.
Tener mis brazos cargados de leyendas
de cauces misteriosos, de islas
y de niños errantes que me piden el pecho
Y tener todos mis momentos
los que elevados en gritos
hicieron de mi carne su tejido.
Y esta pincelada de lunas nuevas
que bajo los hombres
tiene el propio sabor de la vida
¡Tenerme, tenerme Toda!
Aún para las dulce siegas
mi vientre está elevado...
¡Ay!, que soy solo esto:
tierra pegada a la tierra,
cielo que me circunda, y me huye, y me alumbra.
escalerilla de niños
Casa de azúcar...
ya no te gustaría otra mujer!
Cómo van a verme buena
si me truena
la vida en las venas.
¡Si toda canción
se me enreda como una llamarada!,
y vengo sin Dios
y sin miedo…
¡Si tengo sangre insubordinada
y no puedo mostrarme
dócil como una criada,
mientras tenga
un recuerdo de horizonte,
un retazo de cielo
y una cresta de monte!
Ni tú ni el cielo
ni nada
podrán con mi grito indomable.
Una gran desnudez:
mi cuerpo
y la noche…
¡Pero sueño en el alba!
Alba:
abertura de sangre
y de alas.
Y el pájaro,
dueño del bosque
con un trino…
¡La vida
es este montón de tierra fértil!
El hombre
y yo
somos la quimera.
Dios
en su grave verdad.
Y sobre nosotros,
como una maldición,
esta sombra monstruosa…
Revélate gigante,
que en mi vida
tú cabes.
A golpes de latido
quítame cien años de codicia.
Ábreme la vena,
abundante…
¡que la tengo estrecha!
Déjame una brecha,
deja que me dure
el goce
del hombre delante.
De un golpe,
a cuerpo desplomado,
dame la delicia…
¡Mujer!,
ábrete el corazón,
que es una flor de llamas,
una sola canción…
¡Da tu vida a cien hombres!
¡Que te duela la herida!
Que seas como un vaso
levantado en un brazo…
Que vientos de placer
te preñen los ojos,
¡mujer!
Ama…
Tuya es la alegría.
¡Con un golpe de hombre
en la honda sangría!
Yo sé que he de morir,
que ha de venirme eso…
Pero no quiero llantos
Ni dobles de campanas
Ni alborotos, ni rezos.
Déjame solamente
el calor de tu pecho
sin estorbo de gente…
Y ahora que nada me dices,
habla de cosas buenas,
Alegres, de mentira.
Bésame intensamente…,
júrame que me quieres
y descíñeme este peso
de angustia.
Después…
¡qué importa!
vendrán otras mujeres
a borrarte mis besos…
Tener que morirme
en esta época
con una muerte
tan desacreditada.
Antes llegaba ella
con su paso natural
y nos desvanecía…
¡Cómo no fui de aquellos tiempos!
Morir era simple:
apagarse tranquilos,
y reposar
sin más ni más.
Sin haberla ahuyentado
con el corte de un seno,
de una garganta…
O con el tropel de alambre
del electrocardiograma
sobre el corazón vencido.
Oyéndola
roer su media presa,
¡qué deseo loco
de ir por fin con ella!
Y tocarme a mí ahora
esta muerte sabihonda,
muerte de clínica y de laboratorio,
metida en cámara
de oxigeno,
entre penicilina
y radioterapia…
Irme con esta muerte
tan antipática
y con tantos siglos encima,
me da pena…
EL GOLPE SORDO
Será mi muerte
Una muerte sin lástima
Y sin esperanza….
¡A flor de pulso
Quiero tenerla encima,
Quiero verla llegar!
¡La iré tentando…
Con los ojos
Comidos hasta dentro
Por el momento negro.
Sin dolor. Sin miseria.
Sin aceites benditos.
¡Sin la ayuda de nadie!
¡Metida de frente
En mí!
Después…
Caeré pesadamente.
Y echada en la sombra,
Sobre su puño de polvo
Se reirá la Muerte
De mi pobre guiñapo,
La zeta miserable
De una mujer hermosa.
¡Mientras la tierra encinta
De esta siembra deforme
Le apaga la boca abierta
Con un golpe de tierra!
CANCIÓN 35
De lejos vine
Para verme con él.
Y ha pasado por mi lado
Sin notarme….
El sol se echaba sobre el mundo
Y nos alumbraba.
Con toda aquella luz,
¿Cómo no vio mi alegría?
Yo había venido con el viento.
Corriendo,
Sofocada,
La blusa abierta…
Fue cuando su mirada
Pasó sobre mi pecho.
¿Tantos siglos llevan encima
Las cosas conocidas?
De lejos vine
Para vernos.
Y él me miró
Sin verme.
¿Para quién entonces
He podido conservarme virgen?
CANCIÓN DE LOS RITMOS ETERNOS
Mirarte la cara
Es como cuando tengo paseo al campo.
Dime. ¿qué tienes tú que así me das de sed?
Sed de sueño, y de vida,
Y hasta de muerte…
¡Cómo yo te quiero!,
Con mi voz de espanto
Quebrada en tus vigilias.
Siempre nuevo y el mismo.
Como este dolor mío
De ancha pubertad,
Como las hojas, como los nidos,
Como el mar.
¡Ah! , mirarte la cara
Es agrupar al mundo
Y volcarlo en mi vida.
Yo no soy más
Que esta grieta de sed que tú me abres.
Su camisa es de tela
corriente
pero cuando se acerca
es como una llama
que se abraza a mi cuello
Porque me olvido de todo.
No sé si grito de amor
o es el trance
de la quemadura
que mi sangre mantiene
como una flor de llama
Y no conozco su nombre.
Ni recuerdo su cara.
Pero pasa a mi lado
y yo vuelvo a morir.
Poetisa marabina entre la luna y los hombres
(1era. Parte)
Ama?
¡Mujer!
ábrete el corazón,
que es una flor en llamas,
una sola canción?
¡Da tu vida a cien hombres!
¡Que te duela la herida!
Que seas como un vaso
levantado en un brazo?
Que vientos de placer
te preñen los ojos,
¡mujer!
Ama?
Tuya es la alegría.
¡Con un golpe de hombre
en la honda sangría!
El Sueño Vivo
¡Hombre! ¿qué me has hecho?
¿qué me diste a beber en un beso
que tengo en el pecho
alegría y dolor?
Soñar y soñar?;
pero estar despierta
y aturdida
de este hondo placer doloroso.
Y estoy de rodillas
con llanto
sobre las mejillas.
Salobre,
como un puerto nuevo
que golpea el mar!
Me Ha De Bastar La Vida
Crece sobre mi carne dolorosa
lamiéndome hacia dentro,
hoguera deliciosa!
¡Quémame duro, hondo!...
Ni en mi dolor reparo
cuando te pido
recia lastimadura.
Molde de sangre.
Sólido.
Como un cielo
fundido en el vientre?
Le aventará su gárgara
mi vida!
Mariposas
Cazando mariposas
me sorprendió la lluvia.
Y al besar el agua
con goloso deseo mis mejillas
soñé contigo en la quietud del huerto?
Un azahar florido
completó mi retozo
y penetró de símbolo
mi fiesta de muchacho.
Y del verde ramaje estremecido
cien gritos
de pétalos fragantes
cayeron en el hueco de mis manos?
Y al sentir el invierno
tan de cerca,
hermoso y dominante,
pensé que lo mismo pasaría
cuando tú me quisieras.
Yo
Por lo que tengo de violeta
los cien deseos más hermosos
llevo despiertos?
Mi raza fue de locos.
Por ventura. Perversos
que no fueron idiotas.
Reventó la semilla
traidora
en mi cáscara sencilla.
Y viéndome el tamaño
no podrán saberme
el tamaño.
Para llevarme a cuestas
estoy escrita en verso.
Lo más menudita?
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