JOÃO RASTEIRO (Coimbra, Portugal, 1965). Poeta y ensayista. Obtuvo la Licenciatura en Estudios Portugueses y Lusófonos, por la Universidad de Coimbra.
Es miembro de la Asociación Portuguesa de Escritores; miembro del consejo de redacción de las revistas Oficina de Poesia y Confraria do Vento (Brasil); delegado en Portugal de la revista italiana Il Convivio y colaborador de la revista colombiana Arquitrave.
Tiene poemas publicados en varias revistas y antologías de Portugal, Brasil, Colombia, Italia, Chile y España y tiene varios poemas traducidos al portugués, español, francés, inglés, italiano y finlandés.
Ha obtenido varios premios, entre ellos, la “Mención de Honor” del certamen internacional “Poesie Sulle Piastrelle”(Zacem, Italia, 2001). En 2003 recibió la “Segnalazione di Merito” en el certamen internacional “Publio Virgilio Marone” (Castiglione di Sicilia, Italia). En 2004 mereció el primer premio en el certamen “Cinco Povos, Cinco Nações”, patrocinado por el Congreso Internacional de Literaturas Africanas. También recibió el primer premio absoluto - en la categoría de autores extranjeros - del “Premio Poesia, Prosa e Arti Figurative-Il Convívio” (Verzella, Italia, 2004). En 2010 recibió el Premio Literário Manuel António Pina. Actualmente trabaja en "Casa de la Escritura”.
PUBLICACIONES:
A Respiração das Vértebras, Sagesse, 2001
No Centro do Arco, Palimage, 2003
Os Cílios Maternos, Palimage, 2005
O Búzio de Istambul, Palimage, 2008
Pedro e Inês ou As madrugadas esculpidas, Apenas, 2009
Diacrítico, Labirinto, 2010
A Divina Pestilência, Assírio & Alvim, 2011
Tríptico da Súplica, Escrituras (Brasil), 2011
Cráteres de piedra encendida
A Jesús Hilário Tundidor
Debes ser la última ciudad
de los primitivos animales dorados
que esparcían la piedra del interior de los pulmones
las bárbaras vísceras del Minotauro
en la cruda pulpa que se suaviza en mi frente.
Como el sexo que se desabotona inocente
de la médula corrompida de la tierra
trepando para beber la sed encolerizada del Tormes
y en su costado esperar por el sol que fulgura el fuego.
Busca la deflagración al centro
una forma de que te amen las criaturas del tiempo
donde se ampara el precipicio inmediato de la sílaba.
Resurrección
A Antonio Colinas
La ascención de las voces a cada golpe erizado de sangre
trasborda como cántaros de miel a la orilla del Tormes
los pájaros retornan a los refugios de las cúpulas del sol
y los hombre vuelven a reposar en las estacas y brillan,
en el lecho incansable de la piedra el último llanto de los muertos
todos los gérmenes oprimidos eclosionando como azucenas
el espacio de la construcción en feroz fulgor pues es inacabado,
se resucita hoy de las llagas y se escribe el nombre tierra
en la lengua de fuego que abraza los libros que no soñaré.
Génesis
A Miguel Unamuno
Después de quemados los rastrojos las tormentas la luz repleta
la tierra extasiada por las brasas de las hembras invernales
brotan piedras, toros, hombres, huertos, la voz corpórea
una ciudad labrada en iluminados desnudos de olvido y deseo.
Y las palabras doloridas en nervios y tendones bendecidos
en el capullo de oro fósiles en tramas de amores mortales
que procrean las crías pulsando una geometría abierta.
Laberinto
A José Ledesma Criado
Flota una ciudad en el crepúsculo de los cielos
sitios transparentes y luego oscurecidos
en el bárbaro laberinto de las pizarras celestes,
ténues corales y perlas de oro vaciando la luz
traen en las arcadas el opaco invierno de las calles
un amargo delirio plateresco de las travesías
de los dioses – la desnuda quenadura de los secretos.
Corazón y alma desafiándose en la Plaza Mayor
la última noche refugiándose al interior del día.
Dolorosamente ciego, el laberinto en su cadencia
corre sonámbulo y feroz como la piedra que se abre.
Visión mayor
A Alfredo Pérez Alencart
La plaza es la ciudad una rosácea luz
llama hambrienta del fuego de la piedra:
sus raíces confundidas en la luz
sus huellas en ofrendas de venas,
el mensurable movimiento de la memoria
cuando nos golpea como halcones,
palabras antiguas sobre túnicas rojas
excelsas en su dulce y estimulante obstinación.
Visiones, quimeras de Salamanca,
el corte audaz que desafía los cielos
que cierran el soplo sísmico de las aves,
se levantan como un dios de blasfemia
ciego y desnudo rasgando las gárgolas de mármol
y hay exceso de simientes maduras el pólen
rasgando las estaciones sagradas de otoño.
Otras, en la anticipación del movimiento
sumergiendo la impurificación de los cuerpos,
subliman la ciudad preñada de respiración
como frutos en maduración persistente
que sangra entera como cosas primitivas.
Y siempre un centro inflamado de fábulas
en conchas límpidas en la sangre del agua
agitando por dentro de bocas y anémonas,
una ciudad emergiendo a las cinco de la tarde.
Viernes
Regresamos paso a paso como leones
soberanos como el asombro que suscitan
los ángeles resguardo de la mestruada noche
fresca libación las llamaradas de las piedras
sacrificiales en el campás ancestral la ruta
de plata en la inmensidad del dolor inaccesible
epifanía de los pastores visión del juicio final
túmulo de los cereales sacros último llanto
de los muertos las rosas usurpando la ciudad
cuerpo ignívoro en la unidad viva del origen.
Sábado
Vi el relámpago dispuesto en las candelas
de sangre el camino donde ardo en la forja
con que las manos tejen oro el bordado
de las catedrales la memoria solidificándose
en el lado vertiginoso de la boca las vísceras
ungiendo el granito de los días ancestrales
murmullo cayendo en la calle de los libreros
puro espacio en sí el vacío es la plenitud
con la que dios sostuvo el verbo la blasfemia
del poeta el gesto imperceptible de la muerte.
Domingo
Todos los pájaros inflamados se tranquilizaran
abiertos en la fertilidad la tierra Helmántike
en los días en que la lluvia cubrió las piedras
translúcidas lágrimas en el vientre de la ciudad
disolviéndose en las venas expuestas del pedestal
donde comienza la posible resurrección el cuerpo
inclinado en el río las conchas las estaciones desnudas
en golfadas de sangre poseyendo el corazón
un enigma que se confunde sobre el dorso
con la misma respiración del creador de la luz.
Todos los poemas: Traducción de Alfredo Pérez Alencart
Como una herida
Savia y péndulo desde el comienzo
ambos ajenos a las promesas del sol
y junto al cuerpo la voz ordenando
siempre la ilusión sobre el sueño de fuego,
junto a las palabras algunas cicatrices
mientras las piedras fructifican perfumes
bebiendo en el canto sordo de la lámina
la tierra que insiste en respirar,
y como la herida del poema no tiene nombre
la razón antigua donde brota Drummond:
(el único culpado es dios
y el resto es alucinación).
En los párpados de la letanía
En los párpados de la letanía
solamente los ojos como reptiles
bebiendo las grietas de las palabras,
tal vez sembrando el espanto
cuando la luz ofende al sol
secreteando labios contra labios,
una forma matizada en los fuelles
en el delirio pungente y absoluto
aguzado en la raíz de un cuerpo antiguo.
Cuando el ocio hiere la piel ebria
Cuando el ocio hiere la piel ebria
un cuerpo navega aún inmaculado
en góndolas de velas sordas
como si el largo crepitar de las venas
ese torrente de líquido rojo
aspirase al movimiento del agua
que sólo perdura en la sombra de las palabras.
Sobre la línea que respira entera
el fuego encendido de incisiones oblicuas
porque ella ya no distingue el cuerpo
rodeado de construcciones imaginarias.
Amígdalas ancestrales
Cuando la luz anticipa la desnudez de la tierra
hay bocas ásperas en las imágenes secas de la limalla.
Mientras las aves se enrollan en papiros
la carne de los hombres alucina el ímpetu de los animales
y en las rutas circuncidadas el halo de la pasión
en la placenta de los espíritus enamorados.
Tal vez los tendones se iluminen color de sepia
Chupando el agua que la piel aún exorciza
En la fisura donde las palabras se funden en fístulas.
En el rojo de las voces las amígdalas ancestrales.
Traducciones de Ponç de Pons.
http://www.arquitrave.com/archivo_revista/
Poema de los jardines ausentes
Hoy recorrí todos los jardines de la tierra
y estoy a tus pies con las manos vacías, mi amor,
los jardines sólo respiran ese desnudo fulgor
rutilando caligrafias en el mismo centro de la piedra.
Mañana volveré a recorrer todos los jardines
al ritmo casi inmóvil de un secreto,
en un murmullo que preserve el aliento
para sumergilo en una boca de mujer.
He de recorrer todos los jardines sagrados
que habitan delicados y densos laberintos,
y hallar los vocablos de los pétalos de la rosa
que unen lo entredicho al centro de las palabras.
Y es como si las rosas naciesen de los dedos
como una raíz imitando los frutos, mi amor.
In, Cánticos de la Frontera -
( Trilce Ediciones - Salamanca),2005
Tradução de Alfredo Perez Alencart
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