Larry D. Thomas
Laureado como poeta de Texas (Estados Unidos) en el 2008, Larry D. Thomas nació y fue criado en el lejano oeste del estado. Desde 1967 reside en Houston, a donde se mudó para realizar sus estudios de literatura inglesa, los cuales culminó en el año de 1970 en la Universidad de Houston. A pesar de comenzar a escribir poesía durante su estadía en la marina a comienzos de los años setenta, no fue sino hasta el año 2001 cuando fue publicado su primer libro The Lighthouse Keeper (El farero). Compartió su vocación literaria con actividades como consejero correccional de prisiones y otros servicios sociales hasta su jubilación en 1998. Es miembro honorario del Directorio Americano de Poetas y Escritores de Ficción. Hasta ahora ha publicado diez poemarios y colabora periódicamente con revistas y diarios.
Su poesía mantiene ese lenguaje claro y resplandeciente en imágenes, venido de la tradición de poetas como Whitman o William Carlos Williams. Y sus versos se alimentan de las experiencias vividas, tanto de las grandes como las pequeñas; de los paisajes recorridos; de las historias escuchadas.
Traducción y nota: William Guaregua
Gorrión casero en verano
A través de la ventana de mi oficina
lo observé por varias horas
saltando desde su percha
hacia el árbol de pascua, y luego,
en minutos, regresando.
El árbol se erguía a sólo pocos pies
de las puertas del museo de arte.
Cada vez que una puerta se abría,
un soplo de aire acondicionado
se fugaba, despeinando el rubí
plumaje de su cabeza y pecho.
Él sólo cerraba sus ojos,
aferrado sobre la rama,
y se refrescaba. Todo el día lo hizo,
sin cansarse nunca de sus morisquetas,
como disfrutando del aire
perfumado y dilatado
por los óleos de los grandes maestros;
cargado con la emoción,
con el aliento que se expira en la admiración.
Las embravecidas aguas rojas
Durante las últimas semanas ha llovido en Texas
Sacando al río Brazos millas afuera de su cauce
Donde aún crece bajo el cielo oscuro de Texas
Sobre el piso de madera de la iglesia Batista en el valle,
Flotan los chirriantes bancos amoldados por los adoloridos traseros
De varias generaciones, el indomable Brazos crece aún más alto
Llega hasta los vestidos de los Apóstoles en los vitrales,
Mojando los pies de Jesús y lamiendo los codos
De sus levantados brazos, subiendo lentamente hasta el púlpito
Sobre el cual en una Biblia abierta se enrolla una gorda cascabel,
Las embravecidas aguas rojas del Brazos
Uniendo en dulce comunión a la serpiente y a la santidad.
(de Amazing Grace; anteriormente publicado en The Texas Review)
El pantano
Los carcomidos tablones de pino de su porche
crujen debajo del banco de oak manchado
fabricado por las manos de su padre
Él mata el tiempo allí, meciéndose,
mirando profundamente dentro del bosque
de su abuelo, hacia el pantano.
Por diez años, desde que cumplió setenta,
aquello había crecido en el fondo de sus sueños.
El refugio de cocodrilos y mocasines de agua,
ha estado oculto por tres generaciones
el más oscuro secreto de su clan. Bien entrada la noche,
si él escucha con suficiente cuidado, puede oír
el rumor, la máquina serena de todo lo que envejece.
Ella aún trabaja sus maravillas intemporales
debajo, en las oscuras agua. La película en la superficie
ha reclamado el reflejo en sus ya nublados, ojos azules.
(de The Woodlanders; anteriormente publicado en Louisiana Literature)
Repentinamente
Excepto por nosotros tres,
el parque estaba desierto aquel día
Mamá dijo sin peleas
y dije que ella sólo estaba bromeando
cuando, repentinamente,
se montó y salió disparada en el Buick
y nos dejó a mí y a mi hermano menor
paralizados sobre el mantel
que habíamos extendido para el picnic
Mas allá de los acres sombreados por los olmos
de El Parque Cole, en lejano Oeste de Texas
la explanada de tierra rojiza
corría sin obstáculos
hacia las cuatro direcciones
donde se extendía el horizonte.
Sam se abrazó a su oso de peluche
y comenzó a llorar.
Yo me paré vestido con mi short
de tirantes blanco
y miré el carro
disolverse en una nube de polvo.
Minutos más tarde,
cuando ella regresó,
yo todavía estaba parado
demasiado en shock para hablar o llorar,
despojado a la cuenta de tres de mi confianza
aferrado a su fuerte pecho,
tan liviano como la concha
de una cigarra.
(de Where Skulls Speak Wind; anteriormente publicado en The San Antonio Current)
Manejando a lo largo del oeste de Texas
Manejando por una hora con el controlador de velocidad activado
sin haber visto otro vehículo,
estoy hipnotizado por las líneas
amarillas, que se deslizan como flechas.
Sesenta millas atrás no leí el aviso
en la estación de combustible Mobil Hooper
que pudo haber anunciado que era la última gasolinera
antes de un recorrido de cien millas
El viento aúlla entre la ventanilla
rota. Bien oscura y sin luna, la noche
me recuerda la escena
de la vieja película de Frankenstein,
con cientos de antorchas encendidas
La fluorescente y anaranjada
flecha del medidor del tanque,
cae lentamente, casi horizontal.
Maniobro para esquivar una cascabel
que se deslizaba a lo largo del asfalto.
por no sé cuál razón digo en alto
la palabra cascabel
esto me sorprende, no tanto la palabra
sino la familiaridad
con la cual la pronuncio,
como si fuese el nombre de una amiga.
(de Stark Beauty)
El iniciado
A través del reflejo,
de sus lentes oscuros
él mira las estrellas
agrupadas en la fraternidad
del limbo.
Él descansa al lado de sus nuevos hermanos
al aire libre
el aire de una noche con luz de luna
y la respiración de los cuervos dormidos
Su cuerpo todavía tiembla
por el silencioso terror de los juramentos.
En el frío cromado
de la Harley,
millones de estrellas encendidas,
ceremoniales cirios.
(de The Fraternity of Oblivion)
Barrio Francés
Bajo el nivel del mar, entre la niebla nocturna
espesa como un asopado de pollo y salchichas, aparece,
todo el lugar como un bloque y una tumba de concreto
adornado con hierros de España y Francia,
una tosca cesta de pascua.
forrada con alternadas cintas
de celofán verde, dorado y púrpura
bajo las cuales parpadean las luces,
las espectrales luces de las lámparas de gas y neón
con todos los colores del arco iris
iluminando el fantasmal rostro
de la vuduista Marie Laveau
y la Catedral de San Luis
punzando el cielo nocturno con sus campanarios
como alfileres en un muñeco de vudú, vudú
de cuyos rítmicos cantos nació el jazz
en esta centelleante ciudad de pecado y Cuaresma
por siempre atrapada gentilmente por la gigante anaconda
del Misisipi, triunfante, brillante,
y rellena de los ratones y los hombres que la alimentan.
(de New and Selected Poems; Texas Christian University Press, 2008)
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