Erik Lindegren nació en Luleå, Suecia en 1910 y murió en 1968. Desde 1931 vivió en Estocolmo donde fue el poeta más destacado de su generación, la llamada generación del segundo vanguardismo o generación del 40, y uno de los creadores de la revista Prisma. Para ganarse la vida trabajó como crítico en la revista BLM y en los principales periódicos de Estocolmo.
Erik Lindegren se convirtió enseguida en un maestro, envuelto en la mitificación que afirmaba el cisma y la desesperación en una forma disciplinada y artística. Su colección de sonetos sin rima "Mannen utan väg (El hombre sin camino / 1942)" se convirtió en una especie de documento de esta generación en su lucha desenfadada y ansiosa a la vez contra los problemas de la época. De ahí se paso, en un movimiento pendular, a una poesía de amor solemnemente romántica con un trasfondo de autocombustion y duda, una dramatización dionisiaca que apenas si lograba ocultar un sentimiento de futilidad. Erik Lindegren fue casi un fanático de la difícil esterilización, tendencia barroca poco frecuente en la poesía sueca. La exacerbación y el éxtasis que perseguía tenia necesariamente que costarle mucho y le hicieron un poeta extraordinariamente parco. Era, sin embargo, de carácter abierto y positivo.
POR Crypt Vihâra
Fragmentos de "Manen utan väg
(El hombre sin camino / 1942)" de Erik Lindegren:
I
(en la sala de los espejos donde no solo Narciso
campea sin vértigo en el pilar de su desesperación
amamantaba la eternidad con una mueca
el país de las ilimitadas posibilidades
en la sala de los espejos donde un solo gemido infectado
escapó a la espadas cruzadas de la indiferencia
y transformó el aire en promesa y humus
que se desliza por todas las ventanas de la ciudad
en la sala de los espejos donde se estampa la perfección en chapa
y se lleva como un preso en el pecho uniforme
donde la palabra se hace haraquiri a la luz de las explosiones
y la trompeta sabe a porcelana destrozada y a sangre moribunda
en la sala de los espejos donde uno deviene demasiados
y sin embargo querría caer como rocío en la tumba del tiempo)
I
(en la sala de los espejos donde no solo Narciso
campea sin vértigo en el pilar de su desesperación
amamantaba la eternidad con una mueca
el país de las ilimitadas posibilidades
en la sala de los espejos donde un solo gemido infectado
escapó a la espadas cruzadas de la indiferencia
y transformó el aire en promesa y humus
que se desliza por todas las ventanas de la ciudad
en la sala de los espejos donde se estampa la perfección en chapa
y se lleva como un preso en el pecho uniforme
donde la palabra se hace haraquiri a la luz de las explosiones
y la trompeta sabe a porcelana destrozada y a sangre moribunda
en la sala de los espejos donde uno deviene demasiados
y sin embargo querría caer como rocío en la tumba del tiempo)
XV
al alba caminan los tambores por el patio de ejecución
y un cuerpo se despierta al resplandor de un espíritu apagado
una mano se desliza y no sabe donde pertenece
hasta que lentamente se encoge ante las miradas de todos
que restos de esperanza van a contemplar a la muerte
que se cierne sobre el abismo de las voces hostiles
se han volado todos los puentes solo quedan esos abismos
y esta vergüenza cubierta con el velo del escarnio
mira el sol anuncia una pietá burlona una pietá cruel
pero quién levanta lo caído de sus labios
quién se aproxima a la venenosa angustia que vive
bajo el llantén del lugar del crimen en el corazón colectivo
no, preferible es la pasión muerta el destino muerto y la traicionada
sangre que corre impetuosa suavemente a la fuente del ruiseñor
XVI
el muerto sonámbulo levanta su mano descarnada
en un aviso que planea haciendo un rizo sobre el valle
los gélidos sonidos del vacío fustigan su pureza
engarzada de rutilante dolor y la luz de la duda
desiertos encerrados buscan dragando sus dedos
pero la vasija llena de la momia canta esperanzadoramente
detrá de la ceguera de los anillos anuales se mueve su vigía
y el escondite tiembla ante la mirada de la gallina ciega
pronto desde el lugar de anclaje de unos ojos nubosos
podra contemplar el descenso de las piedra por las hachas de los rápidos
pronto la zarpa del silencio matará su sombra
y la nieve caerá insomne en la carroña de todo miedo
porque yo acompaño a un hombre que es más que ciego
cuyas justificadas sospechas nunca podrán ser probadas
XVII
lo vi temblar en la dura luz de la conciencia
mientras algas goteaban caracolas y verdor de sus miembros
lo vi contener la respiración durante cuatro días negros
en espera de que la mañana se dignase hacerle una pregunta
yo vi pasar la noche con el asombro de su mirada
ese asombro que es peor que un reconocimiento
lo vi ser atormentado por todo lo que había amado
y como se hundió su corazón para llenar el vacío
lo vi doblegarse bajo el odio impasible de la tierra
reducido al cruel secreto de un metrónomo
lo vi tratar de alcanzar con su mano la falda del pasado
y vi su sonriente vara de zahorí inclinarse hacia la nada
vi su boca dilatada como una X crucificada
una simple ecuación para tortura de tercer grado
XVIII
vi su oscura imagen en el torrente amarilleante
y lo inabarcable en un puñado de paz pretérita
vi cielos derumbados junto a sus pies humeantes
y la vela arriada del sol bajo el ala del cisne
vi el negativo: todo lo que él también sería
cuando el sueño vertiera su plata en el baño del atardecer
vi su interminable delta de mil cabezas
que ya sabía a sal: el mar todoabrazante
oí dar a un reloj doce sonoras campanadas
en memoria del polvo a la luz ensomrbecida del pilar
en memoria del niño que había encontrado su voz
y al que no asusta el miedo del futuro
aunque sea este el momento en que se da cuerda al reloj
y la niebla llega y el revólver busca una mano
REVISTA DE CULTURA LAYLAH
_______________________________________
V
la mano tiembla de vértigo en la escalera de los estranguladores
ávidas lágrimas rechinan en la jaula vacía del ruiseñor
hasta el propio duelo se cobra más muertos
incluso un accidente de ferrocarril balbucea perdón
un ojo descascarillado arde: cortocircuito y soledad
y el destino fotografía otro cadáver asombrado
el fuego devasta también el corazón no asegurado
y el vigilante del sufrimiento huye hacia un fondo de fe
espinas anónimas se sueñan una realidad
y meciéndose en la pendiente de la realidad se hacen espinos
pero un grito de dolor asciende rodando a una montaña
y se arroja por una pendiente para destrozarlo todo
grandioso descansa el vuelo del dolor en el paño de las águilas
mientras el viento baraja las naipes de educados rostros
IX
pero primero tiene que caer caritativa una torre de hambre
y alumbrar en la lejanía la debilidad del fugitivo:
sus ojos esculpidos con curvas de frío color azul humo
se dan lecciones a las gotas que caen de la angustia
su terror a la felicidad la blanca mano infinita
su dureza con la vida su blandura con la muerte
con los horizontes eternamente surgen sin cesar de la inocencia
su añoranza que trenza con lenguas de fuego
el bosque eterno que distraídamente dibuja en el agua
mientras la nube baja furtiva su cabeza de mármol
descompuesta en una mueca de sorpresivo dolor –
oh instante del reconocimiento cómo se derrumban los espacios
sofocantes negros oh primaveras fugitivas y sólo
su yelmo tan inmóvil tan radiantemente ciego
XI
Y me voy hundiendo cada vez más en la primavera de la tierra
que germina en mi boca en mis manos mi garganta
mientras el crepúsculo acelera sus pasos en el valle
y las sombras arrojan lejos de sí las brasas de la impaciencia
como si oyesen los sordos gritos de la tierra que salen de mi boca
y quisiesen encender las alas que arrastran los abetos
para huir de tormentos demasiados secretos:
el impulso de la sangrienta espuela de ir a ninguna parte-
pero junto a las brillantes raíces de las fuentes donde el ojo del gigante
se deslizó de mi abrazo y ascendió hasta la camilla de las estrellas
encontré un claustro de fuerza con corrientes debilitadas
la mano de un silencio que amasaba arcilla
y yo descansé seguro bajo el peso de las piedras
bajo la protección del peso en la sangrienta primavera del crepúsculo
XIII
Cuántas jornadas de viaje contigo en mis brazos
tendré que dejar detrás de la blanca cumbre de la muerte
sólo para despedirme de las visiones de este catalejo
y colgar las pecas del desierto en el clavo de la angustia
rígido y oscurecido descansa el ojo en su pedestal
y los martillazos resuenan en la jaula de pájaros del espacio
del brazo del eco se agita al viento la cinta de la meta
pero el vencedor ya ha caído y se ha desangrado
en venta: su recuerdo y su conciencia
que con claridad cristalina ha desmentido al huracán
su sonrisa por la falta de yesca de las almas
y la falta de lágrimas que cura labios agrietados
estrecho su mano mientras crece la derrota
y la muerte compra más y más vidas a crédito
XXIII
el angosto corazón sufre pero las cicatrices bronceadas
resplandecen en el perfil cortado a cuchillo del amor
y por eso caen los amarillos medallones del abedul
tan serenos en esta profundidad de labios de piedras
y la lengua de piedras no disuelve la hostia
en recuerdo de las venas hinchadas de las montañas estivales
pero el crujido de la telaraña rota
asustó al pájaro del olvido haciéndolo alas de hierro
que arañaron el musgo azul celeste del cielo
y salpicaron de rojo la poderosa mano cerrada
hasta que el sonido hirvió y se abrieron las cimas de las montañas
para que el sol se demorase largo tiempo
enfriase la sangre convirtiéndola en otoñal espuma
martillease las cicatrices hasta un golpe pendular de luz
XXXI
pero cuando amanece se hace muy diferente la ciudad
el infinito júbilo de los saboteadores suena en los oídos de la fiesta
parques y calles y casas deambulan borrachas
parloteando sobre alegres recuerdos de una peste pasada
panoramas paisajes gentes llaman a trompetas y coronan
todo lo muerto convirtiéndolo en el charlatán que son ellos mismos:
mi ojo nos engaño buscaba sólo el fondo
la pared para poder presentarse como conquistador
lo sacrificado vive mi vida privada en un agujero de tierra
y la tierra y el sentido fluyen hundiéndose en la tierra
yo me comparé con nosotros y nada coincidía
yo te maté a ti y a mí para que pudiéramos vivir
con labios humanos cargados de muerte nos vimos obligados
a dibujar esa sonrisa de autocomplaciente idiotez
XXXVIII
Sueño con el recuerdo de la pezuña de la cierva en el laberinto
como las palabras del impasible a aquel que le salvó la vida
sueño con espejos y agua corriente como humo de eternidad
como fe amontonada sobre fe en el capitoné de la miseria
sueño con todo lo que se repitió y creció hasta la irrealidad
como la canción de los labios rojos sobre amado y ausencia
oh recuerdo: oh furia y dios que funden todo
convirtiéndolo en nada y persiguen lo asible hasta la muerte
dile a alguien si tal vez los pies de los días caminan
sobre el tambor de la verdad con una mejoría para nosotros
di al viento que se arremolina entre las puertas de los horizontes
buscando su posición entre lo ingrávido y lo pesado
di al caminante que camina hundiéndose más en el mundo
buscando su talismán de tinieblas y luz
El hombre sin camino, Erik Lindegren
No hay comentarios:
Publicar un comentario