Samuel Vásquez nació en Medellín (Colombia) en 1949. Poeta, dramaturgo, músico, pintor, crítico de arte y profesor de diseño, pintura, estética e historia comparada del arte contemporáneo en varias universidades. Fue curador de las bienales de arte de Medellín. Es fundador y director del Taller de Artes de Medellín, que congrega teatro, música y artes plásticas. Como director del grupo de Teatro del taller, ha puesto en escena quince obras, entre ellas, de Kafka, Beckett, Genet, Arrabal y de su propia autoría, como Técnica Mixta y El Bar de la Calle Luna. En 1992 le fue otorgado el Premio Nacional de Dramaturgia. Es autor de los libros: El sol negro (Teatro); Raquel, historia de un grito silencioso (Teatro); El abrazo de la mirada (Ensayo); Las palabras son puentes que nos separan (Poesía).
Del libro Las palabras son puentes que nos separan
Mi ciudad
Señor forastero
en mi ciudad se fabrican los mismos ladrillos
para la cárcel y el templo
En mi ciudad
de la misma troza de madera
se hace una cama y un fusil
En mi ciudad
al agricultor lo han convertido en jardinero
En mi ciudad
oigo desde la puerta del banco
al oro que se burla de mí
En mi ciudad, señor forastero
he sentido orgullo de ser humano
y vergüenza de pertenecer a la humanidad
En mi ciudad
los árboles no trabajan
pero nunca pierden el tiempo
*
El pan
ha partido
al hombre
en dos
*
Edward Munch
El grito acusa vida
pero no te nombra
Eres un pedazo
del grito eterno
de la humanidad
que empezó antes
y continuará después de ti
En el grito todos somos iguales
Distintos en la palabra
Prueba
La semilla del silencio
germinó en mi oído
creció en mi lengua
y mi corazón se llenó de arena
Soy una triste prueba
de la voluntad de Dios
Mi mejor seña
Los árabes poseen muchas palabras
para distinguir las distintas especies de camellos
Los esquimales utilizan una palabra precisa
para nombrar las tantas clases de nieve
En el blanco establo del diccionario
miles de palabras balan sin ser oídas por nadie
Y yo, yo sólo tengo una única seña
para decir mis infinitas formas de amarte
ESTA PALABRA CARECE DE SENTIDO y ese es el sentido de
su escritura, esa su soberanía. A nadie debe y a nadie va
dirigida. Como la rosa. Como el cuerpo de ella. En este
espejo nadie se mira, nadie tiembla en esta página. La
luz se tapa los ojos, su sed de forma ha quedado
insatisfecha. Esta nada significa nada. Significar es
fracaso que ostenta. Esta escritura fracasa con decisión,
calla sin haber dicho cosa ninguna. Cavo una fosa para
sepultar esta palabra y que nadie ponga pie alguno sobre
ella.
HAY DOLORES QUE VIVEN EN MANADA y atacan cuando
huelen una herida. Lo que carece de temblor no me
interesa. A tu paso se abre el mar rojo: yo me quedo de
esta orilla. No hay tierra prometida que cumpla su
promesa. Ante los censores escondo mis manos
manchadas de tinta. Condenado, cargo la maleta de mis
nadas. La palabra silencio habla demasiado para
expresarlo. La palabra soledad me acompaña,
traicionándose. El pan es estrella irremplazable de la
mañana. La violencia nos viene del sol. La fresca sombra
del árbol borra mi sombra estremecida.
A mi regreso, sólo
tu perro me reconoce.
MIRO Y PARTO. Me levanto y parto. Parto de mí mismo. Estoy huyendo de todo momento. Cada noche es una despedida. ¿Qué terror antiguo oculta nuestro rostro que revela ingenuo todo lo que muestra? Miedos recónditos tiemblan en nuestras recientes manos. Odios ancestrales duermen en nuestro cuerpo novato. La distancia no se gana, se pierde. Prevalecemos frente al viento pero no frente al aire.
PEQUEÑA ALEJANDRÍA
“La muerte está hoy ante mis ojos
como el deseo de un hombre cautivo por ver su casa”
Antiguo Egipto
Pongo tempestad en mi corazón y fuego en las palabras.
Regreso delirante a la infancia y queda a salvo el papel
blanco. Cae indiferente la hoja del árbol, cae una
estrella húmeda sobre la hierba, cae un ángel loco en la
canoa del sueño y el cantor no se entera en su noche de
ébano y droga: Habla más fuerte el mundo su silencio.
La muerte está hoy ante mí, la miro a los ojos, mi
mirada incendia la escritura y doce soles se consumen
sembrando frío adentro: Queda a salvo el papel blanco.
Sólo sobreviven la fortaleza de mi infancia, el orgullo
risueño de mi madre y el miedo de tu amor. Ahora
habla más fuerte el mundo su silencio:
(Las palabras son puentes que nos separan.)
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