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jueves, 2 de diciembre de 2010

2428.- EFRAÍN BARQUERO


Efraín Barquero es el seudónimo de Sergio Efraín Barahona Jofré (* Piedra Blanca, Curicó, Región del Maule, Chile 3 de mayo de 1931) es un poeta chileno, premio nacional de literatura de Chile en el año 2008 (25-08-2008).
Estudió en el Pedagógico de la Universidad de Chile en Santiago, en la misma época de sus compañeros de generación; Jorge Teillier , Pablo Guiñez y Rolando Cárdenas. Más tarde fue agregado cultural en Colombia durante el gobierno de Salvador Allende. Posteriormente se radicó en Francia, país donde estuvo exiliado y trabajó desde 1975 a 1990. Viajó y residió en diversos países del Extremo Oriente, América Latina y Europa, tales como China, México, Colombia y Cuba.
Su poesía, canta al campo y al hogar, contempla las cosas sencillas y las maravillas del universo, se acerca a los niños y a los desposeídos, alcanzando sentido social.
Considerado en sus inicios como el natural continuador de la línea de desarrollo poético abierta por Pablo Neruda, su primer libro, La piedra del pueblo (1954), fue incluso prologado por el Premio Nobel, además de ser calurosamente recibido por la crítica por su temática y por el surgimiento de una voz definida y bien calibrada dentro del panorama literario.
Empujado a un largo exilio en México, Cuba y Francia tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Barquero continuó su labor creativa en el extranjero, principalmente en Francia, país en el que escribió A deshora entre 1979 y 1985, y que fue publicado en Chile el año 1992, al igual que Mujeres de oscuro y El viejo y el niño.
Decepcionado de Chile y amarrado ya por la costumbre del exilio, Barquero regresó a Francia al poco tiempo de intentar radicarse en Chile. Sin embargo, antes de su partida publicó La mesa de la tierra, libro con el que obtuvo el Premio Municipal de Literatura en 1999. Actualmente vive alternativamente entre Chile y Francia, donde también permanece una parte de su familias

El 25 de agosto del 2008 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura.
Obras

La piedra del pueblo (1954)
La compañera (1956)
Enjambre (1959)
El pan del hombre (1960)
El regreso (1961)
Maula (1962)
Poemas infantiles (1965)
El viento de los reinos (1967)
La compañera, poemas de amor (1969)
Epifanías (1970)
Arte de vida (1970)
La compañera y otros poemas (1971)
El poema negro de Chile (1976)
Mujeres de oscuro (1992)
A deshora (1992)
El viejo y el niño (1992)




Receta para el amor

Para males de amores
dormir tres días,
dormir con ropa puesta
y luz prendida.

¿Y luz prendida?

Dormir tres días,
sus manos y sus ojos
que desvivían,
desprender su fragancia
con agua fría,
en la mañana
de los tres días.

¿De los tres días?

¡De tres mujeres
con que dormiste
estos tres días!

(Del libro "Maula")








Puertas de China

Extranjero, detente en mis murallas
contengo tantos muertos que entera soy de cal y espinas
mi tempestad será de cenizas extinguidas hace siglos
te quemaré como al caballo de la estepa.

Sarmentosa soy como la más pura claridad
fiera como un terrible leprosario
no verás mi desnudez que el viento cuida
conmigo dormirás sin conocerme
en mis rodillas dormirás el sueño devastado del invierno
oirás sólo el tifón
el puñado de los huesos enemigos que en mí no encuentran el reposo.

Para ti seré ausencia de raíces
un río turbio, un fruto descarnado
en mi manto hay un tambor que batiré por ti mientras existas
hueso contra hueso morderás el arroz podrido del esclavo.

Olvidarán los hijos y los padres
todo aquel que en mi pecho exprimido se formó
en ti seré siempre este fragor del tifón en las estepas milenarias
la sequedad, el frío de mis uñas
el coro de mi hambriento en tus oídos.

En el hombre encontrarás refugio
en el templo hallarás el aire que te niego
junto a Buda la oscuridad de mi memoria
de mí saldrás como has venido
no verás sino mi anchura inabarcable
no tendrás otra cosa que el silencio.

(Del libro "El Viento de los Reinos")





Si he de tener contigo un hijo

Si he de tener contigo un hijo,
que éste llegue
cuando nuestra casa sea toda la tierra.

Si hemos de dejar un heredero,
que este venga
para mirar sin asco nuestro mundo.

Si he de hacerte madre,
que sea con amor
y no con vergüenza de vivir y de ser hombre.

Si hemos de traerlo, conquistemos para él
el derecho de ser libres
para que después no nos maldiga.

Conquistemos la tierra donde habrá de crecer,
para que después no nos olvide
al no encontrar nuestras raíces.

Conquistemos la paz en que habrá de construir,
para que después no nos desprecie
al impedírselo sus propios hermanos.

Que nuestro hijo rasgue en dos tu vida
y tu grito de dolor conmueva las estrellas;
hienda en dos mi canto, y por mi herida
entre el sol a todas las conciencias.

(Del libro "La Compañera")






La Compañera

Así es mi compañera.
La he tomado de entre los rostros pobres
con su pureza de madera sin pintar,
y sin preguntar por sus padres
porque es joven, y la juventud es eterna,
sin averiguar donde vive
porquees sana, y la salud es infinita como el agua,
y sin saber cuál es su nombre
porque es bella, y la belleza no ha sido bautizada.

Es como las demás muchachas
que se miran con apuro en el espejo trizado de la aurora
antes de ir a sus faenas. Así es,
y yo no sé si más bella o más fea que las otras,
si el vestido de fiesta le queda mal,
o la ternura equivoca a menudo sus palabras,
yo no sé,
pero sé que es laboriosa.
Como los árboles, teje ella misma sus vestidos,
y se los pone la naturalidad del azahar
como si los hiciera de su propia sustancia,
sin preguntarle a nadie, como si la tierra,
sin probárselos antes, como el sol,
sin demorarse mucho, como el agua.

Es una niña del pueblo,
y se parece a su calle en un día de trabajo
con sus caderas grandes como las artesas o las cunas,
así es, y es más dulce todavía,
como agregar más pan a su estatura,
más carbón a sus ojos ardientes,
más uva a su ruidosa alegría.






Mimbre y Poesía

Mimbrero, sentémonos aquí en la calle,
y armemos con tus hilos blancos y con mis hilos azules
los esenciales artefactos de uso diario:
La paz, la mesa, la poesía, la cuna,
el canasto para el pan, la voz para el amor.
Armemos juntos las cosas más esenciales y más simples,
más hermosas y útiles, más verdaderas y económicas,
para cualquiera que pase nos comprenda y nos lleve.
Nos ame, y se pueda servir de nosotros. Nos necesite,
y podamos alegrarlo sin ninguna condición.

Tú armaras el canasto que la lavandera
necesita para sembrar la camisa más blanca,
y yo armaré una canción con olor a jabón y a pureza
para que ella junto al río halle más dulce su trabajo.
Tú tejerás la maleta para que el minero regrese,
para que los novios se casen, para que el hijo pobre
vaya a la ciudad a conquistar un oficio.
Y yo tejeré con los hilos más férreos de mi poesía
el descanso más digno, el amor más profundo, la esperanza más grande,
para que el obrero mire confiado su casa
y no parta el pan con recelo y a oscuras,
para que los recién casados puedan anidar todos los pájaros
y no tengan que apartarse por una gota de agua,
para que el hijo menor halle la herramienta en su sitio
y no tenga que volverse porque otros la escondieron.

Mimbrero, hermano mío, que es bello nuestro oficio
cuando a ti te encargan una cuna y a mí una esperanza,
cuando a ti te piden una mesa, un velador, un canasto,
y a mí un arma que defienda ese amoblado tan simple.
Que es bella la jornada cuando tocamos con el mimbre o las canciones
la forma desnuda de la vida: su cintura de trigo,
sus senos llenos de luna, su vientre cubierto de musgo,
sus muslos como ríos, sus brazos como ramas,
sus ojos como un camino en paz bajo la noche.
Que es bello nuestro oficio cuando tentamos ese cuerpo
y yo le pongo el nombre más dulce del amor,
y con mi verbo le digo: levántate, eres libre,
labora en paz, procrea primaveras y veranos,
y lega a toda la tierra tu apellido.
Y tú, oh mimbrero hermano, le vas tejiendo
todos los artefactos que ella necesita
para repartir el pan entre sus hijos:
canastos para almacenar la nieve y la salud,
pequeños cestos para guardar el polen y semillas
de una primavera a otra, cunas para continuar
el sol fecundo, maletas para traer la lluvia,
mesas para que las hojas caigan y vuelvan a ser verdes,
y sillas para descansar delante de la paz ganada.








Días tristes / días felices

Viven tan poco los animales
y en cada uno de ellos
hay algo de mi vida que se niega a morir
y en cada uno hay un llamado mío
un oscuro deseo que ellos sólo conocen
porque son como el juego inventado por los días tristes
con los días felices.

Ellos aprendieron a ladrar y a maullar nombrándome
pero vivieron muy poco para seguirme desde lejos
hasta verme desaparecer en los caminos
y cada vez que me alejo de un lugar
yo los siento venir a mi garganta como un sordo
y dulce gemido.

Cuando los niños o los animales me olvidan
yo también me olvido por qué la lluvia y la nieve
me hacían tan feliz
yo también me olvido por qué he vivido hasta ahora.





El Poema en el Poema

Si amé la poesía fue porque creí en ustedes
porque quise hacer de lo disperso una sola unidad.
Cuántas veces fui de la puerta al pozo con los ojos cerrados
y jamás me equivoqué porque tenía sed.
Y yo creí en los hombres cuando el animal abrevan
cuando duermen sentados la última parte de su vida.
Creí en la mujer con su eterno niño en brazos
cuya leche perdona a la madre, al padre y a su hijo.
Creí en el cavador de pozos cuya vida transcurrió sin dejar huellas
andando por debajo de la tierra, buscando elcauce originario de un río
y cuya mirada orienta aún a los caballos
porque conoce la máscara de polvo y de sudor de la sed.
Creí en el eterno captador de venas ocultas
en el nudo apretado de tinieblas que es el árbol.





Pienso en el poder de mis pocos objetos
que adquieren otro orden al comenzar un poema.
Madera dispersa de un viejo y olvidado naufragio
o vaso desenterrado donde el agua es más fresca.

Ellos son hechos con el polvo de todos los objetos
donde han desaparecido los días anteriores
menos este amanecido y enceguecido resplandor
preso en la telaraña resinosa de un pino.

Cuántas veces se cruzaron en mí dos o tres objetos
haciéndome unir la primera con la última línea
en una imagen indescifrable del lenguaje de las cosas.

Que otros se dejen arrebatar por las cosas hechizas.
Yo pienso en el trabajo hecho por el buen utensilio
de mango suavizado por el amor más durable.





Los verdaderos poemas son los póstumos
que se escriben a oscuras con la luz del relámpago.

Busquemos la llave que el mismo poeta escondió
en lo más visible del árbol su desnudez de invierno
o en lo más oculto de la rama su sombra cuando florece.

Es bella una página como una mano abierta bajo la lámpara
con que se alumbran las tinieblas del origen
la tierra que un niño al nacer hace nacer
que un hombre al morir hace morir

Oigamos su acento más puro el de su propio silencio
parecido al silencio del animal mirando el mundo
y sabremos por qué se vive y se muere.
El poeta no alcanzó a decirlo y ése es su mérito mayor.
Abolir el tiempo es escribir un poema verdadero.





Si un niño entra sin ruido en mi cuarto es porque me vio
cortar una rama florida
como si fuera un ladrón en mi propio jardín.
Y es porque he pensado en él al encender la lámpara.
Siempre pienso en alguien al sentarme a la mesa vacía
y más ahora que han florecido los árboles.

Si un niño entra sin ruido es porque es igual a todos los poetas
quienes recuerdan un solo momento
y hacen de todos los lugares uno solo.

Cuánto se alegra de ver la rama florida en mi mesa
porque toda flor se convierte en su mente en una fruta madura.
Y el niño la olorosa como huele también mi mano.
Así lo he visto hacer con el pan, con el paño que lo cubre, con las cartas.
Y cuánto se alegra de ver todo el jardín en esta sola flor abierta.





Busco la compañía del agua y de la tierra
y como ya no puedo confundirme con ellas las uno
si desposarlas es coger el barro de que fuimos hechos
amasándolo en mis manos hasta olvidar quién soy.

Yo mezclé la tierra con el agua sin ser alfarero
con una especie de goce doloroso
como si debiera destruir todo lo que hacía con esa pasta sagrada.

Si el poema no es más que el silencio de todos los poemas
la balanza donde se pesan la luz y el aire
con el alma de las piedras
la única mirada que se recobra.
Si el poema es eso
quisiera ser escrito de nuevo por la mano que me creó
en esta misma página, en esta misma mesa y con mi lámpara de barro.







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