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viernes, 21 de octubre de 2011

5182.- AZIZ TAZI


AZIZ TAZI. (Fez, Marruecos, 1961). Doctor en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad de Valladolid y Diploma de Traductor Superior por la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja como Catedrático de Lengua y Literatura españolas de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas Dhar El Mahraz de la Universidad Sidi Mohamed Ben Abdellah de Fez, desde 1992, habiendo sido Jefe del Departamento de Hispánicas de dicha Facultad. Es miembro de la A.E.M.L.E. (Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española). Ha sido Premio Rafael Alberti de poesía otorgado por la Consejería de Educación y Ciencia de la Embajada de España en Rabat (2001), así como autor del poemario Último aviso, publicado por el Excmo. Ayuntamiento de Málaga, dentro de la Colección “Ancha del Carmen” (2007).









QUIMERA

Aquellos raíles alocados y estridentes
me llevaban y traían,
ajenos a mi destino,
a mis esperanzas
temores.
Son testigos herrumbrosos
de anhelos y miedos dispares.
Son lo contingente hecho olvido.
Son fieles transportadores de sueños.








RETORNO

Madrid- Valladolid,
Valladolid- Madrid,
pasando por Ávila.
Ocho años separan ambos viajes.
En medio, alegría despreocupada,
mucha melancolía futura
y las estaciones, todas, que se desbocan.
Aquella estación de Campo Grande,
con su frío fantasmal y su suelo lánguido
me recordaba, cada vez y sin piedad
que he de partir,
que he de volver.










ILUSIÓN

Como en las películas,
me preparaba con mil promesas
para vivir inéditas aventuras
en los vagones a media luz,
las literas apretadas,
con la larga noche como mejor cómplice.
Enfrente, tenso silencio.
Miradas furtivas,
piernas que se cruzan nerviosas,
mentes confundidas, desconfiadas,
y el revisor, como un inesperado salvador,
nos devuelve a nuestra unicidad,
a nuestra soledad primera.









AIRE OXIDADO

Vagones con asientos de madera color verde,
mujeres y niños hacinados en los pasillos,
las ventanillas herméticamente cerradas,
un calor de mil demonios
y el tren detenido en un descampado.
Era como un inciso infernal en el tiempo.
El aire cobraba un valor inestimable:
nadie había reparado en que bastaba respirar
para vivir. Para continuar viviendo,
a pesar de todas las frustraciones,
a pesar del llanto
y a pesar del tedio cotidiano.
¡Pobre gente mía!
Al contentarse con nada
le falta el aire.








METAL PESADO

Desde la ventana de la habitación
del hotel cercano a la estación
veo alineadas aquellas serpientes
de piel roja, costado rugoso
y espalda con agujas.
Más acá, cuerpos desnudos
echados en el césped
o chapoteando en el agua.
Mañana se refugiarán en el vientre
de la serpiente, con rumbo indeciso;
mañana amanecerán con mucha fatiga
y algo de esperanza.
Abandonarán con desdén la nave de acero;
pisarán ansiosos la tierra prometida;
se olvidarán del fiel compañero.
Mientras, él, consciente o disimulando,
los esperará con la misma e inmutable postura.










SENDERO

El ferrocarril siempre impone respeto.
Es un mundo rebelde, independiente,
que nunca se entrega,
y siempre se está afirmando
en su insularidad.
Llegar a él es como tantear,
flirtear con adusta alteridad.
Maquinaria pesada;
senderos acerados, acendrados;
pérgolas abismales…
Es un incorruptible testigo del desamor,
del continuo transmigrar,
del eterno transmutar.










MAGIA SOBRE RAILES

¿Por qué a los niños les gusta el Tren?
Quizás porque es real;
está ahí, va y viene,
juega y existe.
Para los niños jugar es algo muy serio.
El juego no es un pasatiempo,
es algo sustancial, esencial.
Para ellos el Tren es un parque grande,
un mundo mágico,
como todo en el universo.
Lo tratan de tú.
No es un objeto,
tiene una personalidad propia
que irisa colores vivos, bellas estampas
y que además sabe divertirse
y divierte.










LARGO RECORRIDO

El Estrella Algeciras-Madrid.
Aquella iguana cansada,
renqueante pero tenaz
engullía cada noche
a cuantos se le acercaban.
En sus entrañas se mezclaban,
pero también se repelían
sabores y colores variopintos.
Era una fauna trashumante,
que buscaba el mismo norte
aunque variara el magnetismo.
Cada cual se dirige hacia su sueño, hacia su riesgo.
Cada cual llegará a su destino:
algunos reencontrarán el familiar calor,
la reconfortante guarida;
otros querrán que los crepúsculos se precipiten,
que la iguana se despierte y los devuelva.
Y los demás…
Los demás esperan, sufren y perderán el alma,
y tarde o temprano volverán.








LUZ MARY

Desde muy lejos viniste a jugar,
a sumir tu voz en protectores laberintos,
a acechar, quizás, otros aromas,
a descubrir la sonrisa de otras miradas;
o tal vez a renovar, callada, las mismas melancolías…
Y en una noche de cálida brisa te sorprendió la luna;
con su familiar caricia volvió a iluminar tu piel cetrina,
tú, mansamente rendida, con resignada suavidad le sonreíste,
y bajo su argentada pérgola a todos nos cobijaste.
Yo te vigilaba, escondido en lejana concha,
achicado ante tu ahuracanado silencio,
maravillado de tu volátil presencia,
desterrado de tu dulzura delicada,
pero fiel a tu mirar secreto.
Pronto te recuperó la luna,
pronto te alejó del mar nuestro testigo,
ese mar que juntos por vez primera nos acunó:
ése fue tu medroso susurro,
y éste mi futuro recuerdo.









LISBOA

Ni altiva ni sumisa:
solamente estás allí, ajena.
Tu flanco mojado es un otero azul sobre
redondeces infinitas.
Tus ocultas querencias envuelven
tu cielo de un aire todavía no tocado.
Tus gentes te comprenden y te acompañan,
y mientras viajas tu zureo silenciosamente protegen.
Atrás tu empinada estela acuna a tus fieles peregrinos,
cuando la tarde de nuevo te devuelve a tus olas.
¡Ay Lisboa, Lisboa!
¡Cuántos sueños te aguardan!










VANIDAD

Quisieras conocerme, explorarme,
adentrarte en mi universo,
aprender conmigo.
Me da miedo jugar con tu querer,
no amarte para siempre…
No me lo perdonarás y sufrirás,
y otra vez me sentiré aquel monstruo.








TIEMPO AJENO

Los veo casi hombres,
pero aún con la fragilidad de ayer.
Son vástagos a punto
de desgajarse del tronco
que los alimenta,
los piensa,
los siente y teme por ellos.
El tiempo ha pasado felizmente
para ellos,
muy a pesar de sus protectores,
y muy a pesar mío.



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