Soledad Fariña Vicuña (* Antofagasta, Región de Antofagasta, Chile 1943) es una escritora, profesora y poetisa chilena.
Estudió Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad de Chile, Filosofía y Humanidades en la Universidad de Estocolmo; Ciencias de la Religión y Cultura Árabe en la Universidad de Chile, es Magister en Literatura por la Universidad de Chile.
Ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, italiano y catalán. Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías.
Ha participado en encuentros de poesía y recitales en la Universidad de Chile, Universidad Católica, Universidad de Los Lagos, USACH, Univ. Diego Portales, Universidad de Concepción; Universidad de Valdivia; Columbia University; The Catholic University y George Town en Washington; Mount Hollyoke College, Smith College en Massachusetts; The City University of New York; Universidad Río Piedras, Puerto Rico; New York University (NYU); Casa del Poeta, Ciudad de México; Centro Cultural de España, Buenos Aires; Sociedad de Escritores de Chile en el Encuentro de Poesía Joven de Latinoamérica; Encuentro de poetas del Cono Sur, Coquimbo, entre otros.
Ha dirigido talleres de literatura en Colegio Grange, Universidad Diego Portales, Universidad Mayor, Universidad Finis Terra. Actualmente es profesora de Literatura en la Escuela de Educación parvularia y básica Inicial en la Universidad de Chile.
Obra
l Primer Libro, Ed. Amaranto 1985
Albricia, Ediciones Archivo, 1988
En Amarillo Oscuro, Editorial Surada, 1994
La Vocal de la Tierra, antología poética. Ed. Cuarto Propio 1999
Otro Cuento de Pájaros, relatos, Ed. Las Dos Fridas, 1999
Narciso y los Árboles, Ed. Cuarto Propio, 2001
Donde comienza el aire, Ed. Cuarto Propio, 2006
EL PRIMER LIBRO
(fragmentos)
dónde volcarse en este
paisaje
TODO TRANQUILO, INMOVIL
Había que pintar el primer libro pero cuál pintar
cuál primer tomar todos los ocres también
el amarillo oscuro de la tierra
capas unas sobre otras: arcilla terracota ocre
arañar un poco lamer los dedos para formar
esa pasta ligosa
untar los dedos los brazos ya estás abierto
páginas blancas abiertas no hay recorrido previo
tratar de hendir los dedos
- Por qué tan tristes por qué así estos colores,
dicen, preguntan los choroyes de alas verdes
que pasan en bandadas
- Por qué esa oscuridad, gritan
- Hay un negro que sombrea que nos cubre
Se alejan pero no alcanzan a ver el rojo que descubro
debajo de mi axila
- No hay claridad, no hay claridad, graznan
- Ha caído la nube gris sobre mi vuelo: eran granizos
era hielo el que quebró mis alas
Y ahí en las alambradas, suspendido su vuelo
se dan a murmurar
todo tranquilo inmóvil apacible
Ha participado en encuentros de poesía y recitales en la Universidad de Chile, Universidad Católica, Universidad de Los Lagos, USACH, Univ. Diego Portales, Universidad de Concepción; Universidad de Valdivia; Columbia University; The Catholic University y George Town en Washington; Mount Hollyoke College, Smith College en Massachusetts; The City University of New York; Universidad Río Piedras, Puerto Rico; New York University (NYU); Casa del Poeta, Ciudad de México; Centro Cultural de España, Buenos Aires; Sociedad de Escritores de Chile en el Encuentro de Poesía Joven de Latinoamérica; Encuentro de poetas del Cono Sur, Coquimbo, entre otros.
Ha dirigido talleres de literatura en Colegio Grange, Universidad Diego Portales, Universidad Mayor, Universidad Finis Terra. Actualmente es profesora de Literatura en la Escuela de Educación parvularia y básica Inicial en la Universidad de Chile.
Obra
l Primer Libro, Ed. Amaranto 1985
Albricia, Ediciones Archivo, 1988
En Amarillo Oscuro, Editorial Surada, 1994
La Vocal de la Tierra, antología poética. Ed. Cuarto Propio 1999
Otro Cuento de Pájaros, relatos, Ed. Las Dos Fridas, 1999
Narciso y los Árboles, Ed. Cuarto Propio, 2001
Donde comienza el aire, Ed. Cuarto Propio, 2006
EL PRIMER LIBRO
(fragmentos)
dónde volcarse en este
paisaje
TODO TRANQUILO, INMOVIL
Había que pintar el primer libro pero cuál pintar
cuál primer tomar todos los ocres también
el amarillo oscuro de la tierra
capas unas sobre otras: arcilla terracota ocre
arañar un poco lamer los dedos para formar
esa pasta ligosa
untar los dedos los brazos ya estás abierto
páginas blancas abiertas no hay recorrido previo
tratar de hendir los dedos
- Por qué tan tristes por qué así estos colores,
dicen, preguntan los choroyes de alas verdes
que pasan en bandadas
- Por qué esa oscuridad, gritan
- Hay un negro que sombrea que nos cubre
Se alejan pero no alcanzan a ver el rojo que descubro
debajo de mi axila
- No hay claridad, no hay claridad, graznan
- Ha caído la nube gris sobre mi vuelo: eran granizos
era hielo el que quebró mis alas
Y ahí en las alambradas, suspendido su vuelo
se dan a murmurar
todo tranquilo inmóvil apacible
DONDE EL AMARILLO
Esparcir la mirada
dónde el amarillo dónde
presagio oscuro las comisuras negras
rígidas postergan aclaran amainan
el temporal amaina amaina la mañana
el verde amaina
arrastran saco nocturno las comisuras
y el amarillo dónde
escarban las manos curvas
atolondradas aventan las necias circulares
(las mejillas) en radiante espiral
recorre emplasto negro las miradas hundidas
en la frente, ataduras profundas
- Cinco son, cinco, apuntan los choroyes
- Cinco los surcos hondos taladrados
(observa el ojo inquieto, silenciosa la mueca
observa)
FUE EL FRÍO FUE EL GRANIZO
Espera la mueca el turno del deslice
líquida escurre por el cuello
atenta al gorgoreo de las venas azules
- No escuchar No escuchar ese torrente
murmuran los choroyes
Sigue la mueca su derrame oscuro
desborda la hendidura del pecho y
quién fue
quién succionó quién las cuarteó
a esas dos -pregunta
- Fue el frío fue el granizo tupido
el que quebró las alas
Se lamentan picotean sus pechos emplumados
y la arcillosa insiste quién fue
quién succionó
quién las cuarteó a esas dos
se avergüenzan picotean sus pechos emplumados
HAY UNA SUAVIDAD EN ESE MONTE
EN ESA CURVATURA
Diluida cae deviene la arcillosa
las yemas esparcen la tintura acuosa por esa
superficie curva
- Hay una suavidad en ese monte en esa
curvatura, susurran los choroyes,
hay una tibieza incitadora, hay unos
misterios insondables en esa curvatura
Acaricia la tinta, bajan las yemas acariciando
con ademanes suaves, pero hay un musgo adherido
hay una maraña tupida que estorba detiene
el deslizar
Separan los machetes afilados la maraña
tupida
DESHIERBAR LA HONDONADA,
BUSCAR EL ESCONDRIJO
Avanza ciega la bandada afilando sus picos
deshierbar la hondonada buscar el escondrijo
Avanza ciega la bandada afilando sus picos
- ¿Por qué esa oscuridad?
abierto el ojo abierto en esa oscuridad
- Tierra a la tierra vuelta, desciende el guiño
azul a la mueca cuarteada mi acuosa mi arcillosa
punza suelta desgarra
rojo a la llama blanca, mugidos subterráneos
en esa oscuridad: tomar el gran pincel
afilar el cuchillo perder la empuñadura
hendir abrir hasta perder
no hay recorrido previo
había que pintar el primer libro
pero cuál pintar cuál primer
La luz oblicua me horada
azules y grises superpuestos me conforman
estoy plena de quietud
Esparcir la mirada
dónde el amarillo dónde
presagio oscuro las comisuras negras
rígidas postergan aclaran amainan
el temporal amaina amaina la mañana
el verde amaina
arrastran saco nocturno las comisuras
y el amarillo dónde
escarban las manos curvas
atolondradas aventan las necias circulares
(las mejillas) en radiante espiral
recorre emplasto negro las miradas hundidas
en la frente, ataduras profundas
- Cinco son, cinco, apuntan los choroyes
- Cinco los surcos hondos taladrados
(observa el ojo inquieto, silenciosa la mueca
observa)
FUE EL FRÍO FUE EL GRANIZO
Espera la mueca el turno del deslice
líquida escurre por el cuello
atenta al gorgoreo de las venas azules
- No escuchar No escuchar ese torrente
murmuran los choroyes
Sigue la mueca su derrame oscuro
desborda la hendidura del pecho y
quién fue
quién succionó quién las cuarteó
a esas dos -pregunta
- Fue el frío fue el granizo tupido
el que quebró las alas
Se lamentan picotean sus pechos emplumados
y la arcillosa insiste quién fue
quién succionó
quién las cuarteó a esas dos
se avergüenzan picotean sus pechos emplumados
HAY UNA SUAVIDAD EN ESE MONTE
EN ESA CURVATURA
Diluida cae deviene la arcillosa
las yemas esparcen la tintura acuosa por esa
superficie curva
- Hay una suavidad en ese monte en esa
curvatura, susurran los choroyes,
hay una tibieza incitadora, hay unos
misterios insondables en esa curvatura
Acaricia la tinta, bajan las yemas acariciando
con ademanes suaves, pero hay un musgo adherido
hay una maraña tupida que estorba detiene
el deslizar
Separan los machetes afilados la maraña
tupida
DESHIERBAR LA HONDONADA,
BUSCAR EL ESCONDRIJO
Avanza ciega la bandada afilando sus picos
deshierbar la hondonada buscar el escondrijo
Avanza ciega la bandada afilando sus picos
- ¿Por qué esa oscuridad?
abierto el ojo abierto en esa oscuridad
- Tierra a la tierra vuelta, desciende el guiño
azul a la mueca cuarteada mi acuosa mi arcillosa
punza suelta desgarra
rojo a la llama blanca, mugidos subterráneos
en esa oscuridad: tomar el gran pincel
afilar el cuchillo perder la empuñadura
hendir abrir hasta perder
no hay recorrido previo
había que pintar el primer libro
pero cuál pintar cuál primer
La luz oblicua me horada
azules y grises superpuestos me conforman
estoy plena de quietud
Pero hablan mis bordes en amarillo oscuro
tengo un pequeño caracol petrificado
en mi base
pero es mi luz la que habla
Poesía:
Hablar de los poemas,
tengo un pequeño caracol petrificado
en mi base
pero es mi luz la que habla
Poesía:
Hablar de los poemas,
del sentido que tiene la búsqueda
inicial, me remite al silencio a la androginia
inicial, me remite al silencio a la androginia
y a una extraña complicidad con el verde.
Al goce que otorgan las palabras
abiertas a cópula y narciso
abiertas a cópula y narciso
-ya no en una violenta introspección,
sino en la suavidad transitoria del viaje-
sino en la suavidad transitoria del viaje-
Soñar desde los árboles
sin intentar metáforas que se hundan
sin intentar metáforas que se hundan
en la tierra o eleven el follaje:
hablar sólo del verde y su estancia en el ser
Hoy
digo a este aliento
te abrazaré en mi pupila
te nombraré en el hueco vacío y
húmedo
de mi pecho enconado
subiendo desde la raíz
mi savia licuará
todo rencor
apretado
por tanto tiempo
en la maraña del pelo
al borde de ese vértigo
caminaré por el filo
de tu mirada blanca
bajo la lluvia
tenue
de este cardumen
blanco
pronto a saltar de mi boca
(pero
¿habrás
colgado
la
flora
delante
de
mis
ojos?)
me detendré en los peces
en el instante
en
que
el
aire
desmadejó
su sonrisa
en el temblor de mi
labio
De Narciso y Los árboles
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