NORMA SALAZAR HERNÁNDEZ
Nació en México, D.F. (1977). Poeta, investigadora de literatura mexicana y maestra de Crítica Literaria. Estudió una Maestría en Literatura Comparada, una Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas y una Licenciatura en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM / Universidad Nacional Autónoma de México. Ha participado en congresos de poesía en el interior de la República Mexicana. Ha publicado en diversas revistas literarias de España y Argentina en los géneros de ensayo y poesía. Ha publicado los poemarios: Cantos Lejanos de la hoja Murmurante (1999) y Cuadro al óleo (2005). Actualmente tiene en preparación dos libros: una antología poética y otro libro de prosa poética.
ALUSHES
Dedicado a Jorge Asbun Bojalil
Soledad: un instante de plenitud.
Montaigne
1
Máscara
un brujo en la cueva soledad
con un trozo de madera talla un hacha
de cobre
un demonio en la caverna
del corazón triste
Con amate dibuja sobre una pluma
de quetzal
un niño en el vientre desesperanza
con un cubo juega a la pelota Mar
Máscara
una hormiga en el ámbar
lunar con obsidiana cose sin hilo del telar Un ídolo en una canasta de henequén, una planta conjura sin palabras al tiempo perdido; ave en el fango del cocodrilo, la tierra lava sin pico los colmillos desgastados
Máscara
Tus ojos huecos recorren
trasmundos y tu boca vacía
bebe los pozos del alma
humana
Tu rostro silencia coherencia grita irrealidades
Tu antigüedad alerta al nocturno joven que se oculta en las arrugas del anciano
Tu presencia encubre
confundes angustias,
Tú
Máscara
2
¡Ah, tiempo que te defines en instantes
en eternidades!
¡Con un soplido envejece las flores
de los velos de invierno!
¡ah tiempo tan irreal, tan indispensable
e inexistente!
¡ah tiempo!
observa el material frío que expresa mil caras
a la noche confusa de mil hombres
Observa como te conservas en madera y en pintura
en ceño fruncido y sonrisas,
entre piel y tinta estrías
Observa cómo tu fuerza de milenios
se acumula en cada grano de tierra
entre las ranuras del pino y sauce invisible
que despiertan pesadillas
gritos silenciosos
Observa, en fin, cómo radicas tres eternidades
en el sueño del hombre
tres veces el número seis
circuló por la mente del necesitado
Tres veces cabalgaron cuatro caballos
en su oído, resonando sus pasiones dormidas
Tres sonidos de tiempo
quien reclama los segundos perdidos en emociones
desbordadas
Oh, antigüedad, dormitas
en épocas trascendentes y despiertas en cosas vanas
simples
que sólo complican y confunden con susurros
el sentido natural del andante nocturno
3
Susurros
siguen la huella de tu pasado
olisqueando el miedo a la noche
y a la luz
Ocultan su sorpresa entre el
yeso de las paredes
y el tirol del techo de frágiles mundos
son, siempre, inseparables
sombras de temores y deseos oscuros de la mente
Sombra
te extiendes larga
eres a través de la grava
del pavimento citadino
asomándote por ventanas rendijas
Conoces las grietas del espíritu solemne
que dormita en alcobas de mármol
Tus minutos rasgan el espacio que separa
entre el sueño y la realidad
haciendo sangrar lágrimas de sauce llorón
motivo de desesperanza ante ti
invisible, perceptible
4
Lágrimas, mares salados
que ahogan almas de quienes cultivaron
y se alimentaron de émulos
Lagrimas, cuerdas de los que son títeres
alimento de los rostros ocultos del bosque
negro
son sustento de las
lechuzas y de los cuervos
que esparcen la sombra de la discordia en ciudades
y campos
Son los diamantes del alma
cristalizada, tan frágil ante las caricias de los cuatro vientos
5
Máscara
un brujo en la cueva soledad
con un trozo de madera talla un hacha de cobre
un demonio en la caverna del corazón triste
con un cubo juega a la pelota de mar
6
Máscara
una hormiga en el ámbar lunar
Con una obsidiana cose sin hilos el telar
Un ídolo en una vasija de henequén
con una planta
conjura sin palabras al tiempo perdido
Un ave en el fango del cocodrilo
Con la tierra
lava sin pico los colmillos desgastados
Máscara
tus ojos huecos recorren trasmundos
y tu boca vacía bebe los pozos del alma
humana
Tu rostro silencia coherencias y grita
irrealidades
Tu antigüedad alerta al nocturno joven que se oculta
en las arrugas del anciano
Tu presencia encubre
aterrorizas
tú
Máscara
CUERPO ERRÁTICO
En las cosas invisibles mi tacto se pasea errático,
el iris vigila el olor que camina el transeúnte,
lleva llagas de placer por tanto andar.
Me excita al olfatear la sal de la herencia
que nunca alcanzaré, por más que los hados luminosos
me señalen los astros de mi frente.
Doy vuelo a mis sentidos encallados,
en mi cuerpo se destilan con hebras trementinas.
Vuelvo a palpar el hollín del tiempo,
marco las líneas de la vida, escucho las chispas del agua.
Mensajes opuestos de los sentidos que en mí navegan;
observar, escuchar, sentir, degustar, oler
las virtudes crueles de lo efímero
que se conducen como sombras en mí
Pienso con todos mis sentidos,
soy un préstamo de cuerpo ante las estatuas
que sacian los últimos alientos de este espacio.
Costera de Navachiste, Sinaloa 2005
EL SUEÑO
Vuestro sueño.
Ha nacido en la planta de vuestros pies y no os habrás dado cuenta.
Os envolvieron sus tentadoras caricias y bebisteis oscuridad renacida por una gota de ámbar, savia antigua y seca, y ahora tenéis ortigas por cabeza que sólo ponzoña el alimento del alma: la meditación.
Nyrd, el infortunio, es, ahora y siempre, vuestro nombre, apellido y esencia.
Os pedimos, si aún tenéis oídos en la razón, no extendáis vuestras terrosas manos a donde una vez erais hombre.
Pero la fantasía se había desbordado por romperse la valla del entendimiento y los cristales continuaron extinguiéndose en cascadas infinitas.
Partieron caballos con armaduras vacías, llevando a Sigel, el sol, en el escudo.
Volvieron con la cabeza entre los pies y los caballos degollados.
Pendían sus cráneos en árboles de densas copas, adornando el aposento del que fuera hombre antes que el tiempo lo permitiera.
Y el árbol retorcido sonreía.
Y los druidas tuvieron que formar un círculo negro. Se vio a lo lejos un par de ojos brillar entre la tormenta terrestre.
El antes hombre vislumbraba ese punto negro en las comarcas esmeraldas del sur.
En medio del círculo surgió una esbelta figura felina que extendía sus brazos hacia el cenit y miraba hacia las tierras del norte. Nyrd extendió su brazo reptando entre la hierba hasta extender su mano hacia la piel blanca de encajes negros.
Y el árbol retorcido tembló.
Ella comenzó la danza, narrando historias de eternidades.
Ofrecía ecos prolongados que hicieron a Nyrd perder el manto negro y extender su cuerpo hacia la seda de su aliento.
Se introdujo en el círculo donde nació el baile y los druidas soltaron sus oscuros ropajes para dejar al descubierto las blancas telas de sus almas.
Y el árbol retorcido gritó.
Abrió sus fauces desde lo profundo de la tierra reverberando la pérdida de su hombre antes hombre en el círculo de la esperanza. Ella lo devoró en un instante y volvió a donde había surgido: el corazón del ser humano en la colina de la estrella vespertina.
Las tierras del norte volvieron a cubrirse de la nieve que lo arropaba de los cálidos vientos del sur.
Y el rocío goteó ahora sobre una tierra firme, creando bellotas de oro y ramificó el sueño.
Tu sueño.
Las lágrimas navegaron río abajo en el bosque de la plenitud. Provenían de los otoños e inviernos destilados en un vaho grisáceo, pálido, que tardaba en caer. El río desembocaba, sueños subterráneos; en el cristalino eco de lágrimas se mezclaron con las gotas eternas del presente. Ellas se resbalaban por los techos de caliza, designando la existencia de seres permanentes que veían la oscuridad.
El río adquirió de la gruta un tenue resplandor por olvido eterno: El azul transparente tenía matices de un verdor claro conforme descendía lentamente sobre las lisas malvas de la cueva.
Fue entonces cuando se formó el lago esmeralda, en lo más recóndito de las cavernas que la existencia resistía. Pocos seres rozaban tan privilegiadas aguas y bebían. Sólo así podían transitar en el laberinto del inframundo, a veces se asomaban en la naturaleza, donde el tiempo tenía dos rostros.
En un canto de luna un hombre de túnicas alojó a un niño bajo a los pies tiernos del abedul: las grutas transpiraban profundos sueños: El rocío del alba me envolvió con su suave piel para protegerme del gélido aliento.
Entre las paredes del silencio un cuerpo caía irremediablemente en el agua esmeralda y la eterna alegre melancolía, se oyó en el mundo del hombre.
***
Desafiando su pasado el ermitaño de sesenta y tantos años. Aún vive en las tierras altas de Highlands cerca del crepúsculo taciturno, donde la noche inicia a las seis de la tarde. Tiene sólo por compañía el espeso celaje.
Decide zarpar en busca de sus treinta y tres años atrás. Cuatro veleros joviales lo acompañan en su travesía para recuperar a su sangre.
II
Ojos castaños de bellotas miran historias, el pecho descorazonado evoca su silencio a los montes Grampianos, pide ayuda a los vikingos, a los normandos, a los celtas de ojos opalinos y desafía a ras del oleaje, lo cálido de aquella América.
III
Velea a galope lento desempolvando las alhajadas memorias. Conoció el amor impuro, pero no reprimió las sábanas con agujero nupcial testigo de aquel derroche, sabor a manta.
Marejadas matutinas preñaron un vientre de felicidad, labios carnosos, temblorosos amotinaron el tuétano de la vida. Ella comenzó la otra historia.
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