Néstor Mux nació en 1945 en La Plata, donde vive. Publicó en poesía: “La patria y el invierno”, 1965; “Nosotros en la tierra”, 1968; “Cartas intimas para todos”, 1974; “Como quiera que sea”, 1978; “Perros atados”, 1982; “Poemas”, 1985; “Poesía reunida” (incluye un libro inédito: “Cosas que nos rodean”, 1986), 2000; “Papeles a consideración”, Libros de la talita dorada, 2004 y “Disculpas del irascible”, antología (1978-2009) con selección de textos de José María Pallaoro e introducción de Mario Arteca, Libros de la talita dorada, 2009.
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a José Antonio Abdelnur
Y hablábamos de la pureza,
nos alejábamos de lo efímero,
de los ríos que arrastran la suciedad del hombre
y cuando ya nos habíamos convencido
que los únicos huéspedes de la tierra
eran las rosas y los dioses:
el ocio del domingo terminaba.
(De Nosotros en la tierra)
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Y al llegar la noche
nos encontramos con el otro cuerpo,
extendido, húmedo y abierto hacia nosotros
como un pequeño valle de hierba feliz.
Con el rostro asomado a la sed
que nos encuentra con esa frágil eternidad,
tenemos palabras y gestos que quieren perdurar
más allá del tiempo que nos reúne.
Pero el deseo y la sangre
son breves como los instantes más hondos del hombre,
y a pesar del hermoso cansancio
y de lascivos perfumes que se harán familiares,
la soledad vuelve,
regresa inexorablemente con el día,
cuando ya nos creíamos salvados.
(De Nosotros en la tierra)
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Todos le dejamos en su dura soledad.
Nos fuimos de sus manos, de su corazón,
del amor y de la casa.
Ella quedó mirando su antiguo reloj
como tratando de hallarnos en un tiempo
perdidamente destruido, como si las agujas
fueran de sangre, de callado llanto,
de humillaciones, de gloria vana.
como nosotros.
El reloj siguió fiel a su doméstica eternidad
cuando nosotros volvimos,
cuando miramos en su polvo, en su cuadrante viejo,
en su sonido de oro, el rostro triste de la madre
y nuestro olvido, que no pudimos perdonarnos.
(De Nosotros en la tierra)
De buena fe
Inundados por la luz o el desacierto de la palabra,
reencontrados por el amor y la alegría,
vituperados por el prójimo más cercano,
acorralados por nuestras más furiosas torpezas,
alcanzados por el antojo de la eternidad
o por la justicia del olvido,
pero de buena fe, como única coartada.
(De Como quiera que sea)
Obligaciones
a Osvaldo Ballina
Para que la mediocridad
no gane la insignificancia
de nuestros espacios,
con furia hermosamente inútil
cuidamos que no se seque
el árbol viejo de la luz.
(De Como quiera que sea)
El espacio de cada uno
Porque cada hombre
debe continuar reclamándole
a la vida el propio espacio sagrado
que le corresponde desde el principio
probarnos a nosotros mismos
que la campana mutilada
de la razón y la inocencia
continúa volando en medio
de la infinita sordera de la tierra.
(De Como quiera que sea)
Buenas intenciones
Persuadimos a los pequeños animales
de nuestro rostro y de las manos
que no manden gestos ni señales a la superficie.
Pedimos a nuestra voz
que se abstenga de la arrogancia
de decir aquello que respiramos y sentimos.
Cerramos los ojos donde la infancia
crece y gana sitios.
Pero nada concluye definitivamente
para quienes preservan el infierno cotidiano,
porque nunca dejan de ponernos a prueba
y nunca llegan a ser suficientes
nuestras buenas intenciones.
(De Como quiera que sea)
Poetas de orilla a orilla
Porque consagraron su voz a la melancolía
desde aquella orilla viene un discreto olor
a muertos respetables. Desde esta otra,
en comunión con la tierra de los hombres
sólo intentamos la celebración
de la alegría o la tragedia
porque estamos vivos.
(De Perros atados)
A favor de la vida
a Ricardo Gil Soria
Si supusimos que un hombre
se diferencia de quienes no lo son
a través de un gesto. Y el saltar hacia la libertad
era el mayor de los gestos
aunque fuese hacia una libertad sin nada
si nos empecinamos en no creer en dioses
para estrecharnos en boda perpetua
con la tierra y los hombres
si el aspirar a claridades
fue nuestra única ceremonia
si con el más próximo
fuimos arbitrarios como el invierno
y la paz de corazón fue para nosotros
una casa que quedaba lejos
no hubo rencor. Sólo quisimos ser y estar
a favor de la vida.
(De Perros atados)
Perros atados
Es posible que ese perro atado ladre
a estrellas que lo aturden con señales
o aúlle a quienes lo dejaron vigilando,
para nadie, una casa abandonada.
Los vecinos se quejan porque no pueden dormir,
escuchar la radio o lustrar sus automóviles.
Mientras tanto yo le adivino colmillos azules
como el amor o la muerte y lo imagino altivo
como algunos hombres o como muchos perros.
Porque su sonido tiene algo de delicada insensatez
o de agonía, y ese sonido me acompaña y me persigue.
Porque su ladrido se impone por sobre las voces
desafinadas y rancias de la gente
mezcladas como al fondo de una olla.
Y porque es posible que yo esté atado también,
pero sin su convicción para ladrar y aullar
ahora que siento finalmente que me han dejado solo
vigilando una luz casi deshabitada.
(De Perros atados)
Ante la radiografía del pie de nuestro hijo
Ahora no recordamos si el pie entonces
pateó una piedra o cayó de un árbol mientras jugaba
para quedar ante nosotros aprisionado en esta radiografía.
A pesar de no ofrecer la consistencia de la carne adherida
uno imagina una hoja seca con sus nervaduras
pugnando por flotar en las sombras de la placa.
Porque en su vida real este pie deberá pisar
en medio del amor y la desdicha,
en medio de la plenitud de la tierra y del precipicio,
luego de haber llegado hasta la casa
del único amigo que le quede en el mundo.
Y habrá de caminar con los sueños y el aliento
que tenga para construir su propia historia
complicado en la historia de todos.
Este pie que continuará al mío
y empujará a ese otro pie que recomience
ya lejos de nosotros y del espacio breve
que ocupamos para comida del olvido.
Porque si bien la muerte y el tiempo
sólo respetarán nuestros huesos
uno no admite, mientras tanto, este recuerdo de mañana,
este simulacro pálido de la eternidad.
(De Poemas)
Fotografía en el hospital
a Julieta, Juanpedro y Griselda Mux
No era que el cuchillo
careciera de filo
o que la pera resbalara en su propio jugo.
Eran sus manos que entonces
sólo podían saludarnos.
En la insignificancia del anillo de plata
que me entregara la enfermera
parecía caber el jugo inútil de la fruta
y toda la belleza y toda la sombra
que nos quedaba.
(De Papeles a consideración)
Remolques y memorias
Con el cascajo llevábamos
a los chicos a la escuela;
hacíamos las compras y las mudanzas
o cargábamos las hortensias desde el río.
Un día echó un humo desinflado
y se agotó provisoriamente en las afueras. Con su automóvil, mi padre
lo traía con una cuerda
que no dejaba de cortarse
y yo insultaba a dios y al aire.
Él manejaba con el silencio natural que lo rodeaba
ya que sentía cumplir un deber más
de todos los que cumplía.
Me aseguran que el cascajo todavía recorre
los itinerarios modestos que le imponen.
Mi padre, cada tanto, me recorre
la memoria con su ausencia
y la cuerda apagada de otros día
con la que dejó de remolcarme.
(De Papeles a consideración)
CABALLOS DEL BEBEDOR
Está bebiendo el alcohol de la fiesta.
Pero al llamado de una música,
de un ademán al azar
o de la fugacidad de algún rostro
los caballos del recuerdo vuelven.
Y mientras todos hablan alrededor de su silencio
siente que a la hierba de su vida
la atraviesa mucha furia querida
que lo pierde y lo traiciona.
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