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jueves, 14 de octubre de 2010

1727.- JOSÉ LUIS PUERTO


José Luis Puerto (La Alberca, España; 1953). Poeta, traductor y editor español.
Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Salamanca. Realizó el servicio militar en Pontevedra y Orense. Fue secretario del poeta Rafael Alberti. Actualmente desempeña la docencia como Catedrático de Lengua y Literatura en un instituto de enseñanza secundaria de León. Antes, fue profesor en Sevilla y Segovia.
Ha participado como conferenciante o como recitador de su obra en importantes instituciones, como los cursos de verano de El Escorial (de la Universidad Complutense) o el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Colabora con frecuencia en revistas y publicaciones literarias con trabajos de creación y críticos sobre San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Leopoldo Alas "Clarín", María Teresa León, Eugenio de Nora, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Antonio Colinas, José Jiménez Lozano, etc.
Poesía

Libros

El tiempo que nos teje, León, Diputación Provincial de León (Provincia), 1982.
Un jardín al olvido, Madrid, Rialp (Adonais), 1987. Accésit del premio Adonais 1986.
Paisaje de invierno, Salamanca, Amarú, 1993. Premio Ciudad de Segovia 1990.
Estelas, Alicante, Aguaclara, 1995.
Señales, Madrid, Visor, 1997. Premio Gil de Biedma 1996.
Las sílabas del mundo, Zaragoza, Prames (Las Tres Sorores), 1999.
De la intemperie, Madrid, Calambur, 2004.
Plaquettes
Visión de las ruinas, Torrelavega (Cantabria), col. Scriptum, 1990.
Variaciones sobre un paisaje de invierno, Málaga, Ángel Caffarena, 1990.
Suite de Zurbarán, Málaga, Ángel Caffarena, 1992.
Señales, Valladolid, P.O.E.M.A.S., 1995.
De la intemperie, Zamora, Cuadernos Poéticos La Borrachería, 1998.
Para invocar la memoria (Ofrenda), Logroño, Ediciones del 4 de Agosto (Planeta Clandestino), 2006.
Antologías
Memoria del jardín (Antología poética, 1977-2003), Salamanca, Diputación Provincial de Salamanca, 2006. Introducción de Ángel L. Prieto de Paula.




(dolmen)

Nada dice la piedra
De vosotros,
Los muertos míos, aunque nada sepa
De lo que fuisteis ni de lo que sois.
Sólo erige su calma,
Su quietud, su silencio
Para acogeros en
Este espacio sagrado,
En esta cista entregada al cielo,
Que si es concavidad no es abandono.
Nada dice. Y está
En esa plenitud
Que lo acabado tiene.

Decidme cómo dirigir mi súplica
A este espacio vacío
¿De vosotros?






(badajoz)

Allí en la altura, en la
Devastación
De edificios y espacios,
Donde ya la alcazaba y sus murallas
No son capaces de
Convocar ni siquiera sugerir
Pasado ni esplendor alguno
Ni erigirse en defensa frente al tiempo,
Los traficantes bajo el sol de invierno,
Cargados de sustancias,
Esperan la llegada
De quienes compran dosis
Que transportan a la aniquilación,
Ajenos a las aguas,
A la belleza antigua de ese espacio
Hoy devastado, en ruinas,
Zoco ya sin memoria






(trevejo)

Las tumbas en la roca
Ya vacías de cuerpos
Recogen hoy el agua de la lluvia.
El granito excavado
Muestra la anatomía en su oquedad
Y ya ni huesos quedan ni cenizas.
Las nubes en el agua
Entregan lo celeste a su reflejo
Como si sepultado
Se fuera a recoger, cuando se escapa.
Del hombre sólo el hueco
Formado en el granito permanece,
De su labor ya nada
Sino sillares del castillo en
la derrota del monte






(adrenalina)

Hervía allí en el cazo
La jeringuilla de cristal usada
Y asimismo la aguja
De una labra dorada sin fulgor,
Para inyectarse adrenalina.
Era el juego del frasco y de la ampolla,
Del polvo blanco convertido en líquido
Que se aplicaba con el pico al brazo.
Después siempre brotaban
Unas gotas de sangre
Sobre la piel aún tersa,
Que manchaban de vida el algodón.
También era otro juego
Del aire y de su ausencia,
Del asma y del ahogo,
Esa dificultad que entorpece vivir.

Abuelo, no se apure







CABALLOS

QUE vuelvan los caballos
Del tiempo a mi jardín,
Que pasten en las hondas
Praderas de mi pecho.
Nutre como la sangre
La roja hierba de mi corazón.
Siento aún el galope velocísimo
De esos latidos que me llevan siempre
A aquel jardín lejano,
A aquel espacio virgen
Lleno de castañares, de granito
De enciclopedias que atesoran
Los enigmas del tiempo.
Que vuelvan los caballos,
Tengo caminos para su galope
Que llevan a un jardín, a mi jardín
Con rosas de inocencia, con aromas
Que atraen las caracolas del recuerdo,
Tengo praderas en el mapa mudo
De la niñez,
Allí qué pastos hallarán, qué arroyos
En que abrevar felices,
En que calmar la sed
Del pasado, tan lejos;
Aún tienen hierba mis laderas prístinas
Y el agua de la vida aún las riega.
Que vuelvan los caballos
Del tiempo a mi memoria,
Que traigan los recuerdos
En alforjas de magia;
Hace tiempo que espero su galope
Por las secretas vías de mi infancia,
Hace tiempo que esperan mis oídos
Escuchar su galope;
Están de mi jardín las puertas bien abiertas
Y en las altas planicies de mi pecho
No existe ningún muro
Para impedir su paso.
Si vienen les daré las rosas de mi sangre.

(De Un jardín al olvido, 1987, pp. 46-47)






(reportero francés)

Dejó Ouvert la nuit de Paul Morand
En la pensión en la que se alojara
Del oeste español
Y unas notas de hoteles y de citas
En la hoja de respeto.
Sabemos en qué página
Quedó de su lectura
Y los bordes del libro
Hablan de las mochilas y macutos
De quien cubre la guerra como corresponsal.
En un fuego cruzado
Murió en Beirut
En la guerra del Líbano.
Se llamaba Jean-Marc.
Acaso nada quede
De su existir sino los datos
Que estas líneas recogen
A partir de unas huellas
Que aún se hallan en un libro
Perdido u olvidado
En pensión española




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