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domingo, 10 de octubre de 2010

1669.- IVÁN OÑATE


Iván Oñate nació en Ambato, Ecuador, el 17 de marzo de 1948. Poeta y narrador. Cursó estudios universitarios en Quito, Argentina y España donde realizó el doctorado en Comunicación (Semiótica) en la Universidad Autónoma de Barcelona. Parte de su obra ha sido traducida al alemán, francés, inglés, portugués, griego e italiano. Actualmente es profesor de Semiótica y Literatura Hispanoamericana en la Escuela de Ciencias del Lenguaje y Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central del Ecuador. Obra publicada: Estadía Poética, 1968; En Casa del Ahorcado, 1977; El Ángel Ajeno, 1983; El hacha enterrada, 1987, cuentos, siete ediciones; Anatomía del Vacío, 1988; El Fulgor de los Desollados, 1992; La canción de mi compañero de celda, prosa poética, 1995 y La nada sagrada, 1998. Jean Franco y Jean-Marie Lemogodeuc, autores de la Antología de la Literatura Hispanoamericana del Siglo XX, publicada en Francia, dicen de él: «En él se agita probablemente el poeta más original de la nueva generación: hay que estar atentos a sus visiones inquietantes, a su gusto por la vida y el vértigo, a sus locas revelaciones mezcla de angustia y delirio. A su vez, para el poeta ecuatoriano Filoteo Samaniego: «Oñate sigue su propio camino y por él continúa, convencido, decidido a permanecer en él, como antes lo hicieron Lautréamont, Pablo Palacio o cualquiera de aquellos poetas que se negaron el derecho a la sonrisa». El poeta norteamericano Alfred Corn escribía este criterio: «He confirmado la impresión que tuve de su maestría extraordinaria en el arte de la poesía. Además de eso, usted dispone también de una habilidad persuasiva por la ficción. Pocos poetas pueden pretender otro tanto, pero su obra se ofrece como una prueba de esa posibilidad. La fusión de la filosofía y la imaginación para formar una nueva amalgama misteriosa y musical. Su originalidad, se deja sentir fuertemente cuando uno considera ambos estilos a la vez». El periodista y escritor uruguayo Kintto Lucas escribía así de Oñate: «Emisario del dolor y la algarabía, del sueño y la realidad, del relámpago y las utopías, de la interrogante y el desasosiego, este el mejor mensaje de una generación de poetas desgarrados por la pelea diaria contra las sombras».




Tango

Bendito seas tango,
porque en mis noches de rabia y dolor
me abracé a ti
sin importarme quién ponía la música
y quién el llanto,
quién esta niebla de adiós, quién
el reiterado argumento.

Bendito seas, pendenciero ritual
que en tiempos lejanos
únicamente
te profesaron los hombres. Ateridos rufianes
que tras demostrar la profundidad de su amor
con un cuchillo,
se abrazaban para el baile
y enrumbaban hacia las puertas del amanecer
con la misma cadencia
con que sus pasos
medirían la larga soledad de la prisión
día tras día,
ida y vuelta.

Taciturnos amantes
que en algún giro del bandoneón,
daban un salto
y caían
en la puntual cita con el destino,
en la atroz partitura
escrita desde siempre.

Tango,
crucifixión en smoking, curioso funeral
donde los muertos de amor
asisten a su propio velatorio,
engominados,
y con un corazón de plata
disparado al pecho.

Brusca melodía, en cuyos sótanos
aún se percibe el relámpago de la espada
o el de ese otro rayo,
quizás
más modesto,
el puñal con que se escriben
las épicas puertas adentro.

Bendito seas
porque en la nieve sucia de este amanecer,
algún desesperado,
algún muerto de amor,
en este momento se engomina
y te baila en llamas
abrasado por su sombra.







El esplendor en la hierba

Y en un instante,
en la maldita rebanada de un siglo
o de un segundo,
ves un lago,
ves un río, ves los árboles,

El verde paraíso donde un día fuiste feliz
y presientes los pasos de un dios jubilado,
de un dios indigente,

Un dios que va recogiéndolo todo
en un mantel desechable, en una bolsa inmunda
donde caen las cosas, los sueños
consumidos y muertos.

Todo,
irremediablemente todo
lo que ha de ser condenado al olvido
y a la podredumbre.

Porque el dios del invierno
es un empleado de motel, una carroñera divinidad
que empuja su carrito
por el largo corredor de la soledad
y apaga las luces del deseo
a quienes no merecimos el esplendor en la hierba.





MASCARADA

En un comienzo,
todos creemos
representar despreocupados
esta alegre farsa
a la que hemos sido invitados.

Pero
cuando menos lo esperamos,
no podemos arrancarnos el disfraz,
el maquillaje pegado
a nuestro rostro, porque entonces
quedaríamos desnudos y sin cara.

El papel
nos ha reemplazado.

¿Pero
es que había algún otro?








PRIMER TIEMPO

Recordar el ayer, es
otra de las habituales bromas
que el tiempo
suele ofertar
en la sala de los espejos. Recordar,

la juventud compartida
entre grandes males
que ignorábamos entonces. La certeza
de que algún día
llovería fuego, pero había tiempo.

Tiempo para reír,
tiempo para el amor, ¿y por qué no?

Para el mismísimo dolor
que en ese entonces,

era otra forma de ser felices.





CITAS

Además de mis pesadillas,
de mis temores, de mis dudas,

de mis oscuros y
repetidos conflictos,
debía cargar
un esqueleto de cal inconforme
con las torpezas de mi cuerpo.

Pero Ella
siempre me regañó
por llegar tarde a la dicha.


________________________________________


YO,
que he sido cruel, tierno, torpe,
lúcido y
alguna vez
en ojos de un amigo que amé y
luego olvidé en una taberna: poeta,

deambulo
borracho y desnudo a medianoche. Por ciegas
y gimientes salas
tropiezo con vagos hombres vestidos de enfermero
y algo sufre
algo se lamenta interminable
cuando la noche cae
y me da a beber
su sombra y su veneno. ¿Quién está aquí?
¿Quién está aquí? Algo pasa,

una bandeja donde flota un algodón, un niño y
un guante muerto
pasa. Y mientras busco una salida,
entre los dedos del médico, desesperadas
laten todavía unas vísceras antes de caer
en las fauces del perro. ¿Estás acaso por aquí
Carlota, mi hermana? ¿Dime?

¡Por Dios,
ya es tiempo de que paren esta lluvia!

¿Cómo saber
si eso que me lastima desde la niebla roja
es la realidad
y esta agua y esta sangre y este dolor
solamente frutos de mi repodrida cabeza?

Cómo saber
si todo está empapado. Y desnudo,
no hay lugar para un fósforo, peor
para el resplandor de un ángel
o de un rayo
señalándome la tiniebla exacta
donde habito. Porque entonces,

en su definitiva luz
yo vería la soga que espera
y sabría por fin,
quién es el acusado y
quién acusa.

Pero no os desesperéis
mis buenos hijos de cura párroco,
ya tendréis tiempo
para todos mis traumas
servidos en una mesa. Juro
que los legaré a la posteridad
como aquel magnánimo que legó el riñón,
o su testículo derecho.

Por ahora,
tiradme una manta, una ironía
con su corrosión amable dentro del pecho,
que ya no aguanto con este frío,
con esta culpa.



IRONÍA

Yo que arremetí contra el futuro
Que del mundo
hice un paisaje reseco y adverso
A último momento
tornarme ecologista
Y todo
Porque habían talado
un árbol
El único árbol
Que yo elegí para colgarme.

REVISTA: COMÚN PRESENCIA

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