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domingo, 10 de octubre de 2010

1658.- AHMAD AL-SHAHAWI


Ahmad al-Shahawi nació en Damietta, Egipto, el 12 de noviembre de 1960. Realizó estudios de Periodismo, licenciándose en 1982. En su época de estudiante participó en la fundación del periódico Sawt Sohag y en él dirigió la sección cultural. En 1985, empezó a trabajar en el periódico al-Ahram. Participó en la fundación de la revista cultural perteneciente al mismo periódico, Nisf al-dunia, e intervino en numerosas actividades desarrolladas en los Estados Unidos, vinculadas con su profesión. En 1995 obtuvo el premio UNESCO de Letras y en 1998 el premio Kavafis de poesía. Es miembro de la Comisión de Poesía del Consejo Superior de Cultura de Egipto desde el año 2001. Ha publicado 10 libros de poemas, entre ellos: Dos Rakaas para el amor; Los dichos; El libro del amor; Asuntos del enamorado; El libro de la muerte; Agua en los dedos. Su obra poética denota un profundo conocimiento del patrimonio sufí musulmán, del Maghreb árabe hasta el persa, pasando por Egipto. Sus poemas encantan tanto por su innovación como por su modernidad. Inspirándose en la tradición poética sufí, Al-Shahawi retoma los temas de sus predecesores: la pasión, la trascendencia de las emociones humanas, la omnipresencia hechizante del Ser Femenino. Él se inspira como siempre en su experiencia actual de poeta comprometido, en un mundo consagrado a la inhibición y a la denigración del placer debido al Otro, el ser elegido, sujeto y objeto único y perfecto del estado amoroso. Se entretiene en desterrar de la mujer las sensaciones sacrificadas, debido a este pudor casi congénito que limita el flujo legítimo del placer debido al cuerpo. Cava la lengua para extirpar lo «oculto». El mensaje espiritual subyacente en cada una de las obras de Al Shahawi, coloca sus palabras a este nivel refinado cuyos trazos milenarios del sentimiento amoroso hechizan al lector de los tiempos modernos.






Dichos del exilio

La tierra es una cárcel,
y los cielos guardan las estrellas fugaces.
Huye,
entra en el trono del amor,
pues la muerte es una criatura,
y tu lugar es el destierro.
Tu secreto se ha difundido,
y la duración de tu tiempo surge de una rosa.
Visitarás un istmo
y serás aniquilado,
mas tu alma permanecerá indescifrable.




Ahmad Al-Shahawi (Egipto), Salah Hassan (Iraq) y Papa Susso (Gambia).
La obra de Al-Shahawi y Hassan fue censurada en sus respectivos países.






DICHOS DEL AGUA

Entrego mi cuerpo
a cualquier holganza
y olvido el agua del primer instante.
Escribo en el aire del sueño
una letra para el suicidio de dos ciudades.
Coloco la cabeza sobre la almohada de la tierra
e invoco los comienzos.

Veo pájaros en la habitación
Y dos palmeras de fuego,
y el sonido de la llegada del agua a lejanas ciudades.
Extraigo el placer
del espíritu de la separación
y me encamino a los cielos.

Frente a mí hay un sueño de muerte
y, a mis espaldas, las víctimas de la pasión.
Recorro la distancia en la aguja del suero,
arrojo unas cosas en la cesta del espíritu,
rocío el agua con agua,
y marcho en dirección a mis prados,
despertando entonces mi primer felino.

¿Qué percibió esa mujer
cuando abrió la puerta de su infierno
y vio el libro de las expresiones?
¿Lloró acaso la historia de su placer?
¿Se convirtieron en fuego las escalas de su alma?
¿Se enemistó con el anhelo que dormía en el fondo de su corazón?
Se colocó la mujer en el agua del dolor
y se bañó en la sangre de los recuerdos.

En su sangre
duerme la otra mujer
y se explaya en las letras.
Mas
cuando apagué el río de mi continuidad,
en los desiertos
se despertó la aurora.

Sus alminares se irguieron,
y en el instante
en que durmieron los ojos de las lunas crecientes,
concluyó la oración.
Y permanece como recuerdo mi mezquita,
mientras dormita el Señor del gran placer.

¿Por qué me gusta el papel blanco?
¿Y la tinta negra?
¿Y el color negro?
¿Y el pelo negro?
¿Y la poesía negra?
¿Y el negro lecho?
Me alegra acariciar con los dedos
las hierbas negras que nadan en las aguas del corazón
y arraigan en la puerta de entrada.

Mi luna creciente
dormía en su boca.
Despertó...
y escribió un nuevo Corán.
Selló el mensaje,
y asoció la boca a otras creencias
lo que se había revelado.
Este desierto,
que ha entrado con su oscuridad,
ha arrojado la civilización a la basura
y me ha dejado sus violetas
en las manos.

Abandonó ella los pañuelos de papel
de su alma
y ascendió los escalones
hasta los árboles de mi alma,
donde comió todos los frutos.

Salgo del polvo
y camino hacia un abismo.
Dejo a mis amantes en un balcón
gritándome,
sin preguntarme por el regreso.
Abandono la casa, las calles, el agua
para permanecer en un lecho.

(Publicado en: Instituto Egipcio de Estudios Islámicos. Madrid, 2002).

TRADUCCIONES de Milagros Nuin






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