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lunes, 23 de agosto de 2010

878.- NUNO JÚDICE

Nuno Júdice nació en Algarve, Sur de Portugal, en 1949. Poeta, narrador, ensayista, dramaturgo, editor profesor universitario y diplomático. Realizó estudios de Filología romana. Ha publicado doce libros de poesía, seis de ficción, y varios volúmenes de ensayo. Fue el primer poeta portugués en ser editado en Francia por la prestigiosa editorial Gallimard. En 1973 ganó el Premio Neruda y en 1995, el gran Premio de Poesía de la Asociación de Escritores Portugueses. Se desempeñó como Agregado Cultural de Portugal en París. Fundador y director de la revista de Poesía Tabacaria. Algunas de sus obras, traducidas al francés son Jeu de reflets (Juego de reflejos), con pinturas de Manuel Amado, Paris, Chandeigne, 2001; Lignes d’eau (Líneas de agua), Fata Morgana, 2000; Traces d’ombre (Trazos de sombra), traducido por Geneviève Leibrich, Paris, Métailié, 2000; Un chant dans l’épaisseur du temps (Un canto en el espesor del tiempo) seguido de Méditation sur les ruines (Meditación sobre las ruinas), Gallimard, 1996; Voyage dans un siècle de littérature portugaise (Viaje en un siglo de Literatura Portuguesa), Bordeaux, l’Escampette, 1993.





HOY

Hoy, podría beber de tus labios
el agua más pura del invierno,
o devorarlos, con el hambre que
sólo el amor sacia, hasta que un
rojo de fruto los pinte
con su color.

Hoy, podría aspirar de una
sola vez todo el perfume
de tu cuerpo, y sentirte
dentro de mí, llenándome
los pulmones con el aire más
fresco de la primavera.

Hoy, podría cosechar en tus
cabellos un viento de nube,
y verlos volar sobre el azul
que un día vestiste y aún
está en mis ojos, con
el brillo caliente del verano.

Hoy, podría cubrirte con
mis brazos, y guardar conmigo
la dulce luz de tus senos, para
guiarme cuando tu ausencia
me duele, como un breve
sol de otoño.

(Traducción de Blanca Luz Pulido)




PRINCIPIOS

Podríamos saber un poco más
de la muerte. Pero no sería eso lo que nos haría
desear morir más
aprisa.

Podríamos saber un poco más
de la vida. Tal vez no necesitaríamos vivir
tanto, cuando sólo se precisa saber
que debemos vivir.

Podríamos saber un poco más
del amor. Pero no sería eso lo que nos haría dejar
de amar al saber claramente lo que es el amor, o
amar más todavía al descubrir que, aun así, nada
sabemos del amor.

Traducción de Elkin Obregón




EPISODIO CALLEJERO

En una esquina, buscas que el poema te diga
quién es, por qué te ocultas, cuál es el nombre
de lajovencita que, en el café, te miró fija-
mente. Y no tienes respuesta. La respuesta
estaba en los labios de esa jovencita que
tu silencio no supo interrogar;
y en el viento que barría la explanada, le-
vantando papeles y hojas. El otoño:
imagen, esa, de tu propia vida que
no supiste interrogar; para que de
una banal conversación- con la desconocida
surgiese una imagen, esa otra, de la
vida que desearías que de tí no huyese,
a cada instante, por entre los dedos y los versos.

(Traducción de Jorge Fondebrider)





EJERCICIO DE GRAMÁTICA

Tú, a quien
los vientos recorren
con los labios
del horizonte,
y una nube extraña cubre
como la sábana amarga
de la madrugada: dame
tus manos, ahora
que tu nombre se
demora en los oídos de la tierra;
o corre por ese río
subterráneo que desagua
en lo hondo
de los espejos, de donde
ninguna voz te llama.

Tú, el más
abstracto de los pronombres,
vestida con el fuego sordo
de la última vocal, como
si una sombra de silencios
danzase por entre
murmullos y memorias: no
partas con el nacimiento del día,
el sueño vago de un deseo,
o la luz efímera
con
que te miré.

Quédate en la tinta de mis dedos,
resto de un verso, secreto
sin rostro; o llévame contigo,
limpio de reflejos y pronombres,
mientras un rumor de fuente
me enseña a encontrarte.

(de su libro Tú, a quien llamo amor (Antología).
Selección y coordinación:
Manuela Judice. Presentación: Inês Pedrosa.
Traducción: Jesús Munárriz.
Edición bilingüe. Madrid, Hiperión, 2008.)





FIGURA CON REALIDAD

Te escribo ahora, por dentro de este poema.
Podría soñar que vas a nacer de dentro de él,
o que estás dentro de él
como la flor futura habita el centro del invierno.
La analogía es el punto adonde
el poema va a beber,
como se va a la fuente, o como se oye,
en el silencio de la tierra, un rumor
de aguas subterráneas.
Entonces, tu voz se abre, como si fuese
la propia flor. Entra en mí,
y recorre los espacios desiertos de mi alma,
como si un viento empujase las puertas
y las ventanas,
atravesase las salas, y avivase el fuego
en las cenizas del corazón. Me limito
a oírte en el intervalo de los versos, mientras
la vida reemprende, despacio, su curso:
oraciones por dividir, una enunciación de figuras
de retórica, el paralelismo
de ciertas comparaciones. Todo esto
desembocaría, como es evidente, en el ritmo
al que el poema obedece si no te encontrase
en cada cesura, como si tu imagen insistiese
en llenar los vacíos de la palabra. Entonces,
dejo que entres dentro del poema; y te veo
avanzar por las frases, hasta el final de la línea,
donde te espero,
como si cada sueño no se deshiciese
con el aire.




FONS VITAE

Las confidencias se quedan en el cielo de la boca
como las nubes lentas del otoño. Las soplo,
para que el cielo se limpie y sólo una niebla vaga
se pegue a lo que me quieres decir; pero
me arrimas los labios al olvido, y tú, sí,
eres quien me cuentas qué cielo es éste, y de dónde
vienen las nubes que lo cubren. Sentimientos,
emociones, pasiones, se interponen entre
cada frase. No hay otros asuntos
cuando nos encontramos, y me empiezas a hablar,
como si fuese el corazón la única
fuente de lo que decimos.

(en Tú, a quien llamo amor (antología).
Hiperión. 2008.
Traducción de Jesús Munárriz.)





Arte poética (Explicación)

Distingo deseo y amor, como si las dos cosas
no tuvieran nada que ver una con otra;
en medio de las palabras abstractas,
los conceptos difíciles,
las citas de los clásicos,
tus ojos se cerraban de sueño
y tus cabellos se hacían más claros,
como si los iluminara por dentro
la tenue luz del conocimiento.
Para despertarte
pregunté qué relación podía haber
entre la vida y el poema.
La duda no era posible: en efecto
para los teóricos,
la poesía es pura imitación,
y nada de lo que está en las palabras
tiene que ver con la materia sensible,
con lo real, con todo lo que nos rodea.
Pero tu respuesta fue lo contrario
de lo que ellos dicen,
como si vida y poesía participaran
de la misma naturaleza.
Debía haber corregido.
Son las certezas científicas
las que hacen avanzar el mundo,
y no los errores en que seguimos insistiendo.
Sí, iba a decirte que es a partir
de esa oposición entre la vida y el poema,
de esa realidad absoluta del lenguaje,
construida contra nuestros hábitos,
los lugares comunes de lo cotidiano,
la banalidad de los sentimientos,
que la esencia de lo estético, se puede afirmar.
Pero tus ojos me demostraban lo contrario
de todo eso.
Contra lo que yo mismo pensaba,
cedí a su lógica. Contra el amor,
hasta las leyes de la poética
son absurdas.

[La traducción es de Blanca Luz Pulido]





Receta para hacer el azul

Si quieres hacer azul,
agarra un trozo de cielo
y mételo en una olla grande,
que puedas llevar al fuego del horizonte;
después mezcla el azul con sobras de rojo
de la madrugada, hasta que se deshaga;
vacía todo en un bacín bien limpio,
para que no quede nada de las impurezas
de la tarde.
Finalmente, criba los restos de oro de la arena
del mediodía, hasta que el color se adhiera
al fondo de metal.
Si quieres, para que los colores
no se desprendan con el tiempo,
deposita en el líquido un corazón de melocotón
quemado.
Lo verás deshacerse, sin dejar señal
de que alguna vez allí lo pusiste;
y ni el negro de la ceniza dejará restos de ocre
en la superficie dorada. Puedes, entonces,
levantar el color hasta la altura de los ojos,
y compararlo con el azul auténtico.
Ambos colores te parecerán semejantes, sin que
puedas distinguir entre uno y otro.
Así lo hice – yo, Abraham ben Judá Ibn Haim,
iluminador de Loulé – y dejé la receta a quien
quisiera, algún día, imitar el cielo.

Traducción de Vicente Araguas





Antropología

como la piedra, no nació de un volcán,
no formó una isla,
no hirvió el mar en impulsos ansiosos
de cielo.
El hombre, como la planta,
se dobla al paso del ciclón,
se estremece con las mutaciones del
tiempo –como ahora,
cuando traen ya las nubes
un escalofrío de otoño.
Este hombre tiene el fondo ceniciento
de esas nubes, su mirada de amenaza
la insistencia en permanecer —así
sepa que el primer soplo
lo arrebatará del horizonte.

Traducción de Elkin Obregón





METAMORFOSIS

El cielo estaba sin nubes, como si
la transparencia le perteneciese. Miro
el azul; y tal vez mi mirada se
cruce, camino al infinito, con
la mirada de un dios que se hubiese
distraído, desde el fondo de su
eternidad. ¿Andará perturbado,
ese dios que no sabe el camino
que le cupo, entre galaxias
y nebulosas, astros y cometas,
ríos serpenteando por entre valles
y edificios de una ciudad que
despierta? Pero desvío la mirada,
para que no se interrogue; y
me quedo sin saber lo que le ocurrió,
como si un dios perdido en el universo
no tuviera el previsible destino
que las mitologias le prestan:
una ira de relámpago durante un día
de verano, o la súbita metamorfosis
en este pájaro que se posó en
mi ventana, e insiste en que
lo mire.




ARQUITECTURA BLANCA

Yo digo: las cosas blancas tienen el color
de la pared donde las escribieron. Pero
el blanco de la pared no sirve para que
en él se escriba en blanco.

Tú dices: una pared es blanca cuando
la mano que en ella escribe
tiene la blancura de lo que sólo es blanco
contra lo blanco de la pared.

Él dijo: hay una diferencia entre lo
blanco y el blanco, que puede ser blanca
como el color de la pared donde lo blanco
escondió la blancura que lo esconde.

Yo digo, tú dices, él dijo:
y lo que nosotros dijimos puede ser tan blanco
como las palabras que se escriben en el
blanco de la pared donde lo blanco no existe.





UNA POÉTICA EN EL DESVÁN

En medio de las cosas viejas busco lo que
es nuevo. En cada final veo un principio;
y todos los pedazos se vuelven a pegar,
incluso cuando faltan trozos, o no
se sabe a qué parte pertenece la otra.

Así es con el poema: lo hago con las
palabras viejas, las que están llenas de
moho, las que fueron botadas en un rincón
del diccionario. Algunas, no sé lo que
quieren decir; otras, dijeron tantas veces
lo mismo que ya perdí el sentido de lo que
dicen. Pero cuando las pego, en el verso,
lo que escucho tiene siempre otro sentido.

Este poema, por ejemplo, no tiene
nada de nuevo. Las palabras son fáciles,
los sentidos son obvios. Y es por eso
que ando, en medio de él, buscando
cosas nuevas; y al llegar al final,
veo un principio, y sé que todo se vuelve
a pegar, como si aquí nada faltase.

(Traducidos por Jesús J. Barquet.)





RECOLECCIÓN

Junté naranjas y limones en el mismo saco,
y el amarillo y el naranja se juntaron sobre
el verde de la yerba. La primavera llega con
estos colores, dice el pájaro que se cruzó
con la piedra que el niño lanzó para
atinar en el cielo; y la infancia cae del otro
lado de la calle, donde comienzan las casas,
para decirle al pájaro que su lugar
está donde se halla la primavera, y no donde
falta el campo verde que las naranjas
y los limones pintan de amarillo y naranja.





CONDOMINIO

Este verano hablé inglés con
la portera del edificio, que tenía un gato y las obras
completas de Shakespeare en tres tomos. No
estoy seguro de que me entendiera,
porque tampoco sé si era inglesa: el gato
era persa, y las obras de Shakespeare estaban
por abrir. Ella respondía a mis
preguntas con un único monosílabo: «Da»; y
alguien me dijo, enfrente de su cuerpo dentro
de un ataúd azul con herrajes de ébano, que
me decía que sí, en el alemán de Freud. Comencé
a pensar si no sería, ella misma, una sobreviviente
del sicoanálisis; pero cuando su último médico me
confesó que nunca había logrado que ella le dijese
qué era lo que le dolía, entendí que el dolor no formaba
parte de su vida. De todas formas, cada vez que
entro en el edificio, me quedo siempre entre ser y no ser
cuando no la veo, y sólo si el gato persa se ensaña
conmigo, desde el cojín donde ella lo dejó reposando,
es que siento como si fuera mía la culpa de que ella
nunca hubiese leído a Shakespeare.


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