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domingo, 22 de agosto de 2010

872.- GUSTAVO TISOCCO

GUSTAVO TISOCCO nació en Mocoretá, (Corrientes,Argentina). Es pediatra neonatólogo y miembro de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) desde 2003. Sus comienzos literarios fueron precoces.
En septiembre del 2001 vio la luz su primer libro de poesías (Sutil) y participó en el 2003 de una antología internacional de autores del mundo de lengua castellana publicada en España. En el mismo año participó de la antología de médicos argentinos y brasileños. Fue mención especial en el congreso de médicos de Buenos Aires con su poema “Abuelas blancas”, obtuvo recientemente un tercer premio con su poema “Ojos muertos” en el foro literario Azul y palabras. Participó recientemente con otros poetas de la antología Libertad bajo palabra.
Presentó su libro Entre soles y sombras en marzo del 2004 en diversas ciudades argentinas. En junio del mismo año obtuvo el primer premio de Poesía del Congreso de Médicos Escritores argentinos, chilenos y brasileños.
Fue seleccionado para participar de la antología Palabras urgentes de Editorial Dunken al cumplir ésta su décimo aniversario y en diciembre participó de la antología Valle de Elqui, patrocinada por la Embajada de Chile en Argentina.
En abril del 2005 fue invitado a participar gratuitamente de la antología literaria Mujer, soledad y violencia editada en Cali (Colombia). Presentó en diciembre del 2005 un CD (Huellas) en el cual recopila 30 poemas de su obra anterior y del libro que presentará próximamente, en el cual se halla trabajando y que será presentado en Buenos Aires hacia abril del 2006.
Publicó colaboraciones en diversos periódicos y páginas literarias de Internet, y coordina el Café Literario “Extranjera a la intemperie” en la ciudad de Buenos Aires.
En propias palabras, "transita su vida entre luces y penumbras, sabe que vivir es la consigna mas allá de las tormentas."




Muertos ingenuos

De niños jugábamos a los muertos,
pero la muerte era extraña, lejana,
apenas una osadía.

Comíamos moras
y los labios tenían el color del invierno,
poníamos flores en las manos, en el pelo
y con el rosario enredado,
orábamos alrededor de quien cerraba los ojos
en esa travesura horizontal.

Éramos muertos ingenuos,
felices, audaces pétalos de escasas primaveras
y reíamos hasta el cansancio.

Ahora somos flores mustias.
Los días son tan breves
y quedan tan pocos octubres.
Nos duele la casa gris, el patio deshabitado,
los ladridos que ya no están,
las fotos en la pared.

¡Qué lejos quedó la infancia!

Victoriosa
la muerte juega con nosotros
y nos asusta.





Cargó dos fotografías

Cargó dos fotografías,
la rosa seca,
su vulnerabilidad,
la campana de bronce,
aquel espejo,
todos los abrazos
y se marchó.



Esta fragilidad

Esta fragilidad
sobre la espalda duele.

Lastiman todavía
autos negros.
Hiere esperar en el balcón.

Gemir en noches oscuras,
huir de Dios, del panfleto inerte,
verter sobre la mesa fotos muertas.

Llorar los sueños que perdimos,
caer estando en el fondo, caer.

Molesta estar aquí
cuando tantos marcharon.

Quedamos aniquilado vacío,
entonces duele.



Adán

(De una pintura de Durero)

Tú me ofreciste la manzana
y te vestiste de reptil
para que sucumbiera.
Pero el color rojo de la fruta
quedó perndido a tus labios
y la serpiente
atrapó tu corazón.
Ahora yo,
que no puedo más estar desnudo,
ofrezco mi piel
a la negra noche
y te olvido
condenándonos




La venus del espejo

(de un cuadro de Diego Velázquez)

Sobre la mullida cama
tu cuerpo,cual guitarra
de formas perfectas, de conjuro perfecto.
¿Qué secretos revelas al espejo?
Tu imagen infantil
no comprende todavía la fragilidad
de la belleza
no hay cavernas
ni flores marchitas,
no hay inviernos.
El tiempo enmudece pero perenne aguarda.
Sos Hermafrodita,
sos la Ariadna del drapeado.
Fina, exacta,
tu vigor exhalas cual una fresca.
`´Cómplice de ti el ángel sucumbe
y entre rosas y ocres te despliegas sigilosa.



1

Certeza

Tengo la certeza
de que mi abuelo Pedro se quedó dormido
y me lo robaron barcos piratas.
Sabido es que estos bárbaros
aglutinan fortunas,
trofeos, tesoros…


2

A los desaparecidos.

A sus madres.


Ellos parieron a sus madres
y estas llevan sus fotos mostrando al mundo
que no hay naufragios.
Ellos, los ausentes,
denuncian con sus gritos
la poca memoria
de los que salvándose
se quedaron en la barca.
Sus madres también gritan
y descubren que en el fondo del mar
florecen jardines.


3

Te ofrezco la súplica
que nunca hice,
mi casa abatida
mi eterna tristeza
detrás de ninguna sombra.
Te doy lo poco que existe
en mi asilo de tormentas,
esta sin razón
de ser pequeño
entre mis andamios.
Desnudo ante ti
mi suicidio habitual,
este corazón sin alas,
mi promesa de seguir el rumbo.
Y aunque de mis huesos
ya no queden más
que eternos epitafios,
te dejo mi último sollozo
sobre la mesa inerte del tiempo.
Me cedo a ti y no soy abismo,
sino un frágil barrilete
extraviado en el viento.


4

Oruga

Me increpo en el piso,
me arrastro,
sé del frío,
del cemento,
la pradera.
Ignorado
bestial
insignificante
partícula ínfima
alimento de águilas.
Paciente
previsor
calmo
certero
vital.
Aguardo...
Me crecerán alas, lo sé.


5

Hermano,
la casa sigue buscando rincones de luz.
Maltrechos tejados rasgan el velo lunar
de lejanas añoranzas.
Si vuelves, búscame en la hamaca del patio
donde quedaron ilesas antiguas inocencias.
Hermano,
el camino sigue difícil y empinado.
Las viejas carretas circulan con los abatidos obreros.
En el cielo hay barriletes
con recuerdos legendarios.
Si vuelves, te espero en esta hamaca donde quedan aún
nuestras risas inconclusas.
Hermano, si vuelves torturado y perdedor
estaré en el portón aguardando los pasos.
Si es que no puedes retornar,
si tus sueños aniquilaron,
si desapareciste tras un manto de ironías,
seguiré esperándote en la vieja hamaca
donde no existen los olvidos.




HOMBRES OSCUROS-REFULGENTES
(“Desde todos los costados”)

Hay hombres oscuros
-blancos o negros-
pero oscuros,
que pululan por los huecos
invaden el lodo, las terrazas desiertas,
los eclipses del sol.
Habitan la irónica proeza de persistir,
comen y beben,
vacían la botella,
apagan la luz.
Encienden el ventilador y no sudan,
hacen el amor y no sudan,
mueren y no atravesaron la puerta.

Hay otros hombres refulgentes,
-blancos o negros,
que no caminan ni corren,
vuelan, son veletas en la cima-
semillas esparcidas como ramas
como brazos,
que te miran y transpiran,
que degustan el licor,
rebalsando en sus copas.
Son hombres como peces,
mapamundis, meteoritos,
que a punto de estallar
descubren arco-iris.




Las edades de la mujer y la muerte
De una pintura de Hans Baldung Grien

(Del libro "Pintapoemas")

Intersección entre el sol y la noche
tú, joven e intrépida,
devoras la fruta.

La oscuridad
en el reloj de arena
que invertido te llama,
no te asusta.

El resplandor dorado
te protege,
hasta que cae tu vestido,
anunciando la bruma




Esqueleto inerte

Es parte del entierro
estos brazos que por colgar pesan tanto,
esta voz que quedó muda
entre exilio y sin-razón,
estos zapatos que visten abismos.

Es parte del entierro
el lento dolor de la daga,
la sed en labios secos,
la hoguera que siempre espera.

Es parte del entierro
estas ganas de ser pájaro,
esqueleto inerte.




CORAZÓN DE NÍSPERO

Recuerdo en la siesta
trepar la planta de nísperos
y ser el buscador del más dulce oro,
testigo que había un sol,
redondito y pequeño,
con el que hacíamos la guerra,
la ofrenda a Dios,
la corona de la reina.

Éramos con otros niños
como alondras,
habitando aquellas ramas,
aquel jolgorio.

Hoy ya no queda patio,
ni el abuelo podando
escalones y nidos,
tampoco el resplandor de la tarde.

Prisionero de tantas ausencias
lo fui extraviando todo.

Sólo guardo
mi corazón amarillo
que me salva.


De "Desde todos los costados"




IRME de mí,
de los espacios y el encierro,
dejar las noches,
trepar avatares de polvo
ser por un instante nadie,
olvidar las dudas,
los anhelos y certezas.

Irme de todo y de nada,
ser isla entre edificios de piedra,
pernoctar el silencio y los miedos,
descubrir lo ínfimo, lo gigante,
estallar de risa,
sangrar viejas cicatrices,
ser en el preciso instante exilio.

Irme y retornar rebelde,
ser simple mortal,
equivocarme,
hundirme en el barro,
ignorar los espejos,
sentir todo el dolor,
vibrar con cada melancolía.

Irme y retornar emoción,
acariciar el suelo,
ser semilla, sendero e instinto,
inquietar a las estatuas,
embriagarme de musgo
y quedarme en mis derrotas
aplaudiendo.

Irme de mí,
retornar a lo que soy.




TRISTE JARDÍN

Con cada muerte,
con cada destello de cuerpo quemado
el bosque se cubrió de penachos rojos.
Cada guerra sembró semillas de verdes brotes
y entre gemidos y desgarros
un aluvión de orquídeas nos invadió.
Cada inocente abatido fue de pétalos cubierto
y a mayor dolor
un aroma de azahares inundó el aire.

Es una tristeza ver el jardín tan florecido...

Duele verte en el lodo
cuando una vez cosechamos guindas.

Cobijamos juntos abejas y néctares
hoy lastima la colmena vacía.

Hiere la insignia de tu victoria
donde se precisan jirones de paz.

Resurgimos entre huracanes y dudas
pero nos mató la certeza.

Hoy somos los débiles infames del crepúsculo,
y duele...
ambos sabemos cuanto.

Has caído sobre mí
y te impregnan tantos exilios
que olvidas mi voz
implorando besos.

Has reposado tu abrazo
sobre mi cama
y te inundan de pronto
tantos desamparos.

Has aspirado el néctar
del impiadoso invierno
y huyes denunciando tu derrota
y la mía...

Exiges mi cabeza muerta,
los ojos desorbitados,
la voz muda,
el reposo del duende,
la ausencia,
el Olimpo.

Aullido de lobo.
Salgo de mí y te extravío.

De puerta en puerta
lloro tu nombre,
muriendo de sed.







De niños jugábamos a los muertos,
pero la muerte era extraña, lejana,
apenas una osadía.

Comíamos moras
y los labios tenían el color del invierno,
poníamos flores en las manos, en el pelo
y con el rosario enredado,
orábamos alrededor de quien cerraba los ojos
en esa travesura horizontal.

Éramos muertos ingenuos,
felices, audaces pétalos de escasas primaveras
y reíamos hasta el cansancio.

Ahora somos flores mustias.
Los días son tan breves
y quedan tan pocos octubres.
Nos duele la casa gris, el patio deshabitado,
los ladridos que ya no están,
las fotos en la pared.

¡Qué lejos quedó la infancia!

Victoriosa
la muerte juega con nosotros
y nos asusta.









La casa no deja retomar el viaje.

Ramas de nostalgia desgarran
estos brazos de ausencia.

En las paredes humedad de lágrimas
desatan recuerdos.
Entre puertas y ventanas,
los que ya no están,
susurran melodías en mi noche.

Sé de calles donde florecen cielos,
de abrazos mutilados sin mi cuerpo flaco,
de un perro guardián
que pernocta el desaliento.
Sé que hay fronteras después de mí,
otros licores, otras redes.

Pero la casa es una telaraña melancólica y audaz,
un cúmulo de cenizas,
llave que encarcela.


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