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sábado, 21 de agosto de 2010

858.- ROBERT HASS

Robert Hass. Poeta estadounidense nacido en California, en 1941. Traductor y crítico. Muy conocido en Estados Unidos tanto por la temática de sus obras como por la actitud que prevalece en sus poemarios. El alcoholismo de su madre es uno de los temas más relevantes de su poemario de 1996 Sun Under Wood. Durante la década de 1950 se aproximó a las figuras de Gary Snyder y Allen Ginsberg, hecho que motivó su cercanía a la estética beatnik. Tras licenciarse por la Escuela Católica de Marina, en 1958 comenzó a interesarse por el orientalismo y a prestar, en consecuencia, atención a manifestaciones literarias como el haiku. Está casado con la poetisa y activista contra la guerra Brenda Hillman, docente del Saint Mary's College. En estos momentos ostenta el cargo de canciller de la Academia Americana de Poetas, es uno de los administradores del Premio de Poesía Griffin, y centra sus esfuerzos en campañas en defensa de la alfabetización y el medio ambiente.Fue Poeta Laureado de Estados Unidos de 1995 a 1997 y ganador del Premio Pulitzer, en 2008 por Time and Materials, entre otras distinciones. Algunos de sus libros de poemas: Field Guide, 1973, Human Wishes, 1989 y Sun Under Wood, new poems, 1996.




NIÑO QUE NOMBRA FLORES

Cuando las viejecillas, las comadres, se iban por el bosque,
yo era el héroe en la colina
bajo la claridad solar.

Los galgos de la muerte me temían.

Olor a hinojo silvestre,
tapanco de dulce fruta arriba entre las ramas
del ciruelo en flor.

Luego se me arroja
al terror de la infancia,
al espejo y las grasosas dagas,
el oscuro
montón de leña bajo las higueras
en la oscuridad.
Es sólo
la malicia de unas voces, el viejo horror,
nada,
padres que pelean,
algún borracho.

No sé cómo salimos adelante.
En esta mañana soleada
de mi vida adulta, observo
un durazno claro y puro
en una pintura de Georgia O'Keeffe.
Es la plenitud misma
de la luz. Un pinzón escarba entre las hojas
junto a mi puerta abierta.
Siempre lo hace.

Hace un momento me sentí tan mal
y tuve tanto frío
que apenas si me podía mover.

(Traducción de P. López Colomé)





EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

El suelo está tan adolorido que se queja
dondequiera que alguien ponga pie,
como si hubiera aprendido el truco
del sufrimiento.
Pobre suelo.
He aquí el jardín de las delicias,
un hombre señalando a una mujer
y un pájaro parado
en un cilindro de cristal
observando. Ella tiene un tapón
en la boca o la pintura
se ha reventado hace mucho justo ahí.
Él se ve preocupado, pero no aterrado,
y no se mueve.
Es la ventaja de las pinturas.
No es necesario el movimiento.
Yo solía bautizar a las flores:
lengua de barba, cosecha de piedra,
perlado eterno.

(Traducción: P. López Colomé)





LOS PUROS

Los caminos al norte de aquí son muy secos.
Los primeros brotes rojos trasplantan la primavera letal
y los cuervos, como un enjambre, bajan en nubes
sobre los campos desde París hasta Béziers.
He aquí la cosecha del Señor: el niño del pueblo
a quien le partieron la lengua en dos,
las comadres que se truenan las articulaciones
en las rodillas al ir arrastrándose hasta Carcassonne.
— Si el mundo no fuera malo en sí mismo,
dijo el bendito, entonces cada elección
no constituiría una pérdida.
La enfermedad del siglo es la carne,
dijo. Por tanto, hay que construir con piedra.
Los muertos con sus labios negros se amontonan
unos sobre otros, en una intimidad de amantes.

(Traducción: P.López Colomé)




Meditación en Lagunitas

El nuevo pensamiento es todo pérdida.
En eso se parece al antiguo pensamiento.
La idea, por ejemplo, de que cada particular
borra la luminosa claridad de una idea general.
Que el pájaro carpintero cara de payaso
que escudriña el esculpido tronco muerto
de aquel abedul es, por su sola presencia,
alguna trágica caída de un mundo primigenio
de luz indivisa. O la otra noción que dice
que, como en este mundo no hay una sola cosa
que corresponda al arbusto de la zarzamora,
una palabra es la elegía de lo que significa.
De esto hablamos anoche ya tarde y en la voz
de mi amigo había un delgado hilo de pena,
un tono casi de queja. Un rato después entendí
que, al hablar así, todo se disuelve:
justicia, pino, cabello, mujer, tú y yo.
Una vez hice el amor a una mujer y recuerdo
cómo,
al tomar sus pequeños hombros entre mis manos,
sentí un violento asombro ante su presencia,
una sed de sal, sed del río de mi niñez
con sus cauces insulares, tonta música del barco
del placer, charco donde atrapamos aquel pececillo
naranja y plata llamado semilla de calabaza.
Apenas si tenía que ver con ella. Anhelo, decimos,
porque el deseo está lleno de distancias infinitas.
A ella yo le daba igual seguramente.
Pero cómo recuerdo la manera en que sus manos
partían el pan,
lo que su padre le dijo para herirla, lo que soñaba.
Hay momentos en que el cuerpo es tan luminoso
como las palabras,
días que son la carne buena prolongándose.
Una ternura tal, aquellas tardes y noches
repitiendo zarzamora, zarzamora, zarzamora.

(De Praise, Alabanza, 1974.
Trad. Pura López Colomé.)



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Una mariposa nymphalis californica

Ese lento, rítmico parpadeo de alas,
Como desde el dolor del placer–
Una mariposa nymphalis californica
Inmóvil en el aire sobre unos pocos algodoncillos.
Un olor a agua en el aire seco,
El olor casi a nuez del polvo.
Adiós, abeto blanco, pino de Jeffrey.
No tengo modo de saber si preferís
Verano o invierno,
Aunque pienso que sois más hermosos en invierno.
Ajedrezada escarlata, lirio del maíz,
No sé lo que preferís, tampoco.
Hasta siempre, menta salvaje.
Tu mixtura moteada de lavanda y suave verde gris
bajo los álamos
En una repisa de granito con liquen cerca
de una cala
Puede ser la cosa más hermosa de estas montañas,
Además de las montañas.
Está bien que hayamos parado un momento
Para mirarte y luego bajar por el sendero
Porque tenemos cosas que hacer
Y porque la belleza puede resultar un poco
insoportable,
Creo yo, acostumbrarse a ella es insoportable,
Porque si no puedes comer una cosa o hacer
algo con ella,
El ser humano acaba por aburrirse con todo
a la larga,
Por eso el invierno es un invento admirable.
Aún por venir otro mes de verano.
Agosto extraerá una dulzura de ti
Que se dejará llevar como polen.

De Tiempo y materiales






Combinación roja, el cabello impecable

¡Oh, qué tristeza inconsciente de serlo!
¡Qué desesperación que no sabe de sí misma!
Una mujer de negocios, su maleta deshecha
en el suelo, se sienta
En una cama en ropa interior, combinación roja,
el cabello impecable; tiene
Un papel en la mano, posiblemente con números.
¿Quién eres? Nadie se lo pregunta.
Tampoco lo sabe.




Cuida su fastuoso bigote

Nietzsche pobre en Turín, comiendo salchichas
que su madre
Le envía desde Basel. Un cuarto alquilado,
El pequeño cuadrado de la ventana enmarca nubes
de agosto
Sobre la montaña. Cavila sobre la forma
De las cosas: el espolón colgante
De una aquilegia alpina, los troncos de cedro
torturados por el invierno
Bajo el sol del verano, la combadura del tronco
del álamo
Justo donde se tuerce bajo el peso de la nieve.
“Se extiende por todas partes la tierra baldía;
desdichado
Aquel que la lleve dentro”.
Se muere de sífilis. Cuida su fastuoso bigote.
Enamorado de la ópera de Bizet.




El álamo hace algo al viento

El álamo centellea al viento
Y eso nos deleita.
Las hojas danzan, giran sobre sí mismas,
porque ese movimiento en el calor de agosto
protege sus células y no se secan. Del mismo
modo la hoja del chopo.
De la reserva genética se elevó con rapidez
un tronco tembloroso
y el árbol inició su danza. No.
El árbol capitalizó.
No. Hay límites para decir,
con el lenguaje, lo que el árbol hizo.
Es bueno a veces para la poesía
que nos decepcione.
Danza conmigo, bailarín. Oh cómo lo deseo.
Montañas, cielo,
El álamo hace algo al viento.




ROJO, DIJE

Si dije —recordando, en verano,
la cardenal mancha repentina del rojo
en las maderas desnudas, grises del invierno—
Si dije, la cinta roja en el sombrero de paja
de la muchacha a punto de besar
a su poodle nariz-negra, balanceándolo
en la pintura de Renoir—
Si dije fuego, si dije sangre manada de una herida—
O las amapolas sobre el pasto, alquitrán del aire
de verano contra una ladera en las afueras del Fano—
Si dije, su pendiente rojo cuelga de su lóbulo sedoso,
Si ella echa la suerte con una baraja de hojas caídas
hasta que salga la que quiere
pezón rosado, boca—
(¿cómo podrías no amar a una mujer
que hace trampa en el Tarot?)
Rojo, dije. Repentino, rojo.




Aghata

1 .

Una casa de madera vieja, blanda, gris, lustrada
por la sal,
Ventanas sobre dunas de hierba, una playa.
Una mujer está arriba trabajando en el estudio
Cuando suena el timbre. Un hombre joven a la puerta,
Un testigo de Jehová, tiene una manzana de Adán
Tan protuberante que casi coquetea
Con la deformidad. El hombre, que intenta no mirarle
fijamente,
Tiene la triste y temerosa premonición
De que su mujer necesita ayuda, y entonces
un poderoso sentimiento
De que no tiene mujer, de que nunca la ha tenido.
El hombre joven, los ojos contraídos
por la concentración,
Está hablando sobre lo que él llama
“el primer despertar”,



2.

Cuando se fue la luz, condujo hasta el pueblo
Y compró un montón de velas. Todo el mundo
Estaba en el supermercado comprando linternas,
Baterías, lámparas de aceite, camisas de lámparas
de aceite, fuel,
Contando la historia de dónde estaban
Cuando todo se quedó a oscuras, haciendo tiempo
Un rato más en esa repentina comunidad de la comunidad.
Cuando se fue a casa, el poder se había restablecido.
Así es como lo dijeron en la radio: “poder restablecido”.



3

Ella le despertó para decirle que todo estaba encendido,
La canción del ruiseñor, el blanco de las margaritas
En el jardín a oscuras. Luego le despertó
Para describirle la luz de los faros en la carretera
de la bahía:
Parecían tan solitarios como la tierra. Él le dijo
Que a esa hora debía de ser un pescador,
Que probablemente estaba poniendo cebo
para los tiburones de arena
Mientras ellos hablaban. Se quedó dormido mientras
imaginaba
Al hombre trazando la línea, tirando el café,
Soplándose las manos, gesticulando contra el frío.
Ella estaba despierta a su lado, pánico como el viento.



4

Hacía calor. Ella estaba barnizando una silla
de la cocina
Que había comprado de saldo en un garaje sobre
la bahía.
Estaba trabajando dentro por que el sol
Afuera secaría el esmalte
Tan rápido como lo aplicara. Así que estaba trabajando
En la cocina, con las ventanas abiertas
A la espera de un poco de brisa. Que como vino se fue.
La silla tenía tres capas de pintura.
Había descubierto, blanca, una sombra verde
de siempre verde,
luego rojo, y bajo la pintura lo que parecía como
cedro.
Raspó con fuerza y observó que su mente
Se asustaba con la noción de empeño.





IOWA, ENERO

En las largas noches de invierno se estrechan
los sueños del granjero.

Entra en el surco una y otra vez




Los poemas extraídos del libro Tiempo y materiales,
traducidos por Jaime Priede, están editados por
Editorial Bartleby




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