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viernes, 13 de agosto de 2010

753.- ANNE CARSON

Anne Carson. Ensayista, traductora y poeta canadiense en lengua inglesa. Nació en Toronto en 1950 y durante su infancia residió en distintos pueblos y ciudades de la región de Ontario. Durante algunos años residió en Montreal donde desarrolló su labor docente en la Universidad McGill. Reticente a exhibir su biografía, en las semblanzas de sus libros leemos, únicamente, Anne Carson vive en Canadá. Aunque excelente, la carrera académica de Carson se desarrolló a intervalos.La fascinación por la literatura clásica que preside su obra comenzó a desarrollarse en la escuela primaria. Allí, un profesor de latín le propuso adentrarse en la cultura y el lenguaje de la Grecia Clásica y supervisó a la futura poetisa de forma particular. Después de estudiar literatura clásica en las Universidades de Toronto y St. Andrews (Escocia), regresó a Toronto en 1981 para escribir su tesis doctoral sobre Safo, publicada en 1986 con el título de Eros the Bittersweet. En la actualidad enseña literatura y lenguas clásicas en la Universidad de Michigan, en Ann Arbor. Ha publicado cinco volúmenes misceláneos de poemas y ensayos: Plainwater: Essays and Poetry (1995), Glass, Irony and God (1995), Men in the Off Hours (2000), The Beauty of the Husband (2000, Premio T. S. Eliot de poesía) y Decreation (2005), así como una novela en verso, Autobiography of Red (1998), el ensayo Economy of the Unlost (2002) y un volumen con sus versiones de la poesía de Safo, If Not, Winter (2002). Además, ha sido dos veces finalista del National Book Critics Circle Award. La editorial Lumen publicó en 2003 La belleza del marido (un ensayo narrativo en 29 tangos), en traducción de Ana Becciu.





Western Motel

No son de tu gusto dices
los cobertores rosas
sin embargo te sientas muy recta
para las fotos.

Dos maletas te observan como perros.

Llevas el pelo peinado
con la raya a la derecha.
Afuera los montes
parecen camas sin noche.

Dos maletas te observan como perros.

El cristal es para huir.
Calor ahí fuera.
Pareces saber
que el trayecto acaba aquí.

Dos maletas te observan como perros.


Luego las cosas futuras aún no existen, y si aún no existen, no existen realmente. Y si no existen realmente, entonces no pueden verse de ningún modo. Sólo pueden predecirse por medio de las cosas presentes, que ya existen y se ven.
(SAN AGUSTÍN, Las confesiones, XI, XVIII)

(Traducción de Jordi Doce)



ENSAYO SOBRE AQUELLO EN LO QUE MÁS PIENSO

El error.
Y sus emociones.
Al filo del error hay un estado de miedo.
En medio del error hay un estado de insensatez y derrota.
Advertir que se ha cometido un error despierta vergüenza y remordimiento.

¿De veras?

Analicémoslo.
Mucha gente, incluido Aristóteles, considera el error
un suceso mental interesante y valioso.
En su análisis de la metáfora en la Retórica
Aristóteles señala que hay 3 clases de palabras.
Desconocidas, específicas y metafóricas.

"Hay, sin duda, palabras que nos son desconocidas,
mientras que las específicas las conocemos ya;
pero lo que principalmente consigue darnos [alguna enseñanza
y mayor placer] es la metáfora"
(Retórica, 1410b10-13).
¿En qué consiste el placer de la metáfora?
Aristóteles dice que la metáfora hace que la mente se
experimente a sí misma
en el acto de cometer un error.
Él se imagina la mente moviéndose sobre una superficie plana
de lenguaje ordinario
cuando de pronto
esta superficie se rompe o se complica.
Lo inesperado emerge.

Al principio parece extraño, contradictorio o equivocado.
Luego cobra sentido.
Y, en ese instante, según Aristóteles,
la mente se vuelve sobre sí misma y dice:
"¡Es verdad, y sin embargo lo malinterpreté!"
De los errores genuinos de la metáfora se puede aprender una lección.

No sólo que las cosas son distintas de lo que parecen,
y por eso las malinterpretamos,
sino que esta equivocidad es valiosa.
Aférrense a ella, dice Aristóteles,
hay mucho que ver y sentir ahí.
Las metáforas le enseñan a la mente

a disfrutar del error
y a aprender
de la yuxtaposición de lo que es y lo que no es.
Hay un proverbio chino que afirma,
El pincel no puede escribir dos caracteres de un solo trazo.
Y sin embargo
esto es justo lo que hace un buen error.
Ahí va un ejemplo.
Es un fragmento de un poema lírico de la antigua Grecia
que contiene un error de aritmética.
El poeta no parece saber
que 2+2=4.

Alkman, fragmento 20:

[?] Tres estaciones hizo, el verano,
el invierno, y el otoño la tercera,
y la cuarta la primavera, cuando
las plantas echan brotes, pero comer en abundancia
no es posible.

Alkman vivió en Esparta en el siglo VII a. C.
Bien, Esparta era un estado pobre
y es improbable
que Alkman llevara una vida próspera o bien alimentada.
Este dato constituye el fondo de sus comentarios
que culminan en hambre.

Sentimos siempre el hambre
como un error.
Alkman nos hace experimentar este error
con él
gracias a un uso eficaz del error computacional.
Ante un pobre poeta espartano
sin nada en la alacena
al final del invierno
se presenta la primavera
como una nueva ocurrencia de la economía natural,
la cuarta en una serie de tres,
descabalgando su aritmética

y encabalgando su verso.
El poema de Alkman se detiene a medio camino de un yambo
sin molestarse en explicar
de dónde vino la primavera
o por qué los números no nos ayudan
a controlar mejor la realidad.

Hay tres cosas que me gustan del poema de Alkman.
La primera es que es breve,
ligero
y más que perfectamente económico.
La segunda es que parece sugerir colores como el verde pálido
sin nombrarlos jamás.

La tercera, que logra poner en juego
algunas cuestiones metafísicas fundamentales
(como Quién hizo el mundo)
sin un análisis explícito.
Cabe advertir que el verbo "hizo" en el primer verso
no tiene sujeto: [?]

Es muy poco habitual en griego
que un verbo no tenga sujeto, de hecho
es un error gramatical.
Los filólogos más rigurosos nos dirán
que este error no es más que un accidente de transmisión,
que el poema tal como lo conocemos

es sin duda un fragmento desprendido
de un texto más extenso
y que Alkman seguramente
nombraba al agente de la creación
en los versos precedentes.
Puede que así sea, en efecto.

Pero, como saben muy bien, el objeto primero de la filología
es reducir todo placer textual
a un accidente de la historia.
Y cualquier afirmación sobre lo que el poeta
quiso decir exactamente me incomoda.
Así pues, dejemos el interrogante donde está,

al comienzo del poema,
y admiremos el coraje de Alkman
al enfrentarse con aquello que pone entre corchetes.
La cuarta cosa que me gusta
del poema de Alkman
es la impresión que da
de estar soltando la verdad a su pesar.
Muchos poetas aspiran
a este tono de lucidez involuntaria
pero pocos lo consiguen de forma tan sencilla como Alkman.
Por supuesto, esta sencillez es falsa.
Alkman no es sencillo en absoluto,

sino un maestro del artificio,
o lo que Aristóteles llamaba un "imitador"
de la realidad.
La imitación (mimesis en griego)
es el término colectivo que Aristóteles otorga a los errores
genuinos de la poesía.
Lo que me gusta de este término

es la facilidad con que acepta
que aquello a lo que nos enfrentamos cuando hacemos poesía es el error,
la creación a voluntad del error,
la ruptura y complicación deliberada de errores
a partir de los cuales puede surgir
lo inesperado.

Así que un poeta como Alkman
sortea el miedo, la ansiedad, la vergüenza, el remordimiento
y todas las emociones absurdas asociadas al error
a fin de enfrentarse
al hecho mismo.
El hecho en sí para los humanos es la imperfección.

Alkman rompe las reglas de la aritmética
y pone en peligro la gramática
y desordena el metro de su verso
para llevarnos hasta ese hecho.
Al final del poema el hecho permanece
y Alkman sigue probablemente igual de hambriento.

Sin embargo, algo ha cambiado en el cociente de nuestras expectativas.

Pues, al malinterpretarlas,
Alkman ha perfeccionado algo.
En realidad, ha hecho algo más
que perfeccionar algo.
De un solo trazo.

(Traducción de Jordi Doce)



EL VIEJO CÁRDIGAN AZUL DE MI PADRE


Ahora cuelga del respaldo de la silla de cocina
donde siempre me siento, como estuvo colgado
del respaldo de la silla de cocina donde él se sentaba.

Me lo pongo siempre que entro en casa,
como él hacía, pateando el suelo
para quitarme la nieve de las botas.

Me lo pongo y me siento en la penumbra.
Él no habría hecho esto.
El frío baja desmochando desde el hueso de luna del cielo.

Sus normas eran un secreto.
Sin embargo, recuerdo el momento en que supo
que estaba enloqueciendo dentro de sus normas.

Un día me lo encontré en la rampa del garaje.
Llevaba puesto el cárdigan azul con los botones abrochados
hasta el cuello.
No era sólo que fuese una tarde calurosa de julio

sino la expresión de su rostro...
igual que un niño al que una vieja tía ha vestido muy de mañana
para un largo viaje
en vagones helados y andenes con viento
se sienta muy derecho al borde de su asiento
mientras las sombras como largos dedos

sobre las balas de heno que pasan ante sus ojos
no dejan de sobresaltarlo
porque avanza hacia atrás.

(Traducción de Jordi Doce)



EPITAFIO: EL MAL


Para obtener el sonido toma cuanto no sea el sonido déjalo caer
Por un pozo, escucha.
Luego deja caer el sonido. Escucha la diferencia
Estallar.

(Traducción de Jordi Doce)





SHORT TALKS

Introducción

Una mañana temprano faltaron las palabras. Antes de eso, las palabras no eran. Los hechos eran, los rostros eran. En un buen relato, nos dice Aristóteles, todo lo que ocurre lo provoca otra cosa. Tres ancianas se encorvaban sobre los campos. ¿De qué sirve cuestionarnos?, dijeron. Bueno, pronto quedó claro que sabían todo lo que hay que saber acerca de los campos nevados y los retoños verdiazules y la planta llamada "audacia", que los poetas confunden con violetas. Comencé a copiar fielmente todo lo que se decía. Los trazos construyen gradualmente un instante de naturaleza, sin el aburrimiento de un relato. Que quede claro. Haría cualquier cosa para evitar el aburrimiento. Es la tarea de toda una vida. Nunca puedes saber lo suficiente, nunca trabajar lo suficiente, nunca usar los infinitivos y participios de forma suficientemente rara, nunca cortar el movimiento con la suficiente brusquedad, nunca abandonar tu idea lo suficientemente rápido.


Sobre las leyes de la perspectiva

Una mala pasada. Error. Falta de honradez. Esa es la opinión de Braque. ¿Por qué? Braque rechazaba la perspectiva. ¿Por qué? Alguien que pasa su vida dibujando perfiles acaba por creer que el hombre tiene un solo ojo, sentía Braque. Braque quería tomar posesión total de los objetos. Llegó a decirlo en entrevistas publicadas. Mirar los pequeños planos luminosos del paisaje alejándose de su alcance llenaba a Braque de pérdida, por eso los hacía añicos. Nature morte, decía Braque.


Sobre el Homo Sapiens

Con pequeñas incisiones el hombre de Cromañón registraba las fases de la luna en los mangos de sus herramientas, pensando en ella mientras trabajaba. Animales. Horizonte. El rostro en un recipiente con agua. En cada historia que cuento llega un punto en el que ya no puedo ver más allá. Odio ese punto. Es por lo que llaman ciegos a los narradores -una burla.


Sobre Ovidio

Lo veo allí en una noche como esta pero fresca, la luna soplando a través de las calles negras. Come algo y vuelve a su cuarto. La radio está en el suelo. Su dial verde y luminoso atrona suavemente. Se sienta a la mesa; la gente en el exilio escribe tantas cartas. Ahora Ovidio llora. Cada noche más o menos a esta hora se pone la tristeza como si fuera una camisa y sigue escribiendo. En sus ratos libres se enseña a sí mismo el idioma local (gético) para componer en esa lengua un poema épico que nadie leerá nunca.


Sobre la desfloración

Las acciones de la vida no son tantas. Entrar, ir, ir secretamente, cruzar el Puente de los Suspiros. Y cuando me deshonraste, vi que la deshonra es una acción. Ocurrió en Venecia; hace que las cuerdas vocales se hinchen. Estuve bramando por Venecia, bajo y sobre los puentes, pero te habías ido. Más tarde ese día llamé por teléfono a tu hermano. Tienes la voz rara, dijo.


Sobre lo mayor y lo menor

Las cosas mayores son el viento, el mal, un buen caballo de pelea, las preposiciones, el amor inextinguible, el modo en el que la gente elige a su rey. Las cosas menores incluyen la suciedad, los nombres de las escuelas de filosofía, tener y no tener ánimo, el momento correcto. Hay más cosas mayores que cosas menores en general, si bien hay más cosas menores de las que he escrito aquí, pero es descorazonador listarlas. Cuando pienso en ti al leer esto no quiero que te tengan prisionera, separada por un cristal blindado de tu propia vida, como una Electra.


Sobre la rectificación

A Kafka le gustaba tener el reloj una hora y media adelantado. Felice no hacía más que ponérselo en hora, por algo durante cinco años estuvieron a punto de casarse. Él hizo una lista de argumentos a favor y en contra del matrimonio, que incluían su incapacidad para soportar los embates de la vida (a favor) y la visión de los camisones preparados sobre la cama de sus padres a las 10.30 (en contra). La hemorragia lo salvó. Cuando los médicos en el sanatorio le aconsejaron que no hablase, dejó frases de cristal por todo el suelo. A Felice, dice una de ellas, le quedaba demasiada desnudez.


Sobre piedras para dormir

Camile Claudel vivió durante los últimos treinta años de su vida en un asilo, preguntándose por qué, escribiendo cartas a su hermano el poeta, que había autorizado su internación. Venid a visitarme, decía. Recordad, estoy viviendo aquí con locas; los días son largos. No fumaba ni daba paseos. Se negaba a esculpir. Aunque le daban piedras para dormir -mármol y granito y porfirio- las rompía, recogía los trozos y los enterraba fuera de los muros por la noche. Por la noche sus manos crecían, más y más enormes hasta que en la fotografía parecen dos partes de otro cargadas sobre sus rodillas.


Sobre caminar marcha atrás

Mi madre nos prohibía caminar marcha atrás. Así caminan los muertos, solía decir. ¿De dónde sacó esa idea? Quizá de una mala traducción. Los muertos, después de todo, no caminan marcha atrás sino que caminan tras nosotros. No tienen pulmones y no pueden gritar pero les encantaría que nos diésemos la vuelta. Son víctimas del amor, muchos de ellos.


Sobre la colección total

Desde la infancia soñaba con guardar todos los objetos del mundo alineados en anaqueles y estantes. Negó la falta, el olvido o incluso la posibilidad de una pieza faltante. El orden manaba desde Noé en triángulos azules y a medida que la pura furia de sus clasificaciones se alzaba a su alrededor, tragándose su vida, otros llamaron olas a esos triángulos; otros, los que se ahogaron, un mundo de ellos.


Sobre las orquídeas

Vivimos haciendo túneles porque somos gente enterrada viva. A mí, los túneles que tú haces me parecen orquídeas desarraigadas, extrañamente inútiles. Pero la fragancia no muere. Un Niño Pequeño se ha escapado de Amherst hace unos Días, escribe Emily Dickinson en una carta de 1883, y cuando le preguntaron a dónde iba él contestó: Vermont o Asia.


Sobre el final

Cuál es la diferencia entre luz e iluminación? Hay un grabado de Rembrandt llamado Las Tres Cruces. Es un dibujo de la tierra y del cielo y del calvario. En un momento dado llueve sobre ellos; la lámina se torna más oscura. Más oscura. Rembrandt te despierta justo a tiempo para que veas cómo las cosas tropiezan y se salen de sus formas.


Sobre la lectura

Algunos padres odian leer pero les encanta llevar de viaje a la familia. Algunos niños odian los viajes pero les encanta leer. Es gracioso cuan a menudo todos ellos resultan ser pasajeros en el mismo automóvil. Vislumbré los fantásticos hombros bien definidos de las Rocosas entre párrafos de Madame Bovary. Sombras de nubes vagaban lánguidamente a través de su enorme garganta rocosa, trazando sus flancos de abeto. Desde aquellos días, no miro el vello sobre la carne femenina sin pensar ¿caduco?


Sobre la cena del domingo con mi padre

Vas a devolver esa silla a su sitio o simplemente vas a dejarla ahí con pinta de útero? (Nuestro balcón es un balcón con brisa de junio.) ¿Vas a consentir que tu cara se desfigure por deseos en conflicto vertidos sobre nosotros a lo largo de toda la comida, o a recomponerte para que al menos podamos disfrutar del postre? (Sujetamos las esquinas de cualquier cosa que esté sobre la mesa con pequeñas leyes de plata sólida.) ¿Vas a hacerte un rasguño en canal en la garganta sobre esas crestas de pájaro carpintero como haces todos los domingos por la noche, o vas a quedarte sentada en silencio mientras Laetitia nos toca el clarinete? (Mi padre, que fuma una marca de puros llamados Dimanche Eternel, las usa como ceniceros).


Sobre refugios

Una puede escribir sobre una pared con el corazón de un pez: es por el fósforo. Se lo comen. Hay barracas como esa todo a lo largo del río. Estoy escribiendo esto para hacerte tanto daño como sea posible. Vuelve a poner la puerta cuando te vayas, dice. Ahora tú dime cuánto daño te hace, durante cuánto tiempo brilla. Dímelo.

(de: Plainwater, 1995)

(Traducción de Mercedes Cebrián,
Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich)


(Diario de Poesía Nº75,
Noviembre de 2007 a
marzo de 2008)

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