Anna Ventura nació en Roma el 16 de diciembre de 1936, de padres abruzos. Licenciada en Letras Clásicas en Florencia, a los estudios de filología clásica, nunca abandonados, ha posteriormente añadido la crítica literaria y la escritura creativa.
Ha obtenido numerosos premios, entre otros, el de la Presidencia del Consejo de Ministros (1983), el Tagliacozzo (1988), el Chianti (1989), el Lerici Pea (1995), el UTET (1997) y el Esuvia (2002), en poesía; el Giusti-Monsummano (1992), el Parise (1994), el Michetti-D'Annunzio (2001), en narrativa; y el Tagliacozzo (1984), en crítica. En 1997 le fue conferido el Premio Histonium a la Cultura y en 2003 el Premio Peltuinum a toda su carrera.
Ha traducido a Ilario de Poitiers para el volumen Scrittori latini tradotti da scrittori italiani, al cuidado de Vincenzo Guarracino (Bompiani, 1993).
Dirige la colección de poesía "Flores" para la editorial Tabula fati de Chieti.
Sus textos han sido traducidos al francés, inglés, español, alemán, portugués y rumano. Colabora en revistas italianas y extranjeras.(www.eldigoras.com.)
PUBLICACIONES
Poesía
Brillanti di bottiglia, Quaderni di Revista Abruzzese, Lanciano, 1977.
La diligenza dei santi, Bastogi, Foggia, 1983.
Aria sulla quarta corda, Forum, Forlì, 1985.
Le spighe incrociate, Ed. dell'Urbe, Roma, 1987.
Le case di terra, Forum, Forlì, 1989.
In chartis, Bastogi, Foggia, 1996.
Nostra dea, Esuvia, Florencia, 2000.
Haiku e altri versi, Milán, Signum, 2001.
Cinquanta poesie, traducción francesa de Paul Courget, Chieti, Tabula fati, 2003.
L'armadio delle meraviglie, Collana di studi abruzzesi, Ufficio Stampa del Consiglio Regionale d'Abruzzo, L'Aquila, 2004.
El jardín, traducción española de Carlos Vitale, Barcelona, Emboscall Editorial, 2004, al que pertenecen estos poemas.
EL BREVIARIO
Entramos en el paisaje tristísimo,
una tristeza entretejida de colinas,
árboles desnudos, hierbas bajas,
espino albar en flor.
En casa encontramos a la abuela
de noventa años, con su hijo viejo al lado,
los dos cerca del fuego, el breviario
abierto en la página
de aquel día y de aquella hora. Ellos
no sabían
que eran un fragmento de eternidad,
una escama reluciente
impregnada de tiempo y de destino.
LA NUEZ
Durante un concierto se durmieron todos.
Hasta los músicos.
Cuando se despertaron cada uno
miró el reloj y vio
que habían pasado tres horas
pero ninguno osó confesar el suceso
y todavía menos los sueños que había tenido.
Sólo el niño que había soñado
que era una nuez
se lo dijo a su mamá y ella
le respondió que nunca nadie había soñado nada más hermoso.
A la mañana siguiente la mujer que limpiaba la sala
encontró una nuez debajo de una butaca
y se la puso en el bolsillo.
Allí la encontró su niño, la cogió,
se la comió y la encontró buenísima.
Aquella nuez fue la única prenda
que el tiempo dejó por tres horas
robadas a aquellos nobles espíritus
reunidos en la concha sonora
de un caluroso Auditorium,
fue el único objeto
sustraído al mundo de los sueños
de un niño por otro niño.
EL ARMARIO DE LAS MARAVILLAS
Con manos temblorosas y ojos azules
he abierto el armario de las maravillas
—estaba escrito también fuera:
"armario de las maravillas"—.
Pero dentro estaba vacío.
He espiado cada rincón, por si acaso
un pequeño frasco, una pluma,
una caja china, una perlita
hubiese aún quedado. Vacío
por doquier, vaciísimo vacío.
He cerrado las puertas,
suavemente, con gracia,
para que nadie oyera
el chirrido de los goznes. Quién sabe
quizá sea bueno
que otro siga creyendo
en estos armarios y quizá
en toda la grandísima tierra,
o en algún viejo museo,
aún exista un armario
que no esté vacío y responda
a su maravilloso nombre
con verdaderas maravillas.
HERMANAS
En una tarde tórrida de verano
dos mujeres estaban sentadas en la terraza, a la sombra,
en dos sillones paralelos. Tenían
sus años y sabían
que habían jugado todas sus cartas: algunas bien,
[ otras mal, otras
muy mal. Pero ahora había poco que cambiar.
"El calor —dijo la primera— aleja más que el frío:
siente este bochorno; no hay un alma por ahí."
"Es verdad —dijo la otra—. El aislamiento es grande."
"Hermana, hazme un café."
La otra se movió y poco después
volvió con las dos tazas:
entonces sintieron que,
en el gran vacío candente,
eran hermanas.
TODOS SEREMOS INTERROGADOS
Quizá no sea una culpa
haber nacido en un pueblo en el que
el invierno es largo, la primavera
tiene alféizares de glicinas
sobre muros agrietados. El orgullo
y el prejuicio aconsejan decir
que no es amor, es sólo
un capricho de la fantasía,
una emoción incontrolada. Sin embargo,
es dolor lo que está escondido
detrás de los racimos violeta,
detrás del follaje verde
que abate el gris de las piedras.
Esto para San Juan de la Cruz, porque
—dice él—
todos seremos interrogados sobre el amor.
EL JARDÍN
Siempre hemos golpeado
a puertas cerradas: dentro
podía haber un jardín. Pero aquellas puertas
no se abrían nunca; sólo a veces
se entornaba una rendija:
algo verdeaba, allí dentro; pero cuidado
con dar un paso adelante: la puerta
se cerraba de pronto,
volvía a ser un muro. Sin embargo, había
un modo de superarla:
no golpear a ninguna puerta.
No mirar por ninguna rendija:
esperar
a encontrar el jardín
que no tiene puertas, sino sólo un arco florecido
a través del cual pasamos ligeros,
nos encontramos dentro
sin ni siquiera saber
que hemos entrado.
VIAJE
Un viejo campesino
pasó toda su vida
entre la casa y el campo.
La muerte fue
su primer viaje.
COMO UNA FRÁGIL TACITA
Como una frágil tacita
de filigranas verdes
es esta tarde vacía,
qué horrible desperdicio
—imperdonable—
de esplendor.
LOS CARBONEROS
"Mira —dijo el cobrador al chofer-,
en la montaña está el humo de los carboneros."
"No —dijo el otro—,
es niebla; o una nube de paso."
Tenía razón él.
Pero qué hermoso que el primero
haya hablado.
(Traducción de
Carlos Vitale)
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