ALAN MILLS. Guatemala, 1979. Ha publicado los libros Los nombres ocultos (Magna Terra Editores, Guatemala, 2002), Marca de agua (Editorial Cultura, Guatemala, 2005), Poemas sensibles (Editorial Praxis, México, 2005), Testamentofuturo (www.librosminimos.org, 2007) y Síncopes (Literal, México: 2007; Zignos, Perú: 2007; Mandrágora Cartonera, Bolivia: 2007; Demônio Negro, Brasil: 2008). Ha sido escritor invitado de la Casa de la Cultura Latinoamericana, Malmö, Suecia y es poeta residente de la Casa das Rosas (Espacio Haroldo de Campos de Poesía y Literatura) en Sâo Paulo, Brasil. Participó, junto a Rodrigo Rey Rosa, en Les Belles Étrangères del Centre National du Livre, en Francia, 2008.
Selección del poemario Los nombres ocultos, Magna Terra editores, Guatemala 2002
Vox dei
Allá ellos
que brinquen
y se desmayen.
Que se abstengan
de los vinos.
Que me busquen
en un muro
de lamentos.
O que hagan el amor
mirando hacia la Meca.
Al final de la montaña
Erguido.
Parapetado a ras del cielo.
Las piedras rojas de la cumbre
encaminan pequeñas misericordias.
Un racimo de lluvia pretendió rebelarse,
sus compañeras en marabunta
lo condujeron con gravedad hacia abajo.
Mojó piedras negras.
Rapiña, carroña, qué más da;
en la cima se ve igual,
da lo mismo.
Parvadas de halcones
señorean los litorales.
Nubes desdentadas humedecen,
no aguantan la risa;
rostros que orientan hacia el fondo.
Un coyote acecha con sigilo;
el deseo es ver correr sangre
en sus tripas sedientas.
Insectos.
Sangre.
Relámpagos de gozo,
la agitación intensa de una rata
en el momento justo que el veneno
le devora agriamente las entrañas.
Al final de la montaña
Erguido.
Parapetado a ras del cielo.
Las piedras rojas de la cumbre
encaminan pequeñas misericordias.
Un racimo de lluvia pretendió rebelarse,
sus compañeras en marabunta
lo condujeron con gravedad hacia abajo.
Mojó piedras negras.
Rapiña, carroña, qué más da;
en la cima se ve igual,
da lo mismo.
Parvadas de halcones
señorean los litorales.
Nubes desdentadas humedecen,
no aguantan la risa;
rostros que orientan hacia el fondo.
Un coyote acecha con sigilo;
el deseo es ver correr sangre
en sus tripas sedientas.
Insectos.
Sangre.
Relámpagos de gozo,
la agitación intensa de una rata
en el momento justo que el veneno
le devora agriamente las entrañas.
Gusanos
me sentía excelso y escaso
como una monumental estela
extasiada en la isla de Pascua
pensé : materia
dije: Dios
sangré
la tierra como elemento
dispone de sabor profano
maravilloso si se quiere
mis ojos
llegarán a cualquier galaxia
antes de saber
con qué sustancia estamos hechos
decir Dios
es tenerle miedo a la muerte
es evidente
Selección de Marca de agua (1) (en prensas, publicación en marzo de 2005 por Editorial Cultura, Guatemala)
Alcohol
El alcohol resbala, lo digo así.
Dígolo porque caigo.
(Y no resbalo: caigo).
Digo que el alcohol es puro,
va a las heridas
y es recibido con dolor alegre.
Adentro fluye, camina,
se lleva lo recordado al olvido
y los olvidos renacen
de las venas donde dormían.
El alcohol resbala por dentro
y uno cae por fuera.
Es sangre en la sangre
y queda ardiéndolo todo.
Marca de agua
Lenta es la luz
cuando quiere alumbrar
los pozos de lo olvidado.
A Brodsky lo encerraron
por huevón/
por parasitismo social
y nadie supo entonces
nadie sabe ahora/
que muchos más quedaron
saludando muros eternamente.
Hay quienes esperan/
hay los que confían
en que sus huesos se abracen/
se froten y clamen por ellos.
Lenta es la luz y la luz es
la confirmación del abismo.
Estéril soñar con poetas apolíneos
que caminen/ lloren/ canten
con una marca de agua en el alma.
Inútil todo
y las bombas que amenazan
caer como cae la lluvia.
Totales/ars poetica
Contenerlo todo
(el vaso del universo)
y pulir piedras con miradas.
No cabe la poesía en la palabra:
la estira/ la tensa/ la quiebra.
Hay quien lo sabe y llora.
Entrega silencios
para parecerse a Dios.
¿De dónde nace un ser bello?
Si el verbo se hiciese carne
la poesía daría tanta verdad
como un puño de tierra/
sería tan cierta como el aliento
del anciano que sueña futuro
en larga fila de jubilados.
Lo bello persigue lo bello
aunque en ello se vaya la vida.
¿Y la mentira?
Caminar con ella/ enamorarse/ morir.
El dolor es anuncio de divinidad.
La poesía se persigna ante las cosas.
A Beatriz Cosenza
Fotografía con autorretrato
De engaño a engaño va la luz y no calla.
Da un salto la luz y es el vacío entre dos cuerpos.
Ese espacio iluminado recuerda a la permanencia
o a la necedad de querer ver y ser en la luz.
De engaño a engaño va la luz y no cesa.
Nada termina si no hay un límite oscuro.
Ese límite oscuro somos nosotros.
Flash.
A Christian Panebianco y Silvia Favaretto
Más que la muerte
Más que la muerte
el miedo.
(Mujeres vestidas de negro/
vacunadas de amnesia.
Son tristes. No olvidan).
Un muerto/
más que un muerto
el miedo
de ser sangre corriendo/
de ser una sombra vaciada de vida.
Más que la muerte
estar solo/
terriblemente solo
como un poderoso
que no sabe amar sin golpearnos.
Y la palabra
(como si tal cosa pudiese)
se sitúa más allá
intenta perderse de la muerte
aun cuando sabe que sólo es el fermento
de algún aliento antiguo que se resiste a callar.
(Dios lo tenga en su gloria/
musitaban las mujeres).
Hay un muerto/
nadie descansa.
A mi abuela/
a las familias Pérez y Canizalez
Fatalidad
Estar del lado del esfuerzo.
(Un hombre se apropia de sí
para tender puentes a lo esencial).
Hacer palabras moliendo cristales:
esconder cristal molido en el pan de las gentes.
(Un hombre dilata su ser/
sangra y no está solo).
Ser aliado de lo difícil.
Querer repartir la tierra con un soplo.
(La sombra del hombre queda líquida en los muros).
Reconocerse en las briznas más afiladas.
Anudarse al construir y al sueño.
Para Edith Pérez/ mi madre
Álvaro de Campos quiere escribir un verso
Sabe que no pertenece.
Se sabe sin lugar/ sin gente.
Abierto como Onán
a cualquier búsqueda
que no disponga encuentros.
Estira el papel/ lo mira.
No es sangre la que corre.
Es uno y no sabe que es otro.
(Tras avenidas
que esconden siglos silenciosos
voces atrapan otras voces).
Cuánta raíz escondida
y este no saber qué hacer/
este no saber qué ser.
Abre la ventana.
Percibe que afuera está el infinito.
¿Llanto?
(Un destello).
Poema escrito en un templo
Haz que el hombre vuelva a sentir
que tú, hombre, subiste hasta a ti mismo
por el dolor sin fin.
GIUSEPPE UNGARETTI
No señales las estrellas.
Tú las pusiste fuera de alcance.
Nadie roza lo que tiene dentro:
la tiniebla es íntima
está latente al subir la escalinata.
(En un insecto hay muchas almas
reunidas por la agitación del polvo
y el trabajo de las aguas).
No estás cerca del fuego y te consumes.
Tú volverás de la muerte a morir.
(Las estrellas gozan alma o calor y brillan:
son distantes entre sí
mas se congregan para que tengas cielo).
¿Quién sabe del alma?
No mates insectos en vano
(las rocas del templo sostienen todo
y no tienen razón de existir).
No hables con el cielo.
Desciende la escalinata.
No eres el jefe de la tribu
pero sin ti el mundo es menos.
Hay algo en el camino
Otro cayó
con otra cara y la misma/
otra resonancia alfombrando el asfalto/
otros huesos/
otra carne desprendida y pegada
al suelo/ al cuerpo negándose
a desaparecer/
a callar/ a ser olvidado/
a no ser visto/
a que lo miren sin calor o lágrima.
Cómo dejar de verlo
y cómo verlo
si viéndolo hay juicio
si viendo su ánimo horizontal
sé que no estuve/ no quise estar/
que no quise convocarlo
desde la sentadera en que me pienso.
Cayó y no sé quién es
y no sé si seré o serás o sos
o si fue alguien que soy
y que quizás no sabe qué es/
que no sabe que cayó/
que no está.
Cayó con otras manos/
otro eco carnal y salado
y quién puede saber
si esperaba estas palabras
o si tan sólo dejó moler sus carnes
sin esperanza en desatar alguna lengua .
¿Quién lo sabe?
Soliloquio en chat
Es ruta para hacer sin sueño
con decisión de hilar e hilar
trocando este vacío en urna griega
o quema de palabras huecas.
La pantalla enfrente/
su brillo de dios sin cansancio.
Quiero desdecir esto que veo
escrito por quién sabe quién
y reiniciar la charla.
Nadie contesta.
Mojo la mirada en rabia.
En el salón un rumor denso.
Advierto que todos me esquivan
defendiendo la angustia de sus ojos.
Uno decide con quién hablar.
A Alfonso Gumucio Dagron
No saber
En esto interviene el dinero.
(O su carencia).
O el frío que deja y el olor a sucio en la mano/
o el no saber por qué pero sudar igual/
o hacer lo que no gusta para alcanzar lo contrario/
o sonreír a todos/ odiar a todos.
En esto se incluye la historia:
bestias erguidas de quienes nada sabemos
salvo sus trazos
y por eso intuimos su esencia
(¿sus crímenes?).
En esto interviene la memoria.
(O su carencia).
O un duelo cierto a ratos
y que luego abandona/
que vive adentro y se alimenta de afuera:
sed de ser luz en el ser.
A Michelle/ Roger y Karen
Selección de poemas recientes (inéditos)
1.
Algo letal más allá de palabreras.
Algo capaz de desquites,
de sellar destino con cuerpos
sangrados y duros.
Venganza para aquellos que no dijeron,
ni alcanzaron a decir ni pudieron.
Ellos sí saben de la pérdida y no lo saben.
Aunque, quizás, mejor relax,
entrarle al billar y que lo sonado
golpee a lo que está por sonar, sí, casi
como darle al billar: que una palabra
empuje a la otra y retumben las esquinas todas
de este mesón estupendo.
Carambolazos encendidos,
ardiendo sonares de sí a sí,
sin revanchas.
2.
Me eché de nuevo al sucio lagrimeo,
ante la carne trasportando vellosidades
también gotosas, pávidas
del sino que ya no viene
y del que vendrá.
Esta solitud resuena,
se silba, suena,
aunque unos se hagan los locos,
aunque entre y salga y vuelva a entrar,
aunque salga y entre y así.
Tiembla, entonces,
un llorón mojado de regarse en sal,
sucio, aguado, con lo velloso al aire.
3.
Cierta vez, una mujer vino
y empecé a empezarme
rabioso gustoso de mujer
mujereándose en mí.
El camino fue largo,
largos pasos de saliva, sal,
orines estallando en tinas compartidas,
gritos de turbiedad saciada.
Tanto nervio despuntando noches,
vino derramándose en los vientres
y más abajo.
El recorrido de lenguas debiera serse
la principal materia de la poesía lírica.
Tanta piel caminada, dolor de piernas.
tanto explosionarse,
hacerse costras dulces.
5.
Las líneas de ese otro libro que lees
te indican que no estás a salvo,
que no lo estarás nunca,
que nunca serás salvo.
Ni las flores adormecedoras,
ni los picos más altos, donde las banderas
ondean ese orgullo un poco tonto,
ni el mar que es todo deseo.
Nada, nada te salva.
No vuelvas a sintonizar el noticiero,
haz un graffiti en tu cuarto
que diga algo lindo o algo sucio,
pero que diga y ensucie esas paredes
que te conocen tanto.
Súbele el volumen a la música,
decídete a quemar ese libro,
viaja y llévate las cenizas
al sepulcro de Kafka.
6.
Hay que ver que no se use
ningún material extraño,
así, si quiere hablarse de niños
reventados contra los árboles,
habrá que decirlo sin omitir la sangre
escurriendo las cortezas;
no vale la pena desbancar dolor
por ideas, mejor apresar la hinchazón
nerviosa que traen los ramalazos;
no meter palabra y palabra
donde el plomo sabrá armar su vacío.
Hay que evitar sucedáneos;
si la carne arde, gruñir macizo;
en cada impacto, mostrar su trayectoria;
a cada estallido, la savia roja de los árboles.
9.
El libro éste es un fracaso,
lo presiento.
Ya no el intento posvallejiano
sino una probadita,
un lujo,
una cosa para sufrirse.
A estas páginas se les fue la luz,
se han quedado existiendo sin garbo.
¿Pero quién puede decir qué es poesía?
¿Quién me saca de la necedad?
Quién que es podrá hacer llorar con palabras
a una manada de cebúes
o empalmar todos los gemidos orgasmales
que suceden ahora.
¿Quién?
10.
El animal que calla
se parece un poco a mí,
su charco de sangre,
su casi flotar en rojo
tiene algo mío.
Este animal ha sido molido,
duro le dieron
y ya no sé si es perro o pollo
o simple mártir o qué.
Todo lo que calló lo habla el asfalto,
lo hablan los que lo ven sin hacer nada,
lo dicen los que vomitan de verlo.
Algo tiene,
algo de mí le resplandece
en cada partícula que pasan arrebatando
las llantas.
17.
Ser Dios será, quizás,
como reducir cabezas,
hacerlas bien pequeñas, soplarlas
desde adentro para que queden
así, pequeñitas, reducidas,
un poco ridículas.
O si no, será como ser la cucaracha
que esquiva el golpazo del libro gordo,
que se le huye, se escabulle
y logra siempre salírsele, escaparse,
irse con la suya.
El poeta, en cambio,
ni pequeño Dios ni cucaracha
sino un tipo soplando cabezas
desde adentro, insuflando una sustancia
rara y debilucha, algo escamándose
como los peces ancestrales,
pero que nada empequeñece, más bien,
sopla y resopla un gigantismo de cabezas,
una hinchazón incurable.
32.
Aquí, esperando la gusanada,
en este tierrero,
rodeado de huesos y
pellejo comido.
He amputado mi lengua,
mi músculo débil, sinuoso;
los ojos se derriten
con toda visión no vista
y tres metros sepáranme
del perro que caga el pasto.
Voy adonde no estoy,
me siento inaudible,
arratonado, sepulto en este silencio
que remolina gusanos.
Suben a consumirme,
se dan la grande, me recorren,
me cavan túneles.
34.
El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultos
o llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro,
y a veces se le sale, acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien
y niegue su manchita de infancia,
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,
voraz, el aguardiente que inflama,
ya verá que se le sale,
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo.
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.
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