Premios y menciones: Accésit al Premio Poeta del Mediodía en Alcalá de Henares, en 1992; Premio Nueva Gente 2001 de la Asociación de Artistas y Escritores Española; Premio de la Asociación Internacional de Escritores y Artistas al mejor libro de poesía 2006, por La piel del deseo, Editorial Grupo Cero; Premio de Poesía Pablo Menassa de Lucia, 2003, al libro La muerte en casa; Premio Estrella Digital 2005 al poema Criptomemoria.
Bibliografía: Talleres de Poesía I (En colaboración), 1995; Primera Inquietud, 1995; Al oído del Viento, 1999; La llave de los días, 2002; La muerte en casa, 2003; La piel del deseo, 2005; colaboración en revistas nacionales e internacionales.
Ensayo: Psicoanálisis y Medicina: Editorial Grupo Cero, 2001; Medicina Psicosomática I. Cuestiones preliminares, Editorial Grupo Cero, 2005.
ODA A LA POESÍA
Tú: la forma más pura del lenguaje.
Eres un hombre lúbrico y su semen.
Tú: decantación de la humana historia o su milagro,
su sostén y sus alas,
único acercamiento posible a lo indecible.
Refulgentes como astros se alzan de la tumba
tus poetas, los que moran en tu vientre,
los que haces nacer en plena página,
aquellos que pares cada día a la luz rosada del poniente.
Te arrastras por el barro con el soldado,
te me vuelas de noche con las trapecistas
gozas en la cama de las meretrices,
acompañas insomne las noches de trabajo del galeno,
te pierdes en la luz insistente de la fábrica,
en la luz tenue de los teatros,
en la luz cefálica de las minas.
Haces girar el mundo con tu ritmo,
con tus exhalaciones se pueblan las cantinas,
en tu sangre laten el poeta, el sacerdote y el mendigo.
El agujero por donde se entra al mundo,
no es ese que el pincel de Courbet inmortaliza;
son tus brazos ahuecando la muerte para que el poeta nazca,
son tus piernas abriéndose a la noche para exhalar su alma.
Eres del hombre, su diamante,
su gema maravillosa, pero también, el resto del lenguaje;
desperdicio, vacío que lo hace nacer,
el epitafio del sentido,
la muerte de la razón,
la burla de la carne.
Dama inmortal, hombre sacrílego,
muere el dolor acuchillado, en tu presencia.
EL SUBTERFUGIO DE LA RAZÓN AMANTE.
¿Serás amor, un largo adiós que no se acaba?
Pedro Salinas.
Con este quebrado de insospechable resultado,
dividendo de pasiones y anhelos,
te haré un cuerpo de besos
y mantearé la noche para que las estrellas
despedidas nos alumbren.
Matemática precisión de lo impreciso,
precario hilo de seda donde mecer la dicha:
el porvenir se teje en las manos amantes,
crece el insomnio hasta tocar el día.
¿Cómo dormir si el poema espera
los dedos licenciosos,
la miel libada,
la falta de decoro al amarnos,
en este cuadrilátero
donde lucho por desprenderme de tu sangre,
y en cada movimiento más me atrapa
la lujuria de tu aliento?
Renuncio a conocer
la savia de los días por venir,
la huella del misterio,
a querer saber tu nombre,
la fecha de la muerte
de este amor recién nacido;
el calendario de los días en que nos besaremos,
los horarios de retorno del tren del paraíso,
el plan de ataque exacto de tus manos,
la ruta indescriptible del deseo,
los subterfugios de la razón amante.
ESCRITURA
No te empeñes
en trepar en la
noche,
por las enredaderas
de mis sombras.
La escritura es
UN CLAVO,
que me fija a la silla
y me mueve las manos.
Ella late,
y respira, y siente
frío, y se abriga
de letras y silencios.
Hay un hombre en el poema,
un hombre que no teme,
sabe que lo inmortal
son las palabras.
La escritura es
un clavo,
que me fija a la silla
y me mueve las manos.
Hay un aire en el poema,
un aire que viene
recogiendo los versos,
un aire de otros poetas.
La escritura es el surco
por el que el poeta sabe,
ha de llevar la azada.
Miénteme, dime
que no está escrito
aquello que nos pasa.
NO QUIERO HÉROES ESTA NOCHE
Hoy quiero que seas mi bestia,
que me ates a las letras,
que me ames sin piedad.
Hoy quiero que fallezcan
a tu paso las ternezas,
que exploten con violencia
volcanes de tu sexo.
Que se muera el amor
en el mismo momento en que
nace el deseo.
Vísteme con tu aliento,
no me hagas de Romeo,
que no quiero más muertos
en mi saya,
ni de Ulises;
porque mis manos
no se hicieron para tejer distancias,
y si te vas, yo no sabré esperarte.
Ni de Teseo,
que no hilaré para ti
caminos que te salven.
Sólo hazme tocar
las estrellas,
sólo volemos hacia galaxias ignotas,
Sólo sé un hombre más,
aquí en mi cama,
no quiero héroes ni semidioses
esta noche.
Sólo un hombre,
que me cerque con su humanidad,
que haga de mis jadeos música para el mundo…
Alejandra Menassa
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MORIR PARA NACER EN CADA VERSO
“Un poema que todo lo contenga y que todo lo destruya a la vez”
Miguel Menassa. Aforismos y decires.
“La destrucción de un objeto no lo aniquila, nos enfrenta con una nueva
realidad del objeto, la carga de un sentido que antes no tenía”.
Aldo Pellegrini. Fundamentos para una estética de la destrucción
Hablábamos con Dios esa mañana,
Dios había muerto, yacían entre mis manos sus cenizas,
me dijo entre pavesas: haremos el mundo en siete libros.
Yo no quise renunciar a lo imposible, obnubilada por su brillo.
Comencé por mostrarle a la mañana
mi propia capacidad de aniquilamiento,
diluí mi alma en el tintero,
olvidé ideologías y nostalgias.
Puse luciérnagas al rostro de la noche,me vacié los bolsillos,
busqué un corazón prestado
para latir a un ritmo universal, desconocido.
Perdí mi paso vacilante, de poeta apenas hecha
y otros hombres, que antes que yo hicieron sus caminos,
me cedieron sus pasos, y caminé con ellos por la letra,
con su cadencia de siglos en la cadera izquierda.
Mi mano renunció a juegos sexuales, a goces paroxísticos,
para intimar al punto con el verbo desasido,
un cuerpo de vacíos que entregaría al poema,
poniendo fin a un celibato de siglos.
La letra debe ir a la letra, como los ríos
al océano,
así, mi cuerpo ha de morir en el poema,
para nacer de nuevo en cada verso.
Y así, sin más Dios que el del verbo,
sin nada que recuerde mis maneras, sin manos y sin cuerpo,
roto el antiguo corazón a martillazos,
me dejaré bautizar por un líquido verso iluminado.
Esa poeta que soy, la hicieron estos versos,
la de ayer, yace como cenizas en mi mano,
quería hacer el mundo en siete libros,
le bastó con dejarse nacer en el poema.
DEFINITIVAMENTE, ME RINDO AL FUEGO DE TUS BESOS
No me advertiste que tenías un volcán en la boca,
me muero porque su lava invada todos mis rincones.
No me dijiste que tus labios eran la cuna del fuego:
mi ardiente Prometeo, robaré tus labios cada noche.
Como Ave Fénix, resurgiré de las cenizas
en las que me sume tu incandescente boca,
sólo para volver a besarte,
y volver a arder, y volver a besarte:
tus llamas son un imán para mi noche.
Seré tu Juana de Arco, quémame cada hora
en la hoguera que sobre mi cuerpo van construyendo tus labios.
Hazme arder otra vez hasta fundirnos:
metales preciosos nuestros cuerpos.
Sé mi Nerón: prende fuego a tu Roma,
mi boca no entiende otro lenguaje que la llama de tus besos,
las pavesas del cielo, los refulgentes meteoritos de tus labios.
No te apagues jamás, no te extingas jamás,
la tea ardiente del deseo guarde para siempre
el inagotable calor de tus labios,
tus labios que derriten el hielo,
tus labios que me impregnan de luz,
tus labios: imprecación al fuego,
Tus labios: destino de mi boca,
estación final de mi deseo.
UN ABISMO SE OCULTABA EN MEDIO DE LAS NUBES.
Era el quinto día del naufragio,
entre las sábanas estábamos
perdidos en tempestades de lujuria
yo buscaba una honda para derribar a Dios
para que cesara de caer esa lluvia insistente sobre los dos
era el día del hacha y de la rabia,
yo tenía en el pelo una orquídea amarilla y en la liga& el cuchillo del alba.
Era el quinto día de la muerte del sol,
yo buscaba una hormiga que en la almohada
fundó su campamento
y tu explorabas para encontrar las migas del amor
que atraían insectos a libar el licor de nuestros sexos,
ya éramos en la noche las sombras del averno,
el descenso sin retorno al abismo del tiempo,
que se ocultaba quieto entre las nubes,
como callado espectro.
Era el quinto día del relámpago y del trueno,
una luz eléctrica proyectaba en la pared
nuestras sombras, que como un torpe gigante
hacía huir a los fantasmas,
llegaste con la pala de los días,
a abrir surcos en mi piel buscando el mineral
la precisa distancia entre los cuerpos,
la fruta madurada a costa de libarla.
Era el quinto día y tocaba a su fin esta batalla,
la lucha cuerpo a cuerpo,
la huída en desbandada al pais de los ayes,
el recorrer de una esquina a otra la ciudad de la cama
los altos edificios del placer,
las farolas nocturnas erectas e irisadas,
el final de salivas y de savias destiladas
cómplice suicidio de manos, voces y miradas.
EL TRABAJO
En incesantes hornos de valetudinarios obreros metalúrgicos,
en urnas y sarcófagos de conscriptos mineros,
en cubas y bodegas donde fermenta el caldo del sudor
del obrero abrazado a la gracia de las uvas,
se levanta la copa de las alegorías, para brindar por ti,
trabajo, obrero silencioso de todos los obreros.
Y celebran tu súbita potencia de hombre recio, que fecunda la materia
y la hace útil, mercancía preciada, intercambiable cosa.
Tu poder de titán, tu fuerza de relámpago, transforma y valoriza todo aquello que toca.
Tus manos de labriego, tu corazón de máquinas, tu inteligencia humana,
desprovista de afectos, lumínica presencia de la idea que se hace carne y vuela.
En las panaderías donde se izan banderas de harina blanca para festejarte,
en los laboratorios, donde la ciencia anida en los tubos de ensayo,
los ojos escudriñan la vida microscópica y se adivinan carbonos y nitrógenos.
Hasta las meretrices te honran este día, sacerdotisas del placer, amadas últimas,
más lúbricas que nunca, también ellas levantan en tu nombre su copa de lascivia.
Y el poeta, que recorre las páginas de la historia buscando aquél vocablo,
que ha surcado los mares más extensos, llegado a los países más remotos,
reventado cientos de Pegasos, querido Maiakovski, tus Pegasos,
burlado los obstáculos extremos, para engarzar esa palabra, gema preciosa,
esmeralda única, pepita de oro, en la joya, siempre inacabada, del poema.
AL PIE DE UN POBRE
Habíase tomado para sí toda la mugre.
Parecía un monumento a la pobreza,
con todas sus vacilaciones de bandera
y su hambre muy honda en el fondo del ojo.
Diríase que habían encontrado sus músculos
el tamaño preciso para no morir,
y sus cavilaciones el tamaño preciso
para no sentir pena, no escuchar al estómago
y velar por las noches su única cerilla.
No tenía en el bolsillo más que la poca
hombría de que era capaz,
la h del hambre y todas las f del frío
y de la rabia.
Ni una moneda allí.
Si algo más que el vino
rojo de las horas
hubiera caído en el pozo
oscuro de su estómago,
sería fatal el estrépito
del abrazo de lo hueco y lo sólido.
Si algo más que el vino
granate de la soledad
atravesara su garganta...
ante la energía renovada,
el brazo, los tendones del brazo
y todos los ligamentos
la lechosa piel y los músculos del brazo ,
se erguirían
por encima de la cabeza de la ciudad
en un gesto infinito de libertad.
Pero el vino....
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