Nace en Madrid en 1963. Reside en la actualidad en Alcalá de Henares.
Empresario, licenciado en Ciencias Empresariales. Máster en Innovación y Gestión del Conocimiento. Integrante de la Escuela de Poesía Y Psicoanálisis Grupo Cero. Desde 2004 pertenece al taller de poesía de Alcalá de Henares coordinado por Carlos Fernández. Asimismo, desde 2008 pertenece al taller de poesía que coordina Miguel Oscar Menassa en la Escuela. Alumno del Seminario Sigmund Freud que imparte esta misma Escuela desde 2002. Socio fundador de la Productora Cinematográfica Cinenormal, desempeñando el cargo de Consejero Delegado. Es director y accionista de varias empresas y Presidente de ACEDAP (Asociación Comarcal de Empresas de Daganzo, Ajalvir y Paracuellos de Jarama). Publica en www.poesiagrupocero.com Asimismo ha creado su propio blog de poesía:http://ojosdeltiempo.blogspot.com
Ha publicado su primer libro de poesía titulado LABIOS DEL TIEMPO.
ESTA VEZ ESPAÑA… 1939
En un rincón del olvido
donde las almas turbias duermen,
viejos secretos inundan espíritus errantes
fantasmas de hermanos perdidos golpean
oídos sordos.
Altos muros dividen corazones cobardes,
espesa sangre como barro
marca huellas en caminos sembrados de
azucenas.
Era el aroma de la pólvora
lo que envolvía el aire de aquel otoño
manos curtidas en el calor del campo,
habían empuñado fusiles
que secaron las rosas del destino,
que mataron las blancas palomas
entre ecos de cristal y espanto,
y en un cantar de Octubre
bailaron la paz en llanto.
PÁJAROS NOCTURNOS
“Y por eso las bocas que besaron
son sus favoritas.
Tienen más vida que quitar:
la vida que confiere
a toda boca
el don de haber sido besada”
Pedro Salinas
Vastos desiertos de soledad
agitan el pulso de la vida.
Mis labios recorren los surcos
que tu piel desnuda muestra
en la penumbra.
Los ecos del silencio
alimentan las cenizas de la noche,
beso tu boca humedecida
con palabras vestidas de deseo.
¿Qué extraño presagio marca el rumbo
de nuestras vidas?
Viajamos al sur de nuestras risas,
y frente al mar, bajo palmeras,
a veces invocamos al amor y nos saluda
el dolor disfrazado de alegría.
Nuestros cuerpos se acercan lentamente
al encuentro de los besos,
de unos labios que ya fueron conquistados.
Amantes de la primera vez
pasiones que fueron antes de ahora,
envueltas en océanos de desengaños
y de inocencias perdidas en secretas noches
de cielos estrellados.
¿Ya no volverán a ser nuestros cuerpos?
¿Dónde irán a postrarse cuando ya no puedan
caminar?.
¡Qué más da!
Caigan donde caigan
habrá cielo,
habrá tierra,
habrá Universo
y sólo perdurará
la historia contada de nuestros besos,
de nuestro amor.
POETA DEL PUEBLO
A Antonio Machado
Bajo un cielo corrompido,
de metralla y agonía,
de pueblos cautivos y martirios a quema ropa,
un 22 de Febrero de 1939,
te llegó la hora, Antonio.
Tiempo lúgubre,
donde los pájaros,
postrados a la cabecera de tu lecho,
cantaban sin cesar:
“caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Un último poema descansaba en el bolsillo de tu gaban,
dos tristes sillas sostenían el ataúd,
que arropado con la bandera tricolor,
gemían plegarias desesperadas.
Y la poesía, con amargura,
suplicaba una oración para el desesperado,
para el abandonado.
Portador del secreto de las sombras prisioneras de la tierra,
de la amistad del desierto,
de los amores fulmíneos,
de esos campos de Castilla,
tan indelebles, ardientes, vibrantes,
de altas cumbres, valles hechizados y lagos dormidos.
Encinares de oscuras malezas y pardas encinas,
olmos secos, viejos, heridos por el rayo.
Ni el tiempo, ni los inquisidores, ni los buitres,
salpicaron siquiera uno sólo de tus versos.
Setenta años después,
tu buzón está lleno de cartas;
¡no mueras, te amo tanto!
¡quédate hermano!
¡vuelve a la vida!.
Y otro poeta, de nombre César Vallejo,
dejó escrito con voz estrangulada
y perturbadora densidad,
un verso que bien vale un epitafio:
“tanto amor y no poder nada contra la muerte”.
¡Y TE VAS PARA NO VOLVER!
Mojado en tu bendición
acomodando tu llanto
entre amarillos desengaños y rosadas llagas,
impregnan tus cejas,
arcos de asombro.
Se dilapidan las semanas
de aquella primavera helada,
con las más agudas caídas
¡brutal encuentro de las almas!
donde un solo desafío,
colgado de un rincón de la casa,
plasma su fórmula de amor
y así muere, inmortal,
hoja seca que nunca fue verde,
se despide con el cantar del gallo.
¡Y te vas para no volver!
Emoción ambigua,
mudo sepulcro,
sutura del placer,
ceñida a los plenarios brazos de la existencia,
simetría de los bordes
cruzando falsas puertas de enormes postigos.
¿Absurdo?
¿Demente?
Hoy soy dichoso hasta las lágrimas.
Me doy cuenta
de la presencia de la vida.
LOS INMORTALES: EL AUSENTE
Miradas distantes,
metales de la inquietud,
horas del reloj, vértigo de las estaciones,
tierra insensible, fondo de la mañana,
palabras indescifrables, más allá de las promesas.
Corazón adherido al otoño de los espejos,
arrugas que se pierden en las callejuelas del escalofrío,
donde los cazadores de caricias,
apaciguan su ansiedad,
con la noche en la boca.
He conocido el rostro oculto de la risa,
en esa inacabable espera
donde el tiempo parece
que nunca más existe,
donde la lentitud se quiebra
y ya nadie habla.
Fragilidad que sostiene el frío entre sus manos,
fragilidad donde el cristal del silencio se rompe,
y la vida gime en la tierra confusa,
donde la sangre regresa,
y una callada flor
te nombra.
HUBO UN TIEMPO DONDE LOS BESOS
SE ROMPIERON EN PEDAZOS
Hubo un tiempo donde los besos se rompieron en pedazos.
Hubo un siglo donde una mueca de luz,
atravesó la sonrisa convertida en caricia,
tajo feliz, huella del tiempo,
hielo sobre fuego,
donde el amor traspasaba el cristal de los sueños
y diluía la pasión,
sobre la piel del desierto.
Siembra permanente de los sexos,
burlando el inexorable límite del espacio,
manos apacibles limpiando esa prisión
rodeada de violetas,
donde las miradas eran capaces,
de enmudecer cualquier nota musical.
Grandes olas abrazaban los pliegues de los acantilados,
temblaban ante el eco de una voz gutural,
enardecían el vértigo de la belleza,
y alborozadas se acurrucaban tiernamente
en el interior de la espuma enamorada.
Hubo un lugar ajeno a la distancia,
donde fueron escribiendo la historia en la noche,
en el amor, en el poema…
un tiempo que les acercaba
y suavemente les cubría
con la blanca brisa de la muerte.
EL DORADO RAUDAL DE TU CANTO
A la memoria histórica
Cárcel que resta condena,
márgen insoslayable que acompaña
esas mascaradas festivas
que se sacralizan hasta el aburrimiento.
Camino que enciende chispas de fuego,
pisoteado, más no pisado,
donde el eco de tu canto,
resulta vivaz, alentador,
fundición de un suelo nutricio,
que siempre hay que sembrar,
con otros nombres y apellidos.
Palabras que para otros oídos toman un sentido preciso,
donde el pasado es lo hecho, desecho, balbuceado:
el futuro en todas direcciones.
Un camino donde los carteles indicadores,
los desvíos, las visiones nocturnas y los desvelos,
engrandecen las pupilas de admiración,
ante el nacimiento de algo,
en medio de la nada.
Lucha denodada ante la sorpresa que provocan los aludes,
donde el dorado raudal de tu canto,
anuncia la lluvia de primavera,
resonando en los bosques,
y su melodía se alarga en el corazón,
que golpea con pausa, solemnemente,
ocultos manantiales,
donde penan tus huesos.
VISITA NOCTURNA
Cae la noche rota,
el sueño vestido de carne
agasaja a los invitados:
coleccionistas de lo imposible,
suicidas por temor a la muerte,
ingenuos melancólicos,
traficantes del alma,
embaucadores arrepentidos,
hacen su aparición
entre cristales rotos, transparentes,
derramados en la mano de la máscara impasible,
aquella que detiene las horas.
A través de los muros,
se desliza lentamente,
la encrucijada de todos los caminos,
las vértebras bailan alegremente
huyendo de las heridas más delicadas.
Un visitante inesperado,
ahoga el grito de la muchedumbre,
extiende su mano hacia la máscara,
y le revela en voz baja:
¡difícil caminar sin caer!
LA LLAVE DEL TIEMPO
Abre tus ojos al cielo,
esos ojos de barro, de noche interrumpida,
donde el temblor de tus pupilas
se convierte en un pasatiempo vertiginoso.
Abre tus ojos y observa, de frente,
a la sombra negra,
embellece con tu mirada
los pasos de la muerte.
Abre tus ojos pisoteados por la lentitud del tiempo,
por ese cuerpo que se agita en el silencio,
por esa locura incandescente,
que descubre que la soledad es un canto.
Mírala con tus dientes,
esos que esconden murmullos de seda,
que ascienden por infinitas escaleras
y reposan entre fuentes de penurias.
Heridas como surcos,
donde tu sangre no corre,
donde tu sonrisa se cubre de tórridas muecas,
entre la nacarada piel de tu frente.
¿Te has despertado?
¿Adónde irás ahora?
La llave del tiempo
está forjada con el acero del sueño.
OTRO CIELO NO ESPEREIS, NI OTRO INFIERNO
Con paso seguro y en voz baja
para atravesar la puerta burlona
que acaricia los sueños,
ella contaba la belleza de la oscuridad,
el secreto inmortal de los deseos,
la caída de los espíritus imprevistos,
la intensidad de los besos inventados.
Con paso lento y en voz baja
para que el mundo no incendiara la tristeza,
él buscaba la luz entre labios de lluvia,
besaba trémulo la palidez de su sexo,
vagaba por las noches imperfectas
donde la existencia palpitante
hormiguea por el centro de la calle.
Como amantes extraviados,
se deslizan lentamente
entre una tempestad de mordiscos,
a cada instante, nacen
a cada instante, mueren
y una voz lejana llama su atención:
más allá del tiempo y del espacio,
otro cielo no esperéis, ni otro infierno.
“EL VERDADERO PROFETA EN EL FALSO LABERINTO”
Tumultuosos vestigios del pasado
arrinconan sentimientos,
fragmentan ideas de hombres,
que formados en ejércitos,
agonizan entre sonoras voces,
perfiles del tiempo, deformes,
sin Dios, sin Patria,
dejados a su suerte,
ensombrecidos sus rostros,
abandonada la luz entre las sombras.
Incapaces de rasgar un camino diferente
que forje una nueva historia,
hundidos en las profundidades del océano,
donde afloran las bestias del vacío, del desaliento,
y el espejo del alma,
se adormece entre cánticos de dolor, de soledad,
aparece el poeta,
para marcar la senda de los versos,
para combinar todas las palabras,
cabalgando sobre el corcel del deseo,
en busca de lo nuevo.
Desesperado canto de libertad
en el delirio de la noche
risa contenida hundiendo sus pies
en la brújula de los espasmos,
el poeta se tiende en el gran manto de hierba
de color marfilino,
donde la lluvia se hace eterna,
el pecado se multiplica,
y hordas de hombres insaciables,
andando de puntillas sobre los laberintos de la ignorancia,
anhelan que un poema,
espante a los espectros de la condición humana
y ahuyente a los mercaderes del silencio.
Hubo un tiempo donde los besos se rompieron en pedazos.
Hubo un siglo donde una mueca de luz,
atravesó la sonrisa convertida en caricia,
tajo feliz, huella del tiempo,
hielo sobre fuego,
donde el amor traspasaba el cristal de los sueños
y diluía la pasión,
sobre la piel del desierto.
Siembra permanente de los sexos,
burlando el inexorable límite del espacio,
manos apacibles limpiando esa prisión
rodeada de violetas,
donde las miradas eran capaces,
de enmudecer cualquier nota musical.
Grandes olas abrazaban los pliegues de los acantilados,
temblaban ante el eco de una voz gutural,
enardecían el vértigo de la belleza,
y alborozadas se acurrucaban tiernamente
en el interior de la espuma enamorada.
Hubo un lugar ajeno a la distancia,
donde fueron escribiendo la historia en la noche,
en el amor, en el poema…
un tiempo que les acercaba
y suavemente les cubría
con la blanca brisa de la muerte.
EL DORADO RAUDAL DE TU CANTO
A la memoria histórica
Cárcel que resta condena,
márgen insoslayable que acompaña
esas mascaradas festivas
que se sacralizan hasta el aburrimiento.
Camino que enciende chispas de fuego,
pisoteado, más no pisado,
donde el eco de tu canto,
resulta vivaz, alentador,
fundición de un suelo nutricio,
que siempre hay que sembrar,
con otros nombres y apellidos.
Palabras que para otros oídos toman un sentido preciso,
donde el pasado es lo hecho, desecho, balbuceado:
el futuro en todas direcciones.
Un camino donde los carteles indicadores,
los desvíos, las visiones nocturnas y los desvelos,
engrandecen las pupilas de admiración,
ante el nacimiento de algo,
en medio de la nada.
Lucha denodada ante la sorpresa que provocan los aludes,
donde el dorado raudal de tu canto,
anuncia la lluvia de primavera,
resonando en los bosques,
y su melodía se alarga en el corazón,
que golpea con pausa, solemnemente,
ocultos manantiales,
donde penan tus huesos.
VISITA NOCTURNA
Cae la noche rota,
el sueño vestido de carne
agasaja a los invitados:
coleccionistas de lo imposible,
suicidas por temor a la muerte,
ingenuos melancólicos,
traficantes del alma,
embaucadores arrepentidos,
hacen su aparición
entre cristales rotos, transparentes,
derramados en la mano de la máscara impasible,
aquella que detiene las horas.
A través de los muros,
se desliza lentamente,
la encrucijada de todos los caminos,
las vértebras bailan alegremente
huyendo de las heridas más delicadas.
Un visitante inesperado,
ahoga el grito de la muchedumbre,
extiende su mano hacia la máscara,
y le revela en voz baja:
¡difícil caminar sin caer!
LA LLAVE DEL TIEMPO
Abre tus ojos al cielo,
esos ojos de barro, de noche interrumpida,
donde el temblor de tus pupilas
se convierte en un pasatiempo vertiginoso.
Abre tus ojos y observa, de frente,
a la sombra negra,
embellece con tu mirada
los pasos de la muerte.
Abre tus ojos pisoteados por la lentitud del tiempo,
por ese cuerpo que se agita en el silencio,
por esa locura incandescente,
que descubre que la soledad es un canto.
Mírala con tus dientes,
esos que esconden murmullos de seda,
que ascienden por infinitas escaleras
y reposan entre fuentes de penurias.
Heridas como surcos,
donde tu sangre no corre,
donde tu sonrisa se cubre de tórridas muecas,
entre la nacarada piel de tu frente.
¿Te has despertado?
¿Adónde irás ahora?
La llave del tiempo
está forjada con el acero del sueño.
OTRO CIELO NO ESPEREIS, NI OTRO INFIERNO
Con paso seguro y en voz baja
para atravesar la puerta burlona
que acaricia los sueños,
ella contaba la belleza de la oscuridad,
el secreto inmortal de los deseos,
la caída de los espíritus imprevistos,
la intensidad de los besos inventados.
Con paso lento y en voz baja
para que el mundo no incendiara la tristeza,
él buscaba la luz entre labios de lluvia,
besaba trémulo la palidez de su sexo,
vagaba por las noches imperfectas
donde la existencia palpitante
hormiguea por el centro de la calle.
Como amantes extraviados,
se deslizan lentamente
entre una tempestad de mordiscos,
a cada instante, nacen
a cada instante, mueren
y una voz lejana llama su atención:
más allá del tiempo y del espacio,
otro cielo no esperéis, ni otro infierno.
“EL VERDADERO PROFETA EN EL FALSO LABERINTO”
Tumultuosos vestigios del pasado
arrinconan sentimientos,
fragmentan ideas de hombres,
que formados en ejércitos,
agonizan entre sonoras voces,
perfiles del tiempo, deformes,
sin Dios, sin Patria,
dejados a su suerte,
ensombrecidos sus rostros,
abandonada la luz entre las sombras.
Incapaces de rasgar un camino diferente
que forje una nueva historia,
hundidos en las profundidades del océano,
donde afloran las bestias del vacío, del desaliento,
y el espejo del alma,
se adormece entre cánticos de dolor, de soledad,
aparece el poeta,
para marcar la senda de los versos,
para combinar todas las palabras,
cabalgando sobre el corcel del deseo,
en busca de lo nuevo.
Desesperado canto de libertad
en el delirio de la noche
risa contenida hundiendo sus pies
en la brújula de los espasmos,
el poeta se tiende en el gran manto de hierba
de color marfilino,
donde la lluvia se hace eterna,
el pecado se multiplica,
y hordas de hombres insaciables,
andando de puntillas sobre los laberintos de la ignorancia,
anhelan que un poema,
espante a los espectros de la condición humana
y ahuyente a los mercaderes del silencio.
EL MÁS PROFUNDO DE LOS DESCUBRIMIENTOS
Un interminable escalofrío recorre un mundo lejano,
lentas sacudidas de frentes de cristal,
deteniendo relojes de horas simétricas.
Cuerpos caídos, sorprendidos por el despiadado sueño
del que emergen cada mañana.
Sembradores de la angustia,
gritando que es posible zarpar,
hacia el país del descanso.
Y la alegría de vivir atada a columnas derribadas.
Un sudor frío empapa los semblantes desesperados,
la sombra de los viajeros,
la quietud de las puertas,
que muestran el camino recorrido.
Y esas almas se emocionan,
ante la sencillez del poeta,
que escribe del dolor para ahuyentar a la tristeza,
que sus gritos de muerte convocan al amor.
Versos donde Dios se rinde,
y el corazón se parte en mil pedazos,
al paso de un viento tenue,
donde borrar el rostro que se contempla a sí mismo,
se hace necesario.
Versos desde los que partir,
a la búsqueda de caminos paralelos,
al encuentro de nuevas formas,
de amar la vida.
AMOR IMPERFECTO
Una mueca de siglos deja vacíos,
navegando entre naúticas rosas, celestes ríos y dorados cielos.
Bajo la sábana que impregna la niebla
fui como un pez frío, sin agallas,
con boca negra de saco,
con boca rasgada por unos labios,
abiertos a mis huesos,
con el golpe rítmico del sol y de la luna.
Labios cortados para el verbo,
quise llorar que te amaba
sobre la última roca seca del Universo,
quise gritar con la voz cálida y fuerte del varón elegido,
y nerviosa, solitaria, pendulante,
como una nube huérfana y perdida,
no fuí capaz.
Ya una vez nos perdimos
en el costado de nuestras bocas,
alargué mis brazos para alcanzar tus alas,
entre celos y pecados,
nuestro sexo a los cuatro vientos,
detuvimos a la muerte.
Quiero que nos sumerjamos
en la luz quebrada de nuestros ojos,
que viaje por tus venas
la luminosidad de mis besos
y el temblor de mis manos.
Y en este juego tramposo
a veces, me pregunto:
¿acaso no es más que un pez el hombre?
Y SIN RUMBO ACUCHILLA LAS SIMÉTRICAS OLAS
Noche deslumbrante
que retuerce sus caderas
y estremece los abismos,
donde el poeta se dispone a seguir su camino.
Unos hombres sordos le despiden,
angustia profunda balbuceando entre las piedras,
vergonzosa hilera de fantasmas,
cadenas rotas colgando sobre los hombros.
Él se aleja de aquel bosque durmiente,
de aquellas estatuas vacías,
donde los ojos,
¡malditos ojos!
derribaron un amor cerrado
entre brumas de escarlata.
Y sin rumo acuchilla las simétricas olas,
donde los océanos se visten de ceniza,
donde sus ojos se despiertan en otros,
mundo de alambre,
donde el olvido vuela sobre el suelo
y el grito como deseo,
trepa por adormideras,
hacia las estrellas del estío.
VOCES NOCTURNAS
A veces se presentan las noches
navegando por las aguas del silencio.
Siempre el mismo derrotero,
la misma oscuridad, plena,
donde el corazón vive aprisionado, sin amanecer,
con su ritmo de muerte,
y sus mil caras pintadas sobre almas compungidas,
socavando la angustia,
impregnando las paredes tapizadas de voces interiores,
que ocultan su rostro,
pasto del recuerdo.
Otras veces, las noches son tus bellos ojos
mirando el brillo de mis labios,
donde el carbón no es negro,
ni las estrellas teoremas del pasado,
donde los verbos indecisos preguntan:
¿subir es ir hacia arriba?
¿descender es ir hacia abajo?.
Beso tu boca de yegua encandilada,
no tengo sed,
vivo entre versos,
el camino de los hombres.
Un silencio mortal
y me alejo de mi voz,
ya no soy quien escucha,
ya no soy quien espera,
ya no soy quien escribe.
UN MINUTO DESPUÉS
Se toman la achicoria
que la húmeda mañana,
con olor a cementerio y sabor a sangre amada
circunda sus corazones.
Soldados de la guerra,
llorando por la paz,
como esos niños pegados a sus mocos,
llenos de hambre, desvelados de sus sueños,
que encuentran en los linderos de su camino.
Dan ganas de saquear a los ricos sus viñedos,
de envolver el odio de los tiranos en su propia mortaja.
Señor, Dios ¿qué se puede contra la muerte, contra el límite,
contra las llagas oliendo a miel quemada?
¿Hasta cuando este enfrentamiento hostil entre hermanos?
¿Hasta cuando este valle de lágrimas adonde nadie pidió que
nos llevaran?
Amarga esencia humana,
suave olor a pólvora,
crudo amanecer para continuar siendo hombre.
Y siguen andando hacia el frente
locos de soledad y de espanto,
oscura patria de dilatada sombra,
aguarda entre las armas.
Vanidosas banderas entre vicios,
celebran las balas con las que sus hijos,
caen uno a uno.
Y un minuto después,
un hueco silencio,
un gélido vacío,
un triste rumor
y al volver de la batalla,
una dama oscura espera,
-en su mano la flor del sueño-
sentada, la Muerte, sonriente
les susurra al oído:
-quien va a morir, va muerto-.
TIEMPO CÓSMICO
Una sombra en movimiento, sin tregua,
un nombre confuso,
una boca que acaricia unas medias de seda,
unos pechos brillantes como pupilas enamoradas,
una rosa carnosa,
como labios sonrientes después de un amanecer seductor,
un gran bosque enredado
entre sábanas sepultadas de pasión.
Y el alma obscena y oscura
pegada a mis entrañas
toma el lugar del ausente.
Espesa tierra donde escribo tu nombre,
sórdidas raíces que rodean mi respiración,
ecos de largas noches
mezcla de olvido y desengaño.
Un tembloroso viento, susurrante,
cimbrea el deseo,
envuelto en dichas y penas.
Siento el tiempo cósmico,
la memoria que esconde en sus espejos,
el otro azul del profundo cielo,
la llama roja del crepúsculo,
el humo ejecutor de antiguos pactos,
la inasible arquitectura
que edifica la luz de los días.
Y en el centro carnal de mi latido,
en la noche vacía,
he sentido el aliento,
del hombre que no ha muerto.
SON FLORES O ES EL OCASO
Lento en su sombra
sosteniendo su báculo indeciso,
un rey muere de hambre y de sed
entre finos perfumes y grandes riquezas.
Algo que no se nombra con la palabra,
que camina por lentas galerías,
que con vago horror sagrado,
da los mismos pasos en los mismos días.
Tétrico instrumento,
que acompaña en su larga letanía,
ese andar severo, deforme, que se apaga.
Pálida ceniza de lo que fue
¿qué importa a estas alturas
la palabra que le nombre?.
¿Son flores o el ocaso?
Es polvo, del tiempo encarnizado
librando su última batalla.
SI CAMINAMOS NO ES NECESARIO SEPARARSE DE NADA
Compañeros de verticales caminos,
de rutas que arden como el petróleo,
¿cuántas veces os habéis cansado de ser hombres?
¿cuántas de navegar océanos,
tiritando de miedo y llorando lentas lágrimas de soledad?
¿cuántos secretos puestos en sórdidas orejas?
¿cuánta vergüenza y espanto colgando de las ventanas del odio,
espejo riendo la burla?.
Un intenso olor a azufre
recorre los pies y las uñas
de esos firmes soldados,
que matan a besos y se visten de blanco.
Hombres que abandonaron el orgullo en cunetas vacilantes,
que dejaron de ser raíz en las tinieblas,
que alcanzaron un pensamiento,
que arrastrados por las lluvias,
por el salvaje viento del mar
y por el ácido calor del desierto,
sin separarse de nada,
caminaron juntos,
y emprendieron el verdadero viaje:
aquel donde la mirada se posa ante lo nunca visto
y el destino no es más fácil.
SE LLAMA REBELIÓN A LO QUE SE SOFOCA
Amarga flor de primavera,
¿habrás pensado en la memoria de aquel soldado
cayéndose su nombre entre tus pétalos,
preguntando con sus ojos
si fue leal la muerte con los compañeros?
Perros, dulces y hermanos,
enceguecidos lagartos,
habitantes de oscuras cuevas sin sueño,
lenta invasión de algún susurro que les ahoga.
Tan murientes de vida,
tan sordamente aprisionados,
subterráneas voces
intentando romper algún muro,
subir de la tristeza
y alcanzar de la cima del corazón,
alguna puerta abierta.
Canto ardiente, ensangrentadas coronas,
voz del pueblo girando entre calles marineras,
con la luz entre las manos gritan:
¡pronto un día volverán!.
Y a ti, soldado de claridad sencilla y victorioso acero,
te hirieron, te golpearon, te dieron muerte,
sofocada rebelión,
donde la alegría de costado, paseó con el espanto.
LOS QUE PERDIERON SU SOMBRA EN LA GUERRA
Senderos marcados
huellas del pasado.
Lágrimas como piedras despojadas de destinos,
corazones arrasados por el dolor,
fervientes venenos invadiendo
delicadas aguas cristalinas,
niños que nunca alcanzarán la pubertad,
mujeres gritando porque un proyectil
se ha postrado en su lecho,
y ha violado su libertad.
Ancianos que huyen del tiempo
y el tiempo se los come.
Hombres soñando águilas que devoraban
el aire en pleno vuelo,
convertidos en aliados de la guerra,
portadores de armas,
para seguir encadenados a lo que vuela,
gritaban al agresor:
¡matadnos y seremos lo encadenado,
muerto, que vuela!.
LA MIRADA DEL CONDENADO
Ese hombre que escucha el veneno,
el ansia sin brazos,
el grito sin boca,
la mano sin dedos,
el corazón buscando una salida.
Ese hombre que se abandona
a la suave y pesada candidez de la carne,
que se hunde en la inercia de la nada,
en el olvido del todo.
Ese hombre sin nombre,
piensa en mitad del bosque,
tiembla como el mar embravecido,
se detiene ante la tierra
que le habla con voz de siglos olvidados,
y acaricia la muerte.
Ese hombre que se pregunta
quien le llama en lo oscuro,
que golpea sus sienes
la maldición de los dioses,
que observa con temor y deleite su propio vacío,
ese hombre tiene la mirada del condenado.
Un interminable escalofrío recorre un mundo lejano,
lentas sacudidas de frentes de cristal,
deteniendo relojes de horas simétricas.
Cuerpos caídos, sorprendidos por el despiadado sueño
del que emergen cada mañana.
Sembradores de la angustia,
gritando que es posible zarpar,
hacia el país del descanso.
Y la alegría de vivir atada a columnas derribadas.
Un sudor frío empapa los semblantes desesperados,
la sombra de los viajeros,
la quietud de las puertas,
que muestran el camino recorrido.
Y esas almas se emocionan,
ante la sencillez del poeta,
que escribe del dolor para ahuyentar a la tristeza,
que sus gritos de muerte convocan al amor.
Versos donde Dios se rinde,
y el corazón se parte en mil pedazos,
al paso de un viento tenue,
donde borrar el rostro que se contempla a sí mismo,
se hace necesario.
Versos desde los que partir,
a la búsqueda de caminos paralelos,
al encuentro de nuevas formas,
de amar la vida.
AMOR IMPERFECTO
Una mueca de siglos deja vacíos,
navegando entre naúticas rosas, celestes ríos y dorados cielos.
Bajo la sábana que impregna la niebla
fui como un pez frío, sin agallas,
con boca negra de saco,
con boca rasgada por unos labios,
abiertos a mis huesos,
con el golpe rítmico del sol y de la luna.
Labios cortados para el verbo,
quise llorar que te amaba
sobre la última roca seca del Universo,
quise gritar con la voz cálida y fuerte del varón elegido,
y nerviosa, solitaria, pendulante,
como una nube huérfana y perdida,
no fuí capaz.
Ya una vez nos perdimos
en el costado de nuestras bocas,
alargué mis brazos para alcanzar tus alas,
entre celos y pecados,
nuestro sexo a los cuatro vientos,
detuvimos a la muerte.
Quiero que nos sumerjamos
en la luz quebrada de nuestros ojos,
que viaje por tus venas
la luminosidad de mis besos
y el temblor de mis manos.
Y en este juego tramposo
a veces, me pregunto:
¿acaso no es más que un pez el hombre?
Y SIN RUMBO ACUCHILLA LAS SIMÉTRICAS OLAS
Noche deslumbrante
que retuerce sus caderas
y estremece los abismos,
donde el poeta se dispone a seguir su camino.
Unos hombres sordos le despiden,
angustia profunda balbuceando entre las piedras,
vergonzosa hilera de fantasmas,
cadenas rotas colgando sobre los hombros.
Él se aleja de aquel bosque durmiente,
de aquellas estatuas vacías,
donde los ojos,
¡malditos ojos!
derribaron un amor cerrado
entre brumas de escarlata.
Y sin rumo acuchilla las simétricas olas,
donde los océanos se visten de ceniza,
donde sus ojos se despiertan en otros,
mundo de alambre,
donde el olvido vuela sobre el suelo
y el grito como deseo,
trepa por adormideras,
hacia las estrellas del estío.
VOCES NOCTURNAS
A veces se presentan las noches
navegando por las aguas del silencio.
Siempre el mismo derrotero,
la misma oscuridad, plena,
donde el corazón vive aprisionado, sin amanecer,
con su ritmo de muerte,
y sus mil caras pintadas sobre almas compungidas,
socavando la angustia,
impregnando las paredes tapizadas de voces interiores,
que ocultan su rostro,
pasto del recuerdo.
Otras veces, las noches son tus bellos ojos
mirando el brillo de mis labios,
donde el carbón no es negro,
ni las estrellas teoremas del pasado,
donde los verbos indecisos preguntan:
¿subir es ir hacia arriba?
¿descender es ir hacia abajo?.
Beso tu boca de yegua encandilada,
no tengo sed,
vivo entre versos,
el camino de los hombres.
Un silencio mortal
y me alejo de mi voz,
ya no soy quien escucha,
ya no soy quien espera,
ya no soy quien escribe.
UN MINUTO DESPUÉS
Se toman la achicoria
que la húmeda mañana,
con olor a cementerio y sabor a sangre amada
circunda sus corazones.
Soldados de la guerra,
llorando por la paz,
como esos niños pegados a sus mocos,
llenos de hambre, desvelados de sus sueños,
que encuentran en los linderos de su camino.
Dan ganas de saquear a los ricos sus viñedos,
de envolver el odio de los tiranos en su propia mortaja.
Señor, Dios ¿qué se puede contra la muerte, contra el límite,
contra las llagas oliendo a miel quemada?
¿Hasta cuando este enfrentamiento hostil entre hermanos?
¿Hasta cuando este valle de lágrimas adonde nadie pidió que
nos llevaran?
Amarga esencia humana,
suave olor a pólvora,
crudo amanecer para continuar siendo hombre.
Y siguen andando hacia el frente
locos de soledad y de espanto,
oscura patria de dilatada sombra,
aguarda entre las armas.
Vanidosas banderas entre vicios,
celebran las balas con las que sus hijos,
caen uno a uno.
Y un minuto después,
un hueco silencio,
un gélido vacío,
un triste rumor
y al volver de la batalla,
una dama oscura espera,
-en su mano la flor del sueño-
sentada, la Muerte, sonriente
les susurra al oído:
-quien va a morir, va muerto-.
TIEMPO CÓSMICO
Una sombra en movimiento, sin tregua,
un nombre confuso,
una boca que acaricia unas medias de seda,
unos pechos brillantes como pupilas enamoradas,
una rosa carnosa,
como labios sonrientes después de un amanecer seductor,
un gran bosque enredado
entre sábanas sepultadas de pasión.
Y el alma obscena y oscura
pegada a mis entrañas
toma el lugar del ausente.
Espesa tierra donde escribo tu nombre,
sórdidas raíces que rodean mi respiración,
ecos de largas noches
mezcla de olvido y desengaño.
Un tembloroso viento, susurrante,
cimbrea el deseo,
envuelto en dichas y penas.
Siento el tiempo cósmico,
la memoria que esconde en sus espejos,
el otro azul del profundo cielo,
la llama roja del crepúsculo,
el humo ejecutor de antiguos pactos,
la inasible arquitectura
que edifica la luz de los días.
Y en el centro carnal de mi latido,
en la noche vacía,
he sentido el aliento,
del hombre que no ha muerto.
SON FLORES O ES EL OCASO
Lento en su sombra
sosteniendo su báculo indeciso,
un rey muere de hambre y de sed
entre finos perfumes y grandes riquezas.
Algo que no se nombra con la palabra,
que camina por lentas galerías,
que con vago horror sagrado,
da los mismos pasos en los mismos días.
Tétrico instrumento,
que acompaña en su larga letanía,
ese andar severo, deforme, que se apaga.
Pálida ceniza de lo que fue
¿qué importa a estas alturas
la palabra que le nombre?.
¿Son flores o el ocaso?
Es polvo, del tiempo encarnizado
librando su última batalla.
SI CAMINAMOS NO ES NECESARIO SEPARARSE DE NADA
Compañeros de verticales caminos,
de rutas que arden como el petróleo,
¿cuántas veces os habéis cansado de ser hombres?
¿cuántas de navegar océanos,
tiritando de miedo y llorando lentas lágrimas de soledad?
¿cuántos secretos puestos en sórdidas orejas?
¿cuánta vergüenza y espanto colgando de las ventanas del odio,
espejo riendo la burla?.
Un intenso olor a azufre
recorre los pies y las uñas
de esos firmes soldados,
que matan a besos y se visten de blanco.
Hombres que abandonaron el orgullo en cunetas vacilantes,
que dejaron de ser raíz en las tinieblas,
que alcanzaron un pensamiento,
que arrastrados por las lluvias,
por el salvaje viento del mar
y por el ácido calor del desierto,
sin separarse de nada,
caminaron juntos,
y emprendieron el verdadero viaje:
aquel donde la mirada se posa ante lo nunca visto
y el destino no es más fácil.
SE LLAMA REBELIÓN A LO QUE SE SOFOCA
Amarga flor de primavera,
¿habrás pensado en la memoria de aquel soldado
cayéndose su nombre entre tus pétalos,
preguntando con sus ojos
si fue leal la muerte con los compañeros?
Perros, dulces y hermanos,
enceguecidos lagartos,
habitantes de oscuras cuevas sin sueño,
lenta invasión de algún susurro que les ahoga.
Tan murientes de vida,
tan sordamente aprisionados,
subterráneas voces
intentando romper algún muro,
subir de la tristeza
y alcanzar de la cima del corazón,
alguna puerta abierta.
Canto ardiente, ensangrentadas coronas,
voz del pueblo girando entre calles marineras,
con la luz entre las manos gritan:
¡pronto un día volverán!.
Y a ti, soldado de claridad sencilla y victorioso acero,
te hirieron, te golpearon, te dieron muerte,
sofocada rebelión,
donde la alegría de costado, paseó con el espanto.
LOS QUE PERDIERON SU SOMBRA EN LA GUERRA
Senderos marcados
huellas del pasado.
Lágrimas como piedras despojadas de destinos,
corazones arrasados por el dolor,
fervientes venenos invadiendo
delicadas aguas cristalinas,
niños que nunca alcanzarán la pubertad,
mujeres gritando porque un proyectil
se ha postrado en su lecho,
y ha violado su libertad.
Ancianos que huyen del tiempo
y el tiempo se los come.
Hombres soñando águilas que devoraban
el aire en pleno vuelo,
convertidos en aliados de la guerra,
portadores de armas,
para seguir encadenados a lo que vuela,
gritaban al agresor:
¡matadnos y seremos lo encadenado,
muerto, que vuela!.
LA MIRADA DEL CONDENADO
Ese hombre que escucha el veneno,
el ansia sin brazos,
el grito sin boca,
la mano sin dedos,
el corazón buscando una salida.
Ese hombre que se abandona
a la suave y pesada candidez de la carne,
que se hunde en la inercia de la nada,
en el olvido del todo.
Ese hombre sin nombre,
piensa en mitad del bosque,
tiembla como el mar embravecido,
se detiene ante la tierra
que le habla con voz de siglos olvidados,
y acaricia la muerte.
Ese hombre que se pregunta
quien le llama en lo oscuro,
que golpea sus sienes
la maldición de los dioses,
que observa con temor y deleite su propio vacío,
ese hombre tiene la mirada del condenado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario