Sonia Fides, nació el 14 de agosto de 1.969 en Madrid. Empezó a escribir poesía casi por casualidad durante el verano de 2004. En el año 2006 ganó el Premio de Poesía Nicolás del Hierro con su primer libro, “Mirar y ser mirada”, y quedó finalista con este mismo libro en el Premio Internacional de Poesía Dionisia García y en el Premio Nacional de Poesía Vicente Martín. En el año 2008 ha publicado su segundo libro de poemas “Electra se quita el luto”, poemario finalista en el Premio Internacional de poesía ciudad de Melilla.
Algunos de los poemas de su primer libro han sido traducidos al inglés y aparecen publicado en la revista de Poesía americana The refined savage. Igualmente ha colaborado en algunos números de la Revista de literatura Iguazú y en el Panfleto cultural Calidoscopio. En estos momentos trabaja en un nuevo libro de poemas y ultima su primer libro de relatos.
LAS PRINCESAS HERIDAS
El no ser perfecta, me hiere
Silvia Plath
Me pregunta la mañana
con la tostada aún caliente entre las manos que bostezan,
si yo creo que usan zapatos de tacón
las princesas heridas.
No quiero contestarle, pero he oído
cómo arrastran los pies.
Les pesan demasiado los pecados no cometidos
y a la culpa
le crecen las manos cuando huele el abismo
de las niñas con vestidos caros.
Quiere cadáveres y alquila coches de lujo
para pasear por sus entrañas.
Pinta para ellas un paraíso de nieve artificial
que atraviese sus narices de diseño,
les ofrece coñac francés
a la temperatura exacta del suicidio
y cuerpos que fornican con la noche,
porque no tienen corazón que llevarse a la boca
mientras olvidan que la virtud
no sirve para guardar el equilibrio frente al espejo.
Yo las he visto volver a casa
-imperfectas sobre la delgada línea del silencio-
y esconder el deseo tras el código de barras
de sus pestañas postizas.
Y hemos tomado café con la mañana
y hemos levantado los pies para no ser descubiertas.
De su libro: Mirar y ser mirada.
(XII Colección Yedra, Piedrabuena 2006)
MENOS MAL QUE DESDE HACE TIEMPO DIOS NO TIENE
INCONVENIENTE EN CONTARME SUS SECRETOS
Si te separas de mí que sea para traicionarme
Luis Cernuda
Menos mal que desde hace tiempo,
Dios no tiene inconveniente
en contarme sus secretos.
Si no resultaría insoportable,
verificar que existen demasiadas variedades de hombres.
Hombres que aspiran a que sus pulmones guarden
silencio
porque no están seguros de la inocencia de los bronquios
en esta profesión llamada vida.
Hombres que ignoran que la autopsia se nos realiza
mientras estamos vivos,
que olvidan como se obliga a nuestros cuerpos
a ser una quimera para los gusanos que queden por
nacer.
Y hombres que disimulan cuando alguien les acusa
de ser una plaza sitiada
sobre cuyas paredes se rotula el resultado de esta sublime inecuación:
La respiración es la anécdota
que nos lleva a la muerte.
De su libro: Electra se quita el luto
(Ediciones Vitruvio 2008).
YO AMÉ A UN MUCHACHO COMUNISTA
No tengo pocos años, pero tampoco demasiados.
La edad perfecta, dice el recuerdo,
para empezar a escribir frases subordinadas.
Yo amé a un muchacho comunista
en aquellos años en que Marcelo Mastroianni huía a Rusia
y La Mangano ocultaba el dolor
entre el guipur de una estilosa camisa blanca.
Entonces era el tiempo de las reinas del baile.
Todas querían ser guapas y enseñar en los recreos
el botín de guerra de las tardes de discoteca.
Yo, en cambio, quería al héroe.
Ese chico de ojos horizontales y profundos
que hacía cola para ver películas subtituladas
en cines que nunca olerían a palomitas,
mientras hablaba de huelgas de estudiantes.
¿Cuántos minutos habrán pasado desde aquel “llámame luego”
en clase de filosofía?
Quizás logre descubrirlo si le saco brillo
a la fecha de caducidad de los espejos
o a un teléfono limpio de nicotina
que me habla de ese chico miope
que le entregó la voz a muchas noches de vodka
y cigarrillos rubios.
Lo anuncia como un poeta y me pregunta
por qué sigo sin fumar.
Podría haber pensado una respuesta fácil,
pero la conjugación del recuerdo
es una ecuación de segundo grado
y yo siempre fui de letras para las cosas del amor.
“Mirar y ser mirada” Premio Nacional de Poesía
Nicolás del Hierro 2006.
LA BALLADE DE LA FILLIE MAUVAIS
En la cocina no hay especias
en el dormitorio no hay sueño.
(Adam Zagajewski)
La noche acaba siempre aplastándonos,
podría incluso apoderarse del puesto de trabajo de cualquier apisonadora,
tú lo sabes pero tienes un don natural para fingir,
un don que no siempre agradeces cuando llega la mañana
y tienes que encontrarte cara a cara con ella
y reconocer que se trata de una poderosa multinacional
en la que fichar no es una cuestión de ética sino de supervivencia.
Si no llegas a la hora exacta,
se convertirá en una mujer celosa que hablará mal de ti,
que te pondrá en venta y te obligará a desear la muerte
porque si no mueres ese mismo día, convencerá a Dios
para que no encuentre ninguna razón que le incite a hacerte inmortal.
Así que piénsalo bien antes de entregarte de nuevo a la vigilia,
viola si es necesario la caja de somníferos
que lleva algunas noches imitando a las sirenas,
pero no olvides dejarla vacía
sabes muy bien que los testigos son inversamente proporcionales
a las personas imperfectas,
piénsalo bien o habrás dormido en vano.
CADA MARTES MIS OJERAS CRECEN UN MILÍMETRO
Y SE HACEN ADULTAS
Es grato asomarse,
caer al lado anónimo y prohibido de las cosas.
(Pedro A. González Moreno)
A Pedro Antonio González, por su amistad
y sus versos contagiosos y exactos.
Llega la tarde y con ella me inicio
en esa disciplina, no reconocida por las academias,
que es la inercia.
Quisiera escoger otro bar
en el que mantenerme sobria,
unas gafas de sol menos sofisticadas,
Quelques lunettes, que no le adviertan al camarero
mi elevada incapacidad para conservar amantes,
pero regreso al lugar donde muero dos veces por semana,
a la misma mesa en la que cada martes
mis ojeras crecen un milímetro y se hacen adultas.
Estoy sola, el agua mineral ha dejado de hacerme efecto
después de confesar que su religión le impide
tener la misma muerte que tuvo Mata –Hari.
Ya no será más mi intermediaria,
no está dispuesta a consentir que sea una poeta sobria
quien la lleve al infierno.
No quiero quejarme, a fin de cuentas,
no seré la primera que muera aquí abusando del silencio,
hay muchos más cadáveres a la espera de órdenes
porque si la muerte te pide que obedezcas,
tú obedeces.
Fijaos si no en las servilletas,
de puro aburrimiento yacen muertas al lado de mis pies,
sólo su nota de suicidio imprime un poco de color
al resto del papel callado.
Ojalá hubiera podido hacerles entender
que no son ellas las únicas que esperan,
que yo también soy una mujer abandonada,
la víctima de que a mi imaginación
se le haya antojado iniciar los trámites para nuestro divorcio
sin tener la delicadeza de avisarme.
DRY MARTINI
Tarde de invierno jugando al escondite inglés con el deseo.
Te retengo cosido al lienzo del aquí,
entre estampas anónimas de muchachas con ojos infectados de cloro,
por los rascacielos que se enfundan ciudades para coronar áticos de cinco estrellas.
(Siento el calor de tus manos rozando lunares dormidos
emitiendo vapores que empañan tus gafas de latidos lejanos)
Por megafonía anuncian la hora...
Tus ojos lloran dry martini
y una soga enmarca el contorno de mi cuello inútil
sin perlas ni collares.
BENJAMÍN BIOLAY SE PASEA DESNUDO
POR EL SALPICADERO COLOR CAREY
Estaba la luna de visita en el cielo.
Yo había olvidado encender las luces del coche,
corría por la autopista sin contraseña.
La carrocería del coche escupía el sonido de los cláxones
que querían invitarme al rebaño.
Desconocían que desde hacía algún tiempo insonoricé mi vida,
que ya no escucho los cantos de los que persiguen mi piel tierna.
Besaban mis pasos un montón de triángulos de emergencia
tratando de prevenirme del peligro
de seguir viaje sin dejarle paso a la mirada,
pero no tenía intención alguna permitir ninguna conversación
entre los faros y el asfalto.
Benjamin Biolay hablaba, se paseaba desnudo
por el salpicadero color carey.
Dejé que su voz jugueteara
con los respiraderos del aire acondicionado.
Le escuché y sus susurros consiguieron
que mi cuerpo dejase de pertenecerme.
La pasión fingió una repentina ronquera
y habló durante horas, acerca de bulevares aún calientes,
de muchachos y muchachas que hartos de hacer el amor
-sobre la explanada recién regada de la Tour Eiffel-
recogían sus cuerpos, hasta hacerlos sombra,
mientras se subían las cremalleras de sus pantalones sin arrugas.
Después perdí el conocimiento.
Muchos científicos quisieron darme la razón
y certificaron mi veredicto sobre aquella noche:
Ella iba a morir escandalosamente bella.
LOS ORGASMOS NUNCA DEJAN MARCAS
Demasiado a menudo somos nada.
La nada es una enfermedad escandalosa,
como lo es la escarlatina en un cuerpo de niño en la penumbra
cuando llega la siesta pero el calor no viene.
El cuerpo se desentiende de las sábanas.
Comienza a relatarlo la mirada quieta,
que estrella sobre el pentagrama las notas intangibles
de lo que vive contigo y no te habita.
¿Explotaría mi carne si fuera capaz de mostrar la silueta
de todo mi deseo?
Date prisa, me han dicho que caducan las caricias.
No hay realidad más bella
que la que corre por delante de las manos,
por delante de los dedos que persiguen
a una mujer que descarga su almíbar
sobre segundos calientes de la tarde.
Ahora todo tiene que ver con la temperatura exacta
de lo que no se exhibe.
Espero que los cristales colaboren,
que no se empañen y me sigan el juego.
Quiero devolverle a la tarde mis muslos blancos
para que lama su sombra mi secreto.
La habitación permanecerá intacta.
Los orgasmos nunca dejan marcas.
Poema del libro “Mirar y ser mirada”
ESOS FUNAMBULISTAS METÁLICOS
QUE SON SIEMPRE LOS DESCAPOTABLES
Es verano,
lo dicen los termómetros,
las casas vacías,
los buzones que rozan la obesidad mórbida,
el desierto en que se han convertido
los parking de la ciudad,
la inconsciencia de esos funambulistas metálicos
que son siempre los descapotables.
El mío baja a cien kilómetros por hora
por una carretera que bien podría ser descrita
como el living room de ese lugar en el que,
según la Iglesia,
sus habitantes conviven con un verano
ininterrumpido y extremo.
Mientas conduzco noto que me convierto en un asesina,
y no tiene nada que ver con que los mosquitos
acaben aplastados sobre el parabrisas.
Piso el acelerador
y una música desbanca a los cantante de moda.
Es la señal para fingir,
para soportar con estoicismo el aire en la cara,
para asumir que lo mejor para nuestra decadencia
es que se haga adulta viajando al aire libre.
POEMAS DE ELECTRA SE QUITA EL LUTO:
I
Unas manos con voz cantan mi destino,
me dicen que navegue, que nade,
que me haga víctima
si es necesario,
pero que nunca sea náufraga de ningún paraíso,
ni siquiera cuando su fina arena, siempre caliente,
haga noche entre mis dedos cansados de tráfico y asfalto.
II
¿Qué haces esta tarde?
Si no estás ocupada, podríamos salir en busca de epitafios
o de lápidas de mármol distintas de las otras,
porque no creo que a mi muerte le siente bien
seguir las reglas generales de enterramiento.
III
¿Tú crees que habrá teléfono cuando no quede cuerpo?
Voy a cerrar y aún me quedan
algunas llamadas sin respuesta.
IV
¿Qué dices, cómo se te ha ocurrido escribir el punto y final sobre el espejo?
¿Qué esperabas, poder decir adiós sencillamente?
Debiste recordar que sobre el azogue sólo quedan impresos
los signos de puntuación que le convienen a la vida
y tal vez si está bien limpio
consigas garabatear algunos puntos suspensivos.
V
¿Pero qué haces?
No te eches la siesta ahora,
no ves que están buscando seductoras
para que caiga la muerte prisionera.
A VECES LA RUTINA ESCRIBE DE MANERA DISCRETA
A veces la rutina escribe de manera discreta
un punto y aparte
en este negocio casi en quiebra que es la vida.
Y aunque trate de no alinearme del lado del cinismo.
acabo ofreciéndome como un trago seco
en todas esas fiestas que nunca serán desconvocadas,
a pesar de que los listados de personas
que por distintas razones no respiran,
siguen alargándose como la sombra de un árbol
al que no persiguió nunca la mala intención de una tormenta.
Hubiese preferido ser cualquier vino espumoso del mercado,
algo suave, alguien que se sienta a esperar
como si sentarse a esperar llevase implícito
cualquier tipo de llegada
ahora que la paciencia ya no resulta
una provechosa atenuante para los débiles
Sin embargo,
desde que el Concorde se rindió a los caprichos de Isaac Newton,
la esperanza prefiere no viajar en avión
lo que convierte a esta ciudad en una fosa común
sin necesidad de que haya sido proclamada ninguna guerra.
Y es cuando llega el turno de los creyentes,
la temporada alta para cualquier tipo de plegaria
y la necesidad de que las matemáticas vuelvan a ser dóciles,
porque si lo que quieres es quitarle la razón
a los que se empeñan en que escribas dedicatorias
aprovechándote del llanto que provoca
su manera de arremangarse en los despachos
tendrás que ocultarles que la razón es una experta en transfuguismo
siempre avalada por un soberbio bufete de abogados
EL SIGNO DE INTERROGACIÓN ES UNA DE ESAS VERDADES
CATEGÓRICAS QUE ACABAN POR ARRUINARTE LA VIDA
Aquí está el poema que iba a escribir
Antes, pero que dejé
Porque te levantabas
Raymond Carver
Accedí a que me reconocieras
pero cuando para hacerlo no recurriste al tacto
sino a las preguntas,
me vi obligada a someterme a una repentina operación de estética.
Quién iba a decirnos que el signo de interrogación
sería una de esas verdades categóricas
Que acaban por arruinarte la vida.
MIS OJOS SÓLO EXISTEN PARA LO QUE ESTÁ POR DEBAJO
DE LO QUE EXISTE DE MANERA OFICIAL
Me he conocido
Y me he dado cuenta de mi profundidad
Porque constato que estoy en mi superficie.
Pilar González España
Tal vez no me creáis si os insinúo,
que mis ojos sólo son eficaces para lo que está
por debajo de lo que existe de manera oficial.
Porque si se recuentan los minutos tal y como
la vida decide enumerarlos,
los cronómetros siempre acaban escogiendo
convertirse en víctimas de esa decisión aleatoria.
Por eso desconfío tanto de los premios de consolación
y reivindico los secretos como materia de defensa
sobre todo en días como éste,
en los que la lluvia es un consejo de guerra
y los árboles actúan como soldados
que ofrecen sus bocas abiertas.
LA VIDA NO TIENE NADA QUE VER CON
EL CAPRICHOSO SHOW DE LOS PULMONES
No es por la muerte en sí
sino por el abandono
por lo que el hombre empieza a conocer
el estupor del miedo y su naturaleza
Javier Lorenzo Candel
Si tuviera que escoger un amante entre todos los ingredientes
que escribo a diario en mi lista de la compra,
subrayaría, sin que me temblara el pulso,
la palabra cebolla.
Me gustan los misterios,
confiscarle el pasaporte a mi núcleo privado,
ser la cena para cualquier noche desnutrida
y ayudar a los tejados a que se disfracen de boas constrictor
haciendo llamativos ejercicios de rehabilitación
para mantener sus mandíbulas siempre a punto.
No conviene que la madrugada padezca de hambruna
porque el hambre es una poderosa fabricante de estatuas
y la quietud acaba siempre por evidenciar,
que la vida no tiene nada que ver
con el caprichoso show de los pulmones.
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