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domingo, 1 de agosto de 2010

678.- PILAR ADÓN

Pilar Adón (Madrid, 1971). Ha publicado, entre otros, el libro de relatos Viajes Inocentes (Editorial Páginas de Espuma), por el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2005, y la novela Las hijas de Sara (Alianza Editorial). Ha sido incluida en diversos volúmenes de relato: Ni Ariadnas ni Penélopes (Editorial Castalia), Todo un placer (Editorial Berenice) o Contar las olas (Ediciones Lengua de Trapo). Ha publicado relatos y poesía en distintas revistas y suplementos literarios: Babelia, Eñe, Turia, Müsu… Ha traducido el libro de relatos Parecidos razonables, de Christina Rossetti (Editorial Funambulista, 2006) y la novela El mentiroso, de Henry James (Editorial Funambulista, 2005). En 2006 publica el poemario Con nubes y animales y fantasmas (EH Editores), y forma parte de distintas antologías poéticas: Los jueves poéticos (Ediciones Hiperión), La voz y la escritura (Sial Ediciones), Hilanderas (Ediciones Amargord) o Todo es poesía menos la poesía (Editorial Eneida).

Más información:
http://www.pilaradon.com/






GALANTEO

Garantízame una melodía polaca
fabricada de nieve y barro
con gotas de marginalidad.
Ofréceme un viaje de madera
por las vías de un tren en desuso
con verdes mareas y guaridas
habitables.
Cántame como Piaf rota
y luego ocúltame.

No vendas más planos
de pinturas inacabadas,
y deja de perseguir amapolas
por los pasillos encalados que desembocan
siempre
en el mirador.

La sonrisa arrugada de piel mordida
no provoca ya memoria
y tus manos, blancas, de artista expatriada
mendigan tantos méritos,
que los círculos van rotando
en direcciones opuestas.

Recluye con tu genio
la sofisticación de miradas nuevas
y mañana procura salvar del ahogo,
sin súplicas,
a la niña muerta que descansa en todos tus cuadros.




VUELVO A CLAVAR

Vuelvo a clavar por los marcos
rajados de humedad
las chinchetas de cabezas rosadas
y puntas fieles
que ingresan en la madera
y se asientan como flechas
para soportar el peso invariable
de las manitas
de mis muñecas.
Con vestidos de niña
aterciopelada.

Vuelvo a observar el susto aterrado
de las caras andrajosas
de mis muñecas hembras.
Y vuelvo a temer (imaginar)
un temblor en sus ojos.
De harina.


***


Estas piernas húmedas no me pertenecen.
Caminan junto a mí, pero no son las mías.
Mi corazón sabio me sugiere que no me asuste, porque no son mías.
Mis piernas han desaparecido,
suplantadas por trozos de carne húmeda que no reconozco, que olvido.

El azul de los brazos,
la devoción de los labios,
el giro de la cabeza hacia el firmamento. Universo negro.

Creador de paraísos ajenos, ¿en qué dirección buscarte?

Virajes, latitudes, orientación en brújula.
Vergel de verdes pájaros y sonidos mansos,
explícame en qué cumbre. Explícame cómo. Y dime, ¿por qué esa altura?
Semejante altura para seres tan diminutos.

No puedo interrumpir ahora la huida. Iniciada está y seguiré.
Las piernas no mías me orientan.
Observador de mi escasez, háblame.
¿Cómo sabré que puedo detenerme?

De “Con nubes y animales y fantasmas” (EH Editores, 2006)



***



LA NUEVA MUJER

Aplazo la decisión de moverme.
Aplazo la posibilidad de transformarme en otro ser.

No deseo convertirme en un tronco maduro
del que comiencen a brotar ramitas fuertes y hermosas.
Aplazo la búsqueda de alimento, la construcción de una cúpula
bajo la que esconderme.
Rechazo el movimiento hacia una postura quizá más cómoda
o quizá más insoportable aún. El aislamiento. El abandono.
La carencia.

Renuncio al salto sobre el río
y a la nueva mujer que empuja dentro de mí.

De “Con nubes y animales y fantasmas” (EH Editores, 2006)



AMANECE MARZO

Los sentimientos expuestos de la misma manera,
porque no hay otra manera, a pesar de la técnica
o de la práctica o de la intención.
No ha amanecido y el día no existe.

Han desaparecido hoy el calor y lo suave,
la tibieza de los ojos al despertar,
la ternura y las risas, las miradas hacia la estación.
Y las miradas hacia el legendario comportamiento extraño
de un objeto extraño. inmenso, triste,
prolongado, ajeno y casi indiferente.
que no avisó, no pidió auxilio.
No mostró el peligro-dolor, no se aferró a sus barrotes
para examinar nuestra ignorancia.

No ha amanecido y el día no existe.
Ha desaparecido la certeza. y ha desaparecido el candor.
este brusco temblor se irá convirtiendo en otro.
diferente. desolado, quizá.
Temblor mío y otro, que vibrará ante escaleras descendentes.
la visión de nuestros pobres cuerpos diminutos
en un mundo manchado.
Pobres cuerpos viajeros y juntos
buscando el mejor lugar, holgado,
por el que avanzar hacia la vía inmóvil
que nos lleva a todos de la mano.

Pegados unos a otros.
Como niños en un corro interminable.
nuestros pequeños uniformes rosas y azules
movidos por el viento…



***


Dime Oráculo, Ser de las Adivinaciones.
¿Es siempre la hoja marrón una hoja marchita,
o puede ocurrir también, oh Oráculo, Ser de las Adivinaciones,
que la hoja marrón crezca fuerte y fresca, carnosa y viva,
como cualquier otra hoja verde, con ramificaciones blancas?

Dime Oráculo, Ser de las Adivinaciones.
¿Poseo una mano pálida y hábil para las enseñanzas de la tierra?
¿Poseo la capacidad de dar vida a lo inanimado?
¿O me veré relegada, como mis antepasadas, a engendrar,
a sentir en mi vientre los movimientos líquidos, lentos y densos,
de un ser creciente dentro de mí?
¿Podré tocar piedra y decir “Vive piedra” y hacer que la piedra viva?
¿Podré poner la mano en río y decir “Avanza río”
y conseguir que las aguas fluyan sin sequía posible?
¿Podré traer al hombre de la camisa blanca de vuelta a este hogar
y decir “Hombre, vuelve y permanece”,
y lograr que me acune de nuevo entre sus brazos de largo caminante,
sobre sus piernas de sagaz observador?

Estoy jugando a danzar entre las nubes y arañas de tierra seca.
Estoy jugando a buscar entre las rocas azules
tesoros de antiguas civilizaciones salvajes y crueles con los débiles.
Estoy jugando a hallar en las uñas negras de mis dedos
los restos de la tierra que penetro con las manos doloridas, sucias,
y cada vez más hábiles. Dime, Oráculo.
¿Dónde están mis manos, blancas,
capaces manos de acariciar los cabellos
de aquel que llegó por el sendero abandonado hasta la casa que habitamos,
mientras me mecía
y me susurraba al oído canciones de un mar que no he visto?
¿Dónde están mis manos blancas mientras penetro la tierra
con estos sucios
y fríos dedos,
que no sienten ya el rastro de la arena entre ellos?


Ella cree realmente en la maravilla.
Cree en la semilla
y en el árbol.

Dejémoslo así.
Clemencia pido ahora.
Son muy pocos los seres efímeros.

Dejemos que alguien crea por todos nosotros.


Estas piernas húmedas no me pertenecen.
Caminan junto a mí, pero no son las mías.
Mi corazón sabio me sugiere que no me asuste, porque no son mías.
Mis piernas han desaparecido,
suplantadas por trozos de carne húmeda que no reconozco, que olvido.

El azul de los brazos,
la devoción de los labios,
el giro de la cabeza hacia el firmamento. Universo negro.

Creador de paraísos ajenos, ¿en qué dirección buscarte?

Virajes, latitudes, orientación en brújula.
Vergel de verdes pájaros y sonidos mansos,
explícame en qué cumbre. Explícame cómo. Y dime, ¿por qué esa altura?
Semejante altura para seres tan diminutos.

No puedo interrumpir ahora la huida. Iniciada está y seguiré.
Las piernas no mías me orientan.
Observador de mi escasez, háblame.
¿Cómo sabré que puedo detenerme?


¿Quieres algo de mí? ¿Has llamado a mi puerta?
Dije sí al cansancio y dije sí al temor.
Dije sí a la más profunda pérdida de lo habitual y a la charla amable
bajo los pinos iluminados por el farolillo de noche.
Dije sí a los ojos siempre abiertos y a la extrañeza.
Y, ahora que lo sabes, dime, ¿quieres algo de mí?
¿Has sido tú, en realidad, quien ha llamado a mi puerta?

(De Con nubes y animales y fantasmas)



***

Ella cree realmente en la maravilla.
Cree en la semilla
y en el árbol.

Dejémoslo así.
Clemencia pido ahora.
Son muy pocos los seres efímeros.

Dejemos que alguien crea
por todos nosotros.



EL ORO DEL SUR

Come maíz vorazmente.
Desea ser un personaje de Faulkner.
El más tonto. El más intrépido.
La aventura de la niña
en el santuario del whisky.



***


Te encuentro muy seria,
sentada en el banco verde, al sol,
leyendo Guerra y Paz o tal vez Hansel y Gretel
o quizá la biografía novelada del laborioso Mr. Hyde.

¿Paso de largo o te saludo?



De la plaquette poética Alimento

Yo… Lo sé. Tengo ese miserable aspecto
del que va demandando cariño por las puertas.
"Quiéreme un poco. Quiéreme un poco…"
Los ojos nostálgicos hacia el coche que se aleja
y la espalda estrecha que se detiene por última vez para decir adiós.

Yo… Lo sé. Persigo la mirada comprensiva de todas las madres
y a veces las manos grandes de cada padre.
El susurro al teléfono que me diga: "todo está bien"
mientras la niña del pañuelo negro gira y gira
esperando la llegada del sosiego.
El apaciguamiento de la marea oscura que sube.
Y sube a la boca desde el alma que se creía ya aliviada
pero que no. Porque el alma, aunque se suponga el éxito sobre ella,
cuando es dolorosa y cuando tiene la tez de la angustia,
sobrevive.

Yo… Lo sé. Me estoy ahogando y no entiendo nada.
Dejé que tomara mi mano y me arrastrara hasta la orilla.
"Vas a ver un milagro", me dijo.
Y la niña de los zapatos negros con lacito
me miraba a la cara y me mostraba sus dientes de conejito.
"Perdón. Perdón. Perdón." Parecía suplicar. "Yo no fui. No fui yo…"

Yo… Ahora cuento las varillas azules que se insertan
en aquel jarrón transparente y me pregunto:
(uno, dos tres…)
¿Por qué lo haces?
(cuatro…)




De la antología poética Hilanderas


Lobos
Se me ocurre
que vagas detrás de los perros
porque te sientes uno más,
y que zarandeas los árboles
cuando el viento ya es potente
porque te gusta lo insalvable
y la presencia de Dios.

Se me ocurre
que las damas duermen sin ropas
porque esperan la humedad
y que saben, aunque esperan,
que la humedad sólo saldrá de los ojos.

Se me ocurre
que las niñas vienen por el monte
porque anoche aulló el lobo.




No es cualquier cosa
marchar al frente en la fila primera
ni descubrir que sobre el horizonte
alguien ha plantado un fusil
y nos ha quitado el sol.

Desde el subsuelo lloroso
llegan los lamentos cruzados
de los que perdieron la última batalla
y de los que elevan las uñas rascando la tierra
para mostrarnos que ya no llueve
y polvo es lo único que queda.

Desde el fuego de una mirada
hasta lo gélido del futuro,
no es cualquier cosa
vivir un día y otro día y otro.
Sin héroes ya
ni leyendas a las que echar mano cuando no hay luna.

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