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martes, 27 de julio de 2010
658.- ALEJANDRO LÓPEZ ANDRADA
"Me hice escritor gracias a los pastores, que me hicieron descifrar el lenguaje de la naturaleza"
ALEJANDRO LÓPEZ ANDRADA nace en Villanueva del Duque (Córdoba) el 13 de Febrero de 1957 y desde entonces reside en su pueblo natal. Es titulado en Magisterio y miembro de la Real Academia de Nobles Letras y Bellas Artes de Córdoba.
Comenzó su andadura literaria a principio de los años 80 y desde entonces ha publicado 35 libros y ha ganado numerosos premios entre los que destacan los siguientes: Premio de Poesía “Antonio González de Lama” en León, Premio Nacional de Poesía “San Juan de la Cruz” en Ávila, Premio Nacional de Poesía “José Hierro” en Madrid, Premio Hispanoamericano de Poesía “Rafael Alberti” en El Puerto de Santa María, Premio “Andalucía de la Crítica” en modalidad de poesía, Premio de Poesía “Cáceres, Patrimonio de la Humanidad”, Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Badajoz”, el Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Salamanca” y el Premio Internacional de Poesía ”Fray Luis de León” en 2007.
Leyendo la obra de Alejandro se aprecia fácilmente que tanto su poesía, como su novela y sus artículos periodísticos, están poderosamente influidos por la naturaleza, la ecología y los espacios y ambientes rurales próximos a su siempre querida Villanueva del Duque.
Alejandro se ha convertido en un autentico embajador no sólo de su pueblo, sino también de todo el Valle de los Pedroches.
Es miembro de la Real Academia de Nobles Letras y Bellas Artes de Córdoba, además de socio fundador del Ateneo de Córdoba. Casado y con dos hijas, trabaja desde 1985 como técnico de cultura de la Mancomunidad de Municipios Los Pedroches. Ejerce también como crítico literario, destacando su colaboración con el suplemento literario Cuadernos del Sur, que edita Diario Córdoba.
El 29 de enero de 2007 el Pleno del Ayuntamiento de Villanueva del Duque lo nombró, por unanimidad, Hijo Predilecto de la localidad.
Sus libros de poesía
• Sonetos para un Valle (1984)
• El valle de los tristes (1985)
• Novilunio en Allozo (1988)
• Códice de la melancolía (1989, finalista del premio Adonais)
• El País de Violeta (1990, Poesía Infantil)
• La floresta de amianto (1991)
• De la Herrumbre (1992)
• Álbum de apátrida (1993, Premio Ángel González de Lama)
• La tumba del arco iris (1994, Premio San Juan de la Cruz)
• El rumor de los chopos (1995, Premio José Hierro)
• El Bosque del Arco Iris (1996, Poesía Infantil)
• El cazador de luciérnagas (1996, Accésit del Premio Jaime Gil de Biedma)
• El humo de las viñas (1999, Premio Cáceres, Patrimonio de la Humanidad)
• Los pájaros del frío (2000, Premios Rafael Alberti y Andalucía de la Crítica)
• Los árboles dormidos (2002, Premio Ciudad de Badajoz)
• La nieve en los espinos. Antología (2004)
• El vuelo de la bruma (2005, Premio Ciudad de Salamanca)
• La tierra en sombra (2007, Premio Fray Luís de León )
RÍO CUZNA
Colocabas las cañas junto al río:
silencios de bambú
sobre la hierba. Planeaban libélulas
y el cielo
en el agua reflejaba mi inocencia.
Me entregabas cien peces luminosos
que yo escondía
a la orilla de una adelfa.
Si ahora volviese aquel tiempo
intentaría
sujetarte en mis ojos para siempre.
Sé que aún vuelan
silenciosos petirrojos
sobre la mancha antigua de aquel bosque.
Sé que en la orilla
oscura de las mimbres
aún reverbera el eco de tu risa.
Pero ya es tarde: del cementerio sube
un rumor de agua umbría marchitándose.
Hiela en el río,
y las carpas no comprenden
que el mago de los peces se haya muerto.
Del libro “La tumba del arco iris”
(Colección San Juan de la Cruz)
LAS BARNACLAS
Delante, aquel silencio.
Las barnaclas
surcan la misma ruta: un cielo de agua.
Vuelan susurros
y el humo repta azul
por la quietud del valle.
¿Quién nos habla?
La luna deja luto
en el abismo de los caminos blancos.
El viento pasa
como una esbelta lágrima de anís
entre las piedras muertas.
En los bardales,
aún puedes reencontrarme. Queda el frío
y aquella paz.
Detrás, todo es cansancio.
Del libro “Los pájaros del frío”
(Editorial Renacimiento)
LA PEDRERA
(Abuelo Alejandro)
Al frente, veo la hilera de los álamos
sumergidos en la lluvia,
como músicos
vagando por la inmóvil majestad
del campo abandonado.
Es todo oscuro
y, sin embargo, toco las arrugas
de tu alma siempre alegre. En el dibujo
trazado por el agua en mi memoria,
está tu risa abierta,
el cielo puro,
la misma soledad llena de amor,
la misma lejanía hecha de lutos.
Aún rozo tu silueta
si regreso
desnudo hacia aquel tiempo. En lo profundo,
contemplo el azul limpio
de tus ojos cruzando la vereda,
el bosque húmedo,
el viento
y la cantera de granito
como un palacio muerto, entre los juncos.
Del libro “Los árboles dormidos” (Editorial Algaida)
ECO EN LAS RUINAS
Escucho un tiempo de oro y de tristeza,
una edad
lejanísima de ciervos,
de salamandras cubriendo el arco iris
que se alzaba sobre oscurecidos puentes.
Como trigales
cortados por la sombra,
como azulados rumiantes sobre el campo,
pasan los hombres,
y el humo está en sus ojos
y una tristeza de oro hay en sus almas.
Se hizo herrumbre el amor.
La soledad
de un dulce invierno
dejó en mi sangre lluvia.
Un paisaje violeta y derrumbado
es la verdad que nos vigila desde siempre.
FOTOGRAFÍA VELADA
Es siempre el mismo sueño;
abuela está
sin rostro ni cabeza en un foto.
Padre nos mira
desde aquella incierta edad
que da el vacío
y nos cubre la nostalgia.
¿Cuál es la luz que tirita
en esa imagen
donde se ve un corralito abandonado?
¿Cómo agarrar la nieve
que resbala
por la ternura agreste de esa estampa?
A veces, se cae el tiempo
y en la foto
suena la luz como un cántaro quebrado.
Entonces, te despiertas
con los ojos
llenos de frío. Y te habla aquel retrato.
De “El humo de las viñas” (1998)
LOS DIAS LEJANOS
Allí, a lo lejos,
donde tiemblan los maizales
y el pueblo está dormido,
donde invernan
los erizos románticos, tu fe
sigue sentada contemplando el humo.
Igual que un monte
herido por la noche,
aún te sostienes firme en el camino;
te acarician murmullos,
risas, sueños,
que, ayer, tuviste
y ahora, al fin, reencuentras.
Todo aquel tiempo
está en tu corazón,
iluminado por un sol de fresa.
Delante de tus ojos,
van pasando
los días lejanos hacia un bello crepúsculo.
SILUETAS FEMENINAS
Las mujeres más tristes llevan mirlos
dentro del corazón,
tocan el aire
cercadas por la muerte;
cruzan raudas,
bajo la sombra gris de los castaños.
La más anciana de ellas
se detiene,
nos mira brevemente, como un árbol
doblado por la lluvia,
nos esquiva,
nerviosamente, y sigue caminando.
(De El vuelo de la bruma, 2005)
TRAS LOS TILOS
Muy lejos, en el recodo de una tarde,
aún suena el oleaje
de los trigos. Llenándose de ausencia alarga el sol
su lento brazo de oro hasta las juncias.
Cose una niña ciega el corazón
de un águila en un lienzo.
Hay servilletas, cucharas de vainilla,
un plato hondo
en el que silba un tábano.
Ceniza.
De nuevo se alza el humo
entre los tallos
sagrados del silencio. Tras los tilos,
a un paso del columpio, en un balcón,
la luz de aquella infancia aún tiene frío.
("El silencio del humo")
VISION TRAS LA TORMENTA
El ventanuco abierto al encinar
tu bicicleta
rota en la hojarasca.
Una silueta oscura
está en el río,
buscando el resplandor de aquel verano
La tormenta se fue.
Tras el asfalto
que cruza la dehesa, hay voces de agua.
Flota un aroma de hinojo
en la colina;
los astros bordan tapices de silencio.
El hombre lleva
en el pecho mariposas
y, en los ojos, una fosforescencia malva.
A su paso
va llenándose de luz
los árboles, las fuentes, las montañas.
A LA ORILLA DEL AGUA
La luz transcurre aquí
serenamente,
igual que un suave olor de manzanilla.
Huele a lluvia. Dentro de la tarde
está mi alma,
herida entre los tilos.
Bajo el puente
humilde, en la quietud
azulada y mística del tiempo,
sueñan mis ojos,
fríos sobre el himno
enamorado y dulce del arroyo.
Pasan zorzales sobre el viento añil.
Suena en la luz mi corazón dormido.
A la orilla del agua, entre las juncias,
cruje el dolor de mi adolescencia.
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