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martes, 20 de julio de 2010

625.- MATSUO BASHÔ



A lo largo de la historia, la literatura japonesa ha tenido una gran cantidad de representantes pero, sin duda, uno de los más trascendentes a nivel mundial ha sido el poeta Matsuo Basho.

Este escritor nacido en la ciudad de Ueno en 1644 bajo el nombre de Matsuo Munefusa consiguió un lugar de privilegio en el mundo de las letras por haber sido el haijin que dotó de expresión poética al haiku.

Durante su juventud, este descendiente de un samurái de bajo rango comenzó a desempeñarse como paje, un servicio al que sólo le pudo poner fin a través de una fuga, ya que la familia a la que él respondía se opuso al cese de su asistencia. Tras escaparse, Matsuo se instala en Kioto, ciudad donde no sólo leyó a clásicos chinos y japoneses sino que también estudió poesía y caligrafía, y conoció el amor de la mano de una muchacha llamada Juteini.

Tiempo después, ya instalado en el territorio que hoy se conoce como Tokio y consolidado como poeta y crítico, este autor que, por ese entonces, utilizaba el seudónimo Tousei, comienza a tener sus primeros discípulos. Años más tarde, el escritor firmaría sus trabajos como Matsuo Basho, un apellido que adoptó tras recibir de parte de uno de sus admiradores un árbol de características similares al banano que se conoce como Basho.

“Diario de un esqueleto abandonado a la intemperie”, “Crónica Kashima” y “Sendas de Oku” son sólo algunas de las creaciones literarias que tienen como autor a este hombre de letras japonés que amaba contar a través de sus textos las experiencias acumuladas durante sus numerosos viajes por diversos rincones del planeta.

En la actualidad, los restos de Matsuo Basho, quien falleció en Osaka el 28 de noviembre de 1694, se encuentran enterrados a orillas del lago Biwa, en la ciudad de Otsu.


HAIKU

No deja de ser paradójico el hecho de que nunca pretendiera hacer literatura ni ser considerado alguien importante. Bashô tiene, sin embargo, el mérito histórico de haber elevado el haikai al rango de arte, rescatándolo del estancamiento en el que estaba sumido desde que las escuelas poéticas más liberales lo mantuvieran como un simple divertimento en manos de ingeniosos poetas.

1

A una amapola
deja sus alas una mariposa
como recuerdo.

2

Dentro de la olla
Un pulpo reposa en sueño fugaz
Bajo la luz de la Luna de Verano


En el año 1686 Bashô compuso el haiku más famoso de la literatura japonesa, inspiración constante de innumerables poetas a partir de entonces, que resume perfectamente el espíritu del haiku:

Un viejo estanque;
se zambulle una rana,
ruido de agua.


Durante años, Bashô realizó muchos viajes a través de Japón. En su último viaje, en Osaka, y ya en su lecho de muerte, intuyó su último haiku:

Habiendo enfermado en el camino
mis sueños merodean
por páramos yermos.


Primavera


Un leve instante
se retrasa sobre las flores
el claro de luna


Por todas partes
se precipitan las flores
sobre el agua del lago


Brisa ligera
apenas tiembla
la sombra de la glicina


El crisantemo blanco
el ojo no encuentra
la menor impureza


Al olor del ciruelo
surge el sol
sobre el sendero de montaña


Verano


Allí donde el cucú
desapareció
hay una isla


Templo de Suma
oigo las flautas antiguas
desde la sombra de un árbol


Puente suspendido
a las plantas trepadoras
se aferran nuestras vidas


El primer melón
lo cortamos en cuatro
¿o bien en tajadas?


La primavera pasa
lloran los pájaros y
son lágrimas los ojos de los peces


Otoño


Lluvias frías
hasta el mono quisiera
un abrigo de paja


¿Con qué voz cantarás
y qué canto araña
en la brisa del otoño?


El sonido de la campana
se expande en la bruma
del alba


Dios está ausente
las hojas muertas se amontonan
todo está desierto


Nada dice
en el canto de la cigarra
que su fin está cerca


Invierno


Hielo nocturno
me despierto
mi cántaro estalla


Tan enjuto
como el salmón seco
el bonzo en el frío


Sol de invierno
sobre un caballo
mi silueta helada


Desolación invernal
en un mundo uniforme
el ruido del viento


¿La nieve que cae
es otra
este año?



PENSAMIENTOS DE MATSUO BASHÔ

La jarra quebrada por el hielo de la noche. ¡Me levanto a saltos!

...

Se va la primavera quejas de pájaros lágrimas en los ojos de los peces.

...

Mirar, admirar hojas verdes, hojas nacientes entre la luz solar.

...

Al plantar el arroz cantan: primer encuentro con la poesía.

...

De los cerezos en flor al pino de dos troncos: tres meses ya.

...

Quietud: los cantos de la cigarra penetran en las rocas.

...

Toda la noche amotina las olas el viento en cólera y los pinos chorrean húmeda luz de luna.

...

Este camino ya nadie lo recorre salvo el crepúsculo.

...

Yendo hacia Kioto cubrían medio cielo nubes de nieve.

...

Sobre la rama seca un cuervo se ha posado; tarde de otoño.

...

A la intemperie, se va infiltrando el viento hasta mi alma.

...

Visión en sombras. Llora una anciana sola,la luna como amiga.

...

Habiendo enfermado en el camino, mis sueños merodean por páramos yermos.

...

Hoy el rocío borrará la divisa de mi sombrero.

...

¡Débiles son mis piernas! Pero está en flor el monte Yoshino.

...

Se oscurece el mar. Las voces de los patos son vagamente blancas.

...

Bajo un mismo techo durmieron las cortesanas, la luna y el trébol.

...

Los crisantemos se incorporan etéreos tras el chubasco.

...

Luna de agosto. Hasta el portón irrumpe la marejada.

...

A una amapola deja sus alas la mariposa como recuerdo.

...

Olor a crisantemos. Y en Nara, viejas imágenes de Buda.

...

Las montañas y el jardín se van adentrando hasta mi habitación en verano.

...

Plenilunio de otoño; paseo en torno al estanque toda la noche.

...



Poema de Matsuo Basho


Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los días son viaje y su casa misma es viaje. Entre los antiguos, muchos murieron en plena ruta. A mí mismo, desde hace mucho, como girón de nube arrastrado por el viento, me turbaban pensamientos de vagabundeo. Después de haber recorrido la costa durante el otoño pasado, volví a mi choza a orillas del río y barrí sus telarañas. Allí me sorprendió el término del año; entonces me nacieron las ganas de cruzar el paso Shirakawa y llegar a Oku cuando la niebla cubre cielo y campos. Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me hacían señas y no podía fijar mi mente ni ocuparme en nada. Remendé mis pantalones rotos, cambié las cintas a mi sombrero de paja y unté moka quemada en mis piernas, para fortalecerlas. La idea de la luna en la isla de Matsushima llenaba todas mis horas. Cedí mi cabaña y me fui a la casa de Sampu, (1) para esperar ahí el día de la salida. En uno de los pilares de mi choza colgué un poema de ocho estrofas. (2) La primera decía así:

Otros ahora
en mi choza - mañana
casa de muñecas. (3)



1. Sugiyama Sampu (1648-1733). Comerciante acomodado de Edo (Tokio), protector de Basho y discípulo suyo. Fue poeta de cierta distinción.
2. Más exactamente: una serie de ocho poemas (renga haikai). Basho cita solamente el poema inicial (hokku). Era costumbre colgar en un pilar de la casa el renga.
3. Las familias con niñas celebran la Fiesta de las Muñecas el día tercero del tercer Mes de cada año. En esa fecha se colocan las muñecas tradicionales, que se conservan de generación en generación, en el salón principal de la casa, adornado con flores. Basho piensa en la metamorfosis de su choza, hasta entonces habitada por un poeta que hacía vida de ermitaño.

Tomado de La gaceta del Fondo de Cultura Económica. Marzo 2008. Número 447. Poema de Matsuo Basho, Sendas de Oku, traducción de Octavio Paz y Eikichi hayashiya, FCE, México, 2005.

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