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martes, 6 de julio de 2010

571.- LÊDO IVO




LÊDO IVO

Poeta, narrador y ensayista nacido en Maceió, Alagoas, Brasil en 1924. Falleció en Sevilla (España) el 23 Diciembre 2012. Es una de las figuras más destacadas de la moderna literatura brasileña, notablemente en poesía. La crítica literaria lo considera la figura más representativa de la Generación del 45, movimiento de reacción estética contra el clima demoledor y anarquista de la primera fase del modernismo, que pregonaba un regreso a la disciplina y al orden. Como otros poetas de esta generación, volvió a algunas formas poéticas fijas, como el soneto, pero conservando un estilo libre y marcadamente personal. Forjó una fisonomía fuerte y propia, con pleno dominio de la técnica y del lenguaje. Para él, la poesía es una invención de la palabra, una operación verbal destinada a ocultar la vida personal, generando una mitología particular que sustituye la verdad trivial de la existencia. De su obra, ampliamente premiada, destacan sus novelas As alianças (1947) y Ninho de cobras, su libro de crónicas A cidade e os dias (1957), el poemario Finisterra (1973) y sus memorias Confissôes de um poeta (1979).




LOS POBRES EN LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES

Los pobres viajan. En la estación de autobuses
levantan los pescuezos como gansos para
         mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la maleta que guarda un radio de pilas y una
         chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin
         sueños,
el sandwich de mortadela en el fondo de la
         mochila,
y el sol del suburbio y polvo más allá de los
         viaductos.
Entre el rumor de los alto-parlantes y el
         traqueteo de los autobuses
temen perder su propio viaje
escondido en la neblina de los horarios.
Los que dormitan en las bancas despiertan
         asustados,
aunque las pesadillas sean un privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de
         los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón
         que tapa
la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotesco son los pobres! ¡Y cómo
          molestan sus olores aun a la distancia!
No tienen la noción de los conveniente, no
          saben portarse en público.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo
          irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído e hinchado un hilillo de leche
escurre hacia la pequeña boca habituada al
lloriqueo.
En los andenes van y vienen, saltan y
aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas impertinentes en las
          ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con
aire espantado
de quien no sabe el camino del salón de la
          vida.
¿Por qué ese ir y venir? ¿Y esas ropas
          extravagantes,
esos amarillos de aceite de dendé que lastiman
          la vista delicada
del viajero obligado a soportar tantos olores
          incómodos,
y esos rojos chillantes de feria y parque de
          diversiones?
Los pobres no saben viajar ni saben vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del
          confort
aunque algunos de ellos tengan hasta televisión.
Verdaderamente los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y de mal
          gusto)
Y en cualquier lugar del mundo molestan,
viajeros inoportunos que ocupan nuestros
          lugares
aun cuando vayamos sentados y ellos viajen
          de pie

De: La noche misteriosa



VALS FÚNEBRE PARA HERMENGARDA

Heme aquí junto a tu sepultura, Hermengarda,
para llorar tu carne pobre y pura, que nadie
            de nosotros vio pudrirse.
Otros vendrán lúcidos y enlutados,
sin embargo yo vengo borracho, Hermengarda,
            yo vengo borracho.
Y si mañana encuentran la cruz de tu tumba
            caída en el suelo
no fue la noche, Hermengarda, ni fue el viento.
Fui yo.
Quise amparar mi ebriedad en tu cruz
y rodé por el suelo donde reposas
cubierta de margaritas, triste todavía.
Héme aquí junto a tu tumba, Hermengarda,
para llorar nuestro amor de siempre.
No es la noche, Hermengarda, ni es el viento.
Soy yo.

De: Las imaginaciones




LOS MURCIÉLAGOS

Los murciélagos se esconden tras las cornisas
del almacén. ¿Pero dónde se esconden los
             hombres,
que vuelan la vida entera en la oscuridad,
chocando contra las paredes blancas del amor?
La casa de nuestro padre estaba llena de
             murciélagos
colgados, como luminarias, de las viejas vigas
que apuntalaban el tejado amenazado por las
             lluvias.
"Estos hijos nos chupan la sangre", suspiraba
mi padre.
¿Qué hombre tirará la primera piedra a ese
             mamífero
que, como él, se nutre de la sangre de los
             otros animales
(¡hermano mío! ¡hermano mío!) y,

             comunitario, exige
el sudor de su semejante aun en la oscuridad?
En el halo de un seno joven como la noche
se esconde el hombre; en el algodón de su
           almohada, en la luz del farol
el hombre guarda las doradas monedas de su
           amor.
Pero el murciélago, durmiendo como un
           péndulo, sólo guarda el día ofendido.
Al morir, nuestro padre nos dejó (a mis
           ocho hermanos y a mí)
su casa donde de noche llovía por las tejas
           rotas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los
           murciélagos.
Y entre nuestras paredes se debaten: ciegos
           como nosotros.

De: Finisterra



EL SUEÑO DE LOS PECES

No puedo admitir que los sueños
sean privilegio de las criaturas humanas.
Los peces también sueñan
En el lago pantanoso, entre pestilencias
que aspiran a la densa dignidad de la vida,
sueñan con los ojos abiertos siempre.

Los peces sueñan inmóviles, la bienaventuranza
del agua fétida. No son como los hombres, que se agitan
en sus lechos estropeados. En verdad,
los peces difieren de nosotros, que todavía no aprendemos a soñar.
Y nos debatimos como ahogados en el agua turbia
entre imágenes hediondas y espinas de peces muertos.

Junto al lago que yo mandé cavar,
volviendo la realidad a un incómodo sueño de infancia
pregunto al agua oscura. Las tilapias se ocultan
de mi sospechoso mirar de propietario
y se resisten a enseñarme cómo debo soñar.

Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres




EL SOL DE LOS AMANTES

El oficio de quien ama es ver
un sol oscuro sobre el lecho,
y en el frío, nacer al fuego
de un verano que no dice su nombre.

Es ver, constelación de pétalos,
la nieve caer sobre la tierra,
algodón del cielo, aire del silencio
que nace entre dos espaldas.

Es morir claro y secreto
cerca de tierras absolutas,
del amor que mueve las estrellas
y encierra a los amantes en un cuarto.

Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres





ASILO SANTA LEOPOLDINA

Todos los días vuelvo a Maceió.
Llego en navíos desaparecidos, en trenes sedientos.
En aviones ciegos que sólo aterrizan al anochecer.
En los estrados de las plazas blancas pasean cangrejos.
Entre las piedras de las calles escurren ríos de azúcar
fluyendo dulcemente de los sacos almacenados
en los trapiches
y clarean la sangre vieja de los asesinados.
Luego que desembarco tomo el camino del hospicio.
En la ciudad donde mis ancestros reposan en
cementerios marinos
sólo los locos de mi infancia continúan vivos a mi espera.
Todos me reconocen y me saludan con gruñidos
y gestos obscenos o ruidosos.
Cerca, en el cuartel. La corneta que chilla
separa la puesta del sol de la noche estrellada.
Los locos lánguidos bailan y cantan entre las gradas
. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Más allá de la piedad
el orden del mundo brilla como una espada.
Y el viento del mar océano inunda mis ojos de lágrimas.

Traducción: Stefan Baciu y Jorge Lobillo



SONETO DEL VOLADOR DE COMETAS

Soneto del volador de cometas

Nada acepto, excepto la eternidad,
en este viaje ambiguo que me lleva
al altar absoluto que, en la niebla,
aguarda mi inanidad.

Lo que soñé de niño, hoy es cierto:
la blanca estación que en mi silencio nieva
el invierno de una ficción primera
que fue sol, cegó a la misma claridad.

A la hora final de todo, apartadas
queden las dos comparsas del destino,
que tiene el sabor de la ceniza en el último aliento.

La muerte guarde en cueva a los vejados
restos del hombre maduro; que el niño
vuela la cometa y vive al viento.


LA MONEDA PERDIDA

" En mi sueño encuentro la moneda perdida.
Estaba guardada en el fondo del océano,
en la gruta de coral que los naufragios no alcanzan,
en el territorio puro donde no llega la muerte.

Y al despertar soy mudo como los peces.
Mi tierra es igual al mar, tiene la pureza del agua.
Todas las palabras son monedas perdidas. "




EL PORTÓN

El portón se abre el día entero
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama blanca como la vía láctea
es breve para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatenta
derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.
Soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo.
Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,
respira los perfumes de la tierra y el océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar que deterioran los navíos,
el silbo negro del tren entre hogueras,
la mancha que oscurece el tambor de queroseno.
Si antes de dormir cierro mi portón
en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche y conoce el camino, igual que los muertos
que aunque jamás verán, saben dónde estoy
?cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
se agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario y respiran el aire de la noche que huele a jazmín
y a dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.
¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.
En vano fue que al anochecer pensara en dormir
solo
protegido por el alambre de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.
Aunque mi portón amanece cerrado
sé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,
y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.

Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres



LOS CARACOLES

Sólo para Dios se abren los caracoles
que encontramos inmóviles sobre la hierba
Nos postramos ante ellos y suplicamos:
¡Hablen! Confíennos ahora el gran misterio.
Explíquennos el secreto de esta jornada
y de este silencio que tanto nos perturba.

Sólo los caracoles conocen la causa primigenia
y saben el origen de todo, desde la gran explosión
que creó el universo y aún nos aturde.
Por más que preguntemos ellos nada nos dicen.
Pasan el día quietos en la hierba y ni siquiera nos contemplan.

SONETO DE AMOR

Dulce fuego de amor, cómo me quemas
y me haces arder entre nieves
como si yo fuera la pálida hoguera
encendida por el sol en la noche breve.

Dulce rival del fuego verdadero,
cuanto más embisto contra tus llamas,
ellas se esparcen más en mi cama
y, guerrero, por ti soy guerreado.

Más me quema tu frío, más intacto
respiro y te combato; y, fatigado
de la pelea en que me consumes, más descanso.

Oculto en las sábanas, fuego de estío,
escurres, alegre y manso como las aguas
el agua serena del amoroso río.

CLARIDAD

Toda mi claridad es noche oscura,
sol negro desviado por un muro
blanco de cal, rayo que apaga el sol,
luz que ofusca, siendo tiniebla y luz.

A las estrellas les reclamo que iluminen
el papel blanco de mi largo día,
el grafito que ensucie el blanco muro
del sol que, siendo noche, me alumbra.

Cuanta más luz procuro, más oscuro
me vuelvo en pleno día, y más me asombran
las sombras que se juntan en el arrebol.

Recurro a la noche si quiero mostrar
las fracturas expuestas de mi ser.
Y si quiero esconderme, busco el sol.

LOS CÓMPLICES

Cuando voy por estos campos
un gavilán me acompaña,
estridente compañía,
sombra de sueño y de saña

Una frontera de sol
nos mantiene separados:
al gavilán cielo y nubes,
a mí las piedras y los arboles.

Cada uno en su territorio,
y la misma intención callada
en el corazón predatorio.

¿A quién herir o matar?
Por mis campos van dos cómplices,
ambos mal acompañados.

EL TROPIEZO

De mañana de tarde
al caer de la noche
subiendo la colina
tropiezo en Dios.
Nada le pregunto.
Ninguna respuesta
en la hora espacial
que pasa en blanca luz
e incómoda claridad.
No voy para donde voy
ni vengo de donde vengo
cuando subo la colina
y sin ningún cansancio
alcanzo la pura altura
de amor y galaxia

EL TRAPICHE

Quieres que guarde para ti el rocío.

Mas cómo puedo guardar lo que se disuelve
al sol, como el viento, el amor y la muerte?
Cómo guardar los sueños que soñamos
al paso que caminamos despiertos
en lo oscuro y sin nadie a nuestro lado?
Y los susurros de labios encantados
en el otro lado del muro? Y la hierba que se
esparce
en la pista del aeropuerto? Y la mancha que
aparece
en la cáscara del mango maduro?
Cómo guardar la brisa sibilante
en el combés del navío? Y el vuelo del pájaro?
Y la barca abandonada que atraviesa el río
y para bajo la cubierta?
Cómo y por qué guardar un arreo herrumbroso
y la ceniza "de la hoguera"
y la lluvia que llovía y el viento que venteaba?
La nada guardaremos, nosotros que somos
el depósito de todo, el baúl y el trapiche.
El rocío; que es eterno, se evapora
llegada su hora Y nuestros sueños
nos guardan fielmente en sus sepulcros.

SER Y SABER

Veía el viento soplando
y la noche descendiendo.
Oía el grillo saltando
en la hierba estremecida.

Pisé el agua
más bella que la tierra.
Veía la flor abrirse
como se abre la ostra.

El día y la noche se unieron
para ungirme.
La unión de luz y sombra
abrazó mis sueños.

Veía la hormiga esconderse
en la ranura de la piedra.
Así se esconden los hombres
entre las palabras.

La belleza del mundo me sustenta.
Es el hermoso pan matinal
que la mano más humilde coloca
en la mesa que divide.

Jamás seré un extranjero.
No temo ningún exilio.
Cada palabra mia
es una patria secreta.

Soy todo lo que es partición
el trueno la claridad
los labios del mundo
todas las estrellas que desaparecen.

Sólo conozco el origen:
el agua negra que lame la tierra
y los cangrejos que me acechan
entre las raíces del mangle.

Sólo sé lo que no aprendí:
el viento que sopla
la lluvia que cae
y el amor.

Traducción del escritor venezolano José Carlos de Nóbrega

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